Introducción. El mundo necesita una sacudida
Castro, Diego y Huáscar Salazar [2023], "Introducción. El mundo necesita una sacudida", Diego Castro y Huáscar Salazar (coordinadores), América Latina en tiempos revueltos. Claves y luchas renovadas frente al giro conservador, Montevideo y Cochabamba, ZUR / Excepción / Libertad bajo palabra, pp. 5-18, https://libertadbajopalabraz.files.wordpress.com/2021/04/americalatina-e...
Huáscar Salazar
Es activista e investigador boliviano sobre las luchas comunitarias en Bolivia y el Estado Plurinacional; editor de la revista El Apatle y autor de "Se han adueñado del proceso de lucha. Horizontes comunitario-populares en tensión y la reconstitución de la dominación en la Bolivia del MAS".
Diego Castro
Participa en el colectivo Zur, es docente en la Universidad de Uruguay e investiga sobre luchas sociales y movimientos sociopolíticos en Uruguay y América Latina.
Desde su inicio, la lectura coloca en el centro la insostenibilidad del modo industrial de producción de alimentos y muestra cómo la pandemia profundiza tensiones económicas, sociales y políticas. Esta experiencia global reveló la interdependencia de las vidas humanas y no humanas y abrió un campo de reflexión sobre el modelo capitalista basado en la autosuficiencia individual.
El análisis se despliega en dos grandes direcciones. Por un lado, examina progresismos en crisis y su relación con el ascenso de nuevas derechas. Por otro, destaca luchas orientadas a la reproducción de la vida que interpelan el orden dominante sin convertir la toma del Estado en objetivo central. La oleada de movilizaciones de 2019 en Chile, Ecuador, Colombia, Haití, Perú y Guatemala, así como el plebiscito chileno de 2020, expresa esa búsqueda de alternativas desde abajo.
El ciclo progresista muestra desgaste estructural. La etapa de bonanza extractiva terminó y el consenso redistributivo se resquebró. Aunque mantiene peso electoral, su capacidad de transformación disminuye y en ocasiones se celebra el crecimiento como fin, incluso con el lema de “salir del extractivismo con extractivismo”. En este terreno se fortalecen derechas externas e internas, alimentadas por vetas conservadoras presentes en las propias izquierdas, mientras una polarización creciente desactiva la política de lo común y permite que ambos polos reproduzcan un mismo patrón de acumulación.
La crítica a una racionalidad de izquierda hegemónica es central. Este enfoque tiende a reducir el presente a una elección entre “mal menor” y “mal mayor”, a simplificar y jerarquizar los argumentos y a bloquear la disidencia mediante discursos maniqueos y “palabras mágicas”. Cuando sus ideas se agotan, vuelve a comenzar el mismo procedimiento, desgastando las energías sociales sin tocar las raíces de la dominación.
En contraste, luchas feministas, territoriales y anti-extractivas irrumpen como fuerzas que alteran la textura del mundo. Movimientos de mujeres sacuden hogares, escuelas, centros de trabajo y organizaciones, revelando relaciones de poder que la gran izquierda suele reproducir. Comunidades indígenas y redes urbano-rurales afirman la disyuntiva vida o capital, impulsan autonomía alimentaria, defienden bienes comunes y priorizan valores de uso sobre el consumo, proponiendo comunalizar los medios de vida y abandonar la “religión colonial del desarrollo”.
En Chile, las protestas de 2019 cuestionaron las bases del modelo neoliberal impuesto durante la dictadura. Tras meses de movilización y asambleas populares, se convocó a un plebiscito nacional el 25 de octubre de 2020, un proceso de consulta ciudadana que preguntó si la población quería una nueva Constitución y qué tipo de órgano debía redactarla.
La amplia mayoría aprobó reemplazar la Carta de 1980, considerada una pieza central del neoliberalismo chileno, y decidió que la redacción la realizara una Convención Constitucional elegida por voto popular y con paridad de género. Este hito abrió un camino hacia un nuevo pacto social, impulsado desde abajo, que reconoce derechos colectivos, cuestiona el individualismo y busca integrar la diversidad de pueblos originarios en el marco de un posible Estado plurinacional.
En Bolivia, la noción de Estado Plurinacional nació de las luchas indígenas para plasmar la convivencia de múltiples naciones en un marco de autonomía social y reconocimiento cultural. Sin embargo, esa aspiración terminó absorbida por un nacionalismo populista, donde la gestión progresista reforzó la centralización estatal y sostuvo un modelo extractivista. La continuidad de las políticas económicas entre los gobiernos de Evo Morales y Jeanine Añez reveló que la expansión capitalista y los megaproyectos pueden mantenerse sin importar los cambios de signo político.
Por ello se plantea deconstruir el mito de los nacionalismos de izquierda y fortalecer una acción política fuera y contra el Estado y el capital, centrada en la comunalización de los medios de vida.
Los capítulos de la obra amplían este panorama. Se abordan la memoria de las luchas, que requiere despatriarcalización y desestatalización; la alianza religiosa en Ecuador que alimenta procesos de derechización con su oposición a las “ideologías de género”; la continuidad de políticas extractivas en Bolivia aun con cambios de gobierno; y la persistencia de megaproyectos en México, que mantienen un patrón primario exportador sin ruptura estructural. Estas reflexiones convergen en la necesidad de pensar la política por fuera y contra el Estado y el capital, buscando revoluciones desde abajo que fortalezcan la vida.
1) En 2020, la pandemia reordenó el debate global: más de cien millones de contagios y más de dos millones de muertes evidenciaron la fragilidad del modelo alimentario industrial y la interdependencia entre las vidas humanas y no humanas.
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El libro expone que ni derechas ni izquierdas conservan pureza ni estabilidad, pero parece no abordar una pregunta incómoda: si esos polos se desdibujan con tanta facilidad, qué garantiza que los movimientos de choque, incluidas las luchas feministas y las luchas territoriales indígenas, no terminen absorbidos por el mismo poder que dicen enfrentar.
En un capitalismo volátil y voraz, las resistencias que hoy parecen radicales pueden volverse mercancía, agenda encubierta o simple espectáculo político. El mercado y las élites saben capitalizar símbolos, discursos y territorios; convierten la rebeldía en nicho de inversión, las demandas en moda y las comunidades en plataformas de rentabilidad.
Nada asegura que esas luchas, por legítimas que sean, estén a salvo de la cooptación. Sin mecanismos que preserven su autonomía, corren el riesgo de alimentar el mismo sistema que buscan derribar, reforzando la maquinaria de acumulación y control que denuncian.

