Jorge Carrión es un periodista, escritor y crítico de literatura español. Imparte clases de creación literaria, teoría del viaje y periodismo cultural en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Además escribe regularmente en Cultura/s de La Vanguardia y en otros suplementos y revistas de España y América Latina.

A raíz de la cuarentena por la pandemia por Coronavirus, se ha acelerado el uso de servicios de entretenimiento en formato streaming como Netflix, HBO y Filmin y plataformas como Google Drive, WhatsApp y Zoom para establecer comunicación con colegas, alumnado y profesorado. En otras palabras: la biología -no la tecnología- está acelerando la digitalización del mundo.

Resulta que un fenómeno biológico está cambiando nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Parece una completa paradoja que una enfermedad que se transmite cara a cara está multiplicando nuestra dependencia por la virtualidad.

Thomas Kuhn en La estructura de las revoluciones científicas (1962), afirma que las crisis son la antesala de las revoluciones científicas. El Coronavirus al ser un virus con una alta tasa de transmisión ha movilizado a las y los científicos de campos como la biotecnología, informática, robótica, estadística, ingeniería de sistemas y datos, etc. en un tiempo récord, provocando la aceleración de la revolución tecnológica que ya estábamos viviendo.

No es necesario que termine la crisis multidimensional que esta pandemia puso al descubierto para reflexionar sobre las consecuencias que está tendrá en el mundo físico y virtual y poner de manifiesto la realidad de que un virus informático puede paralizarnos de la misma forma que un biológico.

Es poco probable que la crisis paralice la industria tecnológica, por lo que se continuará con el desarrollo tecnológico de empresas como Google, Amazon, Facebook o Netflix. Estas empresas están recibiendo una descomunal inyección de dinero y macrodatos por lo que se espera el desarrollo aún más profundo de la inteligencia algorítmica, que de por sí está teniendo un auge impresionante.

La dimensión digital se está acelerando principalmente a causa de dos motivos: el desplome de la economía que amenaza a los sectores tradicionales y el apogeo de las plataformas tecnológicas gracias a considerables inyecciones de capital. De la mano se encuentra la digitalización de la cotidianidad que provoca ataduras emocionales al confinamiento que estamos viviendo. Cientos de millones anclaremos nuestros recuerdos de la cuarentena en el uso y consumo de plataformas en línea.

Los lugares con mejor contención del virus son aquellos que han usado aplicaciones para monitorear a las y los ciudadanos en riesgo como Corea del Sur, Singapur, Hong Kong y Taiwán. En China y el resto del mundo se están afilando nuevas herramientas y estrategias de biocontrol. Cuando termine la pandemia es seguro que los gobiernos estarán más cerca de acceder a nuestros datos e información personal con tan solo un click.

El COVID-19 está dando el empujón necesario para que dialoguen la política, las y los expertos y las supercomputadoras o inteligencia artificial. Su nivel de transmisibilidad está revolucionando las dos dimensiones de nuestra realidad y estableciendo nuevos paradigmas del desarrollo tecnológico.