Spore wars The havoc wrought by covid-19 will spark new concern over bio-weapons

Cita: 

The Economist [2020], "Spore wars. The havoc wrought by covid-19 will spark new concern over bio-weapons", The Economist, London, 25 de abril, https://www.economist.com/united-states/2020/04/23/the-havoc-wrought-by-...

Fuente: 
The Economist
Fecha de publicación: 
Sábado, Abril 25, 2020
Tema: 
La emergencia del covid-19 abrió el debate sobre el peligro del uso de armas biológicas
Idea principal: 

A pesar de la poca información con la que se cuenta sobre el nuevo Coronavirus es posible afirmar que no fue diseñado o lanzado deliberadamente al mundo, sin embargo, las consecuencias que está teniendo son muy parecidas si su origen hubiera sido por intervención humana. De acuerdo con Richard Pilch investigador del Middlebury Institute of International Studies “el covid-19 ha demostrado la vulnerabilidad de los Estados Unidos y la economía mundial a las amenazas biológicas, lo que aumenta exponencialmente el impacto potencial de un ataque".

Es así que el SARS-COV-2 renueva el interés y el temor sobre las amenazas biológicas. En teoría su uso está estrictamente prohibido en todo el mundo y la mayoría de los países firmaron en 1975 la Convención de Armas Biológicas la cual prohíbe la fabricación o el almacenamiento de agentes biológicos para cualquier cosa que no sea con fines pacíficos. A pesar de esto nada garantiza que algunos países rompan en secreto este acuerdo y las fabriquen clandestinamente: Estados Unidos acusa a Corea del Norte de mantener un programa ofensivo de armas biológicas y alega que China, Irán y Rusia incursionan en la investigación de doble uso.

Actualmente existe evidencia de compra-venta en la deep web de toxinas prohibidas como la ricina. En 2001 fue notorio el caso de envío de cartas con esporas de ántrax a cadenas de noticias y senadores estadounidenses; a pesar de que posteriormente a este acontecimiento se instalaron dispositivos de seguridad para evitar que sucediera de nuevo, lo cierto es que las amenazas con armas químicas persisten, prueba de ello fue el sarín arrojado por las fuerzas aéreas de Siria en el marco de la Guerra Civil o el desarrollo de agentes tóxicos como el Novichok.

El recorte al presupuesto destinado a la bioseguridad civil (véase dato crucial 1) por parte de la administración de Donald Trump pone en virtual peligro a la población estadounidense y del resto del mundo, ya que se le resta la atención necesaria a una cuestión de tal importancia.
El covid-19 ha dejado lecciones para pensar en las repercusiones de las armas biológicas y aunque aún no se perciben con claridad, pone en el centro del debate las implicaciones que tendría el uso de diversos virus y bacterias por parte de grupos extremistas.

La lenta respuesta a la pandemia del Coronavirus ha expuesto las debilidades de los gobiernos. Gregory Koblentz de George Mason University afirmó que “lo que vemos es que cada parte de nuestra infraestructura de salud pública está rota o estirada al máximo”. En este sentido, es seguro que los próximos atacantes tomen nota de estas debilidades.

Los gobiernos están preocupados por una nueva generación de armas biológicas y desde 2016 agencias de inteligencia estadounidenses han advertido la existencia de programas biológicos capaces de manipular o crear organismos, los cuales con el tiempo, podrían usarse para recrear virus como la viruela o hacer patógenos existentes más peligrosos, como los resistentes a los antibióticos.

Alrededor de todo el mundo se ha anunciado la creación en laboratorios de versiones de enfermedades con alta tasa de transmisibilidad. En 2011, científicos holandeses y japoneses dijeron que habían creado una versión de la gripe aviar que podía transmitirse entre mamíferos por vía respiratoria; en enero de 2020, científicos canadienses financiados por una compañía estadounidense de biotecnología utilizaron ADN sintético de Alemania para sintetizar un microbio estrechamente relacionado con la viruela, lo que indica la facilidad con la que se podría hacer. Lo anterior es preocupante ya que resulta más fácil de lo que se aparenta replicar enfermedades en laboratorios.

La biodefensa parece no avanzar tan vertiginosamente como el desarrollo de armas biológicas. A pesar de que durante mucho tiempo han estado disponibles dispositivos que detectan algunas amenazas químicas, estos no son suficientes para prevenir los agentes patógenos esparcidos por aerosol, el ántrax por ejemplo.
A nivel internacional la biodefensa es un tema que se descuida en gran medida. Prueba de ello es que no existe un protocolo en el sistema de la ONU para un evento biológico de origen desconocido.

Los laboratorios militares alimentados con miles de millones de dólares provenientes de fondos privados están trabajando a marchas forzadas en la lucha contra el covid-19, lo que resulta en una esperanza no sólo para combatir este virus sino también una amplia gama de otras amenazas biológicas. El "santo grial", dice Dan Kaszeta, un ex asesor de armas biológicas de la Casa Blanca, sería un antiviral o vacuna de amplio espectro, un escudo contra enemigos naturales y humanos por igual.

Datos cruciales: 

1. En Estados Unidos el financiamiento para la bioseguridad civil cayó 27% entre los años fiscales 2015 y 2019, ubicándose en 161 mil millones de dólares, menos de lo que se gastó en la compra de helicópteros Black Hawk.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La guerra no se gesta únicamente en un campo de batalla, sino que este es múltiple y pluridimensional. La emergencia sanitaria por covid-19 ha demostrado la vulnerabilidad de prácticamente todos los gobiernos ante una situación inusitada, provocando la profundización de las formas de la guerra. En este sentido ya no se piensa en la afirmación o negación de la existencia de las armas biológicas, sino en sus posibles consecuencias.