Introducción. En busca de las raíces de los problemas

    Pablo Servigne* y Raphaël Stevens**

    En 2015, propusimos llamar "colapsología" la síntesis de los trabajos académicos que abordan los colapsos pasados y presentes, así como las amenazas globales por venir. No éramos los primeros en hablar de ello, ni los últimos, y esperábamos que nuestra síntesis sistemática fuera percibida por quienes investigan como una invitación a profundizar en estos temas y a establecer puentes entre las disciplinas. En aquel tiempo fue preciso concentrarse en los hechos constatables, es decir, perfilar las dinámicas de colapso y los futuros riesgos globales, e incluso plantear la hipótesis de un posible colapso de nuestro mundo, de nuestra sociedad y de nuestra biosfera… Fue necesario, en particular, hablar para el gran público.

    El objetivo nunca fue atemorizar a todo el mundo, o "probar" que "todo está jodido". ¡Todo lo contrario! Desde el inicio se trató de entender mejor las consecuencias de la trayectoria insostenible de nuestras sociedades, a fin de actuar y, por esa vía, reencontrar la esperanza, abrir horizontes. La ambición es grande y está a la altura de lo que está en juego, dado que en adelante, se trata de una cuestión de vida o muerte para un gran número de personas… y de organismos vivos.

    Por tanto, la colapsología tiene por objetivo, comprender. La primera piedra, Comment tout peut s'effondrer (2015), lógicamente trató de exponer la situación, que quisimos fuera lo más "plano" posible, es decir, sin exponer las causas profundas, ni hacer proposiciones políticas, para no alimentar conflictos sectarios desde el principio (esta aproximación "gran público" causó malentendidos y frustraciones, sobre todo entre las personas con una idea fija acerca de las causas y las soluciones). Para nosotros era necesario que la idea del colapso posible fuera percibida en su complejidad por todos los estratos de la sociedad, todos los sectores de actividad, todas las clases sociales. Quisimos dar cuenta de los riesgos que nosotros (Francia, la sociedad occidental, pero también la humanidad y la mayoría de los seres vivos) tendremos que enfrentar, y establecer que esos riesgos son tangibles, enormes y crecientes.

    Sin embargo, no es posible detenerse en la sola constatación. No sólo porque es difícil que un ser humano plantee un problema sin buscar soluciones, si no, y sobre todo, porque esa constatación es catastrófica: ella reactiva nuestra angustia por la finitud y pone en cuestión nuestra visión del mundo, de la sociedad, del futuro… en suma, cambia nuestra vida.

    Por supuesto, nos pareció más urgente, en vista de los afectos provocados por estas cuestiones, concentrarnos momentánea y previamente en la cuestión "interior": emocional, espiritual, artística, filosófica, etc., antes de abordar la cantera de lo político. Ese fue el tema de nuestro libro de 2018, Une autre fin du monde est possible (Seuil), escrito en colaboración con Gauthier Chapelle. La idea fue explorar cómo podríamos vivir esas catástrofes (y esos anuncios), y no simplemente sobrevivir a ellos; cómo podríamos hallar una postura “sabia” para tratar estas cuestiones: llamamos a esta aproximación “colapsosofía”. Desde nuestro punto de vista, se trataba de un prerrequisito indispensable para abordar la cantera de la organización política. Con la lectura de esa obra, muchos se sintieron satisfechos (o tranquilizados), excepto por supuesto, aquellas personas que querían profundizar en las causas de las catástrofes e implicarse en una acción política.

    La colapsología es muy joven todavía, y su corpus bastante incompleto. A pesar del número personas que investigan, de activistas o de ciudadanos que empiezan a contribuir a este campo, existen muchos ángulos muertos por descubrir y pensar. En 2017, Pablo y Gauthier pusimos una seña, L'Entraide, l'autre loi de la jungle (Les Liens qui Libèrent, 2019), sobre el camino “político”; a saber, un desmontaje de la ideología de la supuesta “ley de la selva”, esa competencia generalizada que gangrena el mundo.

    El libro que tienes en las manos continúa en este largo camino hacia la acción política y añade una piedra al edificio, indagando acerca de las causas de las catástrofes en curso y de la posible catástrofe global por venir. Dicho de otro modo: ¿por qué llegamos aquí?

    Diversos autores han aportado elementos de respuesta a esta cuestión. Pensamos en Jared Diamond, que lista cinco causas de los colapsos civilizatorios: los daños ambientales, el clima, las guerras con los vecinos, el fin de los intercambios comerciales, y las malas decisiones de las élites. También pensamos en el geógrafo y arqueólogo Karl Butzer, que propuso un modelo histórico para comprender mejor los esquemas recurrentes de los colapsos de civilizaciones del pasado, distinguiendo las causas profundas y estructurales (las “precondiciones”) de las chispas (los “detonantes”), que las hacen vacilar o transformase de manera definitiva. También pensamos en los historiadores Christophe Bonneuil y Jean-Baptiste Fressoz que enuncian los nombres posibles de nuestra época, no mediante un término neutro y global (antropoceno), si no con el nombre que designa los responsables de las catástrofes: capitaloceno (el capitalismo); termoceno (el dióxido de carbono); thanatoceno (el poder, el ecocidio, la guerra); fagoceno (el consumo); phronoceno (nuestros ancestros sabían pero no hicieron nada); polemoceno (la desinhibición del sistema industrial). Otros autores agregan su toque hablando de angloceno (la dominación británica seguida de la estadounidense); de occidentaloceno (la dominación occidental), etc. Hemos visto la aparición de estudios muy precisos cuantificando las responsabilidades: por ejemplo, el que señala a 100 multinacionales responsables directas de 52% de las emisiones industriales de gases de efecto invernadero desde la revolución industrial (1751), y de 71% de las emisiones desde 1988. Parecen existir muchas explicaciones para nuestros males y estamos lejos de poder culpar a “la suerte”.

    Al compilar la bibliografía desde hace cerca de diez años y, sobre todo, al discutir con público e investigadores, constatamos que cada cual tiene su interpretación sobre el problema. Estamos lejos de un consenso.

    Para algunos, la culpa recae en grupos humanos concretos (Estados Unidos, las multinacionales, etc.) o muy abstractos (los ricos, las élites, los extranjeros, los pobres, la izquierda, la derecha, etc.), e incluso grupos catalogados como problemáticos (los judíos, los árabes, los masones, los Illuminati, los reptilianos, etc.). Para otros, se trata de incriminar causas globales y estructurales, como el capitalismo, el extractivismo, la demografía, el colonialismo, el patriarcado, la modernidad, la ciencia, las religiones, el “sistema”, la naturaleza humana, etc. Frente a esta lista cada vez más larga, nos parece crucial tomar distancia, siempre con esta operación colapsológica: comprender, clasificar, tejer, transmitir.

    La propuesta de este libro es, por tanto, comenzar un amplio inventario para el gran público, de las principales causas de las catástrofes globales de nuestra época, o de forma más precisa, de las causas del aumento de la frecuencia de las catástrofes, de sus violencias, de sus intensidades… y sobre todo, de sus interconexiones. En suma, proponemos analizar lo que nos ha llevado al borde del precipicio.

    En este ejercicio, hay dos trampas contrapuestas que debemos evitar.

    De un lado, está el atractivo de una visión “monocausal” o monolítica del mundo. Con el aumento de las tensiones, de las infox (informaciones tóxicas), de las teorías conspiracionistas, pero, sobre todo, con la compartimentación y la polarización del pensamiento causada por las redes sociales, existe un riesgo real de que surjan por todas partes chivos expiatorios, designados de forma arbitraria por grupos cada vez menos dispuestos al diálogo… Dicho de otro modo, existe un riesgo real de guerras civiles, incluso en los países llamados “democráticos”.

    De otro lado, el inventario de un amplio abanico de causas implica el riesgo de diluir y desarmar las luchas y la organización política. El miedo del fenómeno del chivo expiatorio no debe impedir la enunciación de responsabilidades ni la constitución de movimientos políticos buscando evitar o atenuar las catástrofes. Esta “politización” se hace por la designación de objetivos claros y precisos (y por tanto, de adversarios políticos), pero con clivajes a veces nuevos como pudimos constatar recientemente con el eje terrestres vs destructores (o modernos extremos)***.

    El objetivo de esta obra no es establecer el culpable ideal, ni evitar la cuestión. Se trata de invitar a todas y todos a preguntarse acerca de las causas, a mezclar la complejidad del mundo, y a explorar caminos que aún parecen desconocidos. Cada capítulo invita a diversos niveles de reflexión y de acción. Se trata, también, de contribuir a forjar opiniones más matizadas, más complejas y más completas; y, por qué no, también a cuestionarse. Se trata, final y simplemente, de sentar las bases de una discusión y motivar a quienes tienen alma de investigadores para seguir buscando, comprendiendo y tejiendo.

    Se necesitan, por tanto, científicos (historiadores, biólogos, sociólogos, psicólogos, filósofos, antropólogos o arqueólogos), y también ciudadanos para continuar este trabajo. Pero la tarea no es puramente racional y científica, se trata también de llegar a priorizar las causas en función de las urgencias, de los dominios y de lo que está en juego; de detectar en dónde están los poderes y las dominaciones en acción; y, por esa vía, asignar responsabilidades. Aquí, la palabra responsabilidad (en relación a los poderes) toma dos formas: la de encontrar el origen de los males, y la de saber qué hacer frente a esos poderes inmensos. En efecto, los grupos humanos que disponen actualmente de grandes poderes han adquirido, por tanto, más responsabilidades. Por lo que, para esos grupos se tratará de no huir y de no traicionar.

    La apuesta de este ejercicio es crucial, porque quien designa responsables emprende una propuesta política; o, al menos, un horizonte de acción. Considerar, por ejemplo, que el capitalismo es la fuente de todos nuestros males, no lleva a las mismas proposiciones políticas que si vemos el origen del mal en la invención de la agricultura, el patriarcado… o nuestro cerebro.

    Sigamos con el ejemplo del capitalismo ¿Qué se esconde detrás de esta vasta palabra? ¿una ideología? ¿cuál? ¿personas? ¿organizaciones? ¿No es más adecuado hablar de capitalismos? ¿Puede existir un capitalismo no destructivo? ¿Qué es lo que ya no va en el capitalismo actual? ¿el endeudamiento? ¿el aumento de las desigualdades? ¿la finanza desbocada? ¿el poder de los accionistas? ¿la usura? ¿Es posible imaginar que sin capitalismo, el mundo funcionaría mejor? ¿bajo qué condiciones? ¿Unión Soviética no aportó también su caudal de catástrofes?

    Y aún más: ¡de acuerdo con sondeos, cerca de 9 de cada 10 personas en Francia y Alemania desearían cambiar de sistema económico! ¿Pero, al atacar al capitalismo, o incluso al reformarlo de forma radical, la idea es evitar un colapso de nuestra civilización, o por el contrario, acelerarlo para preservar la biósfera? Entre los militantes anticapitalistas escuchamos respuestas divergentes…

    En el mismo espíritu, algunos señalan la civilización (por supuesto occidental) como el origen del mal ¡Se entiende! ¿Cómo está civilización que constituye la encarnación de la razón y del progreso, llegó a mutilarse (la sociedad “autófaga”), a destruir su ambiente de vida, a ser incapaz de abandonar una trayectoria tan evidentemente suicida? ¿Quiere decir que si destruimos la civilización -¿ello es realmente posible, constituye un programa político?- acabaríamos con las catástrofes? ¿y a qué precio?

    Sumergirnos en estos interrogantes abisales nos lleva a chocar con paradojas. Y cuando las paradojas asoman su nariz, nos dice Edgar Morin, es preciso no sólo aprender a vivir con ellas, sino que es necesario recurrir a la complejidad: pensar de forma horizontal, dialógica (en forma de diálogo), cambiar de óptica, tejer vínculos, detectar las estructuras y los comportamientos, comprender los bucles de retroalimentación y aprender a navegar en la niebla.

    Esta obra no pretende hacer una lista exhaustiva de causas. Inicia, propone una clasificación, comienza a establecer relaciones, ramificaciones, una cartografía. La idea subyacente a este ejercicio es la de permitir a las personas que ya están en la acción (de construcción, de lucha y de cambio de consciencia) establecer puentes entre sus respectivos dominios.

    Hicimos una elección editorial en función de nuestra cultura y sensibilidad. Por ello, la elección es incompleta y sesgada. Seguramente deberá evolucionar a partir de las respuestas y añadidos que suscite. Quizá ustedes mismos establecerán una causa que no es mencionada en el libro: anótenla, trabájenla y compártanos sus descubrimientos. Sin olvidar que una causa puede esconder otra…


    Índice del libro

    Introducción
    En busca de las raíces de los problemas
    - Pablo Servigne y Raphaël Stevens

    La gran aceleración – Desde hace un siglo
    El tecnocapullo – Alain Damasio
    La finanza desbordada – Paul Jorion
    Las energías fósiles – Matthieu Auzanneau
    El crecimiento – Géraldine Thiry y Philippe Roman
    El individualismo – Dany-Robert Dufour
    La sobrepoblación – Corinne Maier

    La gran explotación – Desde hace dos siglos
    El capitalismo – Renaud Duterme
    La deuda – Eric Toussaint
    Las desigualdades – Pierre Concialdi
    El industrialismo – François Jarrige
    El colonialismo – Malcom Ferdinand
    El patriarcado – Charlotte Luyckx
    La genealogía del estado moderno – Cédric Chevalier

    La gran separación – Desde hace varios siglos
    El economismo – Geneviève Azam
    La separación naturaleza/cultura – Sophie Swaton y Dominique Bourg
    La pérdida de lo salvaje – Annick Schnizler
    El cientismo – Stephan Harding

    La gran bifurcación – Desde hace varios milenios
    La invención de la agricultura – Jean-Paul Demoule
    Las religiones – Abdennour Bidar
    Los mitos – Nancy Huston
    Las organizaciones piramidales – Gauthier Chapelle
    El cerebro – Sébatien Bohler

    La gran evolución – Desde la noche de los tiempos
    Las sociedades complejas – Grégoire Chambaz
    La termodinámica – François Roddier
    La desmesura – Thierry Paquot

    Tejido final
    La arborescencia de las causalidades
    – Pablo Servigne, Raphaël Stevens, Cédric Chevalier y Gauthier Chapelle



    * Investigador independiente, autor, de formación ingeniero agrónomo y doctor en ciencias.
    ** Investigador independiente especializado en los estudios prospectivos, las ciencias de la complejidad y la modelización cualitativa.
    *** El clivaje terrestres – destructores parte de la proposición de Bruno Latour que, en su obra Dónde aterrizar. Cómo orientarse en política (Taurus, 2019), señala:
    “¿No comenzamos a discernir, cada vez con más precisión, las premisas de un nuevo afecto que reorientaría por mucho tiempo las fuerzas en pugna? Deberíamos preguntarnos: ¿somos modernos o terrestres?
    Lo importante es poder salir del estancamiento, imaginando un conjunto de alianzas nuevas: «¿Vosotros nunca habéis sido de izquierda? No importa, yo tampoco, pero como vosotros, ¡soy radicalmente Terrestre!». Debemos aprender a reconocer un conjunto nuevo de posiciones, antes de que los militantes del extremo Moderno acaben con todo…”.
    Delphine Batho, diputada de Génération Écologie en la Asamblea nacional de Francia, es quien formula la oposición terrestres vs destructores como el clivaje fundamental en la política contemporánea. Véase Écologie intégrale le manifeste (Éditions du Rocher, 2019).