Beyond Catastrophe. A New Climate Reality Is Coming Into View
Wallace-Wells, David [2022], "Beyond Catastrophe. A New Climate Reality Is Coming Into View", The New York Times, 26 de octubre, https://www.nytimes.com/interactive/2022/10/26/magazine/climate-change-w...
David Wallace-Wells es columnista de la revista y escritor de opinión de The New York Times, así como autor de The Uninhabitable Earth: Life After Warming.
Hace unos años, los científicos advirtieron que continuar con la normalidad económica, política y social traería al mundo 4 o 5 grados centígrados de calentamiento, un cambio como para generar no solo predicciones de crisis alimentarias, estrés por calor, conflictos estatales y luchas económicas, sino también advertencias de colapso de civilizaciones e incluso la extinción humana.
Ahora, con el mundo ya 1.2 grados más caliente, los científicos creen que el calentamiento de este siglo probablemente caerá entre 2 o 3 grados. Un poco más bajo es posible, con una acción mucho más concertada y un poco más alto también, con acción más lenta. Gracias a las asombrosas caídas en el precio de las energías renovables, una movilización política verdaderamente global, una imagen más clara del futuro energético y un enfoque político serio por parte de los líderes mundiales, se ha reducido el calentamiento esperado casi a la mitad en sólo cinco años.
Durante décadas, las visiones de posibles futuros climáticos han estado ancladas, por un lado, en la fe de que la normalidad perduraría y, por el otro, en intuiciones milenarias de un fin ecológico de los días. La sabiduría convencional ha dictado que cumplir con los objetivos del acuerdo de París al limitar el calentamiento a 1.5 grados podría permitir que continúen las actividades humanas con normalidad, pero tampoco impulsa la toma de medidas rápidas sobre las emisiones. Permitir un calentamiento por encima de los tres o incluso cuatro grados significaba la fatalidad.
La ventana de posibles futuros climáticos se está estrechando y, como resultado, tenemos una idea más clara de lo que está por venir: un mundo nuevo, lleno de perturbaciones, pero también de miles de millones de personas alejadas del verdadero apocalipsis climático.
David Wallace entrevistó a docenas de científicos climáticos, economistas, legisladores, defensores y activistas, novelistas y filósofos, sobre ese nuevo mundo y cómo podríamos conceptualizarlo. El relato más amplio y motivador fue de Kate Marvel de la NASA. En primer lugar, los peores escenarios de temperatura que parecían plausibles ahora lo parecen mucho menos, lo que es una buena noticia en una época de pánico y desesperación climática.
La humanidad conserva una enorme cantidad de control sobre qué tan caliente se pondrá y qué acciones se tomarán para protegernos unos a otros durante esos ataques e interrupciones causados por el calentamiento global. Un calentamiento verdaderamente apocalíptico ahora parece considerablemente menos probable que hace solo unos años.
No es fácil procesar esta imagen claramente, en parte porque la acción climática sigue siendo una pregunta abierta, en parte porque es muy difícil equilibrar la escala de la transformación climática con la posible respuesta humana. Pero al reducir nuestro rango de futuros climáticos esperados, hemos cambiado un conjunto de incertidumbres. Ahora sabemos mucho más sobre cuánto calentamiento esperar, lo que hace que sea más posible diseñar una respuesta. Esa respuesta todavía comienza con la reducción de emisiones, pero ya no es razonable creer que puede terminar ahí.
En 2014, el investigador de energía Justin Ritchie obtuvo un doctorado preguntándose por qué muchos modelos climáticos predecían que el siglo XXI parecería un auge del carbón. Todos conocían las décadas de crecimiento económico impulsado por el carbón, pero aquellos que trabajaban de cerca en el futuro de la energía ya se habían vuelto algo escépticos de que el mismo modelo se implementaría en todo el mundo en desarrollo, y aún más escépticos de que las naciones ricas del mundo volverían alguna vez al carbón de manera sostenida.
Pero esa perspectiva no se veía por ninguna parte en el enorme conjunto de modelos, que mezclan suposiciones económicas, demográficas y materiales sobre la trayectoria del futuro, que los científicos del clima usaron para proyectar impactos a finales de este siglo, incluso para el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC). Las preguntas sobre el curso futuro del carbón habían estado circulando durante años, a menudo planteadas por las mismas personas que señalarían que las proyecciones para la energía renovable seguían subestimando cómicamente el crecimiento de la energía eólica y solar.
Los ajustes a los supuestos de entrada de los modelos energéticos quizás no sean los signos más atractivos de la acción climática, pero Hausfather estima que aproximadamente la mitad de nuestro progreso percibido proviene de la revisión de estas trayectorias a la baja, y la otra mitad proviene de la tecnología, los mercados y las políticas públicas.
Casi nadie aprecia cuán drásticas y rápidas han sido las reducciones de costos de las tecnologías renovables. Desde 2010, el costo de la energía solar y la tecnología de baterías de litio se ha reducido 85% y el costo de la energía eólica 55%. La Agencia Internacional de Energía predijo que la energía solar se convertiría en "la fuente de electricidad más barata de la historia", y un informe de Carbon Tracker encontró que 90% de la población mundial vive en lugares donde la nueva energía renovable sería más barata que la nueva energía sucia.
En 2022, la inversión en energía verde superó la de los combustibles fósiles, a pesar de la lucha por el gas y el carbón provocado por la invasión rusa de Ucrania. Después de una década, los problemas de la cadena de suministro han elevado el costo de la fabricación renovable, pero en general las tendencias son claras. A nivel mundial, se están construyendo fábricas de paneles solares para producir la energía necesaria para limitar el calentamiento a menos de dos grados, y en los Estados Unidos, las granjas solares planeadas ahora superan la capacidad operativa mundial total actual.
Hace tiempo, casi nadie había oído hablar de Greta Thunberg o de Fridays for Future, Extinction Rebellion o Sunrise Movement. No hubo un debate serio sobre el Green New Deal o el European Green Deal, o incluso de la Ley de Reducción de la Inflación o la promesa china de alcanzar un máximo de emisiones para 2030.
Casi ningún país del mundo hablaba en serio de eliminar las emisiones, solo se habla de reducirlas. En la actualidad, más del 90% del Producto Interno Bruto mundial y más del 80% de las emisiones globales se rigen por compromisos de emisiones cero de varios tipos, cada uno de los cuales promete una descarbonización completa.
Son en su mayoría compromisos en papel, lo suficientemente vinculantes a corto plazo como para parecer planes de acción reales en lugar de estrategias. Y, sin embargo, todavía marca una nueva era para la acción climática que la gran mayoría de los líderes mundiales se han sentido presionados a hacer, por la fuerza de la protesta, la ansiedad pública y la presión de los votantes, y cada vez más por la poderosa lógica del interés nacional. Lo que solía parecer una carga moral ahora se ve cada vez más como una oportunidad, tanto que se ha convertido en una fuente de rivalidad geopolítica.
Matthew Huber, el climatólogo que ayudó a introducir la idea de un límite de temperatura y humedad para la supervivencia humana, también se describe a sí mismo como menos preocupado de lo que solía estar. “Una victoria muy contundente”, dice la científica atmosférica Katharine Hayhoe, autora de varias Evaluaciones Nacionales del Clima. La mala noticia, dice, es que hemos estado "subestimando sistemáticamente la tasa y la magnitud de los extremos".
“Las cosas están pasando más rápido y con más severidad”, dice el economista británico Nicholas Stern. A Stern le preocupa el futuro del Amazonas, el derretimiento del permafrost rico en carbono en las latitudes del norte y la inestabilidad de las capas de hielo. Todo lo cual sugiere una visión completamente diferente del futuro cercano, igualmente cierta. El mundo seguirá calentándose y los impactos serán cada vez más severos, incluso si la descarbonización se acelera lo suficiente como para alcanzar los objetivos más ambiciosos del mundo.
Mucho depende de la perspectiva: “el futuro del clima parece más oscuro que hoy pero más brillante de lo que muchos esperaban no hace mucho tiempo”. El mundo se está moviendo más rápido para descarbonizarse, pero no lo suficientemente rápido como para evitar una turbulencia real. Los últimos años proporcionan argumentos tanto para el optimismo como para la desesperación.
En 2017, David Wallace escribió un artículo sobre los peores escenarios para el clima, centrado en una variedad de futuros posibles que comenzaron con cuatro grados centígrados de calentamiento. En 2019, un libro sobre las interrupciones y transformaciones proyectadas por los científicos para niveles de calentamiento más bajos pero aún catastróficos. Lo llamaron alarmista, y con razón, como un número creciente de personas que siguen las noticias, estaba alarmado.
En Delhi, hubo 78 días con temperaturas mayores de 100 grados Fahrenheit en 2022, un evento cuya probabilidad es 30 veces mayor debido al cambio climático. La sequía en el hemisferio norte se hizo 20 veces más probable, lo que resultó en lechos de ríos secos desde el Yangtze hasta el Danubio y el Colorado, y cultivos horneados en regiones agrícolas en varios continentes. Cientos murieron de calor solo en Phoenix, más de mil en Inglaterra, Portugal y España.
Las inundaciones en Pakistán cubrieron un tercio del país durante semanas, desplazando a decenas de millones de personas, destruyendo los rendimientos de las plantaciones y generando condiciones propicias para la migración, el conflicto y las enfermedades infecciosas dentro de un estado que ha generado en toda su historia industrial sobre las mismas emisiones de carbono que los Estados Unidos arrojaron solo este año.
En China, hubo meses de calor intenso para los cuales los cierres industriales significaron que el resto del mundo sintió los efectos en las cadenas de suministro de semiconductores, productos farmacéuticos, células fotovoltaicas, iPhones y Teslas, todos afectados brevemente cerrado por un calentamiento de apenas 1.2 grados.
¿Cómo será el mundo si la temperatura planetaria llega a 2 grados centígrados? Habrá clima extremo aún más intenso y mucho más frecuente. Disrupción y agitación, en cierta escala, en casi todos los niveles, desde lo microbiano hasta lo geopolítico. Sufrimiento e injusticia para cientos de millones de personas, porque los beneficios de la actividad industrial se han acumulado en partes del mundo que también se salvarán de sus peores consecuencias.
Con apenas 1.2 grados, el planeta ya es más cálido de lo que ha sido en toda la historia de la civilización humana. Pasar a dos grados de calentamiento trazará un curso a través de un clima verdaderamente extraño, trayendo un nivel de perturbación ambiental que los científicos han llamado "peligroso". Las naciones insulares del mundo lo han llamado “genocidio”, y los diplomáticos africanos lo han llamado “muerte segura”.
En algunos lugares, la retórica climática ha comenzado a suavizarse o se endurece, con abstracciones existenciales que se espesan en algo más parecido al realismo de alto riesgo. Mohamed Nasheed, el expresidente de Maldivas, ha planteado la necesidad de asegurar la financiación climática y ha teorizado sobre la posible necesidad de huelgas de deuda para extraer un alivio significativo. También ha alentado el trabajo de los científicos para modificar genéticamente el coral local para hacerlo más resistente frente al calentamiento del agua.
Mia Mottley, la primera ministra de Barbados, está luchando con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y tratando de que otras naciones vulnerables también jueguen. Greta Thunberg, afirmó recientemente su apoyo por lo menos a la energía nuclear existente. En los Estados Unidos, el proyecto de ley climático que se convirtió en ley no fue un impuesto al carbono punitivo o un programa de reducción de la demanda, sino un enfoque basado en incentivos para la descarbonización que incluía apoyo para la energía nuclear e incluso la captura de carbono.
Esto puede parecer un consenso creciente, que hasta cierto punto lo es. Pero el mundo al que apunta sigue siendo un lío sin resolver. Al activista Bill McKibben le preocupa que, aunque la transición se está acelerando a velocidades que alguna vez fueron inimaginables, todavía no llegará lo suficientemente rápido.
Dado que la mayor parte de la infraestructura del mundo se construyó para las condiciones climáticas “normales”, protegerse contra las nuevas condiciones requeriría un proyecto de construcción global de defensas contra las inundaciones. También serán necesarios materiales de construcción más resistentes para generar vías férreas resistentes al calor y asfalto. Asimismo, una gestión del agua menos derrochadora, centros de enfriamiento y cultivos resistentes a la sequía e inversiones mucho más efectivas tendrían que ser parte de una respuesta climática.
Algunos observadores del clima señalan que las muertes por desastres naturales no están aumentando; de hecho, han disminuido. Pero no está claro si esas tendencias de mortalidad continuarían en un mundo de dos grados de temperatura planetaria. Tal vez esto signifique que el mundo se ha adaptado. Ya existen mejores sistemas meteorológicos y de alerta temprana. El costo del daño climático global ya asciende a miles de millones de dólares, y la factura de la adaptación en el mundo en desarrollo podría alcanzar 300 mil millones de dólares anuales para 2030. En otras palabras, el calentamiento está haciendo que la adaptación sea más difícil y costosa.
El último informe del IPCC, enfatizó que se habían logrado “avances en la planificación e implementación de la adaptación”, pero también advirtió que “muchas iniciativas priorizan la reducción del riesgo climático inmediato y a corto plazo, lo que reduce la oportunidad de una adaptación transformadora”, lo que significa que los recursos dedicados a la reparación y la modernización no se gasta en nueva infraestructura.
“Para mí, lo que estamos presenciando en el nivel actual de calentamiento ya está desafiando los límites de la adaptación para los humanos”, dice Fahad Saeed de Climate Analytics. Durante los últimos seis meses ha visto cómo Pakistán soportaba meses de calor extremo, malas cosechas e inundaciones que sumergieron a un tercio de la nación, destruyeron un millón de hogares, desplazaron a 30 millones de personas.
El climatólogo Michael Oppenheimer ha pasado los últimos años cada vez más centrado en la cuestión de qué hacer y cómo juzgar nuestro progreso en la adaptación. Argumenta que deberíamos intentar mantener estándares más altos que normalizar más de cien muertes en un huracán en Florida. Los eventos extremos están llegando ahora mucho más rápido, lo que significa que “la medida del éxito ya no es solo lo bien que lo hiciste al prepararte para algún evento malo y luego recuperarte de él. También es lo rápido que lo haces”.
“Políticamente, lo más importante que va a suceder a gran escala es el movimiento”, dice el filósofo Taiwo. “Los números que he visto para el desplazamiento, tanto el desplazamiento interno como el desplazamiento transfronterizo en dos grados, son al menos decenas, si no cientos de millones”. El rango de estimaciones es enorme, y su tamaño se encuentra entre los mejores indicadores que tenemos de que, por mucho que sepamos sobre el clima futuro, una enorme cantidad de los efectos complejos y en cascada del calentamiento permanece envuelto en la inevitable incertidumbre.
Taiwo dice que su mente se desplaza hacia un escenario catastrófico: “si gana la extrema derecha, veo agencias operando en gran parte del norte global y en algunos estados emergentes. Veo una integración gradual de la vigilancia interna y, a falta de un término mejor, la vigilancia fronteriza, que creo que estamos viendo ahora de todos modos, un desarrollo mucho más abiertamente autoritario de esas instituciones, que operan cada vez más de forma autónoma".
Los países vulnerables al clima han emitido una serie de variaciones sobre un tema exhortatorio simple: por este daño, el mundo rico debe pagar. En 2009, en Copenhague, las naciones ricas del mundo formalizaron la promesa de entregar 100 mil millones de dólares anuales en financiamiento climático al sur global, una promesa que aún no se ha cumplido, incluso cuando las naciones vulnerables al clima han elevado su solicitud a 700 mil millones de dólares.
Sahay, de la revista Polycrisis, ofrece una respuesta, describiendo un mundo en el que la rivalidad entre grandes potencias por el clima significa que las alianzas de estados subdesarrollados podrían enfrentar a las naciones ricas entre sí, en una especie de extensión espiritual del Movimiento de Países No Alineados. Sahay llama a la alianza emergente de no alineación construida alrededor de Brasil, Rusia, India y China (BRIC) una “nueva moneda de cambio”, planteando la posibilidad de que un nuevo grupo de “electro-estados” pueda suceder a los petro-estados del siglo pasado y negociar agresivamente el acceso a sus propios recursos minerales.
En 2017, mirando hacia atrás, David Wallace no creía que la movilización política de los últimos cinco años fuera posible, “y si me hubieras dicho entonces sobre la aceleración radical de la tecnología renovable por venir, habría sido más crédulo pero aún sorprendido”. Pero las señales de optimismo no son argumentos para la autocomplacencia, todo lo contrario, porque el nuevo rango de expectativas no es solo un marcador de cuánto ha cambiado en los últimos cinco años, sino de cuánto podría cambiar en los próximos cinco, los próximos 25 o los próximos 50 años. Debido a que la descarbonización podría detenerse y el clima podría resultar más sensible de lo esperado, las temperaturas superiores tres grados también siguen siendo posibles.
Las emisiones generales aún no han comenzado a disminuir, y hay un largo camino desde el punto máximo hasta cero, lo que hace que todos estos cambios en las expectativas sean en su mayoría teóricos. Se esperan nuevos picos de emisiones tanto en 2022 como en 2023, lo que significa que se está causando más daño al clima futuro del planeta en este momento que en cualquier punto anterior de la historia. Las cosas empeorarán incluso antes de que se estabilicen.
Pero estamos obteniendo un mapa más claro del cambio climático y, por más intimidante que parezca, ese nuevo mundo debe hacerse navegable, a través de la acción para limitar el daño y la adaptación para defender lo que no se puede detener. A cuatro grados, los impactos del calentamiento parecían abrumadores, pero a dos grados, los impactos no serían la totalidad de nuestro destino humano, solo el paisaje sobre el que se construirá un nuevo futuro.
El constante cambio climático está provocando que la sociedad internacional tenga que pensar en nuevas formas de adaptabilidad contra de la destrucción del ambiente y en un futuro catastrófico de no retorno, más lejano que cercano. Sin embargo, esto implica cambios en la gobernanza mundial y la relación existente entre la sociedad y el Estado, lo que significaría ciertas problemáticas en zonas del sur global.