Grim reaping. Climate change will hurt the richest farmers—and the poorest
The Economist [2025], "Grim reaping. Climate change will hurt the richest farmers—and the poorest", The Economist, London, 21 de junio, https://www.economist.com/science-and-technology/2025/06/18/climate-chan...
El artículo presenta un estudio publicado en Nature por el Climate Impact Lab, que analiza los efectos del cambio climático sobre la agricultura mundial. La investigación se centra en los principales cultivos básicos que sostienen la dieta global y considera, por primera vez, un modelo de adaptación realista, construido a partir de cómo los agricultores ya responden a las variaciones climáticas en distintas regiones del mundo (dato crucial 1).
Los resultados muestran que, aunque la adaptación permitirá mitigar parcialmente los efectos negativos, no será suficiente para evitar la reducción generalizada de los rendimientos agrícolas (datos cruciales 2 y 3). Solo en el caso del arroz se anticipan beneficios derivados de cambios en la precipitación, mientras que los demás cultivos se verán afectados por el incremento de temperaturas y la mayor frecuencia de fenómenos extremos (dato crucial 4).
El impacto no será uniforme: los países más pobres enfrentarán dificultades para costear medidas de adaptación y asegurar el acceso a los alimentos, mientras que las regiones más ricas, con sistemas agrícolas altamente especializados, encontrarán obstáculos para modificar su producción (dato crucial 5 a 7). Aun así, las consecuencias recaerán con mayor dureza sobre las poblaciones vulnerables, lo que refuerza la importancia de mantener un comercio internacional abierto y sin barreras políticas, considerado por los autores como una de las estrategias más efectivas para prevenir crisis alimentarias en un mundo más cálido.
1) Se retoman las experiencias de adaptación en curso, repertoriando los cambios de los cultivos ante aumentos en la temperatura en 12 mil regiones de 54 países.
2) El estudio proyecta que, sin adaptación, los rendimientos agrícolas globales caerán 8.3% hacia 2050 y 12.7% hacia 2098, en comparación con un escenario sin cambio climático.
3) Con adaptación, las pérdidas de rendimiento se reducen solo marginalmente: 7.8% hacia 2050 y 11.2% hacia 2098.
4) La gráfica 1 representa el cambio porcentual proyectado en rendimientos de cuatro cultivos clave (maíz, soya, trigo y sorgo) bajo un escenario de emisiones moderadas (RCP 4.5) para el periodo 2015–2098. Los colores van de azul (aumento de hasta 100% en rendimientos) a rojo intenso (reducción de hasta 100%).

5) Cada grado adicional de aumento en la temperatura media global reducirá la disponibilidad de alimentos en 120 calorías por persona al día, lo que equivale a 4.4% de la ingesta diaria recomendada.
6) En los países más pobres, la capacidad de producción de alimentos disminuirá aproximadamente 13% bajo un escenario de bajas emisiones, y hasta 28% bajo uno de altas emisiones.
7) En los países más ricos, la reducción proyectada será superior a 19% en un escenario de bajas emisiones, y hasta 41% en el de altas emisiones, debido a la dificultad de adaptar sistemas agrícolas intensivos y especializados.
El estudio sobre los impactos del cambio climático en la agricultura revela la fragilidad de un sistema alimentario global que depende de pocos cultivos básicos y de una alta especialización productiva. Aunque el artículo se concentra en los rendimientos y en la capacidad de adaptación de los agricultores, deja en segundo plano a los actores empresariales que estructuran estas cadenas: las grandes corporaciones semilleras, agroquímicas y comercializadoras que definen qué se cultiva, cómo se produce y bajo qué condiciones se accede a la tecnología. Ese vacío permite abrir una línea de análisis sobre el papel de las empresas transnacionales en la configuración de las respuestas frente al cambio climático, así como sobre las formas de dependencia tecnológica y económica que generan en el campo.
Al mismo tiempo, la investigación señala que la adaptación solo podrá mitigar parcialmente las pérdidas y que la producción alimentaria se reducirá en distintas escalas. Este hallazgo se conecta con la discusión sobre el colapso sistémico, pues evidencia que los riesgos climáticos no son externos al sistema agroindustrial, sino que lo atraviesan y lo intensifican. En este sentido, resulta central examinar cómo las propias empresas transnacionales, al impulsar monocultivos extensivos y modelos altamente emisores, no solo se ven afectadas por el cambio climático, sino que también contribuyen activamente a profundizarlo.
Finalmente, el artículo resalta la importancia del comercio internacional abierto como estrategia para evitar crisis alimentarias, pero no explora quién controla realmente esos flujos ni cuáles son las consecuencias de que un reducido grupo de corporaciones transnacionales concentre gran parte del intercambio mundial. La dimensión política del comercio y la soberanía alimentaria de los estados quedan en segundo plano, a pesar de que allí se juegan tensiones cruciales entre intereses corporativos, políticas públicas y las demandas sociales por garantizar el acceso a los alimentos. Este es un espacio fértil para nuevas investigaciones que cuestionen la gobernanza global de la alimentación y los límites de los estados frente al poder de las grandes empresas.

