Nationally determined contributors. State-run oil giants will make or break the energy transition
The Economist [2022], "Nationally determined contributors. State-run oil giants will make or break the energy transition", The Economist, London, 30 de julio, https://www.economist.com/business/2022/07/25/state-run-oil-giants-will-...
Los gigantes energéticos del sector privado son receptores de las batallas de poder, los desafíos legales y otras formas de presión para deshacerse del petróleo y el gas a favor de las energías renovables y tecnologías verdes. Los “supermajors” o las 7 empresas de petróleo más grandes, son un objetivo porque tienen redes de distribución y marcas susceptibles de boicots por parte de los consumidores. Presión que suele ser bienvenida, pero en el mercado del petróleo, el sector privado cuenta menos de lo que se piensa. El éxito de la transición energética dependerá en gran medida de los gigantes petroleros nacionales.
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Las compañías petroleras nacionales (NOCS) son enormes petroleras, que producen tres quintas partes del crudo del mundo y la mitad del gas natural. Se asientan sobre dos tercios de las reservas restantes de petróleo y gas descubiertos a nivel mundial. Cuatro NOCS (ADNOC de Emiratos Árabes Unidos, PDVSA de Venezuela, QatarEnergy y Saudi Aramco) poseen suficientes hidrocarburos para seguir produciendo al ritmo actual durante más de cuatro décadas.
Los “supermajors” palidecen al lado de sus contrapartes patrocinadas por el estado. Según Wood Mackenzie, una consultora de energía, si los precios del petróleo promediaran 70 dólares hasta 2030, las 16 empresas NOCS más grandes se embolsarían 1.1 mil millones de dólares más que si promediaran 50 dólares, el monto base. Y a medida que el sector privado se sienta presionado para adoptar un futuro con menos carbono, la influencia de las NOCS seguirá creciendo.
Mientras que las emisiones de gases de efecto invernadero de las principales empresas privadas se han estabilizado, solo dos NOCS han conseguido ese objetivo: Petrobras de Brasil y Ecopetrol de Colombia. Kavita Jadhav de Wood Mackenzie considera que los gigantes estatales están asignando menos de 5% de su gasto de capital a la transición energética, en comparación con 15% en promedio para las empresas estadounidenses y europeas.
Las NOCS son mucho más diversificadas que las empresas privadas. Daniel Yergin de S&P Global identifica 65 de ellas en todo el mundo, desde casos perdidos como Petróleos de Venezuela, mal administrados por el gobierno, hasta firmas cotizadas, administradas profesionalmente que, en principio, son responsables ante accionistas minoritarios.
La mayoría de las NOCS de África, Asia y América Latina están mal administradas y tienen reservas pequeñas o poco atractivas. Las empresas argelinas y venezolanas emiten entre tres y cuatro veces más carbono que las empresas mejor gestionadas. Este historial, además de los problemas de gobernabilidad, les está costando cada vez más a estas NOCS el apoyo de firmas internacionales que les han proporcionado fuerza técnica y financiera.
Ben Cahill, del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, coloca a Sonatrach de Argelia, Sonangol de Angola, Pertamina de Indonesia, Pemex de México y NNPC de Nigeria en esta categoría, donde pueden crecer más ahora, para obtener la mayor cantidad de ingresos posible antes de que sus activos queden completamente varados.
En el otro extremo del espectro verde, las NOCS ambiciosas están utilizando las ganancias inesperadas para alejarse de la energía sucia, especialmente en países con reservas reducidas y con objetivos serios para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Alex Martinos de Energy Intelligence, considera que estas empresas han seguido en los últimos tres años a empresas europeas en la aceleración del gasto en energía limpia, a menudo superando inversiones similares de empresas estadounidenses, como Petronas de Malasia y PTT de Tailandia.
El grupo más significativo se ubica en un término medio. Estas son empresas, principalmente en el Golfo Pérsico y Rusia, con reservas de bajo costo, bajas emisiones de carbono y de larga duración que sobrevivirán tanto a las NOCS menos dotadas como a las grandes. Seguirán bombeando durante años, incluso décadas. Pero algunos de ellos están tratando de hacerlo de manera más limpia.
Petrobras calcula que la producción de petróleo de sus campos más recientes genera 40% menos de emisiones de gases de efecto invernadero por barril que el promedio mundial. En lugar de apostar a lo grande por las energías renovables, la empresa brasileña está descarbonizando las operaciones petroleras con inversiones en instalaciones y embarcaciones de producción totalmente eléctricas. Recientemente obtuvo un préstamo verde de 1.3 mil millones de dólares, donde la tasa de interés baja si la empresa arroja menos carbono.
Junto con ADNOC y Mubadala, un fondo de riqueza, Masdar está apostando fuerte por el hidrógeno, firmando acuerdos con Alemania y Japón para desarrollar cadenas de suministro ecológicas y exportar combustible limpio. El ministro de industria de Emiratos Arabes Unidos, al-Jaber habla de una “transición energética realista”, que involucra el uso de algunos combustibles fósiles por un tiempo.
Luego está el gigante del sector. Daniel Yergin elogia el programa de investigación y desarrollo de Aramco, que está aplicando su "capacidad de ingeniería, escala y habilidades de ejecución de clase mundial" a la transición energética. Además, Arabia Saudita está invirtiendo 5 mil millones de dólares en un proyecto de hidrógeno verde en su futurista ciudad de Neom.
En 2021, el ministro de energía saudí, Abdulaziz bin Salman, expresó su visión: "Seguiremos siendo el último hombre en pie, y cada molécula de hidrocarburo saldrá". La mayoría de los NOCS compartirán este sentimiento en el futuro. Es un testimonio de la lamentable inacción climática que incluso el más mínimo descoloramiento dirigido por el Estado puede parecer casi alentador.
Las empresas petroleras más grandes del mundo no tienen la capacidad y el alcance que una compañía petrolera patrocinada por el Estado. Ante esto, es evidente que la transición hacía energías limpias y verdes, depende en gran parte de la decisión de los Estados y no de empresas transnacionales. El problema es que exceptuando a un puñado de corporaciones, el grueso de los actores del mercado energético no tienen ni disposición ni acciones que contribuyan a la transición energética.