Existe el gran y urgente reto de construir un sistema global de energía que en vez de combustibles fósiles esté basado en una creciente electrificación, el hidrógeno como fuente de energía y la eliminación de miles de millones de toneladas de gases de efecto invernadero de la atmósfera. Esto se logrará solamente si existen suficientes ambiciones políticas, lo que todavía no ocurre. Para estimular tal ambición, ayuda pensar en tres mantras: primero, se trata de pensar y actuar en grande, puesto que hacer poco sólo sirve poco. En segundo lugar, no solamente se debe pensar fuera, sino también dentro de los marcos de los existente. En este sentido, se deben ingresar las nuevas tecnologías en los sistemas y plantas de producción existentes. En tercer lugar, hay que colaborar y competir a la vez. Si bien la competencia es vital, se requiere un intercambio entre fabricantes de acero, productores de mineral de hierro, empresas de servicios públicos, compañías de cemento y las multinacionales petroleras en torno a innovaciones energéticas. No se trata de ganar la competencia, ya que mientras no existe colaboración, todos perderán.

A largo plazo, la descarbonización puede revitalizar al capitalismo, ya que todavía existen miles de millones de personas que anhelan el desarrollo que ha llevado consigo la revolución industrial con la industria intensa de carbono en algunas partes del mundo. La electrificación en masa libre de carbono podría estimular las nuevas industrias y la descentralización de la economía global. Así, se podrían crear puestos de empleo y aliviar la pobreza de energía en países pobres. La construcción de un futuro post-carbono podría ser una gran oportunidad económica y medioambiental para la humanidad.