Silicon Valley's Elite Pour Money Into Blotting Out the Sun
Alexander, Sophie [2024], "Silicon Valley's Elite Pour Money Into Blotting Out the Sun", Bloomberg, 25 de octubre, https://www.bloomberg.com/news/features/2024-10-25/silicon-valley-s-elit...
Sophie Alexander es periodista especializada en temas de clima, tecnología y negocios para Bloomberg. Ha reportado sobre financiamiento climático, innovación tecnológica y filantropía, con una mirada crítica sobre las implicaciones políticas y sociales de las iniciativas del sector privado en el medio ambiente.
El artículo expone cómo un grupo creciente de inversionistas, filántropos y ejecutivos tecnológicos de Silicon Valley está financiando activamente investigaciones y pruebas sobre geoingeniería solar, una rama de la ciencia climática que busca enfriar el planeta bloqueando parte de la radiación solar. El enfoque principal es el manejo de la radiación solar (SRM, por su sigla en inglés), que implica inyectar aerosoles como dióxido de azufre en la estratosfera para reflejar parte del calor solar y reducir temporalmente la temperatura global (dato crucial 1).
Este tipo de intervenciones ha sido históricamente marginal, pero la creciente frustración por la lentitud de la acción climática ha llevado a que inversionistas prominentes como Sam Altman (OpenAI), Bill Gates (Microsoft), Dustin Moskovitz (Meta), Chris Sacca (Lowercase Capital), Rachel Pritzker (Third Way), y el fondo LAD Climate Fund financien desde empresas nacientes como Make Sunsets hasta investigaciones universitarias. Aunque algunos lo hacen por interés científico, otros promueven directamente su despliegue operativo. Varios de estos actores evitan transparencia, dificultando el rastreo público del financiamiento (dato crucial 2).
Uno de los casos más notorios es Make Sunsets, una startup que ya ha lanzado globos con sulfatos sin autorización internacional, vendiendo “créditos de enfriamiento” como una forma provocadora de acelerar la adopción de SRM. Su fundador, Luke Iseman, se ha declarado escéptico sobre la necesidad de consenso internacional o estructuras de gobernanza antes de actuar. La empresa ha recaudado más de un millón de dólares, incluyendo inversiones de Tim y Adam Draper (dato crucial 3). Científicos y organizaciones como SilverLining, Simons Foundation y Environmental Defense Fund también están involucrados en la investigación, aunque desde una postura más cautelosa. Algunos investigadores alertan sobre los riesgos de alterar precipitaciones, aumentar enfermedades o provocar conflictos geopolíticos si no se establecen marcos regulatorios sólidos. Casos como el fallido experimento en territorio indígena Saami en Suecia muestran cómo incluso pequeños ensayos pueden generar rechazo social.
Al igual, se destaca que desplegar SRM a escala global no está fuera del alcance de un individuo multimillonario. Según estimaciones, enfriar temporalmente la temperatura del planeta con esta técnica costaría desde 7 mil millones hasta 71.7 mil millones de dólares anuales, montos menores comparados con el presupuesto de la NASA. Científicos como Wake Smith o Govindasamy Bala reconocen que, si bien es riesgoso, podría ser la única herramienta disponible para enfrentar una emergencia climática repentina (dato crucial 4).
Sin embargo, el enfoque tecnocrático promovido por algunos sectores tecnológicos choca con las preocupaciones sobre justicia climática, gobernanza global y participación pública. Voces como la de Shuchi Talati, directora de la Alliance for Just Deliberation on Solar Geoengineering, insisten en que el despliegue de SRM sin procesos democráticos podría socavar la confianza ciudadana e impedir el establecimiento de regulaciones internacionales.
Se concluye señalando que, si bien el entusiasmo por la geoingeniería solar está creciendo, también lo hacen los llamados a frenar su despliegue prematuro. El riesgo no radica solamente en los efectos climáticos, sino también en el desequilibrio de poder que se genera cuando un reducido grupo de actores económicos decide unilateralmente intervenir el sistema planetario.
1- El manejo de la radiación solar (SRM) busca enfriar el planeta mediante la inyección de sulfatos en la estratósfera para reflejar parte del calor solar; su principal modalidad es la inyección estratosférica de aerosoles. La gráfica anexa ilustra el método propuesto, con vuelos permanentes de aviones dedicados a expulsar los sulfatos a nivel de la mesosfera.

2- Filántropos e inversionistas como Bill Gates, Sam Altman, Rachel Pritzker, Chris Sacca y el fondo LAD Climate Fund han financiado investigaciones y startups dedicadas a SRM; el Quadrature Climate Foundation comprometió 40 millones de dólares y la Simons Foundation 50 millones.
3- La startup Make Sunsets ha realizado lanzamientos de globos con dióxido de azufre sin aprobación gubernamental; ha recaudado más de 1 millón de dólares de inversionistas como Tim y Adam Draper.
4- Según el investigador Wake Smith, aplicar SRM a escala global costaría entre 7 mil millones y 71.7 mil millones de dólares anuales; el costo depende del nivel de emisiones y de la meta de reducción de temperatura.
El texto ofrece una valiosa entrada para analizar la relación entre innovación tecnológica, crisis climática y poder económico.
Muestra cómo las élites tecnológicas de Silicon Valley están impulsando nuevas fronteras de intervención ambiental como la geoingeniería solar mediante inversiones privadas que avanzan más rápido que la deliberación científica, política o ciudadana. Esta situación plantea interrogantes cruciales sobre la gobernanza global del clima: ¿quién decide sobre tecnologías que podrían alterar los equilibrios planetarios? ¿Qué instituciones deberían regularlas y bajo qué principios de justicia climática?
Esta nos permite discutir cómo se reorganiza el campo del poder en torno al cambio climático, donde los actores tradicionales (estados, organismos multilaterales) son desplazados o condicionados por nuevos agentes privados con capacidad de acción unilateral a escala global. Además, plantea tensiones entre enfoques tecnocráticos y participativos en el diseño de soluciones climáticas, una cuestión clave para pensar políticas públicas con legitimidad democrática. Finalmente, el caso del despliegue experimental sin consulta en territorios indígenas visibiliza las dimensiones coloniales y extractivistas que pueden esconderse bajo discursos de innovación “verde”, aportando al debate sobre justicia ambiental y soberanía.
El despliegue de este tipo de tecnologías, representa un riesgo existencial en tanto no se conocen los efectos sobre las relaciones ambientales y sobre las formas de vida que recibirán eventualmente, los cambios propiciados por la geoingeniería solar.

