TSMC. The world's biggest chipmaker needs to move beyond Taiwan

Cita: 

The Economist [2025], "TSMC. The world's biggest chipmaker needs to move beyond Taiwan", The Economist, 23 de agosto, https://www.economist.com/briefing/2025/08/21/the-worlds-biggest-chipmak...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Agosto 23, 2025
Tema: 
Los retos para TSMC
Idea principal: 

    Taipei, una ciudad de más de dos millones de habitantes, se detuvo por completo durante un simulacro de defensa civil ante una posible invasión china, al mismo tiempo que los directivos de TSMC celebraban una reunión para anunciar resultados récord. Esta coincidencia reflejó el contraste entre la tensión política que enfrenta Taiwán y el éxito económico de su empresa más importante, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC), líder mundial en la fabricación de chips.

    TSMC domina el mercado global de semiconductores. Sin embargo, su creciente poder también la convierte en una fuente de vulnerabilidad estratégica.

    Tradicionalmente, TSMC fabricaba todos sus chips avanzados en Taiwán, pero la creciente tensión geopolítica con China la ha llevado a iniciar una costosa expansión internacional. Replicar la precisión técnica de sus operaciones taiwanesas y reducir el riesgo geopolítico representa un desafío complejo para la compañía.

    A pesar de su tamaño e influencia, TSMC mantiene una cultura de discreción. Según su director financiero, Wendell Huang, la empresa prefiere mantener un perfil bajo y aún se adapta al creciente escrutinio público. Esta filosofía proviene de su fundador, Morris Chang, quien en 1987 apostó por un modelo de negocio innovador: fabricar chips diseñados por otras empresas. Su enfoque especializado permitió a TSMC alcanzar niveles de eficiencia y calidad inigualables, superando a competidores como Intel y Samsung.

    El éxito de TSMC transformó por completo la industria de los semiconductores. Su modelo de “foundry pura” permitió el surgimiento de firmas fabless, centradas solo en el diseño, como Nvidia, que reconocen que su existencia depende de TSMC. Aunque otros intentaron imitar su estrategia, ninguno logró mantenerse a la vanguardia tecnológica. Hoy, TSMC no solo es el corazón del ecosistema global de chips, sino también un actor crucial en el equilibrio económico y geopolítico mundial (datos cruciales 1 y 2).

    Chips con todo

    El dominio de TSMC en la industria de los semiconductores se basa en su capacidad para fabricar los chips más avanzados del mundo. Siguiendo la ley de Moore —según la cual la potencia de los procesadores se duplica cada dos años gracias a la miniaturización de los transistores—, la empresa ha logrado integrar millones de transistores en espacios microscópicos. Sus fábricas son instalaciones gigantescas y ultralimpias, como la Fab 18 en Tainan, que produce chips con precisión nanométrica. Esta combinación de tecnología, escala y eficiencia le permite alcanzar niveles de calidad inigualables y mantener una posición dominante en el mercado global.

    La disciplina interna de TSMC es otro de sus pilares. La empresa se considera ante todo una manufacturera, caracterizada por una cultura de mejora continua y obsesión por la perfección. Sus empleados buscan constantemente optimizar procesos, y cualquier innovación o corrección se replica rápidamente en todas sus plantas (dato crucial 3).

    En los últimos años, el papel de TSMC ha pasado de ser el de un fabricante discreto al de una infraestructura estratégica global. La dependencia mundial de sus chips quedó en evidencia durante la pandemia, lo que llevó a Estados Unidos a promover la producción local mediante el *CHIPS Act*. En respuesta, TSMC incrementó sus inversiones en Arizona hasta superar los 100.000 millones de dólares, impulsada por las presiones tanto del presidente Biden como de Donald Trump. De este modo, la empresa se ha convertido no solo en el corazón tecnológico del mundo digital, sino también en un actor clave dentro de la geopolítica global.

    Arizona

    Algunos funcionarios estadounidenses han sugerido que TSMC colabore con Intel para revitalizar el negocio de fundición de esta última, pero la empresa taiwanesa ha rechazado la idea de forma tajante. Su director financiero, Wendell Huang, comparó esa alianza con “verter gasolina en un motor diésel”, subrayando que los procesos de ambas compañías son incompatibles. Aunque el gobierno estadounidense considera invertir directamente en Intel, sus intentos de convencer o presionar a TSMC para aumentar su producción fuera de Taiwán coinciden, en cierta medida, con los propios intereses de la empresa, que se ha vuelto demasiado grande para las limitaciones físicas y demográficas de la isla.

    El crecimiento de TSMC plantea retos estructurales en Taiwán (dato crucial 4). TSMC ha apostado por un ambicioso plan internacional, con nuevas fábricas en Japón, Alemania y, sobre todo, en Arizona (EE. UU.), donde prevé operar hasta seis plantas. No obstante, el proceso ha enfrentado obstáculos burocráticos y logísticos, ya que la empresa se encontró con retrasos en la obtención de permisos y con costos operativos más altos (dato crucial 5).

    Uno de los mayores desafíos es trasladar la cultura laboral de TSMC fuera de Taiwán. Su modelo se basa en una ética de trabajo intensa y colectiva, difícil de replicar en otros entornos. Para intentar reproducirla, más de mil ingenieros estadounidenses han sido entrenados en sus fábricas de Tainan, mientras un número similar de taiwaneses se ha trasladado a Arizona. A largo plazo, la empresa espera que la automatización reduzca la necesidad de este intercambio, aunque expertos advierten que las fábricas de TSMC aún dependen en gran medida de personal altamente cualificado. Así, su expansión global no solo implica un reto tecnológico, sino también cultural y humano.

    Armadura de silicón

    TSMC, considerada en Taiwán como “la montaña sagrada que protege al país”, tiene un papel estratégico que va más allá de la economía. Su importancia se basa en la idea del silicon shield: mientras China dependa de los chips taiwaneses, será menos probable que ataque la isla. Sin embargo, esta interdependencia convierte su expansión global en un dilema político. Taiwán debe mantener parte crucial de la producción en casa para conservar su valor estratégico, al mismo tiempo que responde a la presión de sus aliados, que buscan reducir su dependencia tecnológica del país.

    Las crecientes tensiones entre China, Estados Unidos y Europa han agravado esta situación. Desde 2019, los Países Bajos y Estados Unidos han impuesto restricciones que limitan el acceso de China a la tecnología de chips más avanzada, lo que podría aumentar el riesgo de un conflicto. Una invasión china tendría efectos devastadores: las fábricas de TSMC quedarían inoperativas o incluso podrían ser destruidas, provocando un colapso mundial en la cadena de suministro de semiconductores y una crisis económica global.

    Pese a estos riesgos, TSMC mantiene una actitud prudente y enfocada en la estabilidad. Aunque ha expandido su producción a Estados Unidos, Japón y Alemania, la mayor parte de su tecnología y desarrollo seguirá concentrada en Taiwán. La empresa también enfrenta desafíos internos, como la competencia de Samsung e Intel, la posible desaceleración del auge de la inteligencia artificial y los ciclos naturales de la industria. Su reto más grande, sin embargo, es conservar su cultura de disciplina, innovación y resiliencia al convertirse en una compañía verdaderamente global.

Datos cruciales: 

    1. Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) produce 66% de todos los chips fabricados por terceros y más de 90% de los más avanzados, usados en teléfonos inteligentes, centros de datos y dispositivos de inteligencia artificial. Su tecnología impulsa a gigantes como Nvidia, AMD, Apple, Microsoft y Amazon. El auge de la inteligencia artificial ha disparado la demanda de sus productos, elevando sus ingresos de 24 000 millones de dólares en 2014 a 88 000 millones en 2024, y su valor de mercado a un billón de dólares.

    2. En los últimos cinco años, TSMC, ha invertido 190 000 millones de dólares en nuevos proyectos, principalmente en Estados Unidos, donde construye seis fábricas de última generación en Arizona.

    3. TSMC logró en 2024 un margen de beneficio de 40%, muy superior al de sus competidores. Aunque podría aprovechar su poder para cobrar más, prefiere mantener relaciones de confianza con clientes como Nvidia, Apple o AMD, conscientes de que su éxito depende del de ellos.

    4. En 2023 TSMC consumía cerca de 8% de la electricidad nacional y se estima que para 2030 utilizará casi una cuarta parte. A ello se suman la escasez de ingenieros, derivada del envejecimiento poblacional y de una tasa de natalidad muy baja, así como la falta de espacio para nuevas plantas. Su nueva fábrica en Kaohsiung, construida sobre una antigua refinería, evidencia lo complicado que resulta encontrar terrenos adecuados para su expansión doméstica.

    5. La primera planta de TSMC ya produce chips para Apple con rendimientos comparables a los de Taiwán, aunque con un sobrecosto de hasta 20%. Aun así, la compañía confía en que los clientes valorarán la estabilidad y seguridad que supone diversificar la cadena de suministro.

    6. La gráfica 1 muestra la evolución de la capitalización de mercado de TSMC.

    7. La gráfica 2 muestra los ingresos por obleas por tamaño de nodo en nanómetros en miles de millones de dólares, para TSMC.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    El caso de TSMC conecta bien con los descriptores, al mostrar cómo la innovación tecnológica, la organización productiva y la geopolítica se entrelazan en la economía global. Por un lado, evidencia cómo la especialización y la disciplina organizacional pueden generar ventajas competitivas sostenidas en una industria intensiva en capital y conocimiento. Por otro, refleja los límites de un modelo de concentración productiva en un territorio expuesto a riesgos geopolíticos, lo que obliga a diversificar sin perder el “escudo de silicio” que garantiza la relevancia estratégica de Taiwán. Asimismo, ilustra la tensión entre competitividad industrial, dependencia de energía y talento, y presiones de aliados para reubicar parte de la producción. En suma, el artículo permite analizar cómo las cadenas globales de valor en semiconductores redefinen la relación entre poder económico, tecnología y seguridad internacional.