Wasted GDP in the USA
Tønnessen, Morten [2023], "Wasted GDP in the USA", Humanities and Social Sciences Communications, (10): 681, 11 de octubre, https://doi.org/10.1057/s41599-023-02210-y
Morten Tønnessen es un filósofo noruego y profesor de filosofía en la Universidad de Stavanger, reconocido principalmente por su trabajo en los campos de la biosemiótica, la ecofilosofía y los estudios humano-animales. Su investigación se centra en la fenomenología, particularmente la inspirada por Jakob von Uexküll, y explora temas como el bienestar animal, la crisis ambiental y las transformaciones sociales necesarias para afrontar los retos del siglo XXI. Además de su labor académica, ha sido editor jefe de la revista Biosemiotics, ha ocupado cargos directivos en la Asociación Nórdica de Estudios Semióticos y contribuye activamente al debate público a través de su escritura sobre realismo utópico y política radical.
Introducción
El artículo presenta el concepto de "Producto Interno Bruto (PIB) desperdiciado" como una herramienta analítica para evaluar la eficiencia con la que la actividad económica, medida por el PIB, se traduce en bienestar humano real. La investigación parte de la premisa de que, si el objetivo del crecimiento económico es mejorar el bienestar, es crucial medir si realmente lo logra. El autor se inspira en la noción de "crecimiento no económico" de Herman Daly y en el trabajo de Jason Hickel, quien plantea que si un país logra un mayor bienestar con menos PIB per cápita, el ingreso excedente del país más rico puede considerarse "desperdiciado", es un daño ecológico sin una ganancia humana fundamental.
Se eligió como estudio de caso Estados Unidos, por ser un ejemplo paradigmático de dicha desconexión. A pesar de tener uno de los ingresos per cápita más altos del mundo y un crecimiento económico sólido, Estados Unidos ha experimentado una notable caída en las clasificaciones del Índice de Desarrollo Humano (IDH). Habiendo ocupado el puesto número 1 en los datos de 1990, actualmente ha caído al puesto número 21 a nivel mundial. Esta caída es aún más pronunciada en el Índice de Desarrollo Humano ajustado por Presiones Planetarias (IDH-P), que penaliza el impacto ecológico, donde Estados Unidos se desploma al puesto número 57. El artículo busca, por tanto, cuantificar la magnitud del PIB desperdiciado en Estados Unidos y estimar las presiones ecológicas (emisiones de dióxido de carbono y huella material) asociadas a esa porción ineficiente de la economía.
Índice de Desarrollo Humano
Esta sección inicia explicando que el IDH se calcula a partir de tres dimensiones básicas: salud, educación e ingresos, a las cuales se les asigna el mismo peso. Sin embargo, la metodología y los indicadores específicos han evolucionado significativamente desde 1990. Por ejemplo, la educación pasó de medir la alfabetización de adultos a utilizar los "años promedio de escolaridad" y los "años esperados de escolaridad". De manera similar, la métrica de ingresos cambió del Producto Interno Bruto (PIB) per cápita al Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita.
El análisis se concentra en el tratamiento diferencial del componente de ingresos. A diferencia de la salud y la educación, los datos de ingresos (INB per cápita) se someten a una transformación logarítmica*. Esta operación se justifica en la consideración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de que la salud y la educación son partes intrínsecas de una buena vida (son fines en sí mismos), mientras que el ingreso es meramente instrumental como un medio para alcanzar el bienestar. La transformación logarítmica refleja la teoría de los rendimientos decrecientes donde un dólar adicional importa mucho más para una persona pobre que para una persona rica.
Siguiendo esta lógica, el PNUD actualmente limita el INB per cápita, asumiendo que cualquier ingreso por encima de este umbral no contribuye más al desarrollo humano. Finalmente, mientras que los índices de cada dimensión se calculan normalizando los valores entre un mínimo y un máximo, el valor general del IDH se define como la media geométrica (no aritmética)** de los tres índices de dimensión (dato crucial 1).
El concepto central de la metodología del “PIB desperdiciado”, el IDH no de ingreso, una métrica introducida por el PNUD en 2010 que se define como la media geométrica de los dos índices no monetarios: salud y educación. Su propósito es analizar cómo los logros en el crecimiento de los ingresos se relacionan, o no, con el progreso real en el bienestar humano, poniendo en evidencia que el desarrollo de una sociedad no puede medirse únicamente a través de su producto interno bruto.
El artículo retoma los hallazgos del PNUD, los cuales confirman que el desarrollo humano es diferente del crecimiento económico, ya que el aumento del ingreso no garantiza mejoras proporcionales en la calidad de vida de las personas. Desde 1990, el crecimiento del ingreso no ha coincidido de manera sistemática con el progreso en salud y educación, lo que sugiere que la expansión económica por sí sola no asegura un desarrollo integral.
Durante el período de 1990 a 2013, la Oficina del Informe de Desarrollo Humano (OIDH) identificó una relación débil entre el crecimiento económico y los cambios en los componentes no relacionados con el ingreso (dato crucial 2).
El artículo también cita investigaciones adicionales, como las de Gidwitz et al. (2010) y Klugman et al. (2011), que describen esta correlación como “notablemente débil y estadísticamente insignificante”, reforzando la idea de que el vínculo entre el crecimiento económico y el desarrollo humano es mucho más complejo de lo que tradicionalmente se ha supuesto.
Esta evidencia conduce a lo que se describe como un rompecabezas que aunque los países con mayores niveles de ingreso suelen presentar mejores indicadores de salud y educación, no existe una correlación significativa entre los cambios en el ingreso y los cambios en el bienestar. En otras palabras, mientras los niveles de riqueza pueden asociarse con un mayor desarrollo, el crecimiento económico por sí mismo no garantiza progreso humano sostenido. Esta desconexión entre ambas dimensiones es precisamente la que da origen al concepto de “PIB desperdiciado”, es decir, el crecimiento económico que no se traduce en mejoras reales en la vida de las personas.
También se aborda una de las críticas más profundas al Índice de Desarrollo Humano (IDH), la cual señala su fuerte correlación con un elevado impacto ambiental negativo. Esta crítica se sustenta en estudios como el de Moran et al. (2008) sobre la Huella Ecológica, donde se encontró que para el año 2003 solo uno de los 93 países analizados podía considerarse verdaderamente sostenible, es decir, con un nivel alto de desarrollo humano y una huella ecológica baja. Este hallazgo pone en evidencia la contradicción entre el progreso humano medido por el IDH y los límites ambientales del planeta, lo que ha impulsado la creación de nuevas métricas orientadas a integrar la sostenibilidad ecológica dentro del concepto de desarrollo.
Ante este desafío, surgieron propuestas como el IDH-P, introducido oficialmente por el PNUD en 2020, el cual ajusta los valores del IDH a la baja de acuerdo con las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de cada país. De esta manera, se busca reflejar que el desarrollo humano no puede considerarse pleno si se logra a costa de un deterioro ambiental acelerado.
En paralelo, se propuso también el Índice de Desarrollo Sostenible (IDS), diseñado por Jason Hickel en 2020, que utiliza la misma base de datos que el IDH-P pero con un enfoque metodológico diferente. Este índice establece una diferencia de ingreso mucho más bajo, y otorga un peso considerablemente mayor al impacto ecológico en la evaluación del desarrollo. Así, el IDS plantea una visión más estricta y ecológicamente consciente del bienestar humano, al enfatizar que el progreso no debe medirse únicamente por los niveles de ingreso o educación, sino también por la sostenibilidad con la que estos se alcanzan (dato crucial 3).
Se utiliza la comparación entre ambos índices para demostrar cómo las decisiones metodológicas pueden alterar de manera radical los resultados. Un ejemplo claro es el caso de Estados Unidos, que ocupa el puesto número 21 en el ranking del IDH tradicional, pero cae drásticamente al lugar 159 cuando se aplica el IDS, evidenciando el elevado costo ambiental asociado a su nivel de desarrollo.
A diferencia del enfoque de Hickel, el concepto de “PIB desperdiciado” no requiere modificar la estructura metodológica del IDH. En lugar de construir un nuevo indicador, recurre al IDH sin el componente del ingreso (nonincome HDI, por su sigla en inglés) como métrica fundamental, una medida ya reconocida y utilizada en los Informes de Desarrollo Humano del PNUD. Con ello, se muestra cómo el crecimiento económico puede perder valor social cuando no se traduce en mejoras sostenibles del bienestar humano, reafirmando la necesidad de repensar las formas en que se mide el desarrollo en un mundo limitado por los recursos del planeta.
Metodología
Se desarrolla una propuesta analítica innovadora para medir la eficiencia del uso del PIB en la promoción del desarrollo humano. En lugar de centrarse en el crecimiento económico, el autor introduce el concepto de “PIB desperdiciado”, entendido como la proporción del ingreso nacional que no contribuye significativamente a mejorar el bienestar humano medido por el índice de desarrollo humano sin el componente de ingreso.
La metodología se basa en comparar el desempeño de un país con el de aquellos que alcanzan un mayor nivel de desarrollo humano no asociado al ingreso, pero con un PIB per cápita inferior. Si un país tiene un IDH sin el componente del ingreso menor que otros con menor PIB, la diferencia relativa entre sus niveles de ingreso se interpreta como parte de su producto desperdiciado desde la perspectiva del desarrollo humano. Así, se mide la eficiencia del gasto económico para generar bienestar más allá de la acumulación de riqueza.
El enfoque destaca por su carácter comparativo y de eficiencia, diferenciándose de otros marcos teóricos como el Genuine Progress Indicator, el Degrowth o la economía de estado estacionario, ya que no presupone un tamaño económico óptimo ni una postura ideológica frente al crecimiento. En cambio, puede aplicarse tanto a economías en expansión como en decrecimiento.
Finalmente, el autor propone estimar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y la huella material asociadas al PIB desperdiciado, multiplicando la proporción estimada de PIB no justificable por los niveles totales de emisiones y uso de materiales de cada país. Aunque reconoce que esta relación no es constante entre sectores y que los resultados son aproximados, el método permite vincular directamente la ineficiencia económica con los impactos ambientales, ofreciendo una visión integral de cómo el crecimiento económico puede desvincularse del progreso humano y la sostenibilidad.
Evaluación del desempeño del IDH de los Estados Unidos
En esta sección se analiza la evolución del IDH y su componente no monetario en Estados Unidos en el periodo 1990-2021. A lo largo de estas décadas, el país ha mostrado un incremento sostenido en su valor del IDH, alcanzando su punto máximo en 2019 antes de retroceder a causa de la pandemia de COVID-19. No obstante, este avance numérico contrasta con una caída constante en su posición relativa en la clasificación mundial, pues de ocupar el primer lugar en 1990 pasó al vigésimo primero en 2021, lo que revela un deterioro en su desempeño comparado con otras economías desarrolladas (dato crucial 4).
El declive se explica, en gran medida, por las debilidades del componente no monetario del índice. Si bien la educación ha mostrado progresos modestos en las últimas décadas, con estabilidad en los años promedio y esperados de escolaridad, la salud ha experimentado retrocesos notables. La esperanza de vida aumentó levemente hasta 2019, pero cayó después, ubicándose en niveles similares a los del año 2000. En conjunto, el IDH sin el componente del ingreso del país se incrementó gradualmente hasta antes de la pandemia, aunque su valor actual apenas supera el de 2010, lo que refleja un avance limitado en bienestar no asociado al ingreso (datos cruciales 5 y 6).
Al comparar su desempeño con el de otras naciones, Estados Unidos aparece superado por 27 países en términos de IDH sin el componente del ingreso, de los cuales 22 alcanzan mejores resultados pese a tener un ingreso per cápita menor. Cinco países, Suiza, Irlanda, Singapur, Liechtenstein y Luxemburgo, lo superan tanto en bienestar no monetario como en nivel de ingreso. Este contraste revela una ineficiencia estructural en la forma en que la economía estadounidense traduce su riqueza en bienestar humano. De hecho, su posición mundial cae aún más cuando se consideran únicamente los componentes no monetarios, pasando al puesto 28 global (datos cruciales 7 y 8).
El análisis de los indicadores específicos muestra una heterogeneidad profunda: Estados Unidos ocupa el quinto lugar mundial en años promedio de escolaridad, pero cae al trigésimo primero en años esperados de escolaridad y al cuadragésimo quinto en esperanza de vida. La diferencia de más de ocho años de vida respecto al líder mundial en salud (Hong Kong) y la menor duración de la escolaridad frente a países como Australia o Grecia indican que el alto ingreso nacional no garantiza mejores resultados sociales (dato crucial 9).
En conjunto, el estudio del desempeño del IDH revela que el crecimiento económico de Estados Unidos ha sido incapaz de traducirse plenamente en mejoras proporcionales en salud y educación. Mientras otras naciones logran niveles más altos de desarrollo humano con recursos más limitados, la trayectoria estadounidense pone de manifiesto una pérdida de eficiencia en el uso de su riqueza para promover el bienestar colectivo, una observación que prepara el terreno para la estimación posterior del denominado PIB desperdiciado (dato crucial 10).
Resultados: PIB desperdiciado en Estados Unidos
Se traduce la noción teórica de producto interno bruto desperdiciado en estimaciones concretas, mostrando la magnitud de la ineficiencia del crecimiento económico estadounidense frente a su desempeño en desarrollo humano. A partir de la comparación del IDH sin el componente del ingreso con el de países que logran mayores niveles de bienestar con un menor PIB per cápita, se calcula que entre una cuarta y una tercera parte de la producción estadounidense no se traduce en mejoras reales en salud o educación. Este diagnóstico evidencia que la expansión económica del país no se ha orientado a fortalecer el bienestar, sino que mantiene un modelo costoso e ineficiente en términos sociales.
El análisis muestra que 27 países superan a Estados Unidos en desarrollo humano no vinculado al ingreso, 21 de ellos con PIB per cápita menor y 5 mayor (no existe información para el país 27). Entre ellos, tanto el conjunto de 27 países como los cinco con menor PIB per cápita (Grecia, España, Eslovenia, Japón y Chipre) alcanzan mejores resultados en bienestar con un ingreso promedio inferior al estadounidense (dato crucial 11).
El estudio no se limita a un plano social, sino que vincula el concepto de desperdicio económico con sus repercusiones ambientales. Si se evitara la producción ineficaz, el país podría haber reducido significativamente sus emisiones anuales de dióxido de carbono y su huella material, disminuyendo así su contribución a las emisiones globales y al uso mundial de recursos. Estas estimaciones, aunque aproximadas, ilustran la magnitud del impacto ecológico de un crecimiento económico que no se traduce en un mayor bienestar (datos cruciales 12 y 13).
Los resultados muestran que Estados Unidos podría alcanzar niveles comparables de desarrollo humano con una economía significativamente más pequeña y ambientalmente menos intensiva. La magnitud del “PIB desperdiciado” no solo cuestiona la eficiencia social del modelo estadounidense, sino que también revela su costo ecológico: una porción considerable de su producción genera presiones ambientales sin aportar beneficios proporcionales a la calidad de vida. Este hallazgo conecta la ineficiencia económica con la sostenibilidad planetaria, reforzando la idea de que el progreso no depende de la expansión del ingreso, sino de la capacidad de convertirlo en bienestar humano y equilibrio ecológico.
Conclusiones y repercusiones políticas
Se concluye que una parte significativa del PIB de Estados Unidos se desperdicia al no contribuir efectivamente al desarrollo humano. Esta constatación permite dimensionar, por un lado, el margen que el país tiene para mejorar su bienestar social sin necesidad de incrementar su nivel de producción, y por otro, la escala del impacto ambiental derivado de una economía sobredimensionada. La comparación con países que logran mejores resultados de salud y educación con menos recursos demuestra que un uso más eficiente del ingreso podría elevar el bienestar y, simultáneamente, reducir las presiones ecológicas.
Desde esta perspectiva, el estudio plantea una crítica al paradigma del crecimiento económico como sinónimo de progreso, proponiendo en su lugar políticas que prioricen la satisfacción de necesidades humanas y el fortalecimiento de bienes públicos. Siguiendo las ideas de Herman Daly, se sugiere que las economías desarrolladas pueden mejorar su bienestar incluso en escenarios de crecimiento nulo o decreciente, siempre que se combinen con una distribución más equitativa, mayor austeridad y una gestión eficiente de los recursos. De esta forma, el autor subraya que la reducción del “PIB desperdiciado” no implica necesariamente un sacrificio social, sino una reorientación hacia formas de prosperidad más sostenibles y justas.
Asimismo, se sostiene que el concepto de “PIB desperdiciado” no se limita al caso estadounidense, sino que puede aplicarse a cualquier país con un desempeño subóptimo en desarrollo humano, convirtiéndose en una herramienta universal para evaluar la eficiencia del crecimiento económico. Sin embargo, el texto también advierte que, aunque eliminar este desperdicio representaría un avance notable, incluso los países más eficientes están lejos de alcanzar una verdadera sostenibilidad ambiental. Esto deja abierta la interrogante sobre si es posible mantener altos niveles de desarrollo humano dentro de los límites ecológicos del planeta.
Por último, se hace un llamado a un debate más profundo sobre la relación entre crecimiento, bienestar y sostenibilidad. La evidencia presentada no solo muestra que el progreso puede lograrse sin expandir indefinidamente la economía, sino que invita a repensar las políticas de desarrollo desde una lógica centrada en la equidad, la eficiencia y el respeto por los límites naturales que sustentan la vida humana.
* La transformación logarítmica es una técnica estadística que reemplaza los valores de una variable por su logaritmo (ej. \(\ln (x)\) o \(\log _{10}(x)\)) para manejar datos asimétricos, comprimir rangos amplios y linealizar relaciones multiplicativas, volviéndolas aditivas, lo que mejora la normalidad de la distribución y el ajuste de modelos como la regresión, siendo común en campos como finanzas, biología y ciencias sociales. En este artículo, la operación destaca la mayor importancia que tiene el crecimiento del ingreso para los estratos de menores ingresos.
** La media geométrica es una medida de tendencia central que se calcula como la raíz \(n\)-ésima del producto de \(n\) números, ideal para promediar tasas de crecimiento o porcentajes, a diferencia de la media aritmética (promedio) que suma y divide, y es útil para resumir datos con variaciones acumulativas o proporciones muy diferentes, pero no funciona con números negativos. Se usa en finanzas para tasas de rendimiento, en procesamiento de imágenes y para resumir datos con variaciones proporcionales.
1) En su tratamiento del indicador de ingresos del Índice de Desarrollo Humano (IDH), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) actualmente limita el Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita en 75 mil dólares.
2) En promedio, el IDH no de ingreso mejoró alrededor de 1% anual, independientemente de si el crecimiento económico fue negativo, bajo o alto, lo que demuestra que factores distintos al ingreso pueden impulsar el bienestar humano.
3) Una diferencia crucial es que el umbral máximo para el Ingreso Nacional Bruto (INB) per cápita se establece en 20 mil dólares.
4) En la Tabla 1, se muestra el desempeño del Índice de Desarrollo Humano IDH de Estados Unidos en el período 1990-2021. El valor del IDH de Estados Unidos ha aumentado década tras década, pero ha caído desde su pico hasta ahora en 2019, el último año antes de que la pandemia de Covid-19 golpeara al país en 2020

5) La Figura 1 muestra el desempeño de Estados Unidos en los índices de las dimensiones del IDH 1990-2021. Muestra el desarrollo de los índices de las dimensiones del IDH año por año para Estados Unidos en el período 1990-2021 según los últimos datos del IDH

6) Tabla 2: Componentes del IDH sin el componente del ingreso de Estados Unidos

7) Tabla 3: Estados Unidos vs. países con mejor desempeño por IDH sin el componente del ingreso

8) Figura 2: El desempeño del IDH no de ingreso de Estados Unidos y los de mejor desempeño 1990-2021.

9) Tabla 4: Estados Unidos frente a los países de mejor desempeño por indicadores sin el componente del ingreso.

10) Tabla 5: Producto Interno Bruto (PIB) desperdiciado en Estados Unidos.

11) Figura 3: Países con mejor desempeño por PIB per cápita comparados con el PIB per cápita de Estados Unidos

12) Tabla 6: Emisiones de dióxido de carbono (CO2) y huella material de Estados Unidos relacionadas con el PIB desperdiciado.

13) Figura 4: PIB desperdiciado en Estados Unidos y presiones ecológicas relacionadas

El concepto de "PIB desperdiciado" proporciona una herramienta empírica para validar la hipótesis de que las corporaciones transnacionales (CTN) operan como vectores de una acumulación improductiva y socialmente estéril. Al demostrar que una porción significativa de la actividad económica en países metropolitanos como Estados Unidos, no se traduce en mejoras tangibles en salud o educación , este indicador permite cuantificar la magnitud de los recursos que son capturados por la lógica corporativa sin devolver valor social real. Es el resultado predecible de sistemas dominados por CTN, donde el crecimiento del PIB refleja a menudo la inflación de precios, la especulación financiera y la comercialización de falsas necesidades, en lugar de la satisfacción eficiente de las necesidades humanas fundamentales.
La vinculación entre el PIB desperdiciado y las presiones ecológicas injustificadas ofrece una base sólida para atribuir responsabilidad directa a las CTN en la aceleración del colapso ambiental. El hecho de que una economía pueda generar más de 1 700 millones de toneladas de dióxido de carbono y casi 3 700 millones de toneladas de huella material sin ninguna ganancia en bienestar humano, fundamenta que este impacto no es consecuencia inevitable de satisfacer necesidades poblacionales, sino el costo ecológico específico de la acumulación de capital. Esta "huella del desperdicio" representa materialmente la cuota de destrucción planetaria que es impulsada exclusivamente por la lógica de crecimiento ilimitado de las CTN en los sectores clave de reproducción social.

