La industria manufacturera en México: una historia de producción sin distribución

Cita: 

Osorio, Germán, Alejandro Mungaray y Edison Jiménez [2020], "La industria manufacturera en México: una historia de producción sin distribución", Revista CEPAL, (131): 145-159, Santiago de Chile, https://repositorio.cepal.org/handle/11362/45957

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Sábado, Agosto 1, 2020
Tema: 
Evolución histórica de la industria manufacturera mexicana
Idea principal: 

Germán Osorio Novela es profesor titular de la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Alejandro Mungaray Lagarda es profesor titular de Política industrial y Economía de la pequeña empresa, en la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la UABC. Edison Jiménez López pertence a la Facultad de Economía y Relaciones Internacionales de la UABC.


Sucesos importantes en la relación entre Estados Unidos y México como la apertura comercial y la instauración del TLCAN han provocado grandes cambios en la industria manufacturera mexicana. Esto se refleja principalmente en el desarrollo de la industria maquiladora, que se convirtió en una de las actividades industriales más dinámicas y ahora se reconoce como una importante fuente de empleo.

Debido a esto, en los últimos años ha crecido el interés por analizar el efecto del desarrollo industrial en el bienestar, particularmente en los ingresos de los trabajadores y las empresas. Está demostrada la relación que une a la productividad con el desarrollo empresarial y, como este, a su vez, esta conectado con el bienestar económico general. A partir de ello, los autores formulan la hipótesis de que una industria nacional más consolidada y productiva generará mayores beneficios para las empresas, así como también empleos mejor pagados, lo que llevará a un mejor desarrollo y bienestar social.

Después de que acabó el Programa Bracero (1942-1964), que permitía a trabajadores mexicanos laborar en Estados Unidos mediante permisos laborales, el gobierno de México empezó a implementar medidas que atrajeran Inversión Extranjera Directa (IED). Con esto se buscaba absorber la creciente oferta de mano de obra en el país.

El inicio de la maquila en México como industria de exportación comenzó cuando Estados Unidos estableció aranceles que solo se aplicaban al valor agregado de las importaciones de maquilas y no a su valor total y también cuando México implementó el Programa de Industrialización Fronteriza (PIF) en 1965, que permitía la importación temporal sin impuestos de insumos y el gravamen de los productos de exportación sobre el valor agregado de los bienes finales producidos. Dichas medidas estabilizaron el alto desempleo que en el momento había en la frontera norte del país, creando crecimiento económico y una fuente sólida de empleos. Tiempo después estos beneficios se expandieron a otras regiones de la economía mexicana y, junto con la llegada del TLCAN en 1994 se impulsó la industria maquiladora de exportación en las zonas centro y Bajío, lo que terminó por llevar a que este sector creciera año con año, a su afianzamiento en la economía nacional y a la atracción de más IED.

El TLCAN ayudó a que la industria manufacturera creciera de manera acelerada. A ello contribuyeron también la confianza de los inversionistas, la devaluación del peso en 1994 y el crecimiento económico de Estados Unidos. De acuerdo con el INEGI, en 2017 existían más de 5 mil establecimientos activos pertenecientes a esa industria y representaban 2 millones y medio de empleos. Aun cuando el promedio nacional del ingreso real por persona empleada en la industria manufacturera rondaba los 770 dólares mensuales, existe una brecha importante cuando se analiza a nivel estatal: Nuevo León, Coahuila y Baja California (763 dólares) son las entidades más favorecidas, respecto de Sonora y Chihuahua (650 dólares).

Existe un gran debate sobre si las políticas de apertura comercial fueron las mejores y más adecuadas para la industria manufacturera-maquiladora. No obstante, para los autores es claro que el desarrollo de esta industria ha generado grandes beneficios económicos para México, observados principalmente en aumentos en la producción, empleo, transferencia e implementación de nuevas tecnologías, la creación de una nueva cultura laboral y el establecimiento de nuevos polos de desarrollo.

La generación de empleos por parte de la industria manufacturera ha crecido 391% en los últimos 25 años, esto se traduce en 2 millones de empleos nuevos. Sin embargo, de 2007 a 2017 esta generación de empleos fue menor, ya que solo se crearon 257,175. Vale la pena destacar el nivel de desempleo provocado por la crisis de 2008 y para cuya recuperación se necesitaron cuatro años. Esto es evidencia de la alta sensibilidad del empleo en la industria manufacturera a los choques económicos.

El incremento en la producción en la industria manufacturera ha significado un aumento en los ingresos empresariales, pero no en las remuneraciones de los trabajadores, especialmente en los últimos 10 años. Entre 1990 y 2007 estas remuneraciones pasaron de 387 a 626 dólares al mes y desde entonces no han aumentado; de hecho, han disminuido, aun cuando el valor de la producción y las horas trabajadas sí han incrementado constantemente desde el 2008. Este escenario muestra una distribución ineficiente y desigual de los ingresos.

Jaime Ros argumenta que los problemas de desigualdad económica existentes en el país son ocasionados principalmente a un proceso de precarización laboral asociado específicamente a una disminución constante de la participación de los trabajadores en la distribución funcional del ingreso, producto de un estancamiento de los salarios reales respecto a la productividad laboral.

Cuando las empresas internacionales usan bienes intermedios ofertados por negocios locales para elaborar sus productos se crean relaciones que favorecen el desarrollo de la economía local. Es importante reconocer que la globalización, basada en las cadenas mundiales de producción, generan un contrapeso para la creación de estas relaciones que favorezcan el desarrollo de la economía local. Del total de los insumos consumidos a nivel nacional por la industria manufacturera-maquiladora, 75% son insumos importados. Este porcentaje aumenta de manera considerable si se toman en cuenta los establecimientos ubicados en estados como Baja California y Chihuahua, donde alcanzan 97% del total.

Las políticas gubernamentales mexicanas dirigidas al fomento de la industria manufacturera no han logrado establecer una relación más estrecha entre las empresas locales y las extranjeras, lo que ha llevado a la falta de desarrollo de capacidades de las empresas nacionales y una transferencia de tecnología lenta y limitada a estas. En el ámbito del comercio internacional, la competencia entre países está ampliamente relacionada con el enfoque o perfil de especialización que cada país pretende para su economía. En ese sentido, en México se ha seguido una vía de mercado abierto, sin planificación ni objetivos definidos, lo que entorpece la transferencia de tecnologías y una mayor distribución del ingreso; en contraste, China se ha desarrollado a través de un mecanismo social de mercado que favorece la transferencia de tecnologías y el aumento en el nivel de ingresos de la población.

Aun con todo esto, las empresas generadas a partir de la apertura comercial en México están en una etapa muy productiva, donde ya no sólo se ensambla, sino que se diseña, se investiga y se desarrollan nuevos productos e ideas, a la vez que se impulsa el capital humano. A pesar de esta evolución, cabe notar la dificultad que tiene esta industria para integrarse con el resto del aparato productivo nacional, tanto por sus limitaciones competitivas como por la ausencia de apoyo empresarial para aprovechar las ventajas de la productividad mexicana.

Los autores encuentran que en el periodo de estudio los mayores beneficiarios del incremento en la productividad total de los factores y de la apertura comercial han sido los ingresos de las empresas; asimismo, señalan que los efectos asociados con la crisis económica del 2008 no son muy significativos. Los impactos negativos de esta crisis se pasaron principalmente al bienestar económico de los trabajadores, dado que se afectó el ingreso directo que estos reciben, aun cuando su productividad siguió en aumento constante durante el periodo.

La productividad de cada factor de producción ha incrementado progresivamente en la industria manufacturera. Sin embargo, también ha habido un impacto asimétrico en el bienestar económico de quienes participan en dicha industria. Los empresarios han resultado ampliamente beneficiados por esto, además de los efectos positivos de la apertura comercial y de que la inestabilidad económica no ha afectado sus niveles de bienestar, pero este aumento de la capacidad productiva no se ha reflejado en un aumento a los beneficios y bienestar de los trabajadores, quienes han sido más afectados por la crisis económica.

Los autores muestran que la producción manufacturera sigue utilizando principalmente a la mano de obra, por lo que el uso de capital y tecnología, los otros factores de la producción, no ha cambiado significativamente. Además, los autores concluyen que todavía no se establecen los elementos adecuados, tanto por el sector privado como por el gubernamental, para que el desarrollo de la industria manufacturera se refleje también en el aumento del bienestar económico de los trabajadores, acordes con el incremento en la productividad.

Datos cruciales: 

1. Del total de los insumos consumidos a nivel nacional por la industria manufacturera-maquiladora, 75% son insumos importados.

2. Entre 1990 y 2007 las remuneraciones de los trabajadores en la industria manufacturera pasaron de 387 a 626 dólares al mes. Desde entonces no han aumentado; de hecho, han disminuido, aun cuando el valor de la producción y las horas trabajadas si han incrementado constantemente desde 2008. Este escenario muestra una distribución ineficiente y desigual de los ingresos.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La industria manufacturera-maquiladora es una de las más importantes en México, tanto por los empleos que genera como el crecimiento económico que promueve. Sin embargo, sus beneficios cada vez son menores. Primero por la falta de cooperación y de acción del gobierno, así como también del sector empresarial, y segundo, por la globalización que no sólo vuelve más competitivos los mercados internacionales, sino que orilla a las empresas a contar con una cadena de producción internacional, lo que hace que en México la mayor parte de los insumos intermedios sean importados y no se involucre a las empresas mexicanas en el proceso productivo, lo que también las deja fuera de cualquiera transferencia tecnológica.

México sólo sigue siendo una base para las empresas multinacionales que buscan aprovechar dos cosas: 1) el tratado comercial con la economía más grande del mundo, Estados Unidos; y 2) la mano de obra barata, que se sigue abaratando con el paso del tiempo, debido al nulo crecimiento de las remuneraciones hacia los trabajadores con respecto a la productividad.