Estrategias de transición hacia el buen vivir frente a las desmesuras dominantes

Nuevos horizontes para la organización social: superando el "desarrollo"

Presentación

El debate sobre la vigencia de la idea de "desarrollo" tiene más de 70 años de vida. La gran expansión capitalista tras la segunda guerra mundial representó la cima de los proyectos desarrollistas, cediendo el paso a diferentes vertientes críticas tras el choque petrolero de los años setenta del siglo XX. Es posible fechar en 1987 la emergencia de una crítica sistemática a las posibilidades de un desarrollo permanente, con la publicación del informe Nuestro futuro común. A 33 años de esa publicación y en medio de la mayor parálisis del capitalismo globalizado, este debate es más urgente que nunca. Como parte de los trabajos del Laboratorio de estudios sobre empresas transnacionales proponemos la publicación de materiales que fundamenten las posturas críticas frente al pensamiento dominante, que continúa constreñido a la idea del desarrollo como solución de los grandes problemas de nuestras sociedades, incluyendo el profundo quiebre económico de 2020.

El primero de estos materiales refiere la crítica inspirada en el pensamiento de Ivan Illich y la economía del don de Marcel Mauss. En julio de 2010, a iniciativa del profesor Marc Humbert, se organizó un coloquio con el tema Hacia una sociedad convivial avanzada. El encuentro celebrado en la Casa franco-japonesa de Tokio se interrogó acerca de la posibilidad de construir una sociedad en la que la calidad de vida sea el objetivo prioritario. Con la participación de Alain Caillé, integrante del Movimiento antiutilitarista en las ciencias sociales (Mouvement Anti-utilitariste dans les Sciences Sociales - MAUSS) , Serge Latouche, profesor emérito y principal teórico del "decrecimiento", Patrick Viveret, miembro del Foro por otros indicadores de riqueza (Forum pour d'autres indicateurs de richesse - FAIR) y organizador de los "Diálogos en humanidad", Michel Renault, participante de Conocimiento político y ético en actividades económicas (Political and Ethical Knowledge on Economic Activities - PEKEA), y el propio Marc Humbert, además de otros participantes japoneses, se debatió sobre qué sociedad radicalmente distinta en su funcionamiento y conducción se puede tratar de construir, teniendo como condición que la mayoría de la población la considere una "buena sociedad".

La obra De la convivialité. Dialogues sur la société conviviale à venir reunió las intervenciones revisadas por los autores y ofreció un interesante y urgente debate sobre la necesidad de cambiar el rumbo de la sociedad capitalista que se precipita de catástrofe en catástrofe. De esta obra retomamos la presentación de Patrick Viveret como una invitación a conocer esos trabajos y tender puentes entre los debates latinoamericanos con aquellos que tienen lugar en otras latitudes.

Raúl Ornelas

Estrategias de transición hacia el buen vivir frente a las desmesuras dominantes (*)

Por Patrick Viveret

La hipótesis que propongo en este texto es la siguiente: lo que hace sistémica a la crisis actual, a la vez ecológica, social y financiera, es la dupla formada por la desmesura, eso que los griegos llamaban la hybris, y detrás de la desmesura (I), el malestar y el mal de vivir (II), los cuales, a su vez, impulsan la desmesura. Eso es lo que debemos tener en mente para imaginar estrategias, pistas de investigación positivas (III).

La insostenible desmesura

La desmesura, en nuestras relaciones con la naturaleza, y a través de todos los efectos de lo que se ha llamado productivismo, trátese de un socialismo productivista o de un capitalismo productivista, está en el corazón de la crisis ecológica. Esta desmesura respecto de la naturaleza es el origen de dos desafíos ecológicos a los que estamos confrontados hoy día: por un lado, el problema del desarreglo climático, y por otro, las afectaciones a la biodiversidad. Se habla menos de la cuestión de la biodiversidad, pero los daños en su contra son un problema al menos tan importante como el del desarreglo climático. El año 2010 es el año de la biodiversidad, y el que se hable de los peligros de la sexta gran extinción, esta vez provocada por la especie humana, ilustra la amplitud del problema.

Nuestras sociedades también están caracterizadas por una desmesura en las relaciones con el prójimo, que está en el centro de la cuestión de las desigualdades sociales y de su profundización. En escala mundial, las cifras oficiales de Naciones Unidas establecen que la fortuna personal de 225 personas es igual al ingreso acumulado de 2.5 mil millones de seres humanos. Pero las desigualdades de gran amplitud se encuentran también al interior de nuestras sociedades.

Finalmente, existe la desmesura, y ésta es, acaso, la más impresionante, la más espectacular, la más demencial, en el desacople entre la economía especulativa y la economía real. Cuando un antiguo responsable del banco central de Bélgica, Bernard Liétaer, puso en evidencia que de los 3 200 mil millones de dólares que se intercambian cotidianamente en los mercados financieros, antes de la quiebra del banco Lehmann Brothers en 2008, sólo 2.7% –menos de 3%– correspondían a bienes y servicios reales, eso era también la desmesura.

La constatación crítica es la de una "insostenibilidad" tanto ecológica como social y financiera del modo de funcionamiento dominante actual. Sin embargo, también existía una "insostenibilidad" política, la del modelo que se derrumbó hace 20 años mediante la caída del imperio soviético. Ahora bien, en el fenómeno totalitario se puede identificar claramente una amenaza que no ha desaparecido. El fenómeno totalitario es también una desmesura, una desmesura en las relaciones de poder, igualmente insostenible.

Subrayar ese punto es importante, ya que vamos a abordar las estrategias transformadoras, las estrategias de transición, y es esencial no tomar como único objeto de nuestra crítica el capitalismo financiero e informacional. Es necesario también situarse de manera crítica frente todo sistema de desarreglo de la relación con el poder. No olvidamos que en el corazón de la crisis de los años treinta del siglo XX, cuando el capitalismo de mercado de la época se derrumbó, asistimos al retorno de lo político, pero de un tipo guerrerista, autoritario, totalitario. Debido al carácter insostenible del modelo dominante actual del capitalismo mercantil, estaremos cada vez más confrontados a un retorno de lo político. Es por ello esencial preparar un otro retorno de lo político que no sea autoritario. Así, es la cuestión de lo político democrático, e incluso de una calidad democrática superior, lo que en adelante estará en juego.

Estos elementos constituyen lo esencial de la crítica de la insostenibilidad de la desmesura. No obstante, es indispensable, si queremos ligar el diagnóstico crítico a la proposición positiva de convivialidad y de simplicidad como proyecto alternativo a un crecimiento que ya es insostenible, examinar otro elemento: el hecho de que, detrás de la desmesura, existe en realidad un malestar, un mal de vivir, un maltrato.

El malestar, causa y producto de la desmesura

En 1998 el Programa de Naciones Unidas para el desarrollo (PNUD) evaluó el consumo en el mundo. Al mostrar las flagrantes y crecientes desigualdades, puso el dedo en todas las necesidades vitales no satisfechas de la humanidad: el problema del hambre, el problema del acceso al agua potable, el problema de los cuidados básicos, el problema del alojamiento. El PNUD evaluó los recursos que serían necesarios para satisfacerlas y los puso en paralelo con tres grandes presupuestos de gastos: el armamento, la economía de los estupefacientes y la publicidad ¿Qué mostraban los datos del Reporte mundial sobre el desarrollo humano en 1998?

Cada uno de esos presupuestos era un múltiplo de las sumas que hubiera sido necesario movilizar para satisfacer las necesidades vitales de la humanidad. Respecto de la publicidad y de los estupefacientes, la relación era de 1 a 10; y respecto del armamento, esa relación era de 1 a 20. En esa época, según dicho reporte, se precisaba hallar 40 mil millones de dólares suplementarios para cubrir las necesidades, lo cual representa una suma modesta. Ahora bien, al tiempo que se pretendía no ser capaces de encontrar tales recursos, el mundo gastaba, como mínimo, 400 mil millones de dólares en la economía de la droga. Como mínimo, porque evidentemente, la parte subterránea, sumergida, de la droga es aun más importante. De igual modo, se gastaba en esa época 400 mil millones de dólares únicamente en gastos de publicidad y otros 800 mil millones en gastos de armamentos.

¿A qué corresponden estos tres grandes presupuestos: estupefacientes, publicidad, armamento? Tengo la hipótesis de que son presupuestos de "gestión" del malestar, del mal de vivir y del maltrato.

En lo que toca a la economía de la droga y de los estupefacientes, eso es evidente. Excepto en casos raros de curiosidad intelectual, cuando uno se droga permanentemente y con drogas duras, es porque algo no va bien. Los cinco millones de drogadictos duros en Estados Unidos son personas que van mal. La economía de los estupefacientes tiene una relación directa con sobrellevar el malestar y el mal de vivir.

¿Qué se gestiona con la economía del armamento? En lo esencial, se "gestionan" los maltratos, los miedos, las dominaciones; es también una economía de "gestión" del mal de vivir.

En cuanto a la publicidad, en nuestras sociedades de consumo, tiene básicamente una función consoladora. Más avanzamos hacia una destrucción ecológica y más la publicidad nos habla de belleza en las relaciones con la naturaleza y nos hace experimentar, como compensación, un sueño de harmonía con la naturaleza que nuestro sistema económico contradice permanentemente. Entre más estamos en rivalidad y competencia con el otro, más la publicidad nos hace soñar con la harmonía en las relaciones con nuestros semejantes, con amistad, con amor, con felicidad y paz. Entre más estamos ausentes de toda vida interior y espiritual, más la publicidad quiere consolarnos mediante promesas de serenidad y autenticidad.

De ese modo, lo esencial de la publicidad representa una forma consoladora de hacerse cargo del mal de vivir, que, no obstante, tiene dos efectos perversos mayores. El primero de ellos es que, evidentemente, la publicidad no puede cumplir sus promesas. Tras un breve momento de satisfacción o de alivio, la decepción y la frustración reaparecerán. En efecto, la publicidad promete un desarrollo en el terreno del ser, pero es para hacer pasar mejor un crecimiento en el terreno del tener. Así, el ser se queda con las ganas y la publicidad engendra frustración. No obstante, como su mensaje es "si están frustrados es porque no han tomado suficiente", la publicidad desencadena un mecanismo de adicción: el mecanismo del "siempre más", el cual, desde ese momento, conduce a un segundo efecto perverso.

El segundo efecto perverso mayor, mucho más dañino aún, es la producción, artificial, de escasez en el otro extremo de la cadena. Justo cuando los medios para responder a las necesidades vitales de la humanidad existen, el "siempre más" de unos engendra el "siempre menos" de otros. Engendra la miseria afectiva, ética, espiritual. Entiendo la palabra espiritual en el sentido laico del término, como hay espiritualidades ateas o agnósticas. El budismo es un bello ejemplo de espiritualidad atea. Esta miseria afectiva, esta miseria espiritual, esta miseria ética, engendran, en el otro extremo de la cadena, del lado del "siempre menos", una verdadera miseria material. La célebre fórmula de Gandhi: "hay suficientes recursos en este planeta para responder a las necesidades de todos, pero no hay suficientes si se trata de satisfacer el deseo de posesión, la avidez, la codicia, así sea de unos cuantos", ilustra perfectamente este fenómeno.

Las estrategias de transición hacia la convivialidad avanzada

Hemos mostrado cómo funciona la dupla formada por la desmesura y el malestar: la desmesura provoca el malestar, pero es porque el malestar existe que existe también la desmesura. De la misma manera que para un individuo que no va bien, la toxicomanía, la ingesta de alcohol, la bulimia, representan una solución que no lo es y que aumentará su malestar, observamos un mismo efecto en la escala de la sociedad. Si queremos superar esta dupla nefasta, es necesario, para pasar de la crítica a perspectivas positivas, construir otra dupla que estaría articulada en torno a la aceptación de los límites y de la calidad de ser, y nos conduciría hacia una calidad de vida superior. Es capital reflexionar en esas perspectivas para evitar las catástrofes cada vez más importantes que la insostenibilidad del modelo dominante producirá si se continúa en esta dirección. Ya que de la misma manera que hubo réplicas sísmicas de la crisis financiera, puesto que no se tuvo en cuenta la realidad de la desconexión entre economía especulativa y economía real, conoceremos réplicas sísmicas en materia ecológica y en material social. Por lo tanto, si queremos prevenir esas catástrofes, o si por desgracia se producen y queremos estar en posibilidad de proponer un más allá de las catástrofes, una gestión de superación de las catástrofes, necesitamos reflexionar también en estrategias de transición.

Los foros sociales mundiales y el buen vivir discutido en Belém

En este tema me parece relevante partir de los foros sociales mundiales, es decir, de aquello que, hasta la fecha, constituye el principal agrupamiento de actores de la sociedad civil en escala mundial. Los foros sociales mundiales han conocido diversas fases. La primera se construyó a partir de movimientos sociales y cívicos de América Latina y Europa, en un periodo preocupado esencialmente por la crítica del sistema llamado neoliberal. Una segunda fase vio la luz cuando los participantes de los foros sociales mundiales se encontraron en Mumbai, India. En ese momento los foros tomaron en cuenta las preocupaciones de todos los continentes, es decir, las cuestiones mundiales y en particular la cuestión de las formas de dominación, no solamente la dominación del capitalismo sino también la dominación ligada al sexo, la dominación de los sistemas patriarcales respecto de las mujeres, la dominación de la segregación social, por ejemplo el fenómeno de las castas en India. Así, se produjo una ampliación de las cuestiones consideradas y de las proposiciones formuladas por los foros sociales mundiales.

Finalmente, hemos entrado en una tercera fase, inaugurada por el foro social celebrado en Belém, en Amazonia brasileña, en enero de 2009. Esta tercera fase es muy interesante, porque lo que ha nutrido el debate es la relación entre dos cuestiones fundamentales que han sido puestas al mismo nivel: por un lado, la cuestión de los bienes comunes de la humanidad, por el otro, la cuestión del buen vivir. Es interesante destacar que la cuestión del buen vivir surgió de la presencia de pueblos indígenas, que por vez primera estuvieron ampliamente representados en el foro social mundial ¿Por qué estas dos cuestiones están ligadas? Porque si queremos preservar los bienes comunes de la humanidad es preciso detener la máquina de "captar", la máquina de destruir, la máquina de predación. Detrás de esta máquina de predación, de captación y de destrucción, hay un mal de vivir. De la misma manera que la desmesura, esta máquina está ligada al mal de vivir.

El diálogo entre tradición y modernidad

En consecuencia, la cuestión del buen vivir se ha convertido en una cuestión política, una cuestión estratégica y no sólo personal. Y lo que resulta interesante es que un diálogo entre civilizaciones se ha abierto en el centro del movimiento altermundista, porque los pueblos indígenas, y más en general, las sociedades de tradición, plantean la cuestión del buen vivir a partir de su triple fuerza histórica: su relación con la naturaleza, su relación con las relaciones sociales y su relación con el sentido. Son precisamente estos tres elementos esenciales que la modernidad occidental ha perdido. No obstante ¿se trata pura y simplemente de abandonar la modernidad occidental y de reanudar con las sociedades de tradición?

En este punto, un debate muy interesante ha comenzado a producirse no sólo en los foros sociales mundiales, sino también de manera más general, tras la iniciativa del presidente boliviano Evo Morales, que convocó a la Conferencia de Cochabamba sobre los derechos de la Madre Tierra en el nivel de las instituciones. En dicho evento se observó que la cuestión se plantea menos como pensar en el abandono de la modernidad –lo cual sería el equivalente simétrico de la dominación de la modernidad occidental-, que como un doble trabajo crítico y una suerte de clasificación selectiva. Es necesario ser capaces de tomar tanto lo mejor de las sociedades de tradición como lo mejor de la modernidad occidental, al tiempo que el mismo trabajo crítico tenga en cuenta lo peor que existe en esas dos tradiciones.

Por ejemplo, en las sociedades de tradición, lo mejor en la relación esencial con la naturaleza, con el nexo social y con el sentido, se traduce también en relaciones de fuerte dependencia. La dependencia respecto del nexo social se transforma en control social. La relación fuerte con el sentido puede transformarse en cerrazón del sentido propio frente a otros sentidos, bajo la forma de repliegues identitarios, léase integrismos. La aceptación de una relación esencial con la naturaleza puede transformarse en pura dependencia respecto a la naturaleza. Hay, por tanto, todo un trabajo por realizar para discriminar lo mejor y la parte de sombra.

En la modernidad occidental, vemos claramente que la peor parte reside en un doble proceso de dominación (imperialismo, colonialismo…) y de cosificación: cosificación de la vida, de la naturaleza, de los seres humanos mismos. La mercantilización generalizada es una de las formas de esa cosificación. Pero existe también un mejor que ha sido planteado por la modernidad occidental. Eso mejor es la emancipación: la libertad de conciencia, el nacimiento de la individuación, que no se limita al individualismo, la posibilidad de construir derechos humanos, y al interior de los derechos humanos, el derecho de las mujeres. El derecho de las mujeres juega el papel de cursor, absolutamente fundamental en el debate entre sociedad de tradición y sociedad moderna, en tanto es capaz, precisamente, de preservar lo mejor y evitar lo peor.

¿Cómo lograr construir un diálogo mundial de civilizaciones que se presente como una alternativa positiva al choque y la guerra de civilizaciones? ¿Cómo construir esa relación entre lo mejor de la emancipación sin lo peor de la cosificación y de la dominación? ¿Cómo mantener lo mejor de la tradición en la relación con la naturaleza, en la relación con el nexo social, en la relación al sentido, sin lo peor de la dependencia?

Se trata de una cuestión estratégica fundamental y positiva. Así, este debate, la manera en la que se construye, de lo que se nutre, y en el cual, incluso en los desacuerdos, las diferencias, las divergencias, son fuente de progresión, este debate se convierte en una oportunidad para la humanidad.

La lógica del tripié de las ciudades y territorios en transición

Ello permite abrir una perspectiva a eso que llamamos, cada vez con más frecuencia, la lógica de las ciudades y de los territorios en transición. Se trata de poder articular al mismo tiempo lo que Pierre Rabhi, en Francia, llama la estrategia del oasis –esto es, la capacidad frente a un sistema dominante que va hacia su ruina, de crear oasis de salvaguarda de la vida y de anticipación de la vida-, y, al mismo tiempo que se realiza ese trabajo de preservación, construir "elementos de respuesta mundial" como lo sugiere Alain Caillé. Dicho de otro modo, para responder no nos bastan simplemente, retomando el título de un filme reciente de Coline Serreau, Soluciones locales para un desastre global, sino también construir respuestas globales a la crisis global. Una respuesta que podemos construir a través de la lógica de "territorios en transición", que consiste en articular lo mejor de las estrategias anticipadoras y transformadoras con la lucha contra lo que hay de más destructor en el sistema dominante actual. Una lógica que obedece a un "tripié", un triple principio que encontramos en muchas tradiciones transformadoras y que alía resistencia creadora, experimentación anticipadora y visión transformadora, el tripié "REV".

En efecto, es preciso luchar simultáneamente contra lo que hay de inaceptable en el carácter ecológico, social y humanamente destructor del sistema, y hacer que esta resistencia sea creadora, pues de lo contrario se puede reducir a una revuelta desesperada. Se trata de una resistencia no violenta, pero de una no violencia activa, ya que construye en paralelo los elementos que permiten, incluso a sus adversarios, el moverse a través de esta resistencia. No hay más enemigos, hay adversarios. Enemigos y adversarios son muy diferentes. Es esencial transformar nuestros enemigos en adversarios, ello está en el centro del proceso democrático.

La resistencia creadora debe estar acompañada de una visión transformadora. Necesitamos liberar el imaginario. Mientras el imaginario esté obscurecido, mientras sólo un mundo parezca posible, aquel del sistema dominante actual, no hay posibilidad de liberar las energías creadoras y la resistencia no puede volverse creadora. Pero, al mismo tiempo, la visión transformadora debe encarnarse en resistencias y en el último elemento del tripié, la experimentación anticipadora.

Sin esperar esas transformaciones, hay lugar para llevar a cabo experimentaciones que anticipen las transformaciones, aquí y ahora, en todas partes donde ello sea posible, a la escala de una ciudad, a la escala de un país, a la escala de un continente. De las cajas de ayuda mutua de ayer a las monedas locales o el software libre de hoy día, esas experimentaciones no esperan que el conjunto de reformas de estructura necesarias sea realizado, para desarrollar su capacidad anticipadora. Son, de cierto modo, maquetas que refuerzan las capacidades de resistencia creadora, al tiempo que permiten que la visión transformadora encarne. Al realizarse proporcionan la energía creadora para ir hacia esas sociedades del buen vivir, hacia esa sociedad de convivialidad avanzada que está en el centro de nuestros debates.

Esto constituye una apuesta crucial tanto para Japón como para Europa, puesto que una de las cuestiones fundamentales para nuestro porvenir, es comprender por qué fue posible que existiera un "después de Hiroshima" y un "después de Auschwitz". Y en la manera en la cual releemos las catástrofes, puede haber una fuente positiva para el futuro. Gran parte de las críticas acerca de los modos de representación, de cálculo de la riqueza, sobre la forma en que las sociedades están organizadas en torno al crecimiento, etc., son también una demostración del hecho que el gran relato del crecimiento, el gran relato de la reconstrucción industrial de la posguerra, era un relato de evasión. Un relato que permitía evitar preguntarse acerca de las razones fundamentales que hicieron que en el corazón de las grandes civilizaciones, haya retornado la barbarie. A partir del momento en que nos volvemos hacia las cuestiones positivas es preciso tomar conciencia de que abandonamos un gran relato. Estamos en una situación en la que el modelo de evasión, construido sobre el relato del crecimiento con el fin de escapar a dichas cuestiones radicales de la barbarie en el corazón de la civilización, está agotado.

¿Cómo esos dos conjuntos que son Japón y Europa, y que, desde el punto de vista del paradigma dominante, estarían considerados como dos conjuntos en declive, pueden realizar contribuciones positivas, y cuáles, sobre la cuestión del mundo, sobre la cuestión mundial? En la respuesta que se aporte no se puede formular un proyecto en términos negativos. El "decrecimiento" es una provocación útil para deconstruir el antiguo modelo, pero no basta para construir uno nuevo. Necesitamos un relato positivo, relato que hemos comenzado a elaborar en torno a la sociedad del buen vivir. Las tradiciones políticas regulacionistas, la socialdemocracia y otras, pueden formularlo. La cuestión ecológica, al replantear la cuestión de la regulación, de la cooperación, de la planificación, conduce a ello pero plantear la cuestión mundial implica un cambio de postura. Por ejemplo, el problema de lo político, cuando se plantea en escala mundial, no puede ya, como a menudo en el pasado, construir respuestas en forma de civilidades o de pacificación de los extranjeros o de los bárbaros exteriores. Por supuesto, la cuestión de la barbarie debe plantearse, pero se trata de una cuestión interior y ello obliga al político a cambiar de postura cuando pasa del nivel nacional al nivel mundial.

Se trata de la cuestión de vivir juntos entre seres humanos, del autogobierno de la humanidad; desde el momento en que no tenemos más la posibilidad de rodear la cuestión humana enviándola del lado de las cosas –pasar del gobierno de los hombres a la administración de las cosas- y que, evidentemente, tenemos que enfrentar la cuestión del gobierno de los hombres en escala planetaria. Es, fundamentalmente, tanto la cuestión de la democracia como, en el sentido más radical del término, la cuestión de la calidad relacional entre los seres humanos. Me atrevo a decirlo: se trata de la calidad del amor de la humanidad que entra en juego en la continuación de su propia aventura. Ya que si la humanidad ha devenido una red pensante gracias a la mutación informacional, no podrá lograr la construcción de su autogobierno si no trabaja tanto sobre su inteligencia emocional como sobre su inteligencia mental. El viejo grito del Renacimiento "ciencia sin conciencia no es más que la ruina del alma" sigue siendo actual. Para que progrese la calidad de conciencia de la humanidad, se precisa que progrese también su calidad de confianza: una red pensante, ciertamente, pero también una red un poco más… amorosa.


(*) "Stratégies de transition vers le bien-vivre face aux démesures dominantes", publicado en De la convivialité. Dialogues sur la société conviviale à venir, París, Editions La Découverte, 2011. Traducido del francés por Raúl Ornelas (IIEC-UNAM).

Patrick Viveret es un filósofo francés nacido en 1948, doctor por el Instituto de ciencias políticas de París; fue consejero del Tribunal de cuentas de Francia, y durante el gobierno de Lionel Jospin fue responsable de la Misión de redefinir los indicadores de la riqueza. Autor de Reconsiderar la riqueza y el empleo (Icaria), La causa humana. Cómo hacer buen uso del fin de un mundo (Icaria) y Cómo vivir en tiempos de crisis (Icaria, junto con Edgar Morin). https://twitter.com/patrickviveret