A dark state. Vladimir Putin is in thrall to a distinctive brand of Russian fascism

Cita: 

The Economist [2022], "A dark state. Vladimir Putin is in thrall to a distinctive brand of Russian fascism", The Economist, London, 30 de julio, https://www.economist.com/briefing/2022/07/28/vladimir-putin-is-in-thral...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Julio 30, 2022
Tema: 
Fascismo en Rusia
Idea principal: 

En Moscú nadie habla públicamente de la guerra en Ucrania, hablar sobre ella es peligroso. Los soldados de asalto no organizan saqueos. Vladimir Putin no reúne multitudes de jóvenes exultantes ni llama a la movilización masiva. Y, sin embargo, Rusia es esclava del fascismo.

Así como Moscú oculta su guerra, también oculta su fascismo detrás de una campaña para erradicar a los “nazis” en Ucrania. Sin embargo, Timothy Snyder, profesor de la Universidad de Yale, exclama que: “La gente no está de acuerdo, a menudo con vehemencia, sobre lo que constituye el fascismo […] pero la Rusia de hoy cumple con la mayoría de los criterios”.

El Kremlin ha construido un culto a la personalidad en torno a Putin y a la Gran Guerra Patria de 1941. El régimen de Putin anhela restaurar una edad de oro perdida y que Rusia sea purgada mediante la curación de la violencia. El Sr. Snyder agrega un odio a la homosexualidad, una fijación con la familia tradicional y una fe fanática en el poder del estado.

El objetivo de Putin no es solo tomar territorio, sino aplastar el ideal democrático creciente de los vecinos de Rusia y su sentido de identidad nacional. No puede darse el lujo de perder. Incluso si hay un alto el fuego, tiene la intención de hacer que Ucrania fracase, con un nuevo uso de la fuerza si es necesario. Utilizará la violencia y el totalitarismo para imponerse. No solo pretende aplastar una Ucrania libre, sino que también está librando una guerra contra los sueños de su propio pueblo.

La guerra es paz

El fascismo ruso no tiene una definición establecida, pero se alimenta de la excepcionalidad, celos y frustración nacida de la humillación. En el caso de Rusia, la fuente de esta humillación es el abuso sufrido por el pueblo a manos de sus propios gobernantes. Privados de agencia y temerosos de las autoridades, buscan una compensación en una venganza imaginaria contra los enemigos designados por el estado.

El fascismo implica actuaciones, en todas sus variedades, dice Snyder, se caracteriza por el triunfo de la voluntad sobre la razón. Su ensayo titulado “Deberíamos decirlo. Rusia es fascista”, menciona que los primeros en hablar de ello fueron los propios rusos. Uno de ellos fue Yegor Gaidar, el primer ministro postsoviético en 1992.

Para 2014, el político Boris Nemtsov lo tenía claro: “La televisión alimenta la agresión y la crueldad […] El Kremlin está cultivando y recompensando los instintos más bajos de las personas, provocando el odio y la lucha. Un año después, Nemtsov, para entonces etiquetado como “traidor nacional”, fue asesinado junto al Kremlin. En su última entrevista, pocas horas antes de su muerte, advirtió que “Rusia se está convirtiendo rápidamente en un estado fascista”.

Esto corresponde con la violencia real, la base de la relación entre el estado ruso y su gente. Una encuesta del Comité contra la Tortura mostró que 10% de la población ha sufrido tortura por parte de las fuerzas del orden en algún momento. El abuso doméstico ya no es un delito en Rusia. Las jóvenes manifestantes son humilladas y abusadas sexualmente en las celdas de la policía. Casi 30% de los rusos dicen que se debería permitir la tortura.

El fascismo es un proyecto de arriba hacia abajo, un movimiento de la élite gobernante en lugar de un movimiento de la gente. Requiere aceptación pasiva en lugar de movilización de las masas. Su objetivo es desvincular a las personas y evitar cualquier forma de autoorganización. Después de que la economía se estancó en 2012 y la clase media salió a las calles a exigir más derechos, se avivó el nacionalismo y el odio. Durante la anexión de Crimea en 2014, el fascismo fue rechazado.

Su resurgimiento en 2021 siguió al declive de la legitimidad de Putin, las protestas contra el arresto de Alexei Navalny, un líder de la oposición, y la creciente alienación de los jóvenes rusos que son menos susceptibles a la propaganda y más abiertos a Occidente. Para ellos, el mandatario era un abuelo vengativo y corrupto. Putin necesitaba volver a subir el volumen y Ucrania le ofreció los medios.

Libertad es esclavitud

Stalin temía que una victoria sobre el fascismo, ganada con Estados Unidos y Gran Bretaña, empoderara y liberara a su propio pueblo. Entonces convirtió el éxito soviético en el triunfo del totalitarismo y el nacionalismo imperial ruso. Recalificó a los aliados de guerra como enemigos fascistas empeñados en destruir Unión Soviética y privarla de su gloria.

En las décadas siguientes, el fascismo se vio limitado por la ideología comunista y por la experiencia personal de los rusos de luchar contra los nazis junto a los aliados occidentales. Sin embargo, después del colapso soviético, ambas restricciones desaparecieron. Además, la élite liberal de los años noventa del siglo XX rechazó por completo los viejos valores soviéticos.

Mientras tanto, el fascismo se infiltró en la KGB. A fines de de los años noventa del siglo XX, Alexander Yakovlev, el arquitecto de las reformas democráticas bajo Mikhail Gorbachev, habló abiertamente sobre los servicios de seguridad como la cuna del fascismo. Tal ambigüedad quedó en plena exhibición en "Diecisiete momentos de la primavera", una serie de televisión realizada por orden de la KGB en la década de 1970. Al final resultó que, los programas ayudaron a introducir una estética nazi en la cultura popular de Rusia, una estética que eventualmente sería explotada por Putin, siendo un ex agente de la KGB.

Vtsiom, que realizó encuestas en 1999 y 2019 dijo que: “En 1999 Putin parecía el candidato preferido porque se parecía a Stierlitz (personaje principal de la serie); en 2019 la imagen de Stierlitz sigue siendo relevante porque la está implementando el político más popular del país”. El 24 de junio de 2022 se inauguró una estatua de Stierlitz frente a la sede del Servicio de Inteligencia Exterior.

Para Putin, la estética fascista se combina con una filosofía fascista distintivamente rusa. Él y la mayoría de sus antiguos compañeros de la KGB abrazaron el capitalismo y se manifestaron contra los liberales y los socialistas. También proyectaron en todo el país la humillación sufrida en la primera década postsoviética, presentando el fin de la Guerra Fría como una traición y una derrota.

Después de la Segunda Guerra Mundial, Ivan Ilyin, un pensador exiliado, vio el fascismo como un "fenómeno necesario e inevitable basado en un sano sentido de patriotismo nacional”. Y rechazó lo que vio como los errores de Hitler, como el ateísmo, y sus crímenes, incluido el exterminio de los judíos. Pero mantuvo su fe en la idea fascista del resurgimiento nacional. En 1948 escribió que “el fascismo es un fenómeno complejo, multifacético e, históricamente hablando, está lejos de ser superado”. En consecuencia, Putin abrazó la religión, rechazó el antisemitismo y evitó el liderazgo colectivo para su propio gobierno.

Ignorancia es fuerza

El hecho de que Putin haya adoptado métodos y pensamientos fascistas encierra el mensaje de que el fascismo funciona creando enemigos. Convierte a Rusia en la víctima del odio de los demás incluso cuando justifica los sentimientos de odio hacia sus enemigos reales e imaginarios en el país y en el extranjero.

Putin ha buscado durante mucho tiempo socavar las democracias occidentales, apoyando a partidos de extrema derecha en Europa e interfiriendo en las elecciones estadounidenses con la esperanza de ayudar a Donald Trump a derrotar a los demócratas. Incluso si la lucha se detiene en Ucrania, Putin no aceptará un acuerdo con las democracias occidentales. Hará todo lo que esté a su alcance para luchar contra el liberalismo. Además, la guerra le permite a Putin cortar con la identidad europea que tiene Rusia.

Pocas semanas después del inicio de la guerra, una agencia estatal de noticias publicó un artículo que pedía la depuración “del componente étnico de la autoidentificación entre las personas que pueblan los territorios de Ucrania y Bielorrusia”. Por otra parte, Putin dijo que Ucrania es hogar de laboratorios biológicos financiados por Estados Unidos que experimentaban con cepas de coronavirus y cólera.

El propósito de la invasión no es solo capturar territorio sino limpiar a Ucrania de su identidad que amenaza la identidad de Rusia como nación imperial. El Kremlin ha enviado a cientos de maestros de escuela a reeducar a los niños ucranianos en los territorios ocupados. Equipara una Ucrania soberana e independiente con el nazismo.

Lo más sombrío de todo es el panorama para Rusia. Putin imaginó que un ataque a Kyiv conduciría rápidamente a un nuevo régimen en Ucrania y a la sumisión de la sociedad a su voluntad. Hasta ahora, Putin no ha logrado derrotar a Ucrania. Pero ha logrado derrotarse a sí mismo.

Al igual que Stalin, Putin desconfía y teme a la gente. Necesita ser controlada, manipulada y, cuando sea necesario, reprimida. La excluye de la verdadera toma de decisiones. Como argumenta Greg Yudin, un sociólogo ruso, “es necesaria para el ritual de las elecciones que demuestran la legitimidad del gobernante, pero el resto del tiempo debería ser invisible”.

En tal situación, Putin pudo imponer un régimen militar y una censura de facto. Bloqueó las redes sociales y cualquier otro medio independiente restante, aisló al país de la venenosa influencia occidental y expulsó del país a cualquiera que se opusiera a la guerra. Cualquier declaración pública que cuestione la versión del Kremlin se castiga con 15 años de prisión.

La guerra ha permitido a Putin transformar a Rusia en lo que Gregory Asmolov, del King's College London, llama una “sociedad desconectada”. Escribió que “Estos esfuerzos están impulsados por la noción de que es imposible proteger la legitimidad interna del liderazgo actual y mantener la lealtad de los ciudadanos si Rusia permanece relativamente abierta y conectada al sistema global en red”.

El objetivo de Putin ha sido paralizar a la sociedad rusa en lugar de reunir a las multitudes. El espectáculo de unidad y movilización lo logra la televisión operando en el espacio informativo despejado de voces alternativas. La principal razón por la que la gente apoya a Putin es que creen que todos los demás también lo hacen. La necesidad de pertenecer es poderosa. Incluso cuando las personas tienen acceso a la información, “simplemente la ignoran o la racionalizan”.

"El motor del fascismo no tiene marcha atrás. Putin no puede volver a un tipo de autoritarismo basado en la realidad. La expansión está en su naturaleza. Buscará expandirse tanto geográficamente como en la vida de las personas."

Nexo con el tema que estudiamos: 

La guerra en Ucrania está sacando a relucir la realidad rusa y su cultura de violencia por su resentimiento y venganza contra enemigos designados por el estado. Además, Putin está reacio en conseguir el estatus que tenían durante la Guerra Fría, haciéndolo por cualquier medio, aunque sea a través de una ideología y un pensamiento que solo trajo sufrimiento a Europa.

Es necesario prevenir contra los usos contemporáneos del término fascismo, en la medida que ninguna experiencia histórica se repite. Experiencias como la Rusia del siglo XXI requieren nuevas interpretaciones que permitan entender la trayectoria de los sistemas sociales, y en este caso, los escenarios posibles para la Rusia de Putin. La idea de un expansionismo ruso similar al del régimen nacional-socialista alemán parece más un recurso propagandístico, que una prospectiva con fundamentos sólidos. Coincidiendo con los rasgos profundamente autoritarios del régimen y de la sociedad rusos, es posible pensar su aventura militar en Ucrania como una apuesta para contener la ofensiva occidental en su contra, con ciertas posibilidades de triunfo, en la medida en que está afectando aspectos fundamentales de la globalización capitalista como son los mercados de alimentos, de energía y otros bienes de consumo generalizado. Así, el escenario más plausible será el de un "equilibrio" entre potencias en que los principales perdedores serán los ciudadanos ucranianos, cuyo país quedará dividido por largo tiempo; escenario similar a lo visto en Libia o Siria en los años recientes.