Entra en escena el monstruo
Davis, Mike [2020], “Entra en escena el monstruo”, New Left Review 122, Londres, 122, mayo-junio, pp.11-19, https://newleftreview.es/issues/122/articles/the-monster-enters-translat...
Sobre el autor
Mike Davis es un sociólogo, historiador, teórico urbanista y activista político estadounidense. Actualmente es profesor de historia en la Universidad de California en Riverside y es parte del comité de redacción de la New Left Review y otras publicaciones.
Desde que en los noventas comenzó la sucesión de nuevas enfermedades, primero con el ébola y después con la gripe aviar y el SARS, una veintena de películas de Hollywood (entre las cuales destaca Contagio de Steven Sodeberg, por la descripción precisa y anticipada del caos actual), cientos de libros y miles de artículos han tratado al respecto. Pero, a pesar de ello, y tal como lo advierten muchos de esos artículos, es muy lamentable el estado de preparación para detectar y responder a estos retos a nivel global.
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Fue así que la COVID-19 entró “por la puerta principal y como un monstruo familiar”. Aunque fue fácil secuenciar su genoma, aún faltan los datos más importantes para caracterizar al virus, en esto los científicos enfrentan 3 desafíos. Primero, superar el caos de cifras, producto de la falta de equipos de pruebas, y lograr una estimación más precisa de los parámetros clave del virus, como la tasa de reproducción, el número de la población infectada y las infecciones benignas. Segundo, la mutación del virus. El virus ha mutado en la medida que este se ha abierto paso por poblaciones con diferentes composiciones etarias y condiciones de salud. La variedad que padecen los estadounidenses ahora es ya ligeramente distinta a la de Wuhan. Tercero, su impacto desigual en poblaciones en condiciones de pobreza. La "gripe española" a principios del siglo XX, por ejemplo, fue más letal entre los jóvenes de Estados Unidos y Europa por la sobrerreacción de su sistema inmune. En cambio, en los países pobres, donde la desnutrición y otros factores, como las infecciones preexistentes, suprimen la respuesta inmune y crean una sinergia terrible.
En las zonas urbanas hiperdegradadas de África la interacción entre desnutrición e infecciones preexistentes podría tener consecuencias fatales, especialmente con las condiciones locales de salud. En marzo, la revista Science advirtió que “África es una bomba de tiempo”, pues una parte importante de la población tiene su sistema inmune debilitado. El VIH/SIDA ha matado ya a 36 millones de africanos en la última generación y se estima que hay 24 millones de infectados actualmente, a los que se suman los al menos 3 millones que padecen tuberculosis. Además, 350 millones de africanos padecen desnutrición crónica. Por otra parte, la falta de acceso al agua limpia y al saneamiento básico vuelve imposible el distanciamiento social en estas mega áreas urbanas, a lo que se suma la muy deficiente atención médica en la región.
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Frente al éxito chino en contener la pandemia, las instituciones estadounidenses han mostrado incapacidad. Lo que no sorprende al autor, pues el sistema de salud ha sido víctima de una ofensiva empresarial desde la administración Reagan. Entre 1981 y 1999, buscando generar más ganancias, se redujo 39% el número de camas disponibles en los hospitales, pero perdiendo la capacidad de absorber pacientes durante una pandemia. Desde entonces, la capacidad hospitalaria ha continuado disminuyendo tanto en el sector público, por las políticas de austeridad, como en el privado, buscando reducir costos y maximizando la ganancia para el accionista. Así, solo hay 45 mil camas de cuidados intensivos disponibles, y tan sólo 8 estados tendrían suficientes camas para atender al millón de estadounidenses mayores de 60 que podrían caer enfermos. Mientras tanto, los Republicanos han destruido todos los esfuerzos por reconstruir el sistema de salud con los recortes presupuestarios.
Esta tendencia se ha agudizado con Trump, quien cerró primero la oficina de pandemias de la Casa Blanca, creada por Obama para garantizar una respuesta rápida y bien coordinada a las pandemias, y tres meses después cerró el proyecto PREDICT, un sistema de alerta pandémica temprana. Por ello, estamos, para Davis, en las primeras fases de una gran tormenta médica. Pues, después de los años de desinversión, Estados Unidos carece ahora de la capacidad de atender la epidemia, lo que se ha expresado en la escasez de equipos de prueba y equipo de protección básico para el personal de salud.
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Para el autor, la pandemia ha dejado expuesta la desigualdad y la marcada división de clases en Estados Unidos. Mientras que los que tienen buenos planes de salud y además pueden trabajar desde casa estarán a salvo, otros trabajadores tendrán que tomar decisiones entre sus ingresos y su salud, y los más precarizados serán arrojados a los lobos. Aunque Sanders al frente de los Demócratas presionó a la Casa Blanca y al Congreso a aceptar dar apoyos económicos frente a la baja por enfermedad, este avance, al no estar reconocido por la ley de forma fehaciente, podría rescindirse en cuanto desaparezca la pandemia. Sin embargo, es un buen comienzo para llevar la lucha más lejos: seguro de ingreso por enfermedad, permanente y universal. Además, durante los próximos meses Trump, en vista de una posible derrota electoral, podría llegar a aceptar otras medidas en defensa del sistema de salud pública, como el control de la producción de los suministros médicos estratégicos.
Es en las residencias de ancianos privadas donde las contradicciones de la atención médica privada podrían volverse más mortales. Actualmente son el hogar de 2.5 millones de estadounidenses. El modelo empresarial de estas residencias se basa en la precarización laboral y la reducción ilegal de costes. La usual deficiencia en el servicio que brindan estos centros explica que el primer epicentro de transmisión comunitaria en el país fuera un hogar de ancianos en Seattle. Los trabajadores de estos centros son un factor crucial para el contagio, pues muchos de ellos tienen empleos múltiples en diferentes asilos, lo que explica la rápida transmisión de este centro a otros cercanos. Sí esta situación persiste y muchos de estos empleados se negaran a ir trabajar por motivos de salud el sistema podría colapsar.
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La pandemia ha hecho patente la necesidad de un sistema de salud con cobertura universal y de un sistema de apoyo ante las bajas laborales por enfermedad. Para Davis, el sector progresista de los Demócratas debe presionar durante la convención nacional del partido en este sentido y exigir Medicare para todos. Los ciudadanos, por su parte, tienen que salir a la calle y luchar contra los desalojos, los despidos, y por el pago de indemnizaciones a los trabajadores enfermos. Sin embargo, para el autor esto solo es el primer paso. Ante las grandes farmacéuticas, renuentes a la investigación y desarrollo de antivirales y antibióticos por ser poco rentables frente a los medicamentos para el corazón, los tranquilizantes y los tratamientos contra la impotencia sexual masculina, se necesita un programa que pueda romper los monopolios y garantizar la producción pública de medicamentos vitales, que deberían considerarse un derecho humano.
Para el autor la pandemia ha mostrado que la globalización es biológicamente insostenible sin un sistema de salud pública internacional. Para lograrlo los movimientos sociales tendrán que poner un límite al poder de las farmacéuticas y a la salud privada. Al mismo tiempo la izquierda tiene que abandonar su chauvinismo, una versión de izquierda del America First . En cambio, se debe enfatizar la necesidad de solidaridad universal y luchar por una ampliación masiva de las pruebas reactivas, los equipos de protección y los medicamentos vitales para su distribución en los países pobres de forma gratuita. La apuesta de autor es conseguir la salud para todos, internacionalmente.
En este artículo, Davis advierte varias cosas que conviene destacar. Si bien, por una parte, los efectos que tendrá la pandemia en lugares como África son aún desconocidos, pues la articulación de distintas crisis preexistentes podrían provocar una gran tormenta sanitaria. Por otra parte, la pandemia ha expuesto las grandes diferencias de clase por todo el mundo y ha abierto una oportunidad a los movimientos populares para conseguir conquistas importantes y ensayar una salida frente a la crisis multidimensional del presente.