Desde su adquisición por Bankers Trust en 1999, el Deutsche Bank ha sido un banco de inversión global. Sus ingresos han caído en picada desde la crisis, el año pasado reportó su primera pérdida anual desde 2008. Sus acciones valen sólo un octavo de lo que valían en 2007.

La tarea de hacer resurgir al Deutsche Bank se vuelve casi imposible por dos problemas: su nivel inadecuado de capital y la cuestión fundamental de la razón de ser del banco.

Actualmente nada es tan importante para un banco como la cantidad de capital que posee. Para el Deutsche es muy difícil conseguir capital y cuando lo logra lo hace en cantidades insuficientes.

Los prestamistas se centran en las fortalezas que poseen en su lugar de origen. Los bancos de Estados Unidos pueden confiar en los mercados de capitales más grandes del mundo para sostenerse, Barclays afirma 16 millones de clientes al por menor en Gran Bretaña y UBS y Credit Suisse cuentan con una gran fortaleza en la gestión de su riqueza.

Deutsche no tiene una fuerte presencia en Alemania y se tiene pensado reducirla aún más mediante la venta de Postbank, un gran banco del que tomó control en 2010. Los rendimientos que ofrece ahora son mínimos. Cotiza alrededor de un cuarto del valor nominal de sus activos netos; si se tratara de una empresa no financiera tendría que haber sido ya disuelta, pero los grandes bancos no pueden ser desmontados sin poner en riesgo todo el sistema.