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Hegemonía y territorio en África noroccidental

Adriana Franco Silva*

    En los últimos años, África pasó de ser el continente “sin esperanza”, según los términos de The Economist, al continente “en ascenso”. ¿Cómo entender que un espacio que ha sido subordinado por las dinámicas del sistema capitalista, y representado como opuesto al desarrollo y la modernidad, ahora se conciba como un lugar donde se fragua el futuro? En principio, valdría la pena señalar que a lo largo del desarrollo del sistema capitalista África ha sido fundamental para su despliegue. Sin las personas esclavizadas, las riquezas saqueadas, la extracción de capital a través de la deuda, entre otras, la modernidad y el desarrollo occidental simplemente no podrían existir. Por otra parte, África se proyecta como el continente del futuro, porque se percibe como un espacio que contiene las riquezas y personas para valorizar el valor en un contexto de crisis civilizatoria.

    África cuenta con amplios yacimientos de petróleo y minerales; además es la región con mayor crecimiento demográfico en el mundo. Los intereses capitalistas se materializan ahí con el objetivo de asegurar la acumulación por medio de la explotación del territorio y de las personas de manera impune. Aunque esto es algo que ocurre en todas las regiones del mundo, la invisibilización o indiferencia de muchos sectores poblacionales en el mundo contribuye a que la magnitud del saqueo y la violencia sea mayúsculos. En los medios de comunicación y en la opinión pública internacional pocas veces se escribe sobre África. Cuando se hace, solo se refuerzan discursos violentos y estereotipados. Además, al no historizar los conflictos de la zona, las guerras se naturalizan y se obvia el saqueo y explotación, lo cual es muy redituable para los intereses capitalistas.

    El sujeto capitalista, que es polifacético y cambiante, necesita de innovaciones tecnológicas para asegurar la rotación de capital. Para el desarrollo de estas innovaciones también se requieren minerales y mano de obra, muchos de los cuales se encuentran en África. Por esta razón, el continente se ha configurado, en los últimos años, como un territorio de disputa; un espacio donde los intereses hegemónicos se concretan en guerra, despojo, violencia, injusticias y desigualdades. Ocupar territorios estratégicos es central para el sujeto capitalista en sus intentos de superar la crisis y disputar la hegemonía. En ese sentido, las dinámicas en el continente, como en el mundo entero, se hacen cada vez más complejas debido a la territorialización de intereses capitalistas y al ejercicio de múltiples resistencias.

    Recientemente, el Sahel, en la costa sur del Sahara, ha sido proyectado, tanto en los medios masivos de comunicación como en los discursos políticos dominantes, como un espacio de violencia: los ataques terroristas, la violación a los derechos humanos y el saqueo son acontecimientos que constantemente se resaltan en las noticias (cuando hay alguna mención a esta región). En esas notas, el Sahel y el Sahara resaltan por sus conflictos y no por sus alternativas. Estas narrativas fortalecen dos estereotipos que han dominado los estudios de África, particularmente su desierto. El primero es aquel que presenta a las población africanas como salvajes. Para afianzar este estereotipo, los conflictos en el Sahel no se historizan, ni tampoco se explican los intereses externos; como resultado, se presentan como procesos como irracionales o “naturales”. El segundo estereotipo es el del vaciamiento, con el que se construye una imagen de África como un territorio desocupado, que no solo puede, sino que debe ser conquistado por actores externos.

    Los discursos coloniales han planteado la idea de que en el desierto no hay recursos (un territorio vacío), por lo que es un lugar inhóspito, inhabitable y desolado. A partir de estso lugares comunes ¿cómo entender la presencia de diversos sujetos que disputan la hegemonía –como Estados Unidos, Rusia y China– durante los últimos años? Para profundizar en este cuestionamiento, en la tesis “Hegemonía y territorio en África noroccidental” se analizó la relación histórica entre la territorialidad nómada de África noroccidental y la de la modernidad capitalista-colonial. Se hizo énfasis en la reconfiguración del capital a finales del siglo XX e inicios del XXI con el incremento de la presencia territorial estadounidense en la región. Siguiendo los planteamientos de la subversión epistémica de Ana Esther Ceceña, en la investigación se propuso el análisis desde una geopolítica subversiva, que, apoyada por los planteamientos de la geopolítica crítica latinoamericana –particularmente la del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica–, de perspectivas marxistas y de los enfoques decoloniales, permitieron identificar la producción de territorialidades omitidas por la modernidad, al mismo tiempo que se pudo proyectar las alternativas que surgen de estos espacios. Se recurrió a una geopolítica que garantice el reconocimiento de los procesos, historias, sujetos y territorios que quedaron relegados por las relaciones de poder capitalista; que además permite la recuperación de las resistencias y dinámicas emancipadoras omitidas por la modernidad.

    La investigación retomó la propuesta de Fernand Braudel y Giovanni Arrighi para hacer un análisis histórico de larga duración que permitiera identificar los cambios y continuidades del sistema capitalista en su interacción con la región noroccidental del continente africano. Además, el territorio se entendió como un tejido de interacciones que trasciende los vínculos humanos; un espacio de significados que se configura a partir de las relaciones entre seres vivos animados e inanimados, pero también de elementos materiales e inmateriales. Por otra parte, la territorialidad se comprendió como un producto social que, a partir de las cosmosensaciones –o de los aprendizajes que obtenemos a través de los sentidos, siguiendo a Oyèrónké Oyèwùmi–, estructura y organiza los territorios.

    La hipótesis que guió la investigación fue: la relación entre la territorialidad nómada y la de la modernidad capitalista-colonial ha sido de confrontación, debido a que la segunda se sustenta en la acumulación, en dualismos jerárquicos y excluyentes, y en la universalización de su punto de enunciación, por lo que la alienación, explotación, humillación o eliminación de lo que identifica como diferente son inherentes a su reproducción. Por su parte, la territorialidad nómada en África noroccidental se sostiene de la comunidad y de los pensamientos entrelazados, por lo que se ha opuesto a la reproducción de la hegemonía en la región. Asimismo, la confrontación entre ambas territorialidades se ha profundizado y generado violencias más agudas a partir del incremento de la presencia estadounidense durante las primeras décadas del siglo XXI. Esto ha respondido a la presencia de recursos geoestratégicos fundamentales para la reproducción capitalista, y por la identificación de nuevas amenazas y actores que ponen en riesgo a la hegemonía en un contexto de crisis civilizatoria.

    En la investigación se entendió al nomadismo como una ontología, epistemología y metodología –no solo como movimiento físico–; que no se ancla a los ejes de dominación del sistema capitalista y que, por lo tanto, permite el diseño, construcción e implementación de futuros plurales y no capitalistas.

    La tesis está dividida en tres partes. En la primera, titulada “Territorio hegemonizante en África noroccidental”, se hace un análisis geográfico e histórico de la región de estudio. Se describen, de manera breve, algunos acontecimientos centrales para la estructuración del territorio hegemonizante de la modernidad capitalista: el estado-nación. Este, a su vez, se contrasta con la diversa territorialidad que prevalecía en África noroccidental antes de la colonización europea, los pueblos que habitaban esta región no entendían al territorio de manera homogénea ni instrumental. Su territorialidad contrastaba, e incluso se oponía, a las lógicas de la reproducción del capital.

    En esta sección del trabajo se explica cómo se impuso el estado colonial y algunas razones por las cuales, después de las independencias de los pueblos africanos, la territorialidad hegemonizante se mantuvo y reprodujo en la región, agudizando las desigualdades sociales impuestas en el periodo colonial. Se recupera la importancia de los pueblos tuareg, uno de los principales grupos socioculturales de África noroccidental, para exponer las relaciones sociopolíticas y económicas de la zona antes de la colonización, refiriendo sus resistencias y oposiciones a la estructuración del estado independiente. La mayoría de estos pueblos son nómadas y se caracterizan por su libertad de movimiento físico y mental: no eran grupos anclados a espacios determinados, pero tampoco a pensamientos preestablecidos. Por eso, recuperar sus territorialidades es indispensable para entender la manera en la que asimilan al mundo y sus adecuaciones en la interacción con la modernidad capitalista colonial.

    En la segunda parte de la tesis, titulada “La refuncionalización territorial de África noroccidental frente al neoliberalismo y el terrorismo”, se analiza la reconfiguración del capital y la territorialidad producida por el ajuste estructural de las políticas neoliberales en la región. Para eso se estudiaron las interrelaciones de los factores internos y los externos en la reconfiguración del capital. Se debatió el papel del nomadismo en el contexto de la globalización, discutiendo críticamente las equiparaciones que se hacen entre el movimiento nómada y el de la globalización. En la investigación se concluye que lo nómada es extensivo, flexible y temporal; mientras que la globalización neoliberal es intensiva, extractiva y anclada. Aunque la globalización plantea la disolución de fronteras, éstas se han reforzado para evitar el desplazamiento de las personas. Así, pareciera que el movimiento en la globalización solo es posible para las mercancías y la valorización de los capitales y las inversiones. Además uno de sus resultados ha sido la aceleración de la translimitación socioecológica.

    A pesar de que el pensamiento nómada es opuesto a estas lógicas capitalistas, la profundización de las desigualdades en los últimos años ha contribuido a que ciertos grupos también implementen prácticas necroempoderantes en el territorio. De acuerdo con Sayak Valencia, estas prácticas permiten la obtención de poder a partir de economías que se sustentan en la violencia y eliminación de cuerpos de poblaciones marginalizadas. Esta praxis generalmente es reproducida por los mismos sujetos subalternizados con el fin de empoderarse en un sistema que se basa en la acumulación. Por eso, sus acciones son congruentes con las lógicas del capital, que atentan contras las vidas y propuestas alternativas. De tal suerte, que la violencia y militarización se han convertido en una constante en la región. Por ello, se estudia cómo, a partir de los discursos estadounidenses del siglo XXI, el desierto comienza a ser proyectado como un espacio que alberga y sustenta la organización de prácticas consideradas terroristas. Esta caracterización permitió el despliegue de las fuerzas militares estadounidenses a través de diversas iniciativas y estrategias. Por ejemplo, el establecimiento de bases militares, políticas contraterroristas, ejercicios militares y la creación de un comando exclusivo para el continente africano. Este despliegue respondió a diversos intereses, entre los que destacan la apropiación de riquezas geoestratégicas, el ataque a propuestas que se oponían a su hegemonía, el posicionamiento frente a los intereses de otros sujetos como Rusia y China, entre otros, que se articularon en la dominación de espectro completo y la construcción de un territorio archipiélago.

    La dominación de espectro completo se estructuró como una serie de estrategias estadounidenses para asegurar la victoria en todo el rango de operaciones, tanto en las combativas, para ganar las guerras, como en las simbólicas, en un contexto donde el enemigo se proyectaba como difuso. De ese modo, la estrategia trascendió lo militar para incluir tácticas económicas, sociales, políticas, culturales, entre otras, que contribuyeron a reproducir la visión de mundo desplegada por los intereses estadounidenses. Además, para mantener su hegemonía, Estados Unidos requiere de riquezas que permitan asegurar la superioridad tecnológica. Con esa finalidad, se ha desplegado el territorio archipiélago, que está configurado por nodos de densidad estratégica esparcidos en el planeta. Dado que las riquezas que dan sustento al sistema se encuentran dispersas en el planeta, para tener acceso a ellas y explotarlas es necesario controlar territorios disgregados a lo largo y ancho del orbe.

    En el contexto de la llamada globalización y la crisis civilizatoria, el territorio archipiélago también ha garantizado otras formas de reestructuración del sistema vinculadas con lo militar. La presencia estadounidense y la denominada carrera por los recursos que quedan, en términos de Michael Klare, profundizaron las desigualdades, injusticias y violencias en África noroccidental. La materialización de estos procesos en el continente africano han desplegado lo que Horace Campbell denomina el movimiento eugenésico de la modernidad contemporánea, donde las tecnologías se entremezclan con las viejas ideas racistas eugenésicas. En ese sentido, las personas catalogadas como terroristas generalmente están ancladas a un perfil racial en consonancia con las nuevas tecnologías que clasifican a nuestras sociedades, reforzando la idea de que hay poblaciones desechables. La competencia por los recursos no solo permite que Estados Unidos tenga mayor presencia en la región, China y Rusia también la han incrementado a partir del siglo xxi, a costa del bienestar y seguridad de las comunidades locales. Para demostrar estas disputas se se hizo un estudio de los recursos geoestratégicos que se encuentran en la región y la manera en la que los capitales e intereses rusos y chinos se despliegan en la región.

    Finalmente, en la tercera parte de la tesis, se hace énfasis en las resistencias frente a la profundización de las opresiones en el contexto de la crisis civilizatoria y en medio de los reacomodos hegemónicos que buscan controlar los procesos de extracción y acumulación. Para ello se interpreta la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en Libia como un punto clave para la reterritorialización capitalista, dirigida por Estados Unidos y sus aliados occidentales. Esta injerencia desestructuró muchas de las dinámicas regionales, como la existencia de un poder central en Libia, el asentamiento de migrantes de África subsahariana en territorio libio, la organización de los pueblos nómadas en torno a la defensa de sus modos de vida, entre otras. Con esto se fortaleció el despliegue del movimiento eugenésico de la modernidad contemporánea con la expansión de grupos denominados terroristas, la criminalización de los flujos migratorios y el reforzamiento militar del territorio archipiélago. La crisis en el Sahel es el reflejo de la materialización de la disputa intercapitalista en África noroccidental.

    A pesar de todas las vejaciones, las poblaciones no han sido pasivas frente a esta situación. Las movilizaciones sociales han configurado un entramado/entretejido/ensamblaje de resistencias múltiples y cambiantes en África noroccidental. En algunos casos, han buscado tomar el poder al estilo moderno colonial, pero en otros han planteado una reconfiguración de la reproducción hegemónica. En algunas ocasiones estas se confrontan entre sí, en otras el sujeto hegemónico las transforma y aniquila; pero en otras más encontramos reformulaciones y re-existencia para el diseño y creación de futuros utópicos. En ese sentido, lo que ha ocurrido en África en general, y en África noroccidental en particular, nos permite entender al sistema capitalista como una estructura compleja y, por lo tanto, dinámica. Analizarlo de esta manera es fundamental para proponer alternativas desancladas de sus ejes de dominación.

    En esta región también se han observado resistencias que han expulsado intereses imperiales, como en Malí, Níger y Burkina Faso frente a Francia. En esta resistencias destaca el nomadismo, por ser una alternativa frente a la crisis socioecológica; ya que cuestiona los dualismos y las prácticas extractivas, promueve los diálogos en la diferencia y la restauración ecológica, polemiza sobre los tiempos lineales y el sedentarismo extensivo de las ciudades. Por lo tanto, dialogar con estas propuestas es fundamental para la creación de futuros otros.

    Desde la década de los años ochenta del siglo XX, Thomas Sankara, quien fue presidente de Burkina Faso, mencionaba que “no podemos proporcionar a los enemigos de hoy y ayer el monopolio sobre el pensamiento, la imaginación y la creatividad”. Si queremos crear otros mundos, primero tenemos que liberarnos del dominio de la perspectiva universalizante de la realidad, imaginar esas posibilidades desancladas de los ejes de dominación que representan a la alteridad como un opuesto descartable. De manera simultánea tenemos que materializar esas alternativas. La respuesta a la translimitación social y ecológica no es menos capitalismo, sino un nuevo sistema que no imponga su modelo y que permita el diálogo y tejido con las diversidades. Un futuro donde distintas utopías se puedan realizar, un mundo donde quepan otros mundos, como afirman las comunidades zapatistas.

    Referencia

    Franco, Adriana (2023). Tesis de doctorado: Hegemonía y Territorio en África noroccidental, Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 132.248.9.195/ptd2023/abril/0838621/Index.html


    * Doctora en Ciencias Políticas y Sociales por el Programa de Posgrado en Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Profesora de asignatura de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y de la Universidad Rosario Castellanos. Integrante del Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, del Programa Universitario de Estudios sobre Asia y África, y del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales