La deriva neoliberal de los cuidados. Apuntes para una revisión crítica de los cuidados en los espacios colectivos

Cita: 

Escuela de las periferias [2024], La deriva neoliberal de los cuidados. Apuntes para una revisión crítica de los cuidados en los espacios colectivos, La Villana de Vallekas, https://lavillana.org/la-deriva-neoliberal-de-los-cuidados/

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
2024
Tema: 
La neoliberalización de los cuidados y su impacto en los espacios colectivos
Idea principal: 

    El texto surge del colectivo Escuela de las periferias, vinculado al centro social La Villana de Vallekas, y reflexiona sobre cómo el discurso de los cuidados, antes asociado a una ética emancipadora y comunitaria, ha adquirido una deriva neoliberal. El colectivo parte de su propia práctica política para analizar cómo este concepto, extendido hoy en los movimientos sociales y la cultura popular, se ha vaciado de contenido al convertirse en un mandato moral y terapéutico.

    Actualmente, “poner los cuidados en el centro” es una consigna repetida en espacios feministas y militantes. Sin embargo, el uso cotidiano de esta frase ha originado contradicciones: el cuidado aparece simultáneamente como un gesto solidario y como un dispositivo que refuerza dinámicas capitalistas e individualistas.
    El objetivo del texto no es definir una teoría del buen cuidado, sino examinar críticamente cómo se usa la palabra y qué subjetividades produce, para recuperar su dimensión colectiva y emancipadora.

    ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?

    El artículo explica que los cuidados son una práctica esencial para la existencia humana, históricamente invisibilizada por el patriarcado. Durante décadas, el feminismo los colocó en el centro de la agenda política para reconocer el trabajo no remunerado que sostiene la vida. Sin embargo, aquello que fue una conquista política se ha transformado en una práctica individualizada y moralizante. En una sociedad cada vez más precarizada, las personas asumen los cuidados como tareas personales para sobrevivir o gestionar su bienestar emocional.

    Ejemplos de ello son las rutinas de autocuidado, las dinámicas de “gestión emocional” y las redes digitales que promueven la empatía o la “autoestima feminista”. Estas formas, aunque bien intencionadas, reproducen la lógica neoliberal del rendimiento: se exige a cada individuo administrar su energía y evitar el conflicto como si fuera una empresa personal.

    El resultado es una reducción del horizonte político: el cuidado deja de ser un proyecto de sostenimiento colectivo de la vida y se convierte en un mecanismo para aliviar malestares individuales.

    Los cuidados como exigencia moral

    Las autoras señalan que los cuidados gozan de un prestigio incuestionable que impide la crítica. Se asumen como sinónimo de buena práctica, mientras que su ausencia se interpreta como falta ética. En este contexto, reclamar que alguien “no ha cuidado” se convierte en una forma de adquirir poder moral. Esta dinámica produce una circulación de la culpa y la deuda: quien se siente descuidado ocupa el lugar de la víctima, y quien no cuidó asume una posición deudora. Así, el cuidado pierde su sentido político y se transforma en una herramienta de control.

    El texto denomina a esta lógica “uso perverso de los cuidados”. Bajo ella, las personas trasladan sus malestares al colectivo y exigen reparación, lo que impide el diálogo y genera tensiones entre necesidades individuales. De este modo, el cuidado deja de ser una práctica que fortalece los vínculos y se convierte en un dispositivo de exigencia moral que debilita los espacios comunes.

    De «lo personal es político» a «lo político es lo personal»

    Una de las tesis centrales del texto es que la famosa consigna feminista “lo personal es político” ha sido invertida. En su origen, esta idea permitió reconocer cómo las estructuras de dominación —patriarcado, capitalismo y colonialismo— operaban también en la vida privada.

    Hoy, sin embargo, muchos espacios militantes interpretan todo malestar individual como un problema político. Esta inversión desplaza la acción colectiva hacia la gestión de emociones personales. Las autoras describen cómo las asambleas o colectivos se transforman en lugares de terapia, donde se prioriza la contención y la validación afectiva sobre los objetivos comunes. Esta terapeutización de la militancia sustituye la organización por el acompañamiento emocional.

    El riesgo de este proceso es que todo conflicto se perciba como violencia y todo malestar como abuso. Así, se pierde la posibilidad de confrontar ideas y se consolida una política del bienestar personal que desactiva la transformación estructural. El texto advierte que los colectivos no deben funcionar como clínicas de reparación, sino como espacios de lucha que generen autonomía y respuestas colectivas a los problemas sociales.

    Cuidados y punitivismo

    La noción de “espacio seguro” surgió como una herramienta feminista y queer para garantizar entornos libres de violencia. No obstante, el artículo sostiene que esta práctica ha sido cooptada por una lógica punitiva, en la que la seguridad se confunde con la ausencia de toda incomodidad.

    En este modelo, cualquier conflicto o expresión intensa se considera violencia, y se recurre a medidas de exclusión o censura para mantener la armonía. El resultado es una autocensura generalizada: las personas evitan expresar desacuerdos o emociones fuertes por miedo a ser señaladas como “no cuidadosas”.

    Las autoras proponen distinguir entre violencia real e incomodidad política. Si un espacio elimina toda fricción, también elimina la posibilidad de transformación. El texto plantea que los cuidados auténticos no consisten en suprimir tensiones, sino en construir herramientas para atravesarlas colectivamente. Los conflictos son inevitables y pueden ser espacios de aprendizaje político si se abordan con honestidad y compromiso.

    La crítica no niega la necesidad de entornos seguros, sino que propone una seguridad basada en la responsabilidad común, no en la represión de la diferencia.

    Cuidados y neoliberalismo

    El neoliberalismo se entiende en el texto como un régimen biopolítico, es decir, una forma de poder que moldea las subjetividades y organiza la vida cotidiana. Según el colectivo, este régimen ha penetrado incluso en las prácticas más críticas, como las del cuidado.

    Este mismo régimen promueve la idea de que el cambio social puede lograrse mediante el cambio individual. Bajo esta premisa, el bienestar personal se vuelve la medida de lo político. Esta ideología produce una individualización de las opresiones: cada persona se responsabiliza de resolver sus problemas emocionales o materiales sin cuestionar las estructuras que los generan. Así, se consolida una cultura de la introspección, el narcisismo y la competencia afectiva.

    El texto advierte que esta psicologización de la vida política reemplaza las categorías estructurales —clase, género, poder, territorio— por categorías terapéuticas como “apego”, “necesidad” o “gestión emocional”.
    En consecuencia, las relaciones dentro de los colectivos se vuelven instrumentales: se valora al otro por su capacidad de brindar bienestar o contención. El cuidado deja de ser cooperación y se convierte en capital emocional, una forma de rentabilidad afectiva.

    Frente a esta lógica, las autoras insisten en que los cambios individuales no transforman el sistema. Solo la creación de comunes sólidos —espacios, instituciones y redes de ayuda mutua— puede generar autonomía y resistencia ante las opresiones.

    La subjetividad de los cuidados

    El texto examina las subjetividades que produce la deriva neoliberal de los cuidados. Afirma que esta lógica fomenta la posición de víctima: quien exige cuidado a posteriori inocula culpa y deuda en el otro.
    Esta relación asimétrica produce cuerpos dependientes que esperan soluciones externas y evitan asumir responsabilidad política. Las autoras utilizan el pensamiento de Michel Foucault para señalar que la liberación no consiste solo en romper las cadenas, sino en construir prácticas de libertad, es decir, modos de actuar cuando ya se es libre.

    Desde esta perspectiva, cuidar no es eliminar el conflicto ni pedir reparación constante, sino aumentar la capacidad de acción de todas. El cuidado auténtico es aquel que amplía las posibilidades de vida, no el que las restringe a la esfera emocional.

    El texto denuncia que la perversión de los cuidados genera una subjetividad infantilizada, incapaz de sostener el desacuerdo o la tensión. En cambio, propone una subjetividad corresponsable, basada en la parresía —la valentía de hablar con franqueza y asumir las propias palabras— como condición del cuidado político.

    Entonces ¿cuidar qué? ¿Cuidar cómo?

    En lugar de ofrecer una definición cerrada, el colectivo propone reconstruir la práctica del cuidado desde lo común. Cuidar no significa evitar todo malestar, sino crear estructuras que sostengan la vida colectiva.
    El texto ejemplifica esta idea con un caso ocurrido en su centro social: una compañera que no podía participar plenamente en una asamblea por cuidar a su hijo propuso organizar una ludoteca. Su acción transformó un problema personal en un dispositivo colectivo de ayuda mutua.

    Este ejemplo demuestra que el cuidado auténtico surge cuando alguien convierte su necesidad en una oportunidad para fortalecer la comunidad. De esta manera, los cuidados se desindividualizan y se convierten en prácticas emancipadoras. En este apartado se menciona que cualquier forma de cuidado que no contribuya a la emancipación colectiva carece de valor político. Cuidar debe implicar generar autonomía, fortalecer los vínculos y ampliar las posibilidades de acción común.

    La reflexión final del colectivo llama a recuperar la ética de los cuidados como práctica de libertad y no como mandato moral. Esto exige desplazar la atención del yo al nosotras: construir infraestructuras que garanticen la sostenibilidad de la vida en común. Así los cuidados deben dejar de ser un lenguaje vacío o un gesto terapéutico para convertirse en acciones materiales y políticas que sostengan a las comunidades frente a la precariedad. Solo así podrán cumplir su función original: ampliar la agencia colectiva y abrir horizontes de emancipación que desafíen la lógica neoliberal.

Datos cruciales: 

    1) La terapeutización de los espacios militantes produce una sobrecarga emocional y moral, desplazando la organización estructural hacia la gestión del yo.

    2) El neoliberalismo individualiza las opresiones y convierte el cuidado en capital emocional.

    3) Advierte que la noción de “espacios seguros” ha derivado en prácticas punitivas que priorizan las formas de interacción sobre los contenidos políticos, fomentando la autocensura y debilitando los procesos colectivos.

    4) Identifica que la psicologización y la terapeutización de los espacios políticos desplazan los objetivos emancipadores hacia la gestión de malestares subjetivos, diluyendo el carácter transformador de la acción colectiva.

    5) La reconstrucción de los comunes requiere estructuras colectivas sostenidas (p. ej., dispositivos de apoyo mutuo como la ludoteca), orientadas a la autonomía comunitaria.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    El artículo aporta elementos relevantes para las líneas de investigación del LET, ya que muestra cómo el discurso de los cuidados, en principio crítico frente al capitalismo, ha sido cooptado por lógicas neoliberales que moldean prácticas cotidianas y subjetividades colectivas. Esta lectura se vincula directamente con el combate y adaptación frente a la destrucción del ambiente, pues la neoliberalización de los cuidados opera como un mecanismo de adaptación subjetiva a la precariedad estructural, desplazando las posibilidades de acción colectiva transformadora. En lugar de cuestionar a los agentes responsables de la explotación y degradación de la vida, las prácticas de cuidado neoliberalizadas generan formas de gestión individual del malestar. Esto permite entender cómo el capital no solo destruye el ambiente material, sino que captura el terreno simbólico y afectivo desde donde podría surgir resistencia.

    El artículo no desarrolla ejemplos directos de corporaciones o sectores económicos, pero deja abierta la posibilidad de investigar cómo las industrias culturales, terapéuticas y de servicios han mercantilizado el lenguaje del cuidado. Empresas que ofrecen desde programas de bienestar corporativo hasta plataformas digitales de autoayuda se benefician de esta resignificación, transformando la demanda política de cuidados en nichos de mercado. Aquí se identifica un vacío importante del texto: no se documentan los vínculos concretos entre la retórica de los cuidados y la estrategia empresarial, lo cual podría constituir una nueva línea de investigación para el LET.

    En cuanto al análisis de la neoliberalización de los cuidados revela cómo los Estados también han incorporado este lenguaje en políticas sociales de bajo costo, trasladando la responsabilidad del sostenimiento de la vida a familias, comunidades y organizaciones. Sin embargo, el artículo no examina cómo estas políticas se articulan con las empresas transnacionales ni cómo éstas capturan los beneficios de ese desplazamiento. Para el LET, resultaría pertinente estudiar cómo la cooptación de la noción de cuidados refuerza la legitimidad de los Estados neoliberales y abre espacios de acumulación de capital para corporaciones vinculadas a la salud, la psicología de consumo o el bienestar empresarial.

    El texto es valioso para comprender la dimensión subjetiva y cultural del neoliberalismo y su capacidad de penetrar incluso en prácticas emancipadoras como los cuidados. No obstante, deja vacíos analíticos que pueden dialogar con las líneas del LET: rastrear cómo se materializa la captura empresarial del discurso de los cuidados, cómo se articula con políticas estatales y cómo afecta las luchas socioambientales al desplazar la atención de los conflictos estructurales hacia la gestión individual del malestar. Estos puntos constituyen posibles líneas de investigación para fortalecer el análisis de la relación entre subjetividades neoliberales, empresas transnacionales y procesos de destrucción ambiental.