América Latina: crisis y transformación en los años noventa
Arancibia, Juan, Patricia Olave, Raúl Ornelas, Berenice Ramírez, Mario Zepeda [1992], "América Latina: crisis y transformación en los años noventa", Seminario de Economía Mexicana 1991, México, IIIEc, pp. 24-47
Aspectos generales
Observando los resultados macroeconómicos de América Latina en el inicio de la década de los noventa se podría concluir que en la región persiste la crisis y que nos estamos encaminando hacia una segunda década perdida. Las visiones oficiales aceptarían la conclusión sobre la persistencia de la crisis, pero señalarían que los ochenta se ganaron para las transformaciones estructurales y para implantar políticas económicas que nos pondrán en la ruta del crecimiento. Esa visión oficial casi optimista es plenamente compartida por el BID, el FMI y el BM y, por lo tanto, por el propio gobierno estadounidense.
Como ya ha ocurrido en otros momentos de la historia latinoamericana, los gobiernos y los sectores dirigentes confían en encontrarse a las puertas de una nueva etapa de crecimiento, que permitirá superar las graves carencias de las mayorías y las notables desigualdades que hacen de América Latina una de las dos regiones del mundo con peor distribución del ingreso. Es más, algunos gobiernos confían en que el progreso económico convertirá a sus países en miembros del primer mundo (México y Brasil). Esperanzas similares se tuvieron en el siglo pasado con la reinserción en la econoinía mundial postindependentista, y en el actual con el llamado desarrollo "hacia adentro" o "siistitución de importaciones" posteriora la segunda guerra mundial.
Sueños aparte, es evidente que las economías de los países latinoamericanos han sufrido sustanciales y duraderas transformaciones en los ochenta, que continúan en los noventa. Tan es cierto lo anterior, que bien se podría situar a 1990 y a lo que va de 1991 como un punto definitivo de inflexión regional en cuanto a la adopción del paradigma y las políticas neoliberales. En efecto, puede plantearse la hipótesis de que toda resistencia significativa al neolibeialismo, tanto en las clases dominantes como en las dominadas, ha cesado por ahora. Países como Brasil y Argeritina, donde se presentaron serias dificiiltades a la adopción de políticas económicas neoliberales, se encaminan con paso fiirme hacia su plena implantación, y lo rnismo está ocurriendo con economías pequeñas como las de Honduras, Guatemala, Nicaragua y Panamá. Solamente Cuba, y Haití por ahora, sobreviven: como modelo económico distinto el uno, y con políticas diferentes el otro.
Creemos que la economía mundial y con ella la de América Latina se encaminan hacia la superación de sus crisis. Las proposiciones que se escucharon y que se siguen escuchando con frecuencia en la región, sobre un eventual fracaso del modelo neoliberal, deben considerarse como declaraciones de buenos deseos, antes que como hechos reales tendenciales. Proponemos que al igual que ha ocurrido con otras experiencias en el pasado, el éxito neoliberal no será eterno, ni total. Los logros entre países serán desiguales, dependerán de las capacidades previas y de las transformaciones ya realizadas y/o en curso, así como de lo que puedan aportar en esta nueva división internaciorial del trabajo. Pero los éxitos no sólo serán diferentes entre los países latinoamericanos, sino también entre sus poblaciones. El modelo neoliberal parece ser más excluyente y desigual que el vivido ariteriormente por la región. De los millones de latinoamericanos que hoy viven en la pobreza, o muy cerca de su umbral (por arriba), serán pocos los rescatados por el nuevo modelo. Se trata sin duda de una acentuación de las condiciones de marginalidad, signada además por una profunda inestabilidad en el trabajo y en las coiidiciones cotidianas de vida para las mayorías, aun para los que tengan la fortuna de contar con "empleos formales".
Si 1990 representa el punto de inflexión ya señalado en cuanto políticas, también lo es por el papel que cumple la Iniciativa para las Américas lanzada por el presidente Bush. En efecto, esta proposición viene a redondear el modelo de integración con la economía mundial, en el contexto de la formación de bloques y la preservación del ya tradicional dominio estadounidense sobre el continente.
Lo ocurrido con la economía latinoamericana en 1990 y en lo que va de 1991 debe ser analizado en el contexto de ese problemático proceso de transición de una forma a otra de acumular, producir, distribuir y realizar las mercancías, así como en el marco de una nueva realidad económica, en la que las determinaciones y condicionamientos externos son cada vez más sustantivos para la región. El análisis de los resultados macroeconómicos recientes tiene como trasfondo vital la recesión estadounidense -puede argumentarse que hace muchas décadas que esto es así y se trata de una proposición correcta-; pero, como veremos más adelante, hay importantes cambios cualitativos y cuantitativos, reflejados en el grado de apertura de nuestras economías, en su relación con Ia de Estados Unidos y en el peso creciente de la inversión extranjera (específicamente la de ese país) en el total de la inversión, cuestiones que hacen que lo que ocurre en las economías desarrolladas sea decisivo para nuestra dinámica económica en una magnitud tal, que las decisiories de política económica locales no puedan contrarrestarlo.