Electronic warfare. The latest in the battle of jamming with electronic beams
The Economist [2023], "Electronic warfare. The latest in the battle of jamming with electronic beams", The Economist, London, 8 de julio, https://www.economist.com/special-report/2023/07/03/the-latest-in-the-ba...
El derribo de los proyectiles ucranianos Excalibur en marzo de 2023, representó un parteaguas en el conflicto ruso-ucraniano. En esta entrega The Economist evalúa el panorama -y efectividad- de los ataques en lo que va de dicho conflicto bélico ante los bloqueos electrónicos a los dispositivos de alta tecnología, en otras palabras, cómo la guerra electrónica ha afectado a la guerra visible.
En este sentido, Ucrania lleva la desventaja. No solo los misiles Excalibur han fallado en sus objetivos, también las bombas JDAM-ER (suministradas por Estados Unidos), los cohetes de precisión GMLRS, y en general los drones y misiles. Dichos fallos se atribuyen a los potentes bloqueadores rusos que interrumpen las señales de geolocalización (GPS) de los dispositivos; se trata de una guerra electrónica donde las interferencias a las ondas de radio tanto en Kiev como en Moscú intentan desviar objetivos.
En esa perspectiva, la guerra moderna se basa en tres pilares: sensores cada vez más potentes para detectar objetivos, municiones cada vez más precisas para golpear los objetivos, y finalmente, redes que conectan a ambos. Cada uno de estos pilares puede ser destruido por la guerra electrónica.
La guerra electrónica tiene sus antecedentes en tres sucesos: en 1904 durante la guerra ruso-japonesa, la batalla de los rayos en Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra Fría. En el primer suceso, pese a que los proyectiles no eran tan sofisticados como ahora, la radio ya había llegado por lo que interferir en las transmisiones del bando enemigo apareció; en el segundo y tercer suceso, bloquear las emisiones de los radares tanto de navíos como de aviones se volvió vital.
Volviendo al presente, antes del conflicto ruso-ucraniano se creía que Rusia era capaz de sobresalir en la guerra electrónica ya que sus ejercicios con nuevos vehículos fueron probados en Ucrania (2014) y Siria (2015). Sin embargo, el reciente conflicto arroja que Rusia es efectivo en la interrupción de las conexiones aéreas donde drones ucranianos han quedado inservibles en el momento que los rusos interrumpen la señal del GPS(dato crucial 1); no así en las capacidades terrestres y marítimas donde han sido menos efectivos.
En ese marco, Ucrania considera necesario adquirir gradualmente drones militares con tecnología de radio cifrada (un ejemplo puntual son los receptores especiales con gran potencia y encriptación que leen señales de código m -un lenguaje de programación- de los satélites GPS estadounidenses, ocho veces superiores a los GPS civiles); tecnología que existe en el mercado desde hace casi dos décadas pero que al menos ofrece un beneficio marginal respecto de los drones de consumo DJI chinos que, de hecho, ocupan ambos bandos. El inconveniente es que armarse de un blindaje electrónico está sujeto a controles de exportación y resulta más caro.
Por otro lado, se dice que la guerra electrónica es un punto crucial en el campo de batalla porque resulta ser un gran nivelador que puede contrarrestar la alta tecnología militar, así el ejército que lo utilice puede ganar gran ventaja, porque después de todo el bombardeo electrónico es capaz de privar al rival de conectividad. Precisamente este suele ser uno de los temores de Occidente contra el bombardeo electrónico ruso.
Sin embargo, el conflicto en Ucrania ha revelado que este argumento no es del todo cierto. La hipótesis sugiere que mientras prives al ejercito enemigo de la conectividad de sus armas, les quitas la ventaja; pero en el campo de batalla ucraniano resulta que el bloqueo electrónico ruso ha resultado imperfecto e intermitente. Los motivos refieren a que este tipo de tecnología rusa es insuficiente, por lo que deben destinar una parte para proteger sus bases y ciudades (dejando puntos ciegos), y por otro lado, el precio de utilizar el bloqueo electrónico los convierte a su vez en carnada, ya que interferir las señales los vuelve un objetivo llamativo debido a la potente señal emitida. De este modo, la ventaja que ha tenido hasta ahora Ucrania se debe a la ayuda estadounidense gracias a la proporción de mapas de actividad electromagnética, ubicación de la interferencia y frecuencias utilizadas por el ejercito enemigo, en una frecuencia de 32 veces al día.
Atasco de los bloqueadores
Tampoco la guerra electrónica ha tenido la capacidad de bloquear todas las comunicaciones. Rusia no ha sido capaz de dejar inservible la tecnología de Starlink (no ha podido bloquear el internet satelital ni sus nuevos vehículos bloquear las frecuencias de radio) o bloquear las radios tácticas sincgars que ha proporcionado Estados Unidos a Ucrania. Incluso, el ejército ruso ha tenido que moderarse con la potente señal de sus bloqueadores electrónicos para no interferir con las comunicaciones de su propio ejercito. Esta decisión fue tomada porque en los comienzos del conflicto (marzo de 2022) su interferencia era tan potente que causó problemas de comunicación entre sus mismos aviones de combate, por lo que el ejército ucraniano pudo derribar varios.
La guerra electrónica tampoco es omnipotente. Hay vías para hacer frente a los potentes bloqueadores electrónicos:
• Los drones pueden hacer que sus GPS trabajen sobre tierra comparando imágenes del suelo de un mapa previamente almacenado.
• El GPS también se puede complementar con señales de satélites de órbita baja como los de Starlink (tienes que acercarte 100 o 200 metros para detectar uno), sitios de transmisión terrestre (sistema Loran de Rusia) u optar por navegación de campo magnético. Inclusive los ataques cibernéticos resultan ser una nueva defensa que desdibuja la desventaja de los drones frente a los bloqueadores, ya que Ucrania suele insertar códigos maliciosos en los drones rusos en medio de los combates.
La nota cierra reconociendo que la guerra electrónica no es más que un juego por asegurar la supremacía electromagnética, sin embargo, dicho control va y viene en la medida que una tecnología logra superar a la otra y así sucesivamente (actualmente Estados Unidos ha solucionado los problemas con JDAM-ER asegurando que las bombas adquieran buena señal GPS antes de abandonar el avión), por lo que la interferencia no los afecta. Así, el control en las batallas nunca está asegurado.
1) Ucrania ha llegado a perder hasta 10 mil drones en un mes. Cerca de 50% de esas pérdidas son causadas directamente por ataques electrónicos.
El conflicto geopolítico adquiere otro rostro cuando se analizan los sistemas de armas y sus innovaciones. La ventaja tecnológica rusa frente a Ucrania solo ha podido ser contrabalanceada por los aportes de los aliados occidentales, en especial de Estados Unidos. Como se ha estudiado, la guerra cibernética abarca prácticamente todos los ámbitos de la batalla, siendo especialmente importante en el caso de la conducción de drones y misiles así como en los sistemas de intercepción. Como muestran las experiencias en escalas más reducidas, este tipo de operaciones son sumamente vulnerables a intervenciones humanas (deserciones, infiltraciones) y ataques contra instalaciones estratégicas de control. El relativo equilibro en el conflicto ruso-ucraniano hace preveer una escalada militar y un riesgo de desatar el uso de armas de destrucción masiva y ataque cada vez más frecuentes y destructivas contra la población civil.