Actualmente, las preocupaciones sobre la seguridad son definitivas el comercio de tecnología entre Estados Unidos y China. En Occidente, la atención mediática se ha centrado en los gigantes chinos de tecnología como TikTok y Huawei, que podrían infiltrarse en Estados Unidos con propósitos viles. Sin embargo, China tiene sus propias preocupaciones. Después de las filtraciones hechas en 2013 por Edward Snowden, contratista de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés), el gobierno chino comenzó una campaña para reemplazar toda la tecnología occidental de oficinas gubernamentales que pudiera ser usada para espiar. Mientras la conectividad se hace cada vez más parte de los productos de consumo, la paranoia acerca de sus potenciales usos para el espionaje también aumenta. No obstante, The Economist apunta que la preocupación de China es irónica, ya que remover esta tecnología no mantendrá a China segura de sus adversarios.

Estados Unidos tiende a manifestar su preocupación sobre la intrusión de China en su tecnología, pero la misma seguridad digital China es sumamente precaria. Esto se debe a la insistencia del gobierno de chino en ser capaz de monitorear y controlar la información que fluye a través de las redes digitales. Por ejemplo, todos los mensajes enviados en WeChat, la aplicación de mensajería instantánea más usada en China, deben pasar a través de servidores centrales como texto simple, sin encriptar, para que la compañía pueda filtrar y censurar los mensajes que no cumplen con los requisitos del gobierno. Esto hace a esos servidores un objetivo perfecto para cualquiera que quiera espiar a los ciudadanos chinos.

La seguridad débil es la regla no la excepción en los servicios digitales para el público chino. Tanto el correo electrónico como las redes sociales deben otorgar acceso al gobierno; también las redes industriales, usadas para manejar fábricas y oficinas. En agosto de 2020, China prohibió la versión más actualizada de un protocolo usado para encriptar el tráfico en la red, conocido como TLS, ya que este hacia más difícil la vigilancia digital por parte del Estado.

Los usuarios de internet en China se han opuesto desde hace mucho a los bajos estándares de protección de datos en el país. Los crímenes en línea y filtraciones de bases de datos son comunes. El año pasado alguien robó los detalles de las cuentas de 538 millones de usuarios de Sina Weibo, un microblog, y publicó esta información en la “dark web” para venderla. El gobierno Chino respondió promoviendo programas para que las compañías mejoren la protección de los datos de los consumidores, aun cuando simultáneamente impone debilidades en la seguridad de todos los sistemas. Mientras el gobierno chino demande acceso a los datos de los ciudadanos chinos, esa información no podrá ser protegida de manera más efectiva. Hay poca duda en cuanto a si las agencias de espionaje extranjeras usan la débil seguridad China para su ventaja.

El peligro para China incrementa, mientras el valor de la información que fluye a través de redes poco seguras aumenta, tanto en términos económicos como de seguridad nacional. Aun sabiendo esto, es poco probable que la política del gobierno chino cambie ya que su enfoque en la vigilancia y censura de sus propios ciudadanos sigue en aumento. Los ataques cibernéticos que aprovechen las debilidades que el mismo gobierno Chino pide para sus propios fines están latentes.