En junio de 2019, el gobierno chino reunió a las empresas de tecnología de vanguardia más importantes para notificarles que podrían enfrentar serias consecuencias si cooperan con la prohibición que estableció el gobierno de Donald Trump a fabricantes estadounidense para vender componentes tecnológicos clave a empresas chinas.

A las reuniones asistieron representantes de empresas estadounidenses como Dell y Microsoft, de las coreanas Samsung y SK Hynix, así como de la británica Arm. Los funcionarios de la agencia de planeación económica china encabezaron las reuniones junto con los representantes de los ministerios de comercio y de industria e información tecnológica.

El mensaje que se transmitió en la reunión, así como el anuncio de Beijing de la elaboración de una lista con los nombres de compañías e individuos no confiables, son entendidos como una respuesta del gobierno chino a las restricciones impuestas a Huawei, aunque la compañía no fue mencionada.

La respuesta de Beijing a las medidas tomadas por Trump tiene implicaciones geoestratégicas de gran relevancia: “se ha extendido el espectro de una nueva realidad geopolítica en la que las dos superpotencias mundiales competirán por extender su influencia económica y tratarán de congelar las tecnologías y recursos del otro”. Para los analistas hay tres elementos cruciales en disputa: en términos de la competencia tecnológica, el gobierno estadounidense está tratando de frenar el ascenso chino, poniendo en riesgo el futuro de la economía digital de ese país; en segundo lugar, los daños a Huawei y al desarrollo de la tecnología inalámbrica 5G, pueden ser vistos como incapacidad política del presidente Xi Jinpin y el partido para defender el futuro económico del país, y en tercer lugar, se trata de un intento por romper las sofisticadas cadenas de producción de componentes químicos y electrónicos entre China y el resto del mundo.

El avance de la guerra comercial ha comenzado a levantar temores en China con respecto al traslado de las grandes empresas a otros países para evitar riesgos futuros. Por esta razón, en las reuniones de junio los funcionarios chinos explícitamente advirtieron a las empresas que cualquier reubicación fuera de China que no respondiera a estrategias de diversificación o con motivos de seguridad podría ser castigada.

Los asistentes a la reunión también señalaron que los funcionarios chinos dirigieron mensajes especiales a las empresas con sede en Estados Unidos. De acuerdo con su testimonio, los representantes del gobierno chino señalaron que las medidas impulsadas por Trump están desarticulando las redes globales de producción, que de acatarlas podrían enfrentar consecuencias permanentes en China y que se espera que hagan trabajo de lobby para echar atrás las restricciones estadounidenses.

El gobierno chino ya ha usado sus relaciones con los gigantes tecnológicos como herramienta diplomática. En 2015, cuando el gobierno de Barack Obama acusaba a China de realizar dumping, el presidente Xi se detuvo en Seattle en su camino a Washington para reunirse con ejecutivos de empresas chinas y estadounidenses y remarcar los lazos profundos que unen a ambos países. No obstante, el escenario actual es más complicado debido a que las empresas estadounidenses enfrentan un mayor escrutinio.

La respuesta de las empresas también varía en función de su presencia en el mercado chino. Dell tiene un mercado limitado en la venta de equipos de cómputo; Microsoft, por el contrario, distribuye software y su motor de búsqueda, Bing, es uno de los pocos que no ha sido bloqueado, además hay varios fabricantes de semiconductores que abastecen de hardware y equipo telefónico a las empresas chinas.

Para los analistas, las negociaciones comerciales están ligadas al asunto de Huawei, pero los cargos de fraude y obstrucción contra la compañía que han sido sumados por el gobierno estadounidense dificultan cualquier avance. Las únicas opciones que parecen viables son: una negociación por separado entre funcionarios de alto nivel que aborde exclusivamente el tema de Huawei o que la empresa china admita los cargos que se le adjudican y negocie directamente con las autoridades estadounidenses. Por ahora, ninguna de esas dos opciones parece estar cerca de realizarse.