Erin Griffith es periodista en The New York Times. Trabaja en la oficina de San Francisco, donde informa sobre empresas emergentes de tecnología y capital de riesgo.

En 2020, cuando inició la pandemia por coronavirus, los trabajadores de la tecnología en Silicon Valley se encontraban preocupados ante la posibilidad de que sus acciones y activos financieros no rindieran frutos. Sin embargo, a un año de distancia, con el auge de las tecnologías digitales por el confinamiento y después de que muchas startups comenzaron a cotizar en bolsa, la riqueza en la región ha aumentado.

A pesar de esto, los nuevos millonarios de la tecnología no están gastando dinero como en anteriores periodos de auge económico. Actualmente prefieren ser más precavidos y menos ostentosos. Hacen reuniones a traves de Zoom, en lugar de grandes fiestas; compran casa en los suburbios en vez de casas de vacaciones, prefieren invertir en educación que en automóviles de lujo. Se están adaptando a la pandemia.

A finales de 2020 e inicios de 2021, al menos 35 empresas que se fundaron en la bahía de San Francisco tuvieron sus ofertas públicas iniciales por un valor de mercado combinado de 446 mil millones de dólares, desatando una ola de riqueza en la región. Se estima que esas empresas que comenzaron a cotizar en bolsa dieron origen a 7 mil nuevos millonarios. El flujo de ingresos hacia los nuevos millonarios es de tal magnitud que el impuesto sobre la renta que se aplique podría eliminar el déficit presupuestario para el estado de California.

En una encuesta realizada a empleados de siete empresas que recién cotizaron en la bolsa, una cuarta parte mencionó que, debido a la pandemia, prefieren ser cuidadosos con su dinero.

Esta nueva riqueza forma parte de una brecha cada vez más amplia entre la industria tecnológica y el resto de la economía. El cambio en el trabajo, las compras y la socialización a través de las pantallas ha impulsado el crecimiento de las empresas de tecnología, mientras que al mismo tiempo pequeñas empresas minoristas han quebrado y restaurantes cerrado sus puertas, dejando así a miles de personas desempleadas.

En lugar de organizar ostentosas fiestas para celebrar las buenas noticias, durante la pandemia los dirigentes de las empresas envían paquetes de comida a sus empleados con invitaciones a reuniones en Zoom, contratan a algunos famosos para participar en sus reuniones, e incluso envían paquetes de spa y masaje.

Por su parte los expertos en tecnología gastan en diferentes cosas: piezas de arte digital o memes en lugar de obras de arte, en lugar de viajes alrededor del mundo hacen pequeñas excursiones en camionetas “Sprinter”. Prefieren invertir en lecciones de maquillaje y cambios de imagen para verse bien en sus reuniones por Zoom en vez de gastar en vestidos de diseñador. En lugar de condominios de lujo, buscan casas con espacio al aire libre y gimnasio. Al parecer, después de un trauma importante en el mundo como ha sido la pandemia, “la gente quiere una sensación de normalidad y solidez”.

Finalmente, una de las mayores inversiones que los trabajadores de la industria tecnológica están haciendo –además de la compra de una casa– es en la compra de criptomonedas. Asimismo, están dedicando esfuerzos a la caridad. Al respecto, empleados de Airbnb se comprometieron a donar una parte de las ganancias resultantes de sus acciones en organizaciones benéficas. Este enfoque en la caridad después de un momento de ganancia inesperada contrasta con lo que hacían las oleadas pasadas de nuevos ricos.