Biden, Climate Change, and China
Klare, Michael [2021], "Biden, Climate Change, and China", Tom Dispatch, 25 de febrero, https://tomdispatch.com/biden-climate-change-and-china/
Michael Klare es un escritor estadounidense especialista en temas relacionados con la seguridad y la geopolítica de los recursos naturales. Asimismo, dirige un proyecto llamado Five College Program in Peace and World Security Studies en Hampshire College en Amherst, Massachussets.
Michael Klare vislumbra un escenario de competencia mundial en el que participan China y Estados Unidos, haciendo hincapié en la relación bilateral entre estas dos potencias basada en los planes de Joe Biden de hacer frente al problema del cambio climático. Sobre este marco, Klare menciona que las principales directrices de la nueva administración Biden, anunciadas por el mismo presidente demócrata, consisten en disminuir la escala del cambio climático y endurecer su trato con China en los temas de “abusos a los derechos humanos” y “prácticas comerciales desleales”. Ésta última dificulta el hecho de que Joe Bien pueda unirse con el país asiático y asegurar la colaboración de Beijing sobre el cambio climático. Por consiguiente, aunque se logre un freno en la "nueva guerra fría" entre China y Estados Unidos, el calentamiento global no podrá evitarse.
En ese sentido, puede notarse que Joe Biden tiene conocimiento de los riesgos del calentamiento global. En un artículo de Foreign Affairs, nombró este fenómeno como una “amenaza existencial”. Ésta puede poner en peligro la supervivencia de la civilización humana. Tomando en cuenta la relevancia de la experiencia científica, Biden hizo alusión a la conclusión sobre el límite del calentamiento a la que llegó el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés), (Dato crucial 1). Posteriormente a esto, el presidente estadounidense mencionó que se reuniría al Acuerdo de Cambio Climático de París con el fin de atraer inversiones masivas y urgentes al país norteamericano para ayudarlo a impulsarse en la línea de una “economía de energías limpias” con emisiones de gases del efecto invernadero en cero para 2050, (objetivo implementado por el IPCC).
Así pues, Joe Biden indicó que este tipo de acciones necesitaran de otros países que se unan a la nación estadounidense para progresar hacia un estado global “neto cero”. En éste sería posible que cualquiera de las emisiones de carbono se compensara por medio de la eliminación de carbono equivalente. Con base en esto, IPCC considera que como Estados Unidos produce una cantidad reducida de emisiones globales, el país norteamericano podría usar su autoridad económica y moral para ayudar al mundo, articulando a los países para lograr que las acciones que se implementen al respecto prosperen, (Dato crucial 2).
China, por su parte, que actualmente es el país número uno de los emisores de gases de efecto invernadero a nivel mundial, podría ser el “socio natural” de Washington en este sentido. No obstante, la perspectiva de Biden hacia este país asiático supondría un obstáculo importante, pues en vez de darle relevancia a su cooperación con China en la acción climática, el presidente demócrata decidió sancionar a Beijing por su dependencia al carbón. El plan climático que Biden escribió en Foreign Affairs "incluye insistir en que China deje de subsidiar las exportaciones de carbón y de subcontratar la contaminación a otros países, financiando proyectos de energía sucia de combustibles fósiles por una gran suma de dinero a través de su "Iniciativa de la Franja y la Ruta”, (Klare, 2021). Después, el presidente proyectó un esfuerzo a futuro para la implementación de una economía verde como una “disputa competitiva” y no una cooperación con China.
Empero, si el cambio climático es un peligro inminente y la cooperación internacional entre los mayores emisores de gases de efecto invernadero resulta importante para detener el riesgo, la pelea con China por su comportamiento energético no es opción viable. El apoyo de China para llegar a ese límite de 1,5 grados es vital. Por consiguiente, la única manera de impedir un cambio climático catastrófico es que Estados Unidos se esfuerce por evitar una "nueva guerra fría" con China. Esto por medio de un diseño de cooperación de estrategias con Beijing para apresurar la transición global hacia una economía verde.
¿Por qué la cooperación es esencial?
Tomando esta cooperación como punto de referencia, es necesario mencionar la forma en que China y Estados Unidos tienen una gran influencia en el consumo mundial de energía y de emisiones globales de carbono. En ese sentido, ambos países son los mayores consumidores de energía a nivel global y los dos mayores emisores de CO2. Es por eso que, contribuyen en gran medida a la “ecuación climática global”, (Dato crucial 3). (Dato crucial 4).
No obstante, si se quieren reducir las temperaturas globales y llegar a 1.5 grados Celsius, es importante que las grandes economías del globo reduzcan su consumo de combustibles fósiles y así se disminuyan las emisiones de CO2, al mismo tiempo que se producen energías renovables. Pero, dados los comportamientos actuales de China y de Estados Unidos respecto al este consumo de combustibles, se espera que en los próximos 20 años éste aún siga en aumento, no en disminución, antes de llegar a una estabilidad en 2040, a un nivel por encima del cero neto, (Dato crucial 5).
Aunque, con respecto a las energías renovables, se cree que ambos países incrementarán su inversión en energías verdes en esas próximas dos décadas, a pesar de que sitios como India se vuelven mayores consumidores del uso global de energía. “Mientras, Beijing y Washington continúen liderando el mundo en ambas categorías, cualquier esfuerzo para lograr el cero neto y evitar un cataclismo climático casi inimaginable tendrá que caer en gran medida sobre sus hombros”, (Klare, 2021). Sin embargo, esto implicaría una disminución en el consumo de combustibles fósiles y un aumento de energías renovables.
Así pues, The Institute of Climate Change and Sustainable Development en la Universidad de Tsinghua, un think tank chino, se ha dedicado a calcular los elementos que podrían influir en la “remodelación de energía eléctrica” dependiente del carbón de China. Esto con el objetivo de llegar al límite de 1.5 grados del calentamiento global, (Dato crucial 6).
En cuanto a Estados Unidos, para lograr este fin, se necesitaría de una transformación parecida, solo con algunas diferencias. Conviene subrayar que, el país norteamericano es menos dependiente del carbón que el país asiático para generar energía, pero sí depende en mayor medida del gas natural, que igualmente se trata de un combustible fósil dañino para el medio ambiente. Asimismo, la red eléctrica estadounidense, como se ha visto en los eventos catastróficos de Texas, con la ola nevada y otros desastres, no es lo suficientemente resistente para sopesar los efectos del cambio climático y ésta incluso debe ser reconstruida a un costo muy elevado.
De modo que, esto solo es un paso para evitar la catástrofe ambiental, pues hay más medidas que deben tomarse. Tal es el caso de la disminución de emisiones de carbono de los vehículos que funcionan con petróleo. En este punto, tanto China como Estados Unidos deberán substituir “sus flotas automóviles, camionetas, caminos y autobuses por propulsión eléctrica y desarrollar combustibles alternativos para sus trenes aviones, barcos”, (Klare, 2021). Medias que resultan costosas.
En ese sentido, hay dos maneras de implementar dichas acciones, en conjunto o por separado. Cada país podría crear su propia estrategia para esta transición, impulsando sus propias tecnologías y la financiación de quien consideren más pertinente. Igualmente, existe la posibilidad de que cada país limite el conocimiento científico y conocimientos técnicos a su oponente e inciten a sus socios a comprar únicamente equipos suyos, ya sea que se adecue a sus objetivos o no. Tal es el caso de la administración Trump en relación con la tecnología 5G de la compañía china Huawei. Por el contrario, China y Estados Unidos podría optar por unir fuerzas en los asuntos del desarrollo de tecnologías, difusión de información y conocimiento, y trabajar juntos para extenderlos a nivel mundial.
¿Por qué una guerra fría impide la salvación climática?
Por lo que se refiere a aquellos que consideran que Washington debería implementar medidas duras en su relación con China, ellos tachan al “régimen comunista” de Xi Jinping de autoritario a nivel nacional y de agresivo a nivel internacional. Éste pone en riesgo a los aliados clave de Estados Unidos en el área del Pacífico y atenta en contra de sus intereses. Por un lado, cuando se habla de la represión del país asiático hacia ciertas minorías, como musulmanes o activistas pro-democracia, muchos consideran que Beijing engaña al mundo. Pero, por otro lado, en otros asuntos no debería de existir discusión, como es el caso de la “nueva guerra fría” entre ambas potencias, puesto que afecta las posibilidades de una solución global exitosa al calentamiento global.
Con base en eso, caben destacar tres puntos. El primero es que, mientras más hostilidad haya entre las potencias, más competencia habrá en vez de una colaboración de respuestas. Esta competencia provocará un desperdicio de recursos, un financiamiento incorrecto, una investigación copiada y un estancamiento internacional en la expansión de tecnologías verdes. Un ejemplo de un futuro como este puede verse en el desarrollo competitivo de las vacunas contra el SARS-CoV-2, ya que su repartición ha sido caótica tanto en el continente africano como en el resto de los países en vías de desarrollo, causando el aumento de vida de la pandemia probablemente hasta 2022 o 2023.
El segundo punto se refiere a que, una "nueva guerra fría" provocará que la diplomacia internacional se vuelva complicada al garantizar el cumplimiento del Acuerdo de París. Hace algunos años, Barack Obama y Xi Jinping impulsaron el acuerdo por medio de presión hacia otras potencias como India y Rusia para que se anexaran a él. Sin embargo, durante la administración Trump, esto cambió cuando el presidente en turno decidió sacar su país del acuerdo, marchitando la “adherencia global”. En este punto, Michael Klare se pregunta si reconstruyendo una alianza climática entre Estados Unidos y China será posible que estas potencias obliguen a los demás países a cumplir el acuerdo. En respuesta a esta interrogante Todd Stern, el principal negociador estadounidense del Acuerdo de París en la cumbre de 2015, menciona que, “simplemente no hay forma de contener el cambio climático en todo el mundo sin la participación de ambos países", (Klare, 2021). No obstante, en un contexto de “nueva guerra fría” se resta la posibilidad de una cooperación entre las potencias.
En tercer lugar, este ambiente haría que aumentaran los gastos militares de ambas partes. Esto disminuiría los fondos requeridos para la transición a una “economía verde”. AL mismo tiempo, si esta militarización se acelera, el uso de combustibles iría en aumento, puesto que los gobiernos de ambos países beneficiarían la producción masiva de combustibles fósiles para tanques y buques de guerra.
En cuarto lugar, la disputa entre Estados Unidos y China en el Pacífico no está compuesta por una “cortina de hierro” que establece límites entre ambos lados para poner un alto al fuego, como fue el caso de la Guerra Fría en el que se sabía que si Estados Unidos o la Unión Soviética cruzaban límites podía darse un intercambio nuclear, el cual resultaría suicida. En la “nueva guerra fría” las fuerzas aéreas y navales de China y Estados Unidos se entremezclan en los mares de China Oriental y Meridional, ocasionando posibles enfrentamientos en cualquier momento. Es por eso que a pesar de que las potencias aún han mantenido la “guerra fría”, evitando encuentros armados, a medida que aumenten las tensiones entre ambos países, es posible que se dé una “guerra caliente” en el futuro.
Sobre esta misma línea, como las fuerzas estadounidenses están listas para agredir objetivos clave en el territorio chino, probablemente el país asiático se ayudaría de armas nucleares para pelear o si se revelan ataques nucleares chinos, una agresión nuclear preventiva de Estados Unidos no quería descartada. Pero, esto resultaría perjudicial para ambas potencias, ya que “cualquier conflagración termonuclear a gran escala resultante de eso causaría un invierno nuclear y la muerte de miles de millones de personas, lo que hace que el cambio climático sea un peligro discutible”, (Klare, 2021).
No obstante, si se evita el uso de estas armas nucleares, una guerra entre el país norteamericano y el país asiático causaría una destrucción en el corazón industrial de China y una catástrofe para los aliados de Estados Unidos como Japón y Corea del Sur. Además, estos “fuegos encendidos” añadirían más carbono al ambiente y el colapso sucesivo de la actividad económica mundial retrasaría cualquier transición a una “economía verde”.
Una alianza para la supervivencia global
Es por eso que si el presidente de Estados Unidos Joe Biden considera que el cambio climático es un “amenaza existencial” y que su país dirigirá al mundo, es importante que frene “la nueva guerra fría” con China e inicie una colaboración con Beijing para incrementar la transición a una economía verde enfocada en asegurar el cumplimiento global del Acuerdo de París. Aunque, no quiere decir que Biden tenga que dejar de lado la presión que ejerce sobre China con respecto al tema del abuso a los derechos humanos. En ese sentido, Klare menciona que “es posible perseguir los derechos humanos, la equidad comercial y la supervivencia planetaria al mismo tiempo”, (Klare, 2021). Incluso, mientras ambos países compartan la perspectiva de mitigación de la urgencia medioambiental, podría darse un progreso en este tipo de asuntos.
Tomando esto como referencia, imaginando un escenario en el que Joe Biden ejecute un plan para luchar en contra del cambio climático, según Michael Klare, estos serían algunos pasos que podría seguir para alcanzar el éxito:
El primero sería, planear una “cumbre climática” con Xi Jinping para hablar sobre los esfuerzos por mitigar el calentamiento global, así como “programas bilaterales” que supongan un avance en la implementación de “vehículos eléctricos, la mejora en la capacidad de almacenamiento de baterías y desarrollo de combustibles de aviación alternativos”, (Klare, 2021) entre otros. En el momento en que esta cubre llegue a su fin, podrían crearse grupos de trabajo con personalidades de ambos lados, respecto a éste u otros temas. Igualmente, los centros de investigación y universidades de cada país deberían de considerarse como actores principales en cada área clave, “con arreglos para asociaciones cooperativas y el intercambio de datos técnicos relacionados con el clima”, (Klare, 2021).
El siguiente paso sería, que los presidentes de ambas potencias establecieran una “Alianza para la Supervivencia Global” en la cual se llame al apoyo internacional para el Acuerdo de París y al cumplimiento de sus principios. A este respecto, ambos mandatarios deberían planear reuniones conjuntas con otros líderes mundiales para convencerlos de realizar las medidas cooperativas de Biden y Xi. Y, con base en los casos que se presentarán, sería importante que éstos brindaran apoyo financiero y asistencia técnica a los países más pobres para lograr la transición enérgica necesaria.
El último paso consistiría en que ambos presidentes acordaran tener reuniones anuales con el fin de monitorear el progreso en todas las áreas relevantes y escoger sustitutos que se reunieran de forma más cotidiana. Para que esto fuera aún más eficaz, China y Estados Unidos deberían publicar una bitácora virtual que exponga los avances en cada ámbito de la mitigación del cambio climático.
Como conclusión, Klare puntualiza que, si Joe Bien planea seguir con su estrategia de superación del cambio climático, la lista de pasos que se mencionaron anteriormente es crucial para el progreso en el tema. Klare recomienda a Biden escoger el cambio que se le sugiere para garantizar una oportunidad de luchas en contra del colapso civilizatorio. Al mismo tiempo, señala que el mandatario debería optar por un camino de confrontación, ya que la esperanza que plantea su plan es probable que desaparezca en un mundo en el que hay constantes incendios, inundaciones, hambrunas y tormentas extremas. “Después de todo, sin un esfuerzo notable, una fórmula simple gobernará todas nuestras vidas”, (Klare, 2021), es decir, una “nueva guerra fría” que equivalga a un “planeta en llamas”.
1. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático de la ONU (IPCC, por sus siglas en inglés), estima que el calentamiento deber ser limitado a 1.5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales o habrá mucho que pagar.
2. De acuerdo con IPCC, Estados Unidos genera solo 15% de las emisiones globales.
3. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), China representó 22% de consumo mundial de energía en 2018; Estados Unidos 16%, en el mismo año.
4. Asimismo, como China y Estados Unidos confían en los combustibles fósiles para la generación de energía, China en el cabrón y Estados Unidos en el petróleo y gas natural, sus emisiones de CO2 representan una mayor proporción del total mundial. China casi 29% en 2018; Estados Unidos 18%, y combinados 46%.
5. De acuerdo con AIE (Agencia Internacional de Energía), si Estados Unidos y China se apegan a algo parecido a sus cursos actuales, su consumo combinado de combustibles fósiles sería de aproximadamente 17% más alto en 2040 que en 2018, incluso si sus emisiones de CO2 aumentaran “solo” 3%.
6. Los investigadores de The Institute of Climate Change and Sustainable Development creen que, durante las próximas tres décadas, el proyecto requeriría agregar el equivalente a tres veces la corriente capacidad mundial de energía eólica y cuatro veces más que la energía solar, a un costo de aproximado de 20 billones de dólares.
El texto muestra un contexto en el que los países buscan adaptarse frente a la destrucción ambiental, realizando estrategias y acciones con el fin de mitigarlo, para evitar desastres en cadena. En este sentido, podría hablarse de una competencia mundial en la que China y Estados Unidos tienen enfrentamientos constantes por mercados, recursos y tecnologías, para llegar a convertirse en hegemonías en el orden internacional. Finalmente, con respecto a esta destrucción del ambiente que ambas potencias está intentando frenar, se provoca un daño en los procesos metabólicos como el clima y sus elementos más relevantes como el agua y el uso de los territorios.