Los nuevos Amos de la Tierra

Cita: 

Liberti, Stefano [2015], Los nuevos amos de la tierra, México, Taurus, 308 pp.

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2015
Tema: 
El acaparamiento de tierras, un mecanismo que está conduciendo a una nueva era del colonialismo en el mundo. Millones de hectáreas han pasado del ámbito público al privado.
Idea principal: 

Prólogo a esta edición

El prólogo introduce la nueva edición con la constatación de que, a pesar del tiempo transcurrido desde la primera edición del libro, el acaparamiento de las tierras (land grabbing) se ha convertido en un tema de actualidad. A cuatro años de su publicación mantiene una vigencia incuestionable. Sin embargo, se advierte que la cuestión de fondo no cambia puesto que los grupos extranjeros interesados en producir cultivos alimentarios o carburantes alternativos para el mercado exterior se empecinan en adquirir las tierras cultivables en el sur del mundo (p. 13).

A lo largo de los últimos años, el terreno del acaparamiento de tierras representa un alarmante fenómeno que va en aumento. Millones de hectáreas han pasado de manos públicas a manos privadas principalmente en regiones de África, América Latina, el sudeste asiático y Europa del este. Este libro hace una excelente exposición de cómo los gobiernos y las corporaciones multinacionales adquieren vastas extensiones mediante el “alquiler de tierras”, ¿Cuáles son las razones en las que se fundamenta esta carrera por las tierras? Millones de hectáreas han pasado de manos públicas a manos privadas principalmente en África, en América Latina, en el sudeste asiático y en Europa del este. En estas regiones el movimiento por la acaparación parece imparable.

El acaparamiento de las tierras se ha convertido en un tema de actualidad. “[…] Hoy más que nunca los grupos extranjeros interesados en producir cultivos alimentarios o carburantes alternativos para el mercado exterior pugnan por comprar las tierras cultivables en el sur del mundo. Del África subsahariana a América Latina, del sudeste asiático a Europa del Este, el movimiento parece imparable” (p. 13).

“Según las estimaciones de la ONG Grain, que está tratando de elaborar un censo de estos acuerdos, todos los años, desde 2007, 10 millones de tierras cultivables han pasado de manos públicas a manos privadas” (p. 13).

Para los gobiernos y las grandes compañías, adquirir enormes extensiones de tierras en el hemisferio sur es un consenso y un acuerdo legítimo. Otros ven en la impresionante carrera para adquirir tierras un peligroso ejemplo de colonialismo.

El acaparamiento de las tierras es el nuevo terreno de conquista de aventureros y hombres de negocios, de Estados ansiosos por garantizar el abastecimiento de comida a sus ciudadanos y de financieros deseosos de multiplicar sus ganancias (p. 13).

El libro trata de esclarecer quiénes son los actores que están comprando terrenos en diversas regiones del mundo. Intenta comprender los motivos, las ambiciones, los cálculos que están detrás del cambio de dueño de millones de hectáreas. Asimismo, cuestiona a los gobiernos que permiten el alquiler de una parte de su territorio; da voz a algunos de los campesinos que resisten a las expropiaciones; conversa con los inversionistas que adquieren esas tierras.

Este libro intenta reconstruir todo el sector, así como aclarar quiénes están comprando terrenos por diferentes lugares del mundo. “[…] comprender las razones, las ambiciones, los cálculos, que hay detrás del cambio de dueño de millones de hectáreas. Interroga a los gobiernos que dan en alquiler parte de su territorio; da las expropiaciones; conversa con los inversores que están comprando estas tierras. Se mueve entre las apacibles salas de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) […] y las chabolas de los indígenas que se han quedado en el Brasil profundo; desde los áridos campos de Arabia Saudí hasta las extensiones en que se cultiva el maíz para etanol en el Medio Oeste estadounidense; […] aborda un fenómeno global en el que están involucrados decenas de países” (p. 14).

El libro no se propone ser exhaustivo en tanto que aborda un fenómeno global en el que se involucran decenas de países. No obstante, sí pretende dar una interpretación a partir de los datos recopilados en el terreno.

“[…] no se puede reducir el land grabbing a un movimiento de expoliación neocolonial que están llevando a cabo algunos Estados o sociedades privadas en relación con otros países cuyos gobiernos se tambalean. Esta lectura […] elude otros aspectos fundamentales del cuadro general en el sur del mundo en los últimos veinte años, como la necesidad imperiosa de obtener recursos alimenticios seguros por parte de países con una morfología desafortunada, como los del Golfo Pérsico” (p. 15).

“La carrera por las tierra [sic] desencadena […] ansias y pasiones, dado que afecta a un bien primario fundamental como la comida. Cuestiona un modelo de desarrollo […] que es también un modelo cultural. […] asoma una cuestión cada vez más ineludible en nuestro futuro: el aumento de la población mundial y la consiguiente disminución de la comida disponible para todos” (p. 16-17).

“Desde 2011 a la actualidad han cambiado varias cosas. Algunos […] proyectos […] han fracasado o han sido suspendidos, como el cultivo de jatropha en Tanzania por parte de una sociedad británica sobre la que se aborda [el autor] en el último capítulo” (p. 16).

“Desde el punto de vista de las inversiones, la tendencia ha permanecido inmutable. Algunos países sudamericanos [Brasil y Argentina] han tratado de detener por vía legal esta tendencia, pero no han obtenido unos resultados relevantes […] porque el contexto económico global no ha sido objeto de grandes modificaciones” (p. 16).

“Lo que más ha cambiado en estos últimos tiempos […] es la percepción que tienen [de este fenómeno] sus actores protagonistas: los inversores, las organizaciones campesinas y los gobiernos. Los primeros son ahora más cautelosos: saben que las ONG internacionales los acusan, los activistas los atacan y la prensa internacional los vigila” (p. 17).

“Las organizaciones campesinas […] se han agrupado en consorcios, se han reforzado. Y han hecho oír su voz. En el curso de una reunión de la FAO en Brazzaville, capital de la República del Congo […] organizaciones africanas dialogaban con los gobiernos de igual a iguales. […] [En la reunión de la FAO] el Comité para la soberanía alimentaria aprobó unas ‘líneas orientadoras para el acceso a la tierra’, [son líneas que constituyen un marco de referencia y que establecen que] […] ‘los Estados deberían promover una serie de modelos de inversión que no supongan la transferencia a gran escala de derechos inmobiliarios y que estimulen la asociación con los pequeños propietarios locales’” (pp. 17-18).

De acuerdo a lo que afirma el autor, “el resultado del diálogo entre los gobiernos, la sociedad civil y los inversores […] será crucial para comprender la manera en que se estructurarán los equilibrios agrícolas y sociales en el sur del mundo. Será crucial para comprender sí […] unos están destinados a pedalear en el agua y otros a enriquecerse impunemente” (p. 18-19).

En este sentido, el libro expone una serie de interrogantes que hacen referencia a preguntarse ¿qué lleva a gobiernos e inversionistas privados a impulsar una conquista de tierras en países del hemisferio sur que no alcanzan siquiera a satisfacer las necesidades alimentarias sus propios habitantes? ¿Bajo qué costo se realizan estos acaparamientos de tierras? ¿Qué consecuencias tiene esto para las comunidades locales? ¿Qué aliciente encuentran los gobiernos de los países para ceder soberanía frente a grupos inversionistas extranjeros? De esta manera, este libro da voz a los distintos actores y proporciona elementos clave para hacer un análisis integral de la situación en el contexto contemporáneo.

Brasil. El reino de los agronegocios

“El viejo tiene la frente alta, la piel oscurecida por el sol, el cuerpo encorvado por una vida pasada en los campos. El viejo es un indio guaraní” (p. 205).

“Aquí hasta los años sesenta solo había bosque, estaban los árboles, estaban los animales. Era otro mundo. Se han llevado nuestro mundo” (p. 205).

“Nos han quitado las tierras. Y ahora estamos aquí: sin nada entre las manos, en esta que era nuestra casa” (p. 205).

“Mato Grosso del Sur, junto a su estado gemelo más al norte (Mato Grosso), Paraguay, parte de Bolivia y el noreste de Argentina constituyen la llamada “república unida de la soja”, una extensión de millones de hectáreas donde se cultiva “la plantita milagrosa”, cuyas semillas son usadas en todo el mundo […] para los animales, pero también […] para los seres humanos” (p. 206).

“Los campos de soja, de la que Brasil es el segundo exportados mundial, fueron creados en las últimas décadas por una carrera al oeste que recuerda mucho la del Far West estadounidense” (p. 206).

“Colonos blancos armados de tractores y motosierras […] Vinieron de los ricos estados del sur brasileño. […] Hoy la mayoría de las tierras están en manos de ellos. Llegaron […] y nos dijeron que debíamos irnos. Nosotros no tenemos certificados. Nos hemos comprado estas tierras. Simplemente nacidos aquí. Somos parte de ella. Para nosotros la tierra es madre, la tierra es padre. La tierra es todo. Nos da la comida y nos da la vida” (p. 207).

“Hoy en Mato Grosso del Sur 11,000 guaraníes viven en una reserva de 3,550 hectáreas […] asediada por las grandes plantaciones de soja. Quien se rebela ante esta situación […] no ha dudado en definirla como ‘apartheid social’, muchas veces acompañado de asesinato: en 2008 hubo 60 homicidios de indígenas en Brasil, 42 de los cuales eran guaraníes de Mato Grosso del Sur” (p. 207).

“El modelo que prevalece es el que se ve alrededor: la gran plantación. Y ellos no están considerados en este modelo sino como jornaleros, proletariado agrícola que ya no controla sus medios de producción. El fracaso me parece que no tiene apelación: el viejo y los suyos son residuos de un mundo destinado a extinguirse. La plantación extensiva, es la modernidad que los echará” (p. 209).

Las “cinco hermanas” de la soja

“Mato Grosso del Sur es un laboratorio para el futuro. Es uno de los terrenos en los cuales desde hace más de veinte años se despliega la acción de las grandes sociedades transnacionales de los agronegocios. En la carretera que desde el norte lleva hacia la ciudad de Dourados [...] pueblo fronterizo […] con Paraguay, entre el verdor de los campos de soja que se entrecruzan sin solución de continuidad, se ven las enormes estructuras de las empresas del sector: las estadounidenses Cargill, Archer Daniels Midland (ADM), Bunge, la francesa Louis Dreyfus. Son instalaciones de almacenamiento y de elaboración. Estas sociedades, junto a otras, controlan la casi totalidad del comercio mundial de productos alimenticios básicos –soja, trigo, maíz– […]” (p. 209-210).

“[…] manejan […] el proceso desde el inicio hasta el final; desde la producción hasta la comercialización, percibiendo las ganancias inmensas de las ventas y de la exportación de estos productos. Su naturaleza transnacional les permite modificar las políticas de abastecimiento con base en la conveniencia económica” (p. 210).

“[…] Las gigantes estructuras de almacenamiento les permiten vender cuanto los precios en los mercados internacionales son más altos. […] lo que han erigido es un verdadero oligopolio. […]” (p. 210).

“[…] en el sector de la soja, cinco grandes empresas –Cargill, ADM, Bunge, Louis Dreyfus y la brasileña Avipal– controlan 60 por ciento del mercado brasileño y 80 por ciento de sus exportaciones hacia Europa. […] solo Cargill y ADM controlan 65 por ciento del mercado global de cereales […]” (pp. 210-211).

“[…] Otras grandes sociedades […] controlan los llamados inputs, fertilizantes, pesticidas, semillas. […] fertilizantes […] usados en Estados Unidos y en Argentina para hacer crecer la soja […]” (p. 211).

“Basta mirar alrededor para entender la omnipresencia de estas empresas. […] Mato Grosso del Sur […] son todas semillas híbridas genéticamente modificadas, cuya marca de control es propiedad de Syngenta o de Monsanto. […] gracias a las presiones de las empresas de la agroindustria, Brasil se ha abierto a los organismos genéticamente modificados, que en cambio están prohibidos dentro de la Unión Europea en virtud del llamado ‘principio de precaución’” (p. 211-212).

“El poder de estas empresas transnacionales es inmenso, su facturación astronómica, la capacidad de influencias en las políticas de Estados enteros es elevadísima. Por esos lados los mismos fazenderos […] llaman a las sociedades que adquieren la soja ‘las cinco hermanas’” (p. 212).

Los latifundistas y las multinacionales

Eminio Guedes dos Santos “Todo el poder están en manos de las corporaciones. Los agricultores no están en condiciones de establecer el precio. Lo padecen incluso cuando los valores del mercado son altos, sus ganancias se ven reducidas por los llamados cuellos de botella. Si pocas sociedades controlan los insumos y gestionan la comercialización, quien está en el proceso productivo tiene escasos márgenes de ganancia” (p. 212).

“Estamos tratando de romper el monopolio de estos grupos. Buscamos construir estructuras de almacenamiento que nos den mayor autonomía. […] muchas multinacionales están confabuladas con los grandes fazenderos, a quienes ofrecen precios mejores con la finalidad de romper el frente de los agricultores. El resultado es que el pequeño cultivador no tiene futuro y le toca vender sus parcelas a los grandes” (p. 213).

“[…] ejemplo más significativo en Brasil de gran fazendero es Blairo Maggi […] O rei da soja. Propietario de terrenos que se extienden hasta 300,000 hectáreas, cultivadas predominantemente con soja, fue elegido en 2003 gobernador de Mato Grosso, corazón neurálgico de su actividad. […] ganó las elecciones […] porque lleva adelante los casos del gran capital agrario, que apoya en la estructura del latifundismo” (p. 213-214).

“Esto […] es uno de los principales males de Brasil: la concentración de la tierra. En las zonas cultivadas con soja, aquí en Mato Grosso del Sur, en Mato Grosso, en el estado de Rondonia hasta Santarém, en Pará, en plena selva amazónica, hay una gran concentración de latifundios […] de extensiones que superan las mil hectáreas, entre las más altas del mundo” (p. 214).

“Las relaciones de clase se muestran sin ningún pudor y siguen líneas étnicas bien definidas. Los patrones aquí son blancos, vinieron de otros sitios y tomaron por la fuerza y con la connivencia de los poderes públicos, por ellos controlados, lo que era de otros. La colonización ya está cumplida” (p. 215).

“[…] dice Anastácio Peralta, un indio que estudió Antropología […] ‘hace tiempo no existía Brasil, no existía Bolivia, no estaba Argentina. Todo era nuestra tierra. Se las han llevado y nosotros permitimos que lo hiciera, no luchamos los suficiente. No es fácil vivir con este sentimiento de derrota’” (p. 215).

Celso da Lago es un fazendero que dice: “Si miramos la historia, toda América Latina era tierra indígena. El Brasil entero sería un Estado indígena. Sin embargo, hay que considerar que mientras tanto ha habido un desarrollo. Los terrenos han sido arados. Los campos han sido cultivados” (p. 217).

“Aquí el mundo es más claro. Es blanco y negro. Está el fazendero que manda y los indios o trabajadores que se empeñan por un pedazo de pan. […] Celso […] confiesa […] Aquí los terrenos son planos, todo el trabajo de cosecha y siembra se podrían hacer con máquinas” (p. 219).

“La convivencia entre estos dos mundos es difícil. Los indios odian a los fazenderos […] no esconden el desprecio que abrigan por los primeros, que consideran criaturas indolentes, casi subdesarrollados. El racismo se respira en el aire, aunque en la mira de los propietarios de tierras no están los indígenas sino, sobre todo, las organizaciones […] el Conselho Indigenista Missionário (CIMI) o la Fundação Nacional do Indio (FUNAI)- que luchan a nivel estatal y federal por el reconocimiento de sus derechos […]” (p. 219).

“Del Lago […] cuenta cómo ha cambiado el cultivo. Antes producía soja […] Ahora se ha lanzado también a la caña de azúcar, que cubre una gran porción de sus infinitos terrenos. “Comenté hace unos años. La caña de azúcar que […] es parte de un proyecto para producir tres millones de toneladas por cada estación […] de las cuales se pueden obtener aproximadamente seis millones de litros de etanol y 135,000 toneladas de azúcar. Toda esta producción […] está destinada inicialmente al mercado interno, pero nuestro objetivo principal es la producción de etanol para la exportación […] a los países asiáticos como China y Japón” (p. 220-221).

“Mato Grosso del Sur es la última frontera del etanol de caña […] y del biodiesel extraído de la soja. Según la Conab, una agencia gubernamental brasileña que pertenece al Ministerio de Agricultura, en la cosecha 2007-208 hubo un aumento de 51,000 hectáreas cultivadas de caña de azúcar en el estado, equivalentes a un 32 por ciento más respecto del año anterior. En agosto de 2008, el gobernador del estado, André Pucinelli, dijo que ‘a la vuelta de siete años Mato Grosso del Sur se transformará en el mayor productor de etanol del mundo’” (p. 221).

Las empresas “Cargill, ADM y Bunge en particular entraron en el negocio de los nuevos carburantes, adquirieron cuotas en las refinerías, no solo en Mato Grosso del Sur. También han adquirido […] extensiones de terreno para explotar directamente los agrocarburantes. Brasil está inmerso en un contexto global y estas grandes empresas que se ocupan de la comercialización ahora están tratando de entrar también en la producción. Es una nueva tendencia: antes se limitaban a comprar los productos […] en el Brasil de los fazenderos se está ejecutando un silencio al land grabbing, menos descarado […] que […] en África, pero igualmente preocupante […] en […] 2010 el Gobierno federal se vio obligado a imponer un límite de 5,000 hectáreas en la adquisición de terrenos por parte de extranjeros. Según el Instituto Nacional de Colonização e Reforma Agrária (INCRA) […] un 11.7 por ciento de las tierras de Mato Grosso del Sur está ya en manos de grupos extranjeros cuyo objetivo principal es producir agrocombustibles destinados a la exportación” (p. 222).

La nueva civilización del etanol
“Yo creo que es una tendencia irreversible. El gran capital está invirtiendo en el etanol porque es el combustible del futuro. Roberto Rodrigues […] Ministro de Agricultura durante el primer mandato de Luis Inácio ‘Lula’ da Silva […]” (p. 222-223).

“Brasil tiene una larga historia de producción de agrocarburantes. Comenzó a producir a gran escala desde mediados de los años setenta, con el […] programa Proálcool lanzado en la época de la dictadura militar para paliar el aumento del precio del petróleo y la disminución del valor del azúcar en el mercado internacional […]” (p. 223).

“[…] los militares en el poder en Brasilia quisieron en aquella época matar dos pájaros de un solo tiro: resolver el problema energético y evitar la crisis social y económica determinada por la caída del valor del que era el principal producto de exportación de Brasil. […] crearon una nueva industria […] surgieron decenas de refinerías. Las tierras cultivadas con caña se expandieron. En 1986, el 90 por ciento de los automóviles funcionaba con etanol. […] después de los años de la euforia, llegó la ducha fría. […] a finales de los años noventa ya nadie producía etanol en Brasil […] el país comenzó a importarlo de Estados Unidos […]” (p. 223-224).

“[…] La historia del carburante de caña de azúcar parecía una página cerrada. Hasta que, en los últimos diez años, dos nuevos eventos contribuyeron a relanzar el proyecto […] los nuevos picos tocados por el barril de crudo […] [y] el desarrollo de la tecnología flex-fuel, que permitieron alimentar el automóvil poniendo en el mismo tanque bien sea gasolina o etanol, dándole […] la posibilidad de elegir directamente en la estación de servicio. […] la producción resurgió hasta alcanzar los 25 millardos de litros en 2009” (p. 224).

“Hoy el país es el segundo productor de etanol del mundo, tras Estados Unidos, donde aún la industria vive predominantemente gracias a los subsidios públicos” (p. 224).

“En Brasil […] el negocio es rentable de por sí, […] porque el costo de producción es inferior y porque el rendimiento energético de la caña de azúcar es más alto que el del maíz” (p. 224).

“[…] la superficie cultivada de caña de azúcar es igual a 7 millones de hectáreas […] distribuidas entre la producción de azúcar y de etanol. Lo cual hace que los cultivos destinados a los agrocarburantes equivalgan aproximadamente al 5 por ciento de los 63 millones de hectáreas de tierra cultivada en Brasil y al 1 por ciento de los 340 millones de hectáreas de tierras efectivamente cultivables […]” (p. 224-225).

“Lo mismo ocurre en Estados Unidos, que […] estableció objetivos similares para aumentar el uso de biocarburantes y que eliminó en enero de 2014 el impuesto sobre la importación de 54 céntimos por galón al etanol importado de Brasil” (p. 225).

“Brasil y Estados Unidos están en el mismo lado de la barricada en la batalla planetaria a favor de los agrocarburantes. En marzo de 2007 una “alianza por el etanol” entre los dos Estados fue sellada con la visita de George W. Bush a Sao Paulo y por la firma oficial entre abrazos y apretones de manos con Lula. La ‘alianza’ prevé el intercambio de tecnología y de capital para producir etanol en América Central, en una serie de países ligados a Estados Unidos por el acuerdo de libre comercio CAFTA” (p. 226).

“Detrás del acuerdo entre Bush y Lula […] hay un grupo de presión poderoso que se mueve entre Brasil y Estados Unidos y que tiene aspiraciones continentales: la Comisión Interamericana para el Etanol, cuyo objetivo declarado es “convencer a los gobiernos del hemisferio occidental de incrementar el uso de agrocarburantes”. Los fundadores de esta comisión […] son […] Roberto Rodrigues y Jeb Bush, exgobernador de Florida y hermano menor del expresidente estadounidense” (p. 226).

“El objetivo del gobierno de Brasil es […] hacer que el etanol se transforme en un bien económico, una mercancía cuyo valor sea el resultado de negociaciones en los mercados internacionales” (p. 230).

“[…] Pacto Bush-Lula […], producir en Centroamérica y las diversas iniciativas lanzadas en el África subsahariana, en la zona “comprendida entre el trópico de Cáncer y el de Capricornio”. De allí la idea de abrir el mercado brasileño del etanol a las grandes empresas transnacionales, ya sean agroindustriales o petrolíferas” (p. 230).

“El proyecto es ambicioso pero no es nada veleidoso. Estados Unidos y la Unión Europea se trazaron el objetivo común de incrementar a corto plazo el uso de agrocarburantes” (p. 230).

“Brasil tiene las dimensiones de un continente, tiene tierras infinitas y puede consagrar una parte de ellas a la producción de carburantes. No todos los países que están en el trópico de Cáncer y el de Capricornio […] presentan las mismas características. En esos lugares, la disputa comida-carburante no es un falso dilema” (p. 230-231).

La alianza diabólica del gran capital

“[…] respecto a los carburantes […] en Brasil estamos asistiendo a la realización de una alianza diabólica para unificar los intereses de tres grandes sectores del capital internacional: las compañías petrolíferas, las sociedades transnacionales que controlan el comercio agrícola y semillas transgénicas, y las empresas fabricantes de automóviles” (p. 234).

“Stedile […] ha hecho un mapa detallado de las nuevas inversiones en el sector. El acuerdo de marzo de 2007 fue la luz verde para el ingreso con seguridad de capital internacional en Brasil. Aquí llegaron más de 14 millardos de dólares en inversiones. Además, están construyendo dos viaductos para el alcohol, uno desde Cuiabá hasta Paranaguá; otro desde Goiás hasta Santos. A lo largo de estos dos viaductos de alcohol ya están construyendo 77 nuevas fábricas de etanol. Gran parte de estas fábricas son de capital internacional” (p. 234-235).

“Está en marcha un gran plan para producir agrocarburantes no sólo en Brasil, sino en todo el hemisferio sur, donde existen las mejores condiciones porque hay mayor incidencia de energía solar y hay todavía tierras disponibles. Esto no hará otra cosa que provocar una proliferación de plantaciones de monocultivos, administradas por el gran capital, con las cuales los bienes destinados al consumo alimenticio serán utilizados para la producción de combustible. Quieren exportar a África o al sur de Asia un modelo que ya está causando daños en Brasil” (p. 235).

“El área cultivada con caña de azúcar se está moviendo hacia el centro del país, donde se encuentran las tierras más fértiles. La caña está desplazando los cultivos de granos, de maíz, además de los pastos para la crianza de animales de leche y carne. Causará muchos problemas a la producción de alimentos en Brasil” (p. 236).

“[…] las multinacionales de la agroindustria, los inversores […] en la reunión de Ginebra, los fazenderos de Mato Grosso del Sur, persona que no siempre tienen intereses comunes pero que tiene como punto de referencia la economía de escala, el aumento de la productividad, la conquista de los mercados extranjeros; por otra, los pequeños agricultores como aquellos que observé [...] en la FAO, que en todo el sur del mundo quieren seguir cultivando la tierra sin ser aplastados por los representantes del primer grupo” (p. 237).

“[…] los representantes del MST tienen la fuerza y el deseo de combatir. Tienen un modelo claro de sociedad. Movimientos como el de los Sem Terra […] y […] muchos otros alrededor del mundo […] buscan sensibilizar a los pequeños agricultores sobre la necesidad de permanecer en las tierras, resistir a las presiones de las grandes transnacionales o de los nuevos inversores que se lanzaron sobre el sector agrícola” (p. 237-238).

“Los dos grupos representados idealmente por Stedile y por Rodrigues están destinados a chocar cada vez más a menudo porque, aun perteneciendo a universos diversos, viven en el mismo mundo y compiten por un recurso –la tierra- cada vez menos disponible y cada vez más apetecible” (p. 238).

“[...] la situación de Brasil prefigura lo que está ya sucediendo y seguirá sucediendo […] en todo el planeta: con una enorme concentración de propiedad de tierras y una extraordinaria penetración de las multinacionales de la agroindustria, el país es desde hace algunos años un horno de movimientos que reivindican una reforma agraria y un foco de conflictos por la tierra. Estos conflictos se extenderán cada vez más a nivel global, con un choque cada vez más encendido entre los representantes de los pequeños agricultores y los del gran capital. El resultado de este choque determinará con gran probabilidad los contornos del planeta en el que viviremos en el curso del siglo XXI” (p. 238-239).

Nexo con el tema que estudiamos: 

Dentro del libro se identifican los lugares del mundo en donde se genera el acaparamiento de tierras, específicamente, en el sur; cómo determinadas empresas desarrollan sus actividades con el fin de explotarlas para sus propios beneficios y cómo han pasado de manos públicas a manos privadas.

De igual forma, se enfatiza en los actores que están comprando estos terrenos principalmente de aquellos grupos extranjeros interesados en producir cultivos alimentarios o carburantes alternativos para el mercado exterior.