The Innovation Wars. America's Eroding Technological Advantage
Darby, Christopher y Sarah Sewall [2021], "The Innovation Wars. America's Eroding Technological Advantage", Foreign Affairs, New York, marzo-abril, https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2021-02-10/technol...
Christopher Darby, fue presidente y director ejecutivo de Intel, cuyo nombre cambió a In-Q-Tel, la firma de capital de riesgo de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.
Sarah Sewall fue vicepresidenta ejecutiva en políticas de In-Q-Tel e inversora estratégica para la comunidad de seguridad nacional. Asimismo, es experta en seguridad civil y derechos humanos.
Ambos especialistas en el tema de la ciberseguridad nacional, muestran un escenario destacando la rivalidad actual entre Estados Unidos, posicionado aún en el liderazgo mundial (por su influencia en el espacio y el Internet) y China, un enemigo que está esforzándose por llevar el mando en el dominio tecnológico. Esto gracias a sus inversiones en tecnologías relacionados a la quinta generación (5G). El país asiático ha gastado grandes sumas de dinero en robótica, inteligencia artificial (IA), microelectrónica, energía vede, entre otras.
Tomando esto como punto de referencia, Washington se ha percatado de las inversiones masivas de Beijing en tecnología, especialmente en el aspecto militar. Sin embargo, a pesar de que hay una fuerte disputa entre las potencias por este tema (militar), Beijing ha enfocado sus objetivos en “la innovación tecnológica” sin necesidad de apelar a la guerra. “Las compañías chinas están vendiendo infraestructura inalámbrica 5G en todo el mundo, aprovechando la biología sintética para reforzar el suministro de alimentos y la competencia por construir microchips más pequeños y más rápidos”, (Darby; Sewall, 2021). Esto se traduce en un esfuerzo por incrementar el poderío chino.
Con base en dicho impulso tecnológico, los políticos estadounidenses creen que debe haber una mayor acción gubernamental para salvaguardar la supremacía nacional. Esto se quiere lograr por medio de un mayor gasto en Investigación y Desarrollo (R&D, por sus siglas en inglés), un relajamiento en las limitaciones de visado, un desarrollo de talento nacional y una construcción de nuevas asociaciones con la industria nacional y algunos aliados extranjeros.
No obstante, el problema principal que enfrenta Estados Unidos radica en saber qué tipo de tecnología es la más relevante y cuál es la forma de impulsar su desarrollo. Así pues, las nuevas dimensiones y el enfrentamiento entre las grandes potencias se mueven hacia diferentes mandos, pero el pensamiento y las políticas del gobierno estadounidense se han ido quedando atrás. Incluso, ni el sector privado por sí mismo ha sido capaz de satisfacer las “necesidades tecnológicas” relacionadas con la seguridad nacional del país.
En ese sentido, es importante que Washington expanda sus horizontes y tome en cuenta a estas nuevas tecnologías. Esto abarcando no solo a las tecnologías con aplicaciones militares como “vuelo hipersónico”, “computación cuántica” e IA, sino también a las civiles, tales como la microelectrónica y la biotecnología. Washington debe impulsar a las tecnologías vitales no militares para que sean comercialmente exitosas.
El desafío de innovación de Estados Unidos
Por lo que se refiere a la innovación de Estados Unidos durante la Guerra Fría, en las primeras décadas del enfrentamiento, el país amplió su infraestructura científica. "La Comisión de Energía Atómica creada en 1946, asumió la responsabilidad de los laboratorios de guerra que habían sido los pioneros en armas nucleares como el laboratorio nacional Oak Ridge", (Darby; Sewall, 2021). Después, la comisión se dedicó a apoyar a centros de investigación académica, como el Lawrence Livermore National Laboratory.
Igualmente, el Departamento de Defensa, creado en 1947, obtuvo su propio presupuesto en investigación. Posteriormente a esto, en 1957 la Unión Soviética proyectó el satélite Sputnik, y Washington, siguiendo la carrera espacial con su adversario, creó The National Aeronautics and Space Administration (NASA), que después se convertiría en Defense Advanced Research Agency, (Dato crucial 1).
Con relación a la unión entre la academia y las empresas, el gobierno se encargó de financiar a la investigación sin un uso final específico. El fin con esto era crear una base tecnológica para la defensa convencional y nuclear con el objetivo de proteger la seguridad nacional. Gracias a que la investigación tuvo éxito, la inversión por parte del gobierno creó capacidades innovadoras que respaldaron la preponderancia militar estadounidense, “desde aviones supersónicos hasta submarinos de propulsión nuclear y misiles guiados”, (Darby; Sewall, 2021).
El sector privado, desde su trinchera, logró capitalizar la propiedad intelectual, transformando las capacidades en productos y los productos en compañías. Algunos ejemplos de tecnologías que surgieron a partir de esta inversión fueron: “las tecnologías habilitadas para GPS, bolsas de aires, baterías de litio, pantallas táctiles, reconocimiento de voz”, (Darby; Sewall, 2021).
Empero, este auge gubernamental estadounidense en el dominio de la innovación se fue perdiendo, (Dato crucial 2). La mayor parte de la inversión del gobierno estadounidense R&D se dio con el fin de frenar los nuevos descubrimientos revolucionarios, pero R&D se enfocaba principalmente en la “innovación incremental”. No obstante, de acuerdo con el sector privado, la manera de incrementar los ingresos era por medio del desarrollo de productos, añadiéndoles funcionalidad o implementando algún artefacto más rápido, pequeño o eficiente en energía. “Las compañías se centraban en tecnologías a corto plazo con promesas comerciales, en vez de ampliar las áreas de investigación que podrían tardar décadas en dar frutos”, (Darby; Sewall, 2021).
Cabe mencionar que la R&D más innovadora se desarrollaba cada vez más en startups (empresas emergentes), ágiles y apoyadas por el sector privado, donde los inversores toleraban más peligros. Las compañías modernas de capital de riesgo (firmas que financian este tipo de empresas), hicieron su primera aparición en la década de 1970, dirigiendo empresas como Apple y Microsoft. Sin embargo, esta forma de inversión despegó hasta la década de 1990, después del estallido que causó una recesión en las naciones occidentales, “The dot.com bubble” (la burbuja punto.com).
En ese sentido, la primera fase de contratación de R&D se centró en la colaboración con Estados Unidos por medio de laboratorios gubernamentales. En cuanto a la segunda fase, ésta fue más enfocada en startups y menos en grandes empresas. “Así pues, las grandes firmas empezaron a invertir menos en R&D interna y más en “desarrollo corporativo” u obtención de firmas más pequeñas respaldadas por empresas de innovación tecnológica.
Con esto puede decirse que, el ascenso del capitalismo arriesgado generó abundancia, pero sin promover los intereses de Estados Unidos. De hecho, las empresas de capital de riesgo, fueron criticadas por su capacidad para crear retornos en un periodo de 10 años. Cuestión que provocó que se interesaran menos en temas como la microeléctronica, una sección donde la rentabilidad llega mucho tiempo después, y se enfocaran más en firmas de software que requerían de una menor cantidad de capital para funcionar.
El inconveniente con eso es que, las firmas que obtienen un mayor apoyo financiero de capital de riesgo están cada vez menos interesadas en priorizar la seguridad nacional. Un ejemplo de esto puede mostrarse, cuando la compañía Accel obtuvo beneficios tras invertir en Rovio Entertainment, la firma finlandesa de videojuegos que se encargó de impulsar a la aplicación móvil Angry Birds. Esto resultó ser ventajoso para Accel, pero no para los intereses estadounidenses.
Al mismo tiempo, el apoyo gubernamental a la investigación fue descendiendo tanto en el PIB, como en el gasto en R&D en el sector privado. El Departamento de Defensa detuvo varios "fondos federales" dirigidos hacia la investigación, sin embargo, es necesario precisar que en general había menos recursos económicos. Éstos se dispersaron en algunas agencias y departamentos, y cada sector veía por sus propios intereses por la falta de estrategia nacional. Así pues, la práctica científica gubernamental también se paralizó, ya que los investigadores con mayor capacidad se iban al sector privado. Como resultado, en el momento en que las empresas privadas establecieron relaciones más cercanas, Washington se vio afectado, puesto que el gobierno federal ya no representaba el cliente más relevante para la mayoría de estas firmas innovadoras.
Sobre esta línea, la globalización fue la culpable de la brecha entre las corporaciones y el gobierno. Esto propició a que el mercado estadounidense perdiera influencia a nivel internacional a lado del enorme mercado de consumo chino que iba ganando terreno. Con base en este contexto, era esencial que las firmas estadounidenses pensaran en la manera de atraer clientes extranjeros. Un caso de esto puede notarse cuando la empresa Apple, no quiso facilitar iPhones para el FBI. Ésta fue una medida únicamente diseñada para hacer crecer la marca a nivel internacional.
Poniendo más problemas sobre la mesa, el asunto de la innovación causó un cambio en la forma tradicional de entender a la tecnología aunada a la seguridad nacional. Con el paso de los años, la tecnología fue adquiriendo la característica de “doble uso”, es decir que se podía utilizar tanto para fines civiles como para fines militares. Eso creó nuevas debilidades, como las inquietudes acerca de la seguridad en "cadenas de suministro microelectrónicas" y "redes de telecomunicaciones". Empero, aunque las tecnologías civiles se volvían más importantes para la seguridad civil, el gobierno estadounidense no tomaba responsabilidad de ellas. El sector privado innovaba a un ritmo cada vez más rápido, mientras que el gobierno apenas y tenía la capacidad de seguir ese paso. Por consiguiente, el gobierno y el sector privado tenían una relación cada vez más distante.
El gigante chino
De acuerdo con los autores, la innovación estadounidense tiene relevancia por el contexto mundial, ya que los cambios en ellas se fueron dando al mismo tiempo que la rivalidad entre los países considerados como potencias. En este sentido, China se ha transformado, en los últimos 20 años, de ser una nación que ha copiado tecnología de otras naciones a una que la mejora. Esto se debe a que el gobierno chino tiene una perspectiva largo plazo: China ha invertido en R&D por medio de su contribución en el gasto de tecnología global, (Dato crucial 3). Se estima que si esto sigue aumentando, China superará a Estados Unidos en este gasto para 2025.
Dicha evolución puede verse en la estrategia del país asiático llamada “fusión militar-civil”, un plan que tiene el propósito de incentivar la cooperación entre el sector privado y la industria de defensa. “A nivel nacional, provincial y local, el estado respalda los esfuerzos de las organizaciones militares, empresas estatales, empresas privadas y emprendedores”, (Darby; Sewall, 2021). Este apoyo puede darse por medio de subsidios a la investigación, datos compartidos, préstamos gubernamentales o programas de capacitación.
Incluso, el gobierno planea crear ciudades específicas para la innovación. China está invirtiendo masivamente en tecnología de quinta generación (5G), la base de la infraestructura de red celular china. Asimismo, se ha visto una gran participación de la empresa Huawei en el desarrollo de la innovación, pues se ha convertido en “líder mundial” en la ingeniería de la 5G y se ha dedicado a vender equipos con esta tecnología de buena calidad a un precio más económico que compañías finlandesas o surcoreanas. Esta empresa multinacional recibe un apoyo estatal masivo, (Dato crucial 4). Igualmente, ha recibido ayuda de la "Iniciativa de la Franja y la Ruta de China", un proyecto que otorga préstamos a algunos países y empresas chinas para financiar su infraestructura de construcción.
Además de esto, China también ha invertido en IA. Gracias a esto, las publicaciones chinas de artículos científicos en el ámbito tecnológico han superado las estadounidenses. No obstante, pese al papel importante que ha jugado la financiación en el éxito de la innovación tecnológica china, otro punto a considerar es el acceso a grandes cantidades de datos con el que cuenta dicho país asiático. Beijing ha apoyado a las compañías que recopilan información de diversos usuarios.
Éstas son, en primer lugar, Alibaba, una empresa multinacional que se dedica al comercio electrónico. En segundo lugar, está Tencent, la compañía responsable del impulso de la aplicación WeChat. En tercer lugar, se encuentra Baidu, empresa que ofrece productos en línea. En cuarto lugar, está DJI, compañía tecnológica que vende drones. En quinto lugar, se encuentra SenseTime, una empresa de IA que brinda “tecnología de reconocimiento facial” para la red de videovigilancia china. Todas están empresas deben colaborar con el estado de acuerdo con la ley, con fines de inteligencia, obligando a los usuarios a compartir sus datos.
Conviene subrayar que, estos datos incluyen con más frecuencia a extranjeros. “Las empresas chinas han tejido una red global de aplicaciones de recopilación de datos que obtienen la información privada de los extranjeros sobre sus finanzas, su historial de búsqueda, su ubicación, entre otras”, (Darby; Sewall, 2021). Por ejemplo, los usuarios que hacen un pago móvil por medio de una aplicación china, probablemente envían sus datos personales a Shanghái y posteriormente agregan información al conocimiento chino sobre ciudadanos extranjeros. Este tipo de información ayuda al monitoreo gubernamental chino, ya que individuos como éstos, “burócratas occidentales endeudados” son útiles para contribuir al espionaje chino.
Esta necesidad del país asiático por conseguir información personal, ha hecho que éste se plantee en buscar datos no solo a través de aplicaciones, sino también por medio del ADN de seres humanos. Desde el inicio de la pandemia por el SARS-CoV 2 (coronavirus), la compañía china (especialista en biotecnología) BGI Genomics, ha comenzado con la construcción de 50 laboratorios en el extranjero. Éstos tienen el objetivo de ayudar a los gobiernos a hacer pruebas del virus. Esta empresa biotecnológica controla la “biblioteca nacional de datos genómicos de china", por lo que es posible que, por medio de las pruebas del virus, la información biológica de los extranjeros termine allí.
Así pues, además del potencial informático y la inteligencia artificial, las innovaciones en biotecnología serían una pieza crucial para resolver retos humanitarios como enfermedades, hambrunas y en un nivel más general, problemas en la producción energética y con el cambio climático. En este punto, algunos investigadores han implementado la herramienta de edición de genes CRISPR en sus estudios. Esta secuencia de fragmentos derivada del ADN permite el cultivo de trigo resistente a enfermedades.
A través de ella, los investigadores han recopilado un video en el ADN de las bacterias, que resulta útil para almacenar datos. Por su parte, algunos especialistas en biología sintética han creado una nueva forma de producir nailon por medio de energía de microorganismos. Este tipo de innovaciones biotecnológicas, por consiguiente, trae consecuencias económicas positivas, para aquel país que decida implementarlas, (Dato crucial 5).
Empero, la biotecnología también tiene su parte negativa. No se puede descartar la posibilidad de que alguien fabrique un arma biológica capaz de atacar a un grupo étnico específico. Es por eso que, los países que decidan hacer uso de la biotecnología deberán aceptar los riesgos que ésta conlleva, con el fin de progresar. El país que esté a cargo de estas tecnologías deberá formar reglas y estándares para su uso.
Con base en esto, según los autores, China resultaría un líder peligroso. Ejemplo de esto puede verse en 2018, cuando un científico chino llamado He Jiankui diseñó genéticamente un ADN de bebes gemelos. Esto creó controversia en el contexto internacional. Y Beijing lo castigó. Pero, tomando en cuenta el mal historial del gobierno chino en los temas de derechos humanos, junto con el deseo de convertirse en líder tecnológico mundial, se cree que el país asiático establecería poco control en la bioética e incluso podría impulsar métodos riesgosos.
Pensando en grande
Debido al progreso tecnológico china, Washington se ha dedicado a supervisar a su adversario por su contribución a las capacidades de defensa militar chinas. Sin embargo, el reto no es el éxito en innovación tecnológica de China, sino el cambio en el “campo de batalla”. A pesar de que el país asiático planea utilizar la tecnología de 5G, la IA, la computación cuántica y la biotecnología para fines militares, éste vislumbra un escenario que ya no se requiere de enfrentamientos con armas.
El dominio tecnológico pretende controlar la infraestructura civil que se utiliza a nivel global, para establecer influencia. Razón por la cual, el gobierno chino apoya a las exportaciones de infraestructura civil de alta tecnología. En ese sentido, aquellos que adquieren sistemas chinos, únicamente reciben redes eléctricas, tecnología de atención médica o sistemas de pago digitales. No obstante, dichos países también contribuyen a la obtención de China de datos de sus ciudadanos y de su infraestructura nacional.
Volviendo a la perspectiva de Estados Unidos, dicho país aún es partidario de los métodos de defensa tradicionales para salvaguardar la seguridad de su territorio, por lo que la microelectrónica, un elemento relevante para la variedad de productos comerciales y para los sistemas de defensa, no ha recibido mucha financiación por parte del gobierno estadounidense. Incluso, ni el sector privado ni el público han invertido correctamente en innovación, por un lado, debido a las exigencias del capital y sus horizontes a largo plazo, y por otro lado, por su enfoque en asegurar el suministro actual y dejar de lado a la innovación.
Al mismo tiempo, otro obstáculo que ha limitado a Estados Unidos en el aspecto tecnológico es la red 5G, ya que su adversario chino tiene su dominio. El país asiático ha creado una red mundial de telecomunicaciones que también ha respondido a necesidades geopolíticas. Con base en esto, Washington tiene dos temores: el primero es que Beijing sea capaz de impulsar los datos con los que cuenta en la red 5G sin ayuda. El segundo, es que China pueda alterar las redes de comunicación de sus enemigos en tiempos de crisis, cuando se encuentran vulnerables para competir.
Cabe resaltar que los legisladores estadounidenses no esperaban la amenaza que supondría la infraestructura 5G china. Esto cambió hasta 2019, cuando Washington advirtió sobre el dominio de Huawei. Estados Unidos en ese momento ya se encontraba en desventaja en competencia con el gigante tecnológico, pues ninguna empresa estadounidense había ofrecido antes una red inalámbrica de extremo a extremo como lo había hecho Huawei, ya que la mayoría de ellas se enfocaban en la fabricación de dispositivos individuales como teléfonos o enrutadores.
Tampoco ninguna de ellas había implementado su propia red de acceso por radio, un sistema de envío de señales por medio de dispositivos, que emplea radiofrecuencia como medio de transmisión. Esta red requiere de la 5G que proporciona Huawei para poder funcionar. Como consecuencia de esto, Estados Unidos decidió amenazar a sus aliados con frenar la cooperación de IA si éstos compraban la tecnología 5G de Huawei, sin tener una mejor oferta que ofrecer.
Aunque, a pesar de los beneficios que trae la infraestructura digital, es posible que ésta sea rebasada por la biotecnología en el asunto de la innovación en un futuro. Dicha tecnología resulta poco relevante para el gobierno estadounidense. El Departamento de Defensa ha expresado su falta de interés en ella a causa del tratado que Estados Unidos firmó en el que renuncia a las armas biológicas. Pero, la biotecnología traería resultados positivos para el Pentágono, ya que podría ayudar a mejorar la salud del personal del servicio. Y, la cuestión más importante en la que influiría sería en cualquier evaluación del interés nacional donde se tomarían en cuenta las repercusiones de la biotecnología en el ámbito de la ética, la economía, la salud y la supervivencia planetaria.
Entonces, las brechas de la innovación estadounidense que tienen origen en la estrecha perspectiva del interés nacional, podrían reducirse con la comprensión del funcionamiento de las nuevas tecnologías, cuestión que podría impulsar el presidente Joe Biden. "Los funcionarios estadounidenses deben apreciar tanto las amenazas como las oportunidades de las últimas tecnologías”, (Darby; Sewall, 2021). Es decir, los problemas que podría ocasionar una red 5G detenida o una ingeniería genética sin cautela, así como las ventajas que podrían traer las fuentes de energía sustentable y una mejor y más eficiente atención médica.
En este marco, el siguiente paso que podría seguirse en la administración Biden sería la creación de un proceso para alinear las inversiones gubernamentales con los intereses nacionales. Actualmente, la inversión federal se centra en el ámbito militar. Instrumentos como aviones de combate y misiles de defensa están bien financiados, mientras que en esta inversión no son tomadas en cuenta ni la preparación para una pandemia ni las energías limpias.
De modo que, para establecer las prioridades tecnológicas estadounidenses correctas, deben plantearse interrogantes relacionadas con las cuestiones más relevantes que la tecnología puede solucionar y la diferencia entre las tecnologías que pueden resolver uno de las que pueden solucionar varios problemas. Para tener las réplicas de estas preguntas, es necesario que se adopte una visión que realmente responda a los intereses nacionales, pues, el proceso actual no ha dado resultados positivos.
Un método correcto debería iniciar por una evaluación de red, o sea, “un análisis del estado del proceso global tecnológico y las tendencias del mercado que brindaría información necesaria para trabajar desde una línea de base compartida”,(Darby; Sewall, 2021). Para que esto pueda ser viable, el progreso deberá establecer prioridades a corto y largo plazo.
Un ejemplo a largo plazo podría ser la inversión en microelectrónica, la base de la innovación militar y civil, pero con dificultades para atraer inversiones privadas. Otro elemento en este mismo plazo podría ser la biotecnología, por su relevancia en la economía y el destino de la humanidad. Hablando de los aspectos importantes a largo plazo, el gobierno estadounidense podría luchar en contra de las operaciones de desinformación o promover la innovación 5G. Lo importante de este plan es que sea claro y que dirija las decisiones del país norteamericano puntualizando sus principales metas.
Una mentalidad de mercado
No obstante, un impedimento para el desarrollo de este proceso es que el gobierno financia una investigación limitada y que el sector privado se ocupa de comercializar los resultados de estos trabajos. Las ventajas de éstos se quedan en manos extranjeras, quitándole a Estados Unidos los beneficios de la propiedad intelectual. Es por eso que el gobierno estadounidense deberá intervenir para impulsar la llegada de la investigación al mercado.
En este punto, algunas instituciones académicas, a diferencia de las instituciones federales de investigación, han creado oficinas enfocadas en comercializar la investigación académica, por lo que el gobierno tendrá que recurrir al desarrollo de sandboxes. Estas cajas se refieren a instalaciones de investigación público-privadas en las que la industria, la academia y el gobierno se unen para trabajar. Este método fue adoptado en 2014 por el Congreso cuando se implementó Manufacturing USA, una red de instalaciones que se enfoca en la investigación en tecnologías de fabricación avanzadas. Esto podría ser viable en el ámbito microelectrónico.
En cuanto a la comercialización, el gobierno de Estados Unidos podría crear conjuntos de datos nacionales con fines de investigación y protecciones de privacidad para ellos, con el objetivo de acelerar el progreso en la IA que funciona a través de grades cantidades de datos que tanto el gobierno como algunas empresas tecnológicas tienen. Al mismo tiempo, como la biología sintética y la investigación médica dependerán de estos datos, es tarea del gobierno estadounidense incrementar la calidad y diversidad de los datos que posee The National Institutes of Health’s genome library, así como facilitar el acceso a la información que se encuentra ahí.
No obstante, este apoyo a la comercialización no servirá si las innovadoras startups tecnológicas que ayudarían a la seguridad nacional no atraen suficiente capital. Cabe mencionar que, algunas de estas empresas emergentes enfrentan complicaciones al inicio y al final de las etapas de crecimiento. “Al principio, tienen dificultades para cortejar inversores dispuestos a hacer apuestas de alto riesgo y, más adelante, cuando están listos para expandirse, les resulta difícil atraer inversiones dispuestas a emitir cheques grandes”, (Darby; Sewall, 2021). Es por eso que el gobierno de Estados Unidos requiere de sus propias formas de obtener inversión para acortar las brechas entre los dos momentos por los que pasan estas empresas.
Ahora bien, los autores describen el funcionamiento de la empresa en la que trabajaron, que es relevante a mencionar, debido a su contribución en la primera etapa de las empresas emergentes, ésta es In-Q-Tel. Ellos mencionan que la empresa independiente, sin ánimo de lucro, creada en 1999, establece un “modelo prometedor” para las empresas emergentes de tecnología que sirven al interés nacional. Así pues, uno de sus primeros clientes de inversión fue Keyhole, la compañía detrás de Google Earth.
Posteriormente, In-Q-Tel recibió financiamiento por el Departamento de Seguridad Nacional, el Departamento de Defensa para adaptar tecnologías innovadoras al gobierno. Con esto puede verse que, una empresa privada de este estilo puede atraer inversión y talento tecnológico requeridos para invertir de manera informada. Razón por la cual ambos ex trabajadores de In-Q-Tel consideran pertinente adoptar este modelo y aplicarlo a prioridades más amplias, (Dato crucial 6).
En la segunda etapa de las empresas emergentes, los encargados de la creación de políticas podrían basarse en la "Corporación Financiera de Desarrollo Internacional de Estados Unidos" (DFC, por sus siglas en inglés), la agencia federal que fue aceptada en 2018 para invertir capital en proyectos de desarrollo en el exterior.
Un fondo de inversión en esta etapa tendría dos opciones: la primera sería que se formulara como una rama de DFC, la segunda que sería que se mantuviera como entidad privada independiente, sin fines de lucro, respaldada por el gobierno. Aunque, conviene subrayar que, a diferencia del apoyo gubernamental en la primera etapa, en la etapa final éste debe incrementar en “un rango de mil millones a 5 mil millones de dólares anualmente”, (Darby; Sewall, 2021).
En ese sentido, para aumentar el impacto en el financiamiento gubernamental, los fondos en ambas etapas tendrían que impulsar “inversiones sidecar”. Esta estrategia de inversión que se refiere a que un inversor ayude a un segundo inversor a controlar dónde y cómo invertir el capital, impulsaría a empresas o individuos con fines de lucro a aliarse con el gobierno para obtener beneficios de las apuestas tecnológicas.
La ventaja con estos fondos de inversión gubernamentales no solo consistiría en acortar las brechas con el sector privado, sino también, en darles la oportunidad a los colaboradores de compartir las ganancias económicas de la investigación. “Actualmente, la mayor parte de la financiación del gobierno para la tecnología viene en forma de becas, como las que otorga la empresa Small Business Innovation Research administradas por Small Business Administration, esto es cierto incluso para algunos programas que se registran como fondos de inversión”, (Darby; Sewall, 2021). Esto quiere decir que, los contribuyentes que deben solventar las fallas, pero se ven limitados a la hora de compartir el triunfo de su empresa. Es por eso que, como señala la economista Mariana Mazzucato, “los gobiernos han socializado los riesgos, pero han privatizado las recompensas, (Darby; Sewall, 2021).
Sobre esta misma línea, los fondos de inversión gubernamentales sin fines lucro tienen otro beneficio. Éste es contribuir a que Estados Unidos sea generoso cuando participe en la disputa tecnológica. Así pues, el país se ha enfocado en la defensa por un largo tiempo. Un ejemplo de esto es la restricción de exportación de tecnología sensible y la inversión extranjera que pudiera significar un peligro para la seguridad nacional, pese al daño que estas medidas podrían causar a las empresas estadounidenses, así como fallar en la promoción de la innovación.
Por otra parte, los autores están conscientes de que el apoyo a la comercialización con inversiones de capital patrocinadas por el gobierno resulta costoso, sin embargo, si se opta por seguir esta estrategia, los precios iniciales podrían recuperarse y posteriormente invertirse. Incluso en esta dirección, podrían considerarse a las devoluciones no monetarias; es decir invertir en propiedades nacionales, añadida la infraestructura apta para la exportación a los aliados de Estados Unidos, con el fin de que el soft power del país estadounidense progrese.
Innovación para siempre
Con base en este debilitamiento de innovación tecnológica por parte de Estados Unidos, el presidente Joe Bien desde el inicio de su mandato ha prometido “reconstruir mejor” y rehabilitar el liderazgo estadounidense a nivel mundial. De hecho, en su campaña presidencial, mostró algunas iniciativas para impulsar a la innovación estadounidense. Biden se centró en promoción del gasto federal en R&D con el fin de enfocarse en tecnologías innovadoras para mejorar la competitividad del país, (Dato crucial 7). Los autores consideran que, a pesar de ser un buen comienzo, el impulso podría mejorar si en primer lugar se crea un proceso para identificar las prioridades tecnológicas en las que se tiene que enfocar.
Por otro lado, el líder estadounidense planeta una visión ampliada de los subsidios de investigación sobre innovación para empresas pequeñas y ha apoyado a la infraestructura de las instituciones educativas y socios con el fin de extender la sea investigación. No obstante, una mejor opción sería acortar las brechas en inversión del sector privado y público y establecer una ampliación del soporte gubernamental para la comercialización.
En suma, si Estados Unidos continúa siguiendo la misma estrategia, esto afectará su economía, su seguridad y al bienestar de sus población. Por consiguiente, el liderazgo mundial de Estados Unidos irá descendiendo y el de China crecerá. En ese sentido, Biden ha ido planeando una estrategia adecuada, pero para sostener su dominio tecnológico, el mandatario estadounidense deberá analizar por qué debe haber innovación y cómo se debe implementar según su realidad. “Sin duda, Biden estará consumido por abordar los desafíos internos, pero ha pasado gran parte de su carrera promoviendo el liderazgo global de Estados Unidos”, así que, al modernizar la innovación tecnológica estadounidense, deberá centrar su atención en ambas cuestiones, (Darby; Sewall, 2021).
1. En 1964, la Investigación y Desarrollo (R&D, por sus siglas en inglés) contaban con 17% de todo el gasto federal discrecional de Estados Unidos.
2. En 1964 el gobierno de Estados Unidos gastaba 1.86% del PIB en R&D, pero en 1994, su participación cayó a 0.83%. Sin embargo, durante el mismo periodo, la inversión gubernamental en R&D como porcentaje del PIB se duplicó, lo cual quiere decir que los números solo dicen la mitad de la historia.
3. La inversión de China en R&D en el gasto de tecnología global creía menos de 5% en el año 2000, pero en 2020 creció a más de 23%.
4. Según el recuento de The Wall Street Journal, Huawei ha recibido apoyo estatal de 75 mil millones de dólares en exenciones fiscales, subvenciones, préstamos y descuentos en el tierra.
5. McKinsey Global Institute ha estimado el valor de muchas aplicaciones biotecnológicas de hasta 4 billones de dólares durante los próximos 10 a 20 años.
6. Se estima que una cantidad de 100 millones de dólares a 500 millones de dólares de financiamiento en etapa inicial de las empresas emergentes por año, podría ayudar a cerrar la brecha entre lo que el sector privado está proporcionando y lo que necesita la nación.
7. Joe Bien desde el inicio de su periodo presidencial, proyectó un gasto federal en R&D de 300 mil millones de dólares.
El artículo hace hincapié en una competencia tecnológica mundial entre Estados Unidos y China en la que hay una disputa por mercados, recursos, tecnologías, con el fin de obtener el liderazgo económico mundial y convertirse en hegemonías. En ese sentido, puede verse una guerra que se basa en ciertos elementos. En primer lugar, están los cambios en las tecnologías de guerra y los cambios en los conflictos sociales que han contribuido a la modificación de la guerra y sus diversas formas. En segundo lugar, se encuentra la relación que ésta tiene con la economía, pues existe un vínculo entre varios conceptos que se profundiza tanto en prácticas como en estrategias. En tercer lugar, se tiene a los sujetos de guerra, que además de tratarse de actores militares comunes, se éstos son sujetos emergentes que modelan distintas formas de enfrentamiento.
Finalmente, el principal recurso para poder ganar dicha guerra es la tecnología, que no solo se refiere únicamente a herramientas militares per se, sino a aquellas tecnologías civiles que terminan fungiendo como militares, tales como la biotecnología, la tecnología 5G, entre otras.