Capitalismo terminal. Anotaciones a la sociedad implosiva

Cita: 

Vela, Corsino [2018], Capitalismo terminal. Anotaciones a la sociedad implosiva, Madrid, Traficantes de sueños, https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/map48_Vela_web.pdf

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
2018
Tema: 
La naturaleza contradictoria de la acumulacion del capital, la constatación de sus límites históricos y materiales, y la superación de esta relación social mediante la autoconstitución de la población proletarizada en el antagonismo social de clase
Idea principal: 

Sobre el autor

Corsino Vela

Corsino Vela ha estado vinculado a organizaciones de base de trabajadores y a colectivos del ámbito libertario desde la década de 1970. Participó en el proceso de reconstrucción de CNT, en el movimiento contra las Olimpiadas del 92 y ha colaborado durante veinte años en diversas publicaciones técnicas y militantes como Etcétera, La Estiba, No’92, A/parte, Ekintza Zuzena, Diagonal, entre otras. En 2015 publicó La sociedad implosiva.

Presentación

Para Vela, el término crisis de tanto repetirse ha perdido su significado y ha acabado por diluirse, lo mismo sucede con el caso de la crisis capitalista. Para la economía política, el desarrollo histórico del sistema capitalista es concebido como una sucesión de períodos de expansión económica y estancamiento, donde las crisis son condición para el relanzamiento de un nuevo ciclo expansivo. Este relato, formulado en un periodo histórico en el que la acumulación de capital parecía ilimitada, sustentó el optimismo de la ideología progresista burguesa. Para Vela, posicionado desde la tradición crítica de la economía política, la crisis es inherente al sistema capitalista. Esta tradición considera que cada ciclo expansivo, superador de crisis previas (por medio de guerras, devastación territorial, sobreexplotación, miseria), conduce a nuevas crisis más profundas que las anteriores. Para el autor, estamos en un momento en que los límites a la acumulación se han hecho perceptibles de forma apremiante y mercan una crisis civilizatoria que no puede ser superada por el sistema capitalista.

Desarrollando muchas ideas presentadas en un trabajo anterior, La sociedad implosiva, Corsino Vela presenta en este obra un bosquejo de las limitaciones del modo de reproducción capitalista para ilustrar el carácter terminal de esta relación social. Para el autor, la crisis iniciada en 2007 representa una inflexión histórica, pues supone una nueva fase del capitalismo, su fase terminal, en la que sus limitaciones objetivas, históricas, concretas, se han hecho perceptibles, tanto en la biosfera como en todas las dimensiones de la vida social, económica, cultural, etc.

Organización argumental

En una primera parte de libro Vela hace una verificación práctica de la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia, contradicción intrínseca del capitalismo, que en el desarrollo de la acumulación tiende a aumentar el capital fijo por sobre el trabajo vivo (única fuente de valor), lo que se traduce en una menor proporción de valor en cada unidad producida. Posteriormente aborda el agotamiento de los recursos y mecanismos, a principios de este siglo, que históricamente han servido para relanzar el ciclo expansivo de la acumulación.

En una segunda parte, partiendo de que el capital es una relación social fundada en el trabajo asalariado y la mercancía, Vela aborda cómo el colapso estructural de la economía capitalista excede lo puramente económico y se proyecta sobre el proceso de reproducción social y su forma política actual en los países desarrollados: la democracia de consumidores.

Para el autor, la crisis financiera, de representación, etc., son solo síntomas del rebase de los límites históricos del desarrollo capitalista. Vela esboza algunas de las transformaciones, tanto en la producción (deslocalización, subcontratación, automatización, etc.) como en la realización (transporte, logística, servicios de venta), que como respuesta a la crisis de acumulacion de mediados de la década de 1970, crearon las condiciones para el relanzamiento de un nuevo ciclo expansivo en el último cuarto del siglo XX. Sin embargo, el crecimiento del capital en la esfera de la realización y los servicios neutralizaron la reestructuración en la esfera productiva y la reorganización del trabajo proyectó a nivel global la contradicción entre trabajo productivo e improductivo, al tiempo que las transformaciones en la esfera de la realización (transporte y logística), si bien, mejoraron inicialmente las condiciones de generación de beneficio, supusieron un incremento en los costes y una mayor vulnerabilidad del proceso de realización (conflictividad del transporte).

Estos cambios, motivados por la creciente dificultad para la acumulación, generaron nuevos costes en tecnología y organización que resultan contraproducentes con el objetivo de aumentar la tasa de beneficio, reproduciendo las contradicciones de la esfera productiva en el giro intensivo del capital, marcado por la intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo (única fuente de valor), tanto en la producción como en la realización. Además, nuevos problemas económicos y sociales se derivan del desplazamiento de la actividad económica de los países desarrollados hacia la esfera de la realización (mercados de consumo) de la producción internacional como resultado del proceso de deslocalización productiva y de los servicios. Esto proyecta las contradicciones de la esfera productiva en la esfera de la realización a escala transnacional.

Durante las décadas finales del siglo XX, la expansión del capital financiero encubrió la caída en la tasa de ganancia del capital productivo y alimentó el espejismo de un crecimiento apoyado en el sector terciario. Sin embargo, en los países desarrollados el peso de la administración y los servicios improductivos han alcanzado niveles insostenibles. Pero debido a que contribuye a generar empleo y a suavizar los efectos de la automatización, la tendencia hacia la tercerización ha sido un dispositivo clave en la estabilidad social, que, sin embargo, representa un coste cada vez más grande en gasto público. Así, lo que en un principio fue recurso para superar la crisis acabó por profundizar la brecha entre trabajo productivo e improductivo y conducir a un crecimiento de la administración y los servicios que dependen del valor generado en la producción. Además de la tercerización, el autor aborda otros aspectos de la transformación en la esfera de la realización, como la logística y el transporte, terrestre y marítimo, por su importancia en la realización y la conflictividad laboral que generan.

En la tercera parte del libro, Vela aborda los límites a la reproducción social capitalista como consecuencia de estos cambios estructurales: la quiebra del Estado de bienestar, forma de reproducción vinculado al ciclo expansivo ya agotado, y la crisis de la subjetividad engendrada por ese modelo de reproducción social. Para el autor “el estrechamiento de los márgenes de beneficio del capital en crisis (...) determina el estrechamiento de los márgenes de reforma del sistema de representación política”.

Interpelación política

Para Vela, los límites prácticos de las formas políticas del capital se constatan en los límites objetivos y prácticos de la esferas productiva y de la realización. Considera que no hay alternativas dentro de la lógica del sistema capitalista. Así, la derecha, por un lado, insiste en las mismas reformas que nada resuelven y llevan a la descomposición social; mientras que la izquierda del capital, por otro lado, insiste sobre la alternativa keynesiana que ya tocó su techo histórico en la década de 1970. Esta realidad implica lo que Vela denomina la implosión del modo de reproducción capitalista: la sociedad implosiva, que experimenta los límites históricos del sistema capitalista sin el ejercicio de un antagonismo real de la población proletarizada.

Debido a esto, el autor busca interpelar las formas políticas que se encuentran atrapadas en el horizonte del capital en crisis. Estas formas políticas aspiran a gestionar el colapso, y con ello prolongan la fe en el capitalismo. Para él, no hay reforma posible dentro de la lógica del capital. El sistema capitalista, al tiempo que desplaza a una parte de la población asalariada hacia el trabajo improductivo, como un medio para desactivar la conflictividad social, se ve impedido a garantizar la subsistencia del pacto social del Estado de bienestar, ya que sus costos ya no son asumibles por el capital en crisis. Lo que implica que el Estado del bienestar no es sostenible ni siquiera en su forma política, la democracia capitalista. Así, las movilizaciones de la indignación (15-M, nuit debout, occupy) han expresado ese carácter implosivo y dado lugar a una nueva élite gestora, formalizada en partidos y coaliciones electorales que, reproduciendo la miseria de la izquierda institucional del capital, levantan las viejas promesas de la gestión justa del capital, trivializando de las “concepciones antagonistas” y falsificando la historia de la contestación social. Sin embargo, para Vela, hay otra política en la historia del otro movimiento, el de la autoconstitución de la clase trabajadora. Una tradición crítica vinculada a prácticas históricas, cómo las huelgas salvajes, tendientes a romper con la lógica del capital.

Introducción

Una indagación a los límites del capital

¿De qué crisis hablamos?

La crisis del capital no es una entelequia, es, más bien, una cuestión eminentemente práctica y material. Esta crisis, que no es otra que la crisis de la sociedad, tiene que ver con la vida cotidiana y las condiciones materiales de reproducción de la vida social. Si bien, la cobertura mediática de la crisis inaugurada en 2007 se reduce a una enumeración de fenómenos económicos (desempleo, endeudamiento, falta de consumo e inversión, etc.) originados con la quiebra financiera de un banco gestionado de forma fraudulenta y su contagio al sistema bancario global; para la tradición crítica de la economía política, la crisis es inherente al crecimiento, es decir, consustancial al modo de reproducción social basado en la acumulacion de capital. Esta crisis es consecuencia del ciclo expansivo del capital, de la misma forma que lo fue la crisis de la década de 1970.

Para el autor, la quiebra del sistema financiero es la manifestación de un proceso de quiebra de carácter sistémico y estructural. Sus causas reales están en el proceso de acumulacion de capital, desde el proceso productivo (donde se genera valor, plusvalía), el de circulación y el de realización del capital, y se manifiesta en la imposibilidad para transformar la plusvalía producida en capital (sobreproducción). Esta crisis se ha manifestado en una de las medidas que caracterizaron la reestructuración que buscó superar la crisis de la década del setenta: el sistema financiero. Sin embargo, el desarrollo de la forma financiera no resolvió las limitaciones estructurales del ciclo expansivo que siguió a la Segunda Guerra Mundial, sino que creó la ilusión del crecimiento ilimitado de capital mediante la proliferación de productos que alimentaron la burbuja financiera. Sin embargo, esta ilusión acabó por desvanecerse ante la falta de beneficios reales (valor), procedentes de la esfera productiva, lo que se materializó en la realidad social (desempleo, falta de inversión, endeudamiento, empobrecimiento, etc.) como fenómeno de sobreproducción de mercancías que no tienen salida en el mercado, es decir, por la imposibilidad de convertir la plusvalía, obtenida en la producción, en capital y beneficios. De esta forma se hizo patente la diferencia entre acumulacion nominal de capital financiero y la acumulacion real de capital, que sólo tiene lugar en la doble articulación de la producción y realización de mercancías y servicios. De forma paradójica, falta capital pero abunda el dinero. Así, el estallido de la burbuja financiera hizo evidentes los problemas estructurales de la acumulacion.

En virtud de que históricamente la sucesiva alternancia de periodos de crisis y expansión capitalista conducen a nuevos estadios históricos en los que las contradicciones estructurales de la acumulación de capital se profundizan, desplazando hacia el futuro las condiciones de una nueva crisis más profunda. Para Vela, la crisis actual, cuantitativa y cualitativamente rebasa los límites históricos concretos del sistema y debido a su carácter acumulativo la profundidad de la crisis vuelve a los mecanismo que en el pasado hicieron posible el relanzamiento del ciclo expansivo del capitalismo inefectivos.

Para el autor, es fundamental entender esta crisis como la bancarrota de la forma de relación social actual, basada en el salario: forma historia de generar y acumular valor y beneficio. Entenderla, por el contrario, como un problema coyuntural, técnicamente solucionable, deriva en una forma de intervención política, que ha caracterizado a la izquierda del capital, tanto en su versión gradual reformista (socialdemocracia) o radical reformista (leninismo), que busca gestionar pragmáticamente el sistema capitalista. La otra perspectiva pone el acento sobre lo estructural es crítica, apunta más allá del capital, hacia la contradicción inherente al proceso económico. Para esta última perspectiva, la crisis deja de ser un problema técnico para convertirse en contradicciones sociales concretas que contraponen las necesidades objetivas de la acumulación con las necesidades objetivas de la población proletarizada, excediendo por ello la posibilidad de representación dentro de las formas políticas del capital (partidos y parlamentos). La crisis actual, perceptible en sus manifestaciones económicas, políticas y sociales, es expresión de los límites objetivos del capital para superar desde su propia lógica y materialidad la actual fase de desarrollo.

Comprensión práctica versus formulación estadística

Vela considera que la crisis debe comprenderse de forma práctica y en relación con la conflictividad social en la que se manifiesta, no reducirse a sus aspectos técnicos. Sin embargo, las explicaciones de los analistas de todo tipo intentan dar soluciones que pretenden ser objetivas al apoyarse en datos estadísticos, debido a que el positivismo matemático se ha convertido en un principio de verdad. Pero la naturaleza de la crisis del capital, que es la crisis de una forma social, implica otro plano de razonamiento, y es este en donde se da la ruptura crítica. La quiebra de este modelo social implica una crisis del pensar general. En esta crisis de las ideas dominantes, el desconcierto y la falta de credibilidad son las principales características y se extienden a todos los ámbitos del conocimiento (post verdad). Las estadísticas, una forma de reduccionismo matemático, han demostrado ser tan maleables como para “demostrar” lo mismo una tesis o su contraria, basta revisar las páginas de los diarios que anuncia constantemente la superación de la crisis actual.

De ahí que para Vela, el único criterio de verdad consiste en el contraste de las verdades dominantes, tanto en el discurso económico, político, etc., con los hechos conflictivos y el antagonismo subterráneo que define la situación de crisis. Es aquí donde se inscribe la teoría del valor como demostración social, no estadística, del carácter terminal, no superable, de la crisis de acumulacion. Poco importan, llegados a este punto, las dificultades para la formulación matemática del valor (como trabajo productivo) y de la caída tendencial de la tasa de beneficio. Frente a la realidad social, la economía política se empeña en la mistificación y el falseamiento de la realidad. Sin embargo, no se puede negar la caída en las condiciones de vida de la gente, producto de los efectos desestabilizadores de la relación social capitalista, de la lógica en la que se funda la sociedad y la dinámica de su reproducción.

El giro intensivo del capital

La última reordenación mundial del proceso de acumulacion de capital afectó de forma profunda a la forma de organización del trabajo y de la empresa, la célula básica del sistema de explotación del trabajo y de generación de valor. En una escala microeconómica, las contradicciones de la acumulación se traducen en las empresas en problemas operativos y contables. Es en el ciclo de vida del producto donde se realiza en la práctica el giro intensivo del capital, una estrategia basada en la reducción de costes,que conlleva a la reducción del tiempo del ciclo de la mercancía (tiempo de producción y de realización).

Los cambios que desde la década de 1980 se han verificado en la forma de explotación de la fuerza de trabajo (toyotismo, justo a tiempo, lean production, etc.), aunque no lograron superar, sino tan solo aplazar, la posibilidad latente de la crisis, ofrecieron la posibilidad de implementar una gestión pormenorizada que exprime todas las posibilidades de reducir costes basándose en la automatización, a la tecnología de la información y otras soluciones tecnológicas. El giro intensivo consiste, en un contexto de baja rentabilidad y escaso crecimiento de los mercados en relación con la capacidad productiva, en una estrategia empresarial basada en la reducción de costes para mejorar la competitividad, y no solo la productividad. Este giro denota un cambio de naturaleza de un capital expansivo, basado en la producción masiva, a un capital comprensivo, basado en sistemas de producción flexibles y sobre demanda. Estos cambios corresponden con la explotación intensiva y flexible de la fuerza de trabajo, pero realizada sobre un aparato tecnológico que requiere de inversión fija constante, y genera otros costes (en mantenimiento, ingeniería y consultoría ) lo que contradice la estrategia empresarial de reducirlos.

La dinámica empresarial centrada en el producto, en el ciclo de la mercancía, a pesar de los recursos tecnológicos con los que dispone, enfrentan una dificultad creciente para obtener beneficio, haciéndose exponentes de los límites del capital en tres niveles: en el de la explotación de la fuerza de trabajo, en el de las posibilidades de realización de la mercancía, y en los límites históricos de la tecnología, así como a los límites de la capacidad humana como fuente de valorización para hacer efectivo el complejo tecnológico.

Así, un elemento fundamental de la estrategia empresarial para combatir la tendencia a la sobreproducción es la gestión del ciclo de vida del producto, que implica la reducción de costes, la mejora de la calidad y la competitividad por medio del acortamiento de la salida al mercado. El outlet y las franquicias son dos fenómenos recientes que expresan ese giro intensivo hacia la fijación en el producto y la intensificación de la fuerza de trabajo. El primero, representa una manera de alargar la vida del producto al introducirlo en un mercado de segundo nivel, realizando en el mercado una parte de la mercancía que de otro modo no se conseguiría. Las franquicias, por otro lado, representan una práctica que conjuga la expropiación (de la inversión) y la auto-explotación característica del trabajo autónomo.
De esta forma, en un momento histórico en el que la explotación directa y la forma asalariada no reporta el margen de beneficio necesario para la acumulacion, se aplican estrategias de transferencia de plusvalía hacia las firmas de las cadenas de franquicia, un proceso de concentración de capital en el nivel superior por medio de la segregación formal de los procesos de producción (subcontratación) y realización y venta de mercancías (franquicias).

Por otro lado, la caída de beneficios y la necesidad de nuevos inversores llevan a la concentración del capital y a la formación de economía de escala que liquidan a las empresas atomizadas o las subordinan en la cadena de subcontratación. Las franquicias, en el campo de la distribución, son mecanismos para atomizar formalmente la concentración real del sector y derivar los costes y la inversión. Esta concentración de capital se ha visto intensificada con la crisis. Cada vez menos empresas gestionan una mayor cuota de mercado, quedando en una posición que les permite implementar maniobra para obtener mayores márgenes de beneficio, como fijar o manipular los precios del mercado. Sin embargo, los gigantes obtienen su ventaja competitiva con la crisis de acumulacion de capital como marco, por lo tanto consiguen incrementar los beneficios sólo en detrimento de la competitividad y el volumen de negocios de sus competidores.

Por otra parte, la contracción del ciclo de la mercancía se da simultáneamente a la contracción de los mercados, donde la pauta es la saturación y la competencia por ganar cuota de mercado. La producción flexible, surge como respuesta a las limitaciones de crear nuevos mercados y la producción sobre demanda es una forma de superar la segmentación de un mercado que no crece de acuerdo a las necesidades de valorización. Con la producción flexible se pretende aumentar las cada vez más reducidas posibilidades de realización de las mercancías, debido a la competencia y a las dificultades de acceso al mercado globalizado.

En estas condiciones, la circulación y realización en un mercado global altamente competido se complejiza en su operación y en su tecnología, volviéndose más costosas. Aunque se reduzcan los costes de producción, los de realización tienden a incrementarse. Así, los dispositivos utilizados para aumentar la cuota de beneficio, por su coste y vulnerabilidad profundizan la situación de crisis

Tercerización, financiarización y democracia de consumidores

Desde finales del siglo XX, las transformaciones en el orden productivo mundial supusieron el desplazamiento de la estructura económica de los países desarrollados hacia el sector terciario, elevando la proporción de trabajo improductivo, lo que ha contribuido a acentuar las contradicciones del sistema capitalista. El sector terciario se ha presentado para el capital como alternativa para la fuerza de trabajo expulsada por la intensificación de la extracción de plusvalía por medio de la automatización y la deslocalización productiva. Sin embargo, este sector es insuficiente para absorber este excedente de fuerza de trabajo, ni siquiera es capaz de absorber el crecimiento vegetativo de la población asalariada, lo que que ha ocasionado desempleo, subempleo, precarización y paro encubierto. Esta actividad económica supone gasto público (sanidad, educación, asistencia social, administración); en el caso de los servicios a empresa, coste añadido de realización; o gasto neto en el caso de los consumidores (entretenimiento y ocio). El desarrollo de las actividades del sector tiene su límite por el crecimiento de la economía real, el nivel general de producción de valor, de acumulacion. En la sociedad capitalista, este crecimiento está vinculado a la generación de valor, trabajo humano, es decir, el tiempo humano gastado en la producción para satisfacer las necesidades de reproducción, como referencia del sistema de intercambio económico mediatizada por su forma dineraria. El peso del exceso de tercerización, es decir, de actividades improductivas que consumen valor, ha alcanzado un nivel insostenible para la sociedad capitalista. Vela considera la tercerización como la expresión económica de la implosión capitalista.

La ideología de la tercerización

La tendencia hacia la tercerización en los países desarrollados ha dado forma a una nueva subjetividad ciudadana consumidora, sucedáneo ideológico tardío en la fase de dominación real del capital. Producto de la deslocalización productiva y la especialización geográfica, la función de la ciudadanía consumidora, desproletarizada, es la realización del capital, dando auge a las actividades relacionadas con esta esfera. Cuando se habla de dominación real del capital se habla no solo de los cambios estructurales de la relación social y a su materialización en la economía, sino también, de la interiorización de la lógica del capital, ya que los cambios en su dinámica repercute en la subjetividad de quien está sometido a su dominación. Esta interiorización de la valorización puede llegar a anteponerse a la profesión de fe ideológica, como lo demuestra la práctica de la nueva izquierda, que a pesar de su retórica se encuentra atrapada en la lógica del capital.

El capital se crea a sí mismo: la alucinación financiera

La crisis estructural que se venía incubando en el proceso de acumulación fue precipitada en 2007 por el crecimiento desmedido del capital financiero que había aparentado suplantar la esfera productiva. Vela señala que la apuesta por la financiarización fue la medida que el capitalismo adoptó ante el agotamiento de la estrategia keynesiana. Entonces, el declive de los beneficios del capital productivo determinó la deriva hacia la deslocalización productiva y la relocalización en la esfera de la economía virtual. La inversión especulativa aparentemente presentó ventajas frente a la inversión productiva, entre estas: mayores cuotas de rentabilidad, acortamiento del ciclo de negocios (al suprimirse la fase productiva y de realización de la mercancía física) y la minimización de los riesgos que representa la conflictividad laboral. Estas inversiones especulativas, a pesar de las cuotas modestas, acortan la obtención de rentabilidad, apareciendo como un ilimitado automatismo de creación de capital. Este virtual crecimiento permanente de valor ficticio, improductivo, hizo estallar la crisis, ya que evidenció la baja rentabilidad del capital productivo. Es por esto que todas las medidas adoptadas en estos años no han podido resolver la crisis financiera, pues el problema está en el colapso del proceso de producción y realización de capital.

Sin un relanzamiento del ciclo expansivo de la economía, las expectativas de rentabilidad se verán nuevamente defraudadas y burbujas financieras de diferente naturaleza volverán a reproducirse. Es el caso, por ejemplo, de la burbuja de la deuda estudiantil norteamericana, cuyas expectativas de retorno están basadas en la expansión económica y del empleo cualificado, algo que para Vela no tendrá lugar debido a que la tendencia apunta a una mayor precarización de la fuerza de trabajo para conseguir más rentabilidad.

Las limitaciones históricas concretas del capitalismo chocan con las expectativas ideológicas de la izquierda del capital que interpretan la crisis como exclusiva o parcialmente financiera y por tanto superable por una política fiscal niveladora que reparta la riqueza dineraria. La identificación del capital con su forma financiera es engañosa, pues este capital dinerario no entra en el ciclo de valorización como capital, debido a que no es productivo sino simplemente gasto suntuario orientado hacia la inversión financiera, alimentando la burbuja de la acumulacion ficticia. Es en el plano de la reproducción social inmediata que la contradicción entre la forma dineraria de valor (capital) y el valor real (tiempo de trabajo) se hace perceptible como desempleo, falta de inversión, reformas laborales para la explotación intensiva y empobrecimiento. Las medidas adoptadas para resolver la crisis no han dado resultado positivo, antes bien, han aumentado el gasto improductivo mediante la creación de instituciones burocráticas y supuestos controles bancarios, sin credibilidad debido a su sometimiento al capital financiero.

Para el autor, la recuperación capitalista de la crisis es improbable ya que existen muy pocos sectores que aporten los beneficios, cada día más estrechos, y el retorno de la inversión a la velocidad necesaria para reiniciar el ciclo inversor, de ahí que el se opte por la esfera financiera. Sin embargo, la sobreproducción de dinero asfixia a la producción de capital, pues la especulación financiera acaba por vaciar de contenido la forma dineraria de valor, creando valores financieros autorreferenciales, es decir, sin valor, ya que son mercancías que no tienen trabajo incorporado, ni satisfacen ninguna necesidad de reproducción social y por lo tanto no se realiza el beneficio en el consumo. La clave de la crisis es esta, la sobreproducción de mercancías que no tienen salida en el mercado. Este proceso ha ido avanzando de forma paralela al proceso de terciarización y de crecimiento de servicios y actividades no productivas.

La esfera financiera ha sofocado el proceso de acumulacion, reduciendo la base de capital productivo, desvalorizando la forma dinero, que deviene en una ficción que genera una crisis de confianza, simples números cuya validez depende del consenso del conjunto del sistema. Este valor ficticio, en sus niveles actuales, tiende a subsumir la producción de valor, anulandola.

8. ¿Gestion democratica del colapso?

Según Vela, el derrumbe capitalista es una realidad que se manifiesta en todos los órdenes de la vida. Para él, la crisis resultante del desarrollo del sistema en el último siglo ha mostrado la complementación de los enfoques tanto de quienes señalaron la tendencia insuperable de las contradicciones en la esfera productiva (Grossman), como de quienes pusieron el énfasis en los límites históricos del capital en la esfera de la realización y la imposible expansión ilimitada de los mercados (Rosa Luxemburgo). La naturaleza contradictoria del capital como relación social, como sistema de reproducción social, conlleva indefectiblemente a la crisis y al colapso social. Es decir, el derrumbe va mucho más allá de la economía, significa la descomposición de las diversas formas de la cultura dominante dominante, entre ellas su forma política, la democracia. Sin embargo, a pesar de esta determinación estructural objetiva del proceso de acumulacion actual, la izquierda del capital sigue aferrada a un pragmatismo democratico que no ha perdido la fe en la acumulacion ilimitada del capital y pone el acento en el plano de la representación política. Contra toda evidencia la izquierda reformista cree que el capital puede funcionar si es gestionado de otra forma, creencia que es funcional a los intereses de la clase dominante. Sin embargo, la naturaleza contradictoria misma del sistema hace que cualquier planteamiento sobre la gestión de la realidad dominante sea irrelevante.

Esta izquierda, al atender exclusivamente a la fenomenología de los hechos mediante un tímido reformismo, no es capaz de sobrepasar el horizonte de la intervención táctica. Históricamente, el movimiento obrero se ha limitado a intervenir en la dimensión táctica, mediante la consecución de de reivindicaciones económicas asumibles por el capital, siendo el Estado de bienestar la mayor conquista de esta orientación, mientras que la dimensión estratégica ha correspondido a la clase dominante, estando limitada en el movimiento obrero al discurso revolucionario y a contados momentos de convulsión revolucionaria. Así, de la misma forma que la izquierda ha marchado en la retaguardia del capital, la izquierda actualizada (15M), recuperada por el sistema de representación, adopta la dimensión táctica en un pragmatismo institucional que cancela cualquier posibilidad de intervención estratégica. Para Vela, históricamente los logros obtenidos por los representantes institucionales del movimiento obrero, en realidad, han sido consecuencia de las acciones de los movimientos sociales, en respuesta a los movimientos estratégicos del capital, como una válvula de escape frente al conflicto social.

Mientras estuvo vigente el Estado de bienestar, esa función táctica, mediadora y posibilista, del mal menor, que limitó las acciones del movimiento de acuerdo a las posibilidades del capital para hacer concesiones, tuvo sentido. Pero ahora estamos en otra época, señala Vela. Su crítica al reformismo no parte del análisis institucional, sino que se funda en el colapso del capital como relación social, constatable en la caída de los salarios por debajo del coste de reproducción, el agotamiento de los recursos, la violencia social o la sobreproducción de mercancías y residuos. En este sentido, la cuestión práctica, del qué hacer, a dónde orientar los esfuerzos, es lo que parece más importante al autor. Para Vela la única alternativa frente a la gestión de la reproducción social de acuerdo a las posibilidades del capital, que en lo político ha visto un estrechamiento paralelo a las dificultades de acumulacion del capital, está en construir sociabilidad desde la conflictividad.

Bancarrota de la democracia

Aunque el sesgo totalitario de las viejas democracias se expresa en la utilizacion de la excusa del terrorismo, como forma de control, y en el derecho de la libre movilidad y accesibilidad de los ciudadanos consuimidores al mercado, como coartada para la criminalizacion de los conflictos laborales y la restriccion de los derechos sociales, la raiz de la bancarrota democratica reside en que el capitalismo no puede seguir costeando la ficcion democratica, y el Estado de bienestar, para encubrir los antagonismos de clase, por lo que esta forma politica ha dejado de ser funcional ante la actual tendencia declinante del modo de reproduccion capitalista.

Cada vez más, esta forma política suscita desafección en gran parte de la población que no se siente implicada en ese modelo de participación política. En este sentido, tanto la creciente abstención como las recientes victorias de la derecha en el sistema de representación política son consecuencia del papel que ha jugado la izquierda dentro de este sistema político en las últimas décadas. Al estar atrapada en la lógica institucional, la izquierda del sistema no puede entender el hecho obvio de que la izquierda se abstiene y la derecha vota, lo que habla de una abstención consciente a pesar de no expresarse en un antagonismo explícito.

La bancarrota de la democracia es paralela e inseparable a la quiebra del capital. En la sociedad del capital en crisis, para la población con condiciones de vida materiales a ras de suelo la democracia es una mercancía mediático-espectacular de profesionales especializados. Esta solo representa una oportunidad para los gestores profesionales de la representación, y los que aspiran a serlo, así como para las empresas de producción del discurso dominante y los partidos políticos. Las limitaciones prácticas de la gestión democrática, en cualquier nivel de gobierno, tienen que ver con su sumisión estructural a los intereses del capital. Estas se manifiestan en cuestiones concretas de la realidad práctica en la que se desarrolla esta gestión de la vida material de la sociedad, determinada, no por la representación espectacularizada de intereses en torno a liderazgos, sino por la trama político-económica de la estructura administrativa de la sociedad del capital. No existe oposición dentro de la representación formal en la trama administrativa.
La nueva política de izquierda ha confundido el poder, las relaciones sociales de dominación, con su representación. El sistema democrático tiene una de sus funciones principales en la legitimación técnica (ideológica) de las decisiones de las tramas político-económicas de las estructuras oligárquicas.

Una élite falsaria

El cambio generacional al que asistimos en el sistema de representación democrática es francamente superficial, solo queda en gestos y estilos orientados al mercado mediático. De la misma forma que a finales del siglo XX, la introducción de la mediación técnica (de especialistas: abogados, sociólogos y economistas) en los procesos de negociación del sindicalismo supuso desviar los problemas reales de los trabajadores para dar preponderancia a los problemas de la economía nacional, la claudicación de la reivindicaciones y la introducción de la economía política dentro de la clase trabajadora; la nueva izquierda del capital busca dar curso a la ilusión de la gestión democrática de la crisis y a la retórica de la autonomía de lo político. Sin embargo, históricamente las conquistas sociales y las expectativas de cambio radical han tenido como referente la organización y representación autónoma de las población proletarizada, desde sí misma, frente a cualquier forma de colaboración con el capital. El ocultamiento o tergiversación por parte de la nueva izquierda del capital del carácter autónomo de la resistencia histórica, el hecho de que la autoafirmación formal de clase es en sí misma una barrera desestabilizadora frente a la acumulacion, representa una forma de expropiacion (simbólica, política, etc.).

La expropiación política que significa la participación institucional además de sus implicaciones prácticas, tiene insidiosas implicaciones ideológicas, como responsabilizar a la población proletarizada en la gestión de las consecuencias de las decisiones de la clase dirigente. La historia reciente de las tendencias autónomas del movimiento obrero se ha enfrentado a la acusación a los trabajadores de irresponsables por no tomar en cuenta en sus reivindicaciones la coyuntura económica, las categorías de la economía política, como inflación o competitividad, y la economía nacional. Aunque sus reivindicaciones fueran de naturaleza económica (sindical), el potencial revolucionario de las luchas autónomas de los setenta y ochenta residía en que sus reivindicaciones fueron expresiones autónomas, de sí y para sí, de la clase trabajadora que por métodos de confrontación las hacía viables, sin consideraciones de tipo legal.

Ahora, en las democracias de consumidores, los movimientos sociales han sido encausados por la vía institucional generando la formación de una nueva élite mediadora que es reflejo de la estructura económica terciarizada de esas sociedades compuestas de aspirantes a un status que el capital no puede garantizarles. Esta nueva elite de izquierda aspira a representar a estos profesionales proletarizados, desempleados cualificados, estudiantes y otras capas sociales víctimas de la proletarización intensiva, recurre al tacticismo debido a su miopía para entender las relaciones sociales capitalistas en su historicidad y en su carácter acumulativo. Esto último, su carácter acumulativo, se traduce en la dimensión creciente de los efectos destructivos de sus crisis cíclicas, que en el momento actual han sobrepasado cualquier viabilidad de reformas y su resolución sólo es concebible en el colapso, no como en el pasado que aún era posible el sindicalismo, el reformismo, la ficción política de la representación.
En la actualidad, para Vela, la fase de dominación real del capital emplaza a la confrontación real, ya que involucra aspectos medulares de la condición humana como especie y no de sujetos con identidades definidas por el capital. Es por ello que el tacticismo de la nueva izquierda del capital está rebasado por la magnitud del problema social actual. Mientras que la nueva élite de gestores permanece anclada en la crisis ideológica. El proyecto de regeneración democrática es para esta élite, a fin de cuentas, una posibilidad de salida profesional para individuos cualificados que encuentran en la mediación una alternativa de valorización de sus capacidades que el mercado profesional tradicional les ha negado. Así, su incorporación a la Administración pública los coloca en el ámbito del trabajo improductivo a cuenta del gasto y el déficit público.

El embrollo populista

La acumulacion de problemas irresolubles es uno de los rasgos actuales del capital en crisis. En estas circunstancias, el desarrollo del capital, de su acumulacion global y de la transferencia de plusvalía a los países centrales, ha tenido como consecuencia un estado de desestabilización y guerra permanente. Como resultado de la expansión del monocultivo y la guerra por recursos y el cambio climático se han acelerado los desplazamientos poblacionales, que, si bien, han acompañado al capitalismo a lo largo de su historia, actualmente han alcanzado una magnitud que vuelve imposible su gestión. Es por estas razones que Vela considera urgente trascender la subjetividad activista de la elite mediadora emergente, así como cualquier esperanza en que el capitalismo colme las expectativas del sector terciario improductivo. En las sociedades capitalistas no hay lugar para tantos individuos improductivos debido a que no existe el excedente de capital necesario para solventar los gastos que comportan las actividades improductivas y el sistema de representación.

Si bien, la condición material acomodada del segmento medio del proceso de proletarización en los países centrales fue posible gracias a la desviación de la plusvalía generada en el ciclo trasnacional del capital, el cambio en los costes laborales y las revueltas contra políticas de austeridad en los países productores han dificultado el mantenimiento de estos sectores improductivos, lo que no se resolverá con acciones simbólico-espectaculares atrapadas dentro del horizonte del capital y su crisis. Por otro lado, estas capas medias manifiestan una conciencia conservadora ciudadanista, pretendiendo ser el recambio histórico de la pequeña burguesía tradicional, y una condición proletarizada no asumida, dando como resultado una mezcla entre el ciudadanismo conservador con un desgastado progresismo, antigua bandera de la burguesía en su fase ascendente ahora levantada por la izquierda del capital en crisis.

Si en el pasado la clase obrera con la huelga, por sí misma, interrumpió el proceso de acumulación y cuestionó la estructura del capital, los nuevos movimientos en las democracias de consumidores (15M y nuit debout) no implican una ruptura con la sociedad capitalista. Esta es la forma aparente del conflicto social en la fase de dominación real del capital, que falsea y desvía la realidad social. En la forma de ciudadanismo, nacionalismo o populismo, se privilegian la construcción de identidades basadas sobre categorías vinculadas a la mercancía (sujeto consumidor), fetichismo histórico (sujeto nacional) y la identidad imaginada (pueblo). La condición conservadora de esta nueva ideología política reside en su referencia vaga al pueblo, cuya agregación se articula en relación al mercado y la mercancía, ciudadanos consumidores. El falseo populista consiste en no hacer referencia a su condición proletarizada, lo que es producto del oportunismo electoral actualizado que prefiere la vaguedad de pueblo, sin capacidad para autoconstruirse, y al que hay que conquistar con promesas de consumo. En este sentido, para Vela, es inutil, en vista de la dimensión alcanzada por las contradicciones del sistema, la elaboración teórica de un nuevo sujeto transformador, éste solo podrá surgir en el conflicto y el antagonismo social.

Tal como, entre las dos guerras, el fascismo surgió del proceso de proletarización masiva de la pequeña y la mediana burguesía que se volvieron residuales para el proceso de acumulacion en ese momento histórico, el ciudadanismo de la izquierda del capital responde a la proletarización intensiva de la reestructuración, cuya consecuencias incluyen la quiebra del Estado de bienestar. Esta deriva populista pone a la izquierda del capital, nuevamente, en un papel únicamente reactivo al capital que no cuestiona la democracia como forma política del capital, sino que eleva esta forma como la única posible, sin considerar que puede ser instrumentalizada para articular movimientos emergentes xenófobos, nacionalistas y racistas, como, por ejemplo, sucedió al final de la república de Weimar cuando el nazismo contó con la legitimidad de las urnas y la adhesión popular. Frente al populismo de izquierda, el populismo de derecha cuenta con varias ventajas. Primero, simplifica hasta lo absurdo cualquier razonamiento y esconde falsos razonamientos detrás de obviedades (no cabemos todos). Segundo, sus supuestas soluciones (xenófobas o policiales) son funcionales al ámbito de la representación.

Para Vela, el populismo es síntoma de los límites históricos de la democracia, su crítica requiere tomar como punto de partida las condiciones materiales en la sociedad del capital en crisis, articular un marco de intervención estratégica que permita comprender la naturaleza de las guerras, los refugiados, las migraciones y su conexión con el modo de vida en las democracias de consumidores. Desentrañar y poner en primer plano esta linealidad es una tarea de la crítica del capital, aunque implique la interpelación incómoda de la dependencia entre el proceso de acumulacion mundial de capital con las condiciones materiales de la existencia individual. Esta estrategia pone en cuestión la subjetividad ciudadana forjada en la democracia de consumidores y busca hacer comprender que el capitalismo no tiene más que promesas para un tiempo nada esperanzador en el que es de esperarse un empeoramiento de las condiciones de vida de la población, pues “si existe alguna posibilidad de no sucumbir al desmoronamiento de la sociedad capitalista, solo podrá consistir en la autoconstitución de la población proletarizada bajo presupuestos realmente antagonistas, es decir, mediante la transformación de sus condiciones materiales de existencia desde sí misma y para sí misma, y no desde planteamientos meramente verbales, discursivos, simbólicos o institucionales” concluye.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Vela describe y explica el colapso societal en el que nos encontramos. Ante la bancarrota del sistema, la única posibilidad de construcción de otro modelo de civilización es la autoconstitución de la población proletarizada desde la conflictividad, conformando una comunidad de lucha contra la lógica del capital y la subjetividad que produce a través de posiciones realmente antagónicas.