Asegurarse de que exista competencia leal es difícil; las empresas conocen mucho mejor sus negocios que los reguladores. En 2014, Jean Tirole fue galardonado con el Nobel de economía por su trabajo en “organización industrial”. Tirole comenzó publicando en los ochenta, cuando muchos gobiernos estaban ocupados en privatizar grandes partes de sus economías, desde las telecomunicaciones hasta los transportes, dando lugar a nuevos mercados liberalizados que no eran perfectamente competitivos. Tirole desarrolló una nueva forma de pensar acerca de las dificultades que enfrentan los reguladores en la gestión de mercados ya que falta información o esta es asimétrica y es difícil ver desde afuera los costos e inversiones de la empresa: un caso típico de esas dificultades son los llamados monopolios naturales. Tirole y Laffont plantean una regulación que tenga opciones para las empresas, de suerte que cada empresa elija qué tipo de regla seguir. Otro tema central es el de los precios: la solución óptima no es siempre lograr los precios más bajos y los reguladores deben estar atentos a cómo se distribuyen las ganancias de las mejoras tecnológicas. Una alternativa para regular, es limitar los precios yendo desde un tope de beneficio hasta los costos de la empresa, pero eso conlleva desincentivar la búsqueda de eficiencia empresarial. Otra opción es establecer un precio límite, pero si se da, las empresas tenderán a embolsarse las ganancias por eficiencia en lugar de pasarlos a los consumidores en forma de precios más bajos. El trabajo de Tirole también analiza el papel de la inversión en tecnología como un límite a la competencia: la “sobreinversión” que crea barreras que aparecen como insuperables para los competidores. Se considera que el tema más relevante en el trabajo de Tirole es el análisis de los “mercados plataformas” que sirven a varios tipos de consumidores y por ello no responden en forma típica a las regulaciones gubernamentales. Los argumentos sobre la "neutralidad de la red" retoma los temas mencionados. En los mercados donde el propietario de una red vende el acceso de su red a los demás, mientras que compiten con ellos para proporcionar servicios para los consumidores, puede ser difícil identificar algún comportamiento injusto. El trabajo de Tirole sugiere que los propietarios de la red deberían dar permiso de cobrar precios más altos de acceso a los grandes consumidores (tales como los servicios de streaming de películas) para cubrir los costos que impone la creación de infraestructura. Sin embargo, la investigación también sugiere que el propietario de la red puede abusar fácilmente de tales cobros para impulsar su posición en el mercado de consumo. Aunque Tirole no ofrece ningún patrón sencillo para la regulación de este tipo de plataformas, él identifica claramente los sacrificios que los reguladores enfrentan. La gestión de la competencia es ardua y los reguladores de las industrias que están politizadas a menudo sufren para hacerlo bien. En un campo predispuesto a simplificar demasiado, el trabajo de Tirole ofrece un refrescante punto de partida, así como una indispensable guía política.