La crisis medioambiental que une a México y Estados Unidos

Cita: 

Karlamangla, Soumya [2025], "La crisis medioambiental que une a México y EE. UU.", The New York Times, 26 de mayo, https://www.nytimes.com/es/2025/05/26/espanol/estados-unidos/aguas-resid...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Lunes, Mayo 26, 2025
Tema: 
Sustancias tóxicas en el agua entre Tijuana e Imperial Beach: una costa inhabitable y el turismo en crisis
Idea principal: 
    Soumya Karlamangla es una periodista enfocada en retratar la diversidad y complejidad de California, con experiencia en temas de salud, política y crisis sociales. Ha trabajado en Los Angeles Times y actualmente escribe para The New York Times, donde busca explicar el impacto del estado en el panorama nacional. Finalista del Premio Livingston en 2021.

    En los años noventa del siglo XX, los gobiernos de Estados Unidos y México emprendieron una respuesta conjunta al problema de las aguas residuales procedentes de Tijuana mediante la construcción de una planta binacional (para tratar los vertidos antes de que llegaran a las playas de San Diego). No obstante, una vez concluidas aquellas primeras obras, no se realizaron nuevas ampliaciones ni mejoras, pese al explosivo crecimiento demográfico de Tijuana.

    Con el paso de los años, dichas instalaciones resultaron insuficientes para el volumen creciente de desechos urbanos e industriales, de modo que las descargas sin tratar se intensificaron de forma sostenida.

    Como consecuencia, la ciudad costera Imperial Beach acumula más de 1  200 días consecutivos de cierre de sus playas por problemas sanitarios, lo que ha provocado enormes pérdidas en el turismo, el surf y otras actividades recreativas que durante décadas habían sustentado los negocios locales, mientras que la brisa marina, cargada de sulfuro de hidrógeno y otros químicos, impregna el aire costero con un hedor a huevos podridos.

    Las filtraciones de aguas residuales han impactado gravemente la salud pública y el bienestar de la comunidad ribereña. Estudios recientes advierten que las partículas tóxicas transportadas por el agua y el aire (arsénico, metales pesados, e. coli, salmonela, hepatitis y pesticidas como el diclorodifeniltricloroetano) pueden ser muy perjudiciales si se inhalan o entran en contacto con la piel. En respuesta al hedor y los vapores nocivos, muchos hogares han tenido que sellar por completo sus ventanas.

    Las escuelas junto al río Tijuana, cuyas aguas lucen verde fluorescente y espuma química mientras neumáticos y desechos obstruyen el cauce, exponen a estudiantes y personal a contaminantes peligrosos. Serge Dedina, ex-alcalde de Imperial Beach que creció practicando surf y socorrismo, surfeó por última vez en 2019 pese a las olas perfectas de tres metros, pero al volver comprobó que el agua estaba “demasiado sucia”: “No puedo seguir haciendo esto. Es como la ruleta rusa”.

    Tras las quejas de sus empleados por los gases tóxicos, en 2022 trasladó Wildcoast, la organización medioambiental sin ánimo de lucro que dirige, fuera de Imperial Beach, y el año pasado él y su esposa se mudaron al centro de San Diego para alejarse del hedor y los riesgos para la salud.

    El impacto de la crisis trasciende Imperial Beach y llega hasta la ciudad de Coronado (un enclave adinerado conocido por el histórico Hotel del Coronado, cuya reciente renovación de 550 millones de dólares no ha evitado el cierre de playas y la caída de reservas).

    Cada día, casi 38 millones de litros de aguas residuales fluyen por el río Tijuana (de 193 km de longitud y hábitat de 370 especies de aves en la ruta migratoria del Pacífico) antes de desembocar en Imperial Beach, según la Comisión Internacional de Límites y Aguas.

    Ante ello, se han planteado soluciones provisionales como tratar el agua del río antes de que alcance los barrios ribereños y repartir purificadores de aire entre los residentes más afectados, además de propuestas a largo plazo, entre las que figura la ampliación de las plantas de tratamiento de ambos países (con un plazo estimado de al menos cinco años) y la construcción de un embudo en la planta mexicana para enviar las aguas residuales más lejos de la costa.

Datos cruciales: 

    1) Cada día fluyen 189 millones de litros por día de aguas residuales sin tratar, productos químicos industriales y basura desde Tijuana hasta el sur del condado de San Diego. Además, casi 38 millones de litros por día llegan al río Tijuana, de 193 km de longitud, antes de desembocar en Imperial Beach.

    2) La población de Tijuana supera los 2.3 millones de habitantes, impulsada en parte por fábricas estadounidenses que aprovecharon mano de obra barata. El envejecimiento de la infraestructura y las lluvias intensas han reducido aún más la capacidad de las plantas para tratar las aguas residuales.

    3) Más de 1 100 reclutas de la Marina contrajeron enfermedades gastrointestinales tras entrenar en las aguas contaminadas, según la Oficina del Inspector General Naval. Casi la mitad de los 40 900 hogares de la región ha experimentado migrañas, erupciones cutáneas y dificultades respiratorias, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos.

    4) El río Tijuana, hábitat de 370 especies de aves en la ruta migratoria del Pacífico, transporta contaminantes procedentes de fábricas y barrios marginados sin conexión al alcantarillado.

    5) La Comisión Internacional de Límites y Aguas de Estados Unidos ha asegurado 600 millones de dólares para duplicar la capacidad de su planta a 189 millones de litros por día, y la planta mexicana también trabaja en reparaciones y ampliaciones de capacidad.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    La crisis de contaminación que sufren las playas y el río Tijuana ha sido ignorada durante décadas, sin seguimiento ni acciones contundentes, hasta que el deterioro ambiental comenzó a afectar directamente los intereses económicos de empresarios hoteleros y comerciantes. Solo cuando la zona se volvió prácticamente inhabitable (con cierres prolongados de playas, fuga de turistas, daños a la salud pública y pérdidas millonarias) comenzaron a surgir propuestas y promesas de solución.

    Llama la atención que estas respuestas emergen no por un compromiso real con el medioambiente, sino porque el sistema capitalista en el que vivimos no puede permitirse que sus magnates pierdan lo que han invertido en zonas turísticas, incluso después de costosas renovaciones. Pareciera que lo ambiental solo importa cuando hay dinero en juego, y cuando no lo hay, simplemente no se prioriza. La naturaleza, una vez degradada a ese nivel, no se recupera con inversiones: se pierde, y con ella se arrastra el bienestar de generaciones presentes y futuras.