Mallas, nodos y márgenes. La geografía mundial de ocupación militar de Estados Unidos en el nuevo contexto estratégico

Cita: 

Herrera, David [2024], "Mallas, nodos y márgenes. La geografía mundial de ocupación militar de Estados Unidos en el nuevo contexto estratégico", Zavaleta, Sandra (coordinadora), Resonancias de la militarización en la seguridad humana, CDMX, UNAM, http://ciid.politicas.unam.mx/www/libros/9786073088916.epub

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2024
Tema: 
La red global de bases militares de Estados Unidos: geografía estratégica, seguridad transnacional y contradicciones de poder
Idea principal: 

    David Herrera Santana es Profesor de Carrera de Tiempo Completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es doctor en Ciencias Políticas y Sociales, maestro y licenciado en Relaciones Internacionales por la misma universidad. Su investigación aborda la geopolítica, la hegemonía mundial y la estrategia de Estados Unidos.


    Introducción

    El despliegue militar estadounidense funciona como una de las expresiones más visibles de la militarización mundial. A través de una vasta red de bases, equipos y personal, el Pentágono mantiene una presencia que rebasa sus fronteras nacionales y se proyecta en múltiples regiones. Aunque la mayoría de los territorios administrados se concentran en Estados Unidos, la fracción exterior, aparentemente menor, constituye el soporte estratégico de su dominio global.

    La expansión de este orden militar no puede entenderse únicamente como un fenómeno castrense. También refleja la unión entre economía de guerra, industrias armamentistas y gobiernos con inclinaciones autoritarias, que encuentran en la presencia de fuerzas militares un mecanismo de control y de legitimación política. A esto se suma el uso dual de tecnologías civiles y militares, lo que refuerza la imbricación entre seguridad, economía y poder político.

    El capítulo propone examinar cómo se consolidó esta geografía militar y por qué se transformó en una red capaz de sostener nodos centrales y componentes periféricos, desde grandes bases en potencias aliadas hasta islas remotas convertidas en enclaves logísticos. Además, se centra en los factores estratégicos que redefinen estas prácticas y en las contradicciones que surgen de un proceso que asegura la hegemonía estadounidense, pero, al mismo tiempo, amenaza la posibilidad de construir un futuro viable para la seguridad humana en el siglo XXI.

    La Geografía Mundial de Ocupación Militar de Estados Unidos

    Después de la Segunda guerra mundial, Estados Unidos construyó una red militar de escala planetaria para asegurar su dominio. Su lógica fue proyectar influencia en cada región, contener enemigos, garantizar recursos estratégicos y frenar a gobiernos o movimientos vistos como riesgosos. Esa geografía militar sostuvo la paz americana y reforzó el capitalismo occidental bajo el impulso del complejo industrial-militar y del estado de guerra. Desde la Guerra Fría, este entramado tomó forma de retícula, con capacidad de adaptarse y resistir riesgos globales.

    El Pentágono desplegó bases, tropas y armamento en nodos estratégicos y en territorios periféricos. Los nodos principales se ubican en Japón, Alemania, Italia, Corea del Sur, Reino Unido, Guam y España, donde se concentra infraestructura, personal y equipos listos para asegurar flujos y garantizar reacción inmediata. Las islas Wake, Marshall, Marianas del Norte, Samoa Americana, Jeju, Hawái, Okinawa, Islas Vírgenes y Diego García funcionan como puntos de entrenamiento, pruebas de misiles y enclaves logísticos, además de integrarse al Sistema antimisiles en algunos casos.

    Estas ocupaciones siguen la lógica del unilateralismo en la acción, que busca operar sin limitaciones políticas por parte de países soberanos. En esos territorios insulares se impone el colonialismo militar, con despojo territorial, desplazamiento de poblaciones e instrumentalización de la tierra. Aunque existen resistencias locales, la red en conjunto asegura vigilancia sobre océanos, pasos internacionales y rutas de circulación mundial, convirtiéndose en la base material del poder estadounidense.

    El Nuevo contexto estratégico: capitalismo fragmentario, riesgos sistémicos, resiliencia y adaptación en la lógica de militarización mundial

    En los años setenta del siglo XX, el contexto mundial cambió de manera profunda y transformó el despliegue militar de Estados Unidos. La crisis de sobreacumulación llevó a reubicar sectores productivos en distintas regiones, lo que dio origen a cadenas globales de aprovisionamiento. Ese proceso configuró un capitalismo fragmentario que depende de infraestructuras de gran escala, proyectos logísticos y un control permanente de flujos que permiten articular territorios dispersos en una red mundial.

    Al mismo tiempo se intensificó la competencia intercapitalista. El dominio que las corporaciones estadounidenses mantuvieron en los años cincuenta y sesenta, cedió terreno a capitales europeos y japoneses entre 1970 y 1990. En el siglo XXI, la entrada de corporaciones chinas en sectores como finanzas, telecomunicaciones, energía, minería y tecnología, profundizó la disputa. La presión se concentró en torno al eje finanzas, extracción y logística, convertido en el núcleo de la economía global.

    Otro factor determinante fueron los riesgos sistémicos. Desde los años sesenta del siglo XX, surgió la idea de que sistemas vitales, como transporte, energía, comunicación y seguridad, podían colapsar por eventos no intencionales. Fenómenos como el cambio climático, epidemias o pandemias, se identificaron como amenazas que podían interrumpir de manera duradera la reproducción capitalista. La noción de sociedad del riesgo mostró que las vulnerabilidades no dependen solo de ataques externos, sino de las contradicciones propias de la modernidad.

    La seguridad también cambió de escala. Los antiguos perímetros nacionales resultaron obsoletos y dieron paso a sistemas supranacionales que operan en forma de red. Lo central dejó de ser el control territorial fijo para convertirse en la vigilancia de cadenas de aprovisionamiento. En este esquema los sistemas vitales de seguridad funcionan gracias a la conectividad, y tanto los nodos estratégicos como los componentes marginales mantienen la cohesión del entramado militar.

    El océano Pacífico se convirtió en un espacio decisivo. Hacia 2012, Estados Unidos adoptó una estrategia geopolítica conocida como Pivote del Pacífico, destinada a contener a China y asegurar rutas comerciales. Posteriormente, esa estrategia se amplió hacia el Indo-Pacífico, concebido como zona prioritaria para desplegar vigilancia, disuasión y control logístico. Esta región se consolidó como eje de la mirada geoestratégica estadounidense.

    El cambio climático entró en la agenda de seguridad como un multiplicador de amenazas. El aumento del nivel del mar y el deshielo comprometen instalaciones militares, personal y cadenas logísticas, además de intensificar la competencia por recursos y rutas en el Ártico. En 2020 y 2021 la pandemia de SARS-CoV-2 interrumpió sistemas vitales y cadenas globales, demostrando que las mismas infraestructuras creadas para la expansión capitalista sirven también como vías de transmisión de impulsos destructivos.

    La respuesta militar se centró en resiliencia y adaptación. La red de bases y territorios se perfeccionó con tecnologías destinadas a mitigar emergencias, asegurar continuidad y mantener conectividad. Sin embargo, este perfeccionamiento profundiza contradicciones: competencia global más dura, riesgos sistémicos crecientes y resistencias frente al unilateralismo. El antimilitarismo se plantea entonces como alternativa frente a un modelo que reproduce crisis al mismo tiempo que busca controlarlas.

    Conclusiones

    La crisis de los años setenta del siglo XX, abrió paso a un capitalismo fragmentario que transformó la lógica de seguridad de Estados Unidos. La defensa dejó de centrarse en fronteras nacionales y pasó a organizarse como una vigilancia global de cadenas logísticas y flujos estratégicos (espacialidad en red). El objetivo fue asegurar la reproducción del sistema capitalista en su conjunto.

    De este cambio surgió una malla de ocupación militar, integrada por nodos principales y componentes marginales. Los nodos concentran tropas, armamento e infraestructura, mientras los puntos menores, aunque dispersos, sostienen la cohesión y permiten movilidad a escala planetaria. En el Pacífico, esta retícula se proyecta como mecanismo de contención y disuasión frente a competidores, consolidando una capacidad de reacción rápida y de control sobre espacios estratégicos.

    El entramado busca funcionar como sistema resiliente y adaptativo, pero enfrenta riesgos sistémicos como cambio climático y pandemias que afectan infraestructuras críticas y cadenas de aprovisionamiento. Estas amenazas, amplificadas por la propia militarización, se suman a resistencias locales y a una conciencia antimilitarista creciente. El resultado es una tensión permanente: la malla de ocupación que sostiene la hegemonía estadounidense también pone en entredicho la continuidad de la vida en el planeta.

Datos cruciales: 

    1) En 2018, el Departamento de defensa reportó que administraba una superficie de 108 000 km² destinada a instalaciones militares. De esa cifra, 98% se ubicaba en el territorio de Estados Unidos, incluyendo áreas continentales y ultramarinas, mientras que el 2% restante correspondía a bases en el exterior. Aunque pueda parecer marginal, esa fracción exterior representaba enclaves estratégicos distribuidos en distintos continentes que permitían sostener la capacidad de despliegue global y asegurar la proyección militar en regiones claves.

    2) En 2022, el Pentágono informó que contaba con alrededor de 800 bases militares distribuidas en 80 países y territorios fuera de su espacio continental. Una parte significativa se concentraba en Japón, Alemania, Italia, Corea del Sur, Reino Unido y Guam, considerados nodos principales de la red. Estas instalaciones, más allá de su número, tienen la función de articular el movimiento de tropas, pertrechos y vehículos, asegurando una cobertura estratégica a escala mundial.

    3) Hasta septiembre de 2022, se encontraban desplegadas 171 736 tropas estadounidenses en 117 países y territorios, incluyendo islas del Pacífico, Índico, Atlántico y el Caribe. Japón albergaba 53 973 efectivos, Alemania 35 781, Corea del Sur 25 372, Italia 12 432, Reino Unido 9 840, Guam 6 667, España 3 164 y Turquía 1 735. El caso de Países Bajos mostró una variación llamativa: en junio se registraron 174 000 tropas y para septiembre solo 434, ajuste que refleja movimientos de rotación vinculados al conflicto en Ucrania.

Trabajo de Fuentes: 

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Nexo con el tema que estudiamos: 
    El análisis de David Herrera destaca el vínculo cada vez más estrecho entre los ámbitos de la disputa por la hegemonía global: redes económicas, despliegue de la potencia militar y las relaciones interestatales muestran los cambios en las estrategias estadounidenses en los años recientes. Asimismo, tales cambios hacen evidente la existencia de riesgos existenciales para la especie humana e incluso para las formas de vida que habitan el planeta.