El ecofeminismo. Críticas y alternativas al desarrollo

Cita: 

Zuluaga Sánchez, Gloria [2020], "El ecofeminismo. Críticas y alternativas al desarrollo", Denisse Roca-Servat y Jenny Perdomo-Sánchez (compiladoras), La lucha por los comunes y las alternativas al desarrollo frente al extractivismo: miradas desde las ecología(s) política(s) latinoamericanas, Buenos Aires, CLACSO.

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2020
Tema: 
El ecofeminismo critica la noción capitalista de “desarrollo”.
Idea principal: 

Gloria Patricia Zuluaga Sánchez es una escritora colombiana que trabajó para el "Centro de Cooperación Indígena". Cuenta con un doctorado en Agroecología, Sociología y Desarrollo Rural Sostenible y con una maestría en Análisis y Gestión del Paisaje y el Territorio. Asimismo, es especialista en el área de los estudios de género.


Introducción

En este capítulo la autora Gloria Sánchez Zuluaga hace hincapié en la importancia del ecofeminismo, una corriente que mezcla al ecologismo y al feminismo, tanto en movimientos que van en contra de extractivismo como a favor de iniciativas que enaltecen la vida. En ese sentido, Gloria Sánchez Zuluaga puntualiza que los ecofeminismos critican a la perspectiva tradicional de “desarrollo” mostrando las fallas del sistema económico capitalista. Éste desconoce los límites biofísicos del plantea, que definen el espacio seguro para que la humanidad opere y pasa por alto al periodo que se requiere para la reproducción social.

Así pues, este término fue utilizado por primera vez por la escritora francesa François d’Eaubonne en su obra titulada “Le féminisme ou la mort”. Cabe resaltar que la autora participaba en movimientos ambientalistas europeos durante la década de 1970, que luchaban en contra del deterioro de los recursos naturales. Se creía que esta cuestión podía tener solución por medio de la reducción de población humana, a lo que d’Eaubonne se negó, pues su argumento principal iba en defensa de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres.

Además, algunas políticas de “control de natalidad” se vinculan a iniciativas relacionadas con el género y el desarrollo de propuestas en organizaciones internacionales como el Banco Mundial (BM). El problema gira en torno a que éstas se enfocan en culpabilizar a las mujeres de escasos recursos del Sur global, responsabilizándolas de la pobreza y el deterioro ambiental.

Sobre este marco de referencia, las ecofeministas sugieren agregar a la discusión sobre el exceso de población mundial al productivismo y al consumismo. Estos conceptos resultan relevantes, pues “existen grupos poblacionales de altos ingresos que son derrochadores de materia y energía”, mientras que el peso de la desigualdad cae sobre el grupo poblacional que no cuenta con los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades humanas esenciales.

De acuerdo con el pensamiento de d’Eaubonne, la corriente ecofeminista pretende hacer una unión entre ambas movilizaciones (ecologismo y feminismo) con el fin de establecer alternativas de desarrollo más justas para toda la sociedad. Es por eso que la filósofa feminista argentina, Alicia Puelo, considera que esta alianza tiene la intención de compartir y potencializar la riqueza conceptual de ambas teorías para repensar problemas sociales. Sin embargo, es importante indicar que “los feminismos no son ecologismos”, ni viceversa. Para algunas feministas, las ecofeministas solo se concentran en la esencia del ecologismo, dejando de lado al discurso feminista, al igual que las feministas no toman en cuenta a los "límites biofísicos". Cuestión que supone un desafío para ambas partes.

En cuanto a las críticas que ha hecho el ecofeminismo al capitalismo, éstas no solo han cuestionado al “desarrollo”, igualmente han sido parte de otros temas. Han estado en “la construcción de propuestas alternativas y luchas, como el derecho al agua, a las semillas, a la protección de los bosques, a la vida silvestre, así como derecho a la alimentación”. Se han pronunciado en contra de “macroproyectos de infraestructura, de la privatización de la tierra y de recursos públicos, de la precarización del trabajo, de la minería y de grandes plantaciones”.

Críticas al desarrollo desde los ecofeminismos

Según la profesora Dianne Rocheleau, el ecofeminismo en general vislumbra una situación en la que la sumisión de los grupos socialmente marginados tienen una relación con la explotación de la naturaleza. Esta corriente va en contra de la aceptación de la violencia hacia lo que es visto como femenino o natural por parte de la sociedad.

Siguiendo esta línea, la científica social feminista Veronika Benholdt-Thomsen y la profesora de sociología Maria Mies comparan la invisibilización de la mujer con los bienes comunes, puesto que las labores que tienen que ver con el cuidado, realizadas normalmente por mujeres, y los productos de la naturaleza se ven apropiados y no se les da la relevancia que tienen. Como resultado, esto provoca que los derechos de las mujeres y de la "Madre Tierra” no se reconozcan.

Por esta razón, las ecofeministas critican a la división de labores domésticas, así como a la omisión de la importancia de la “labor de reproducción”. Asimismo, dan luz al “androcentrismo” en la ciencia y en la historia, es decir a la práctica consciente o no de otorgar una posición central al hombre demeritando la capacidad de las mujeres en estas áreas. Al mismo tiempo, revelan a “la fe ciega en la ciencia y la tecnología que prometen a través de avances, superar los límites ecológicos del planeta”.

Una vez más, Rocheleau, junto con sus colaboradoras, añade otra noción al análisis mencionando que el ecofeminismo se trata de una “ecología activamente política” que agrega al género e incluye la forma de interacción entre diversas condiciones como la clase, la racialización, la etnicidad y la nacionalidad. Estos conceptos crean una discriminación que sufren los seres humanos en su condición más desafortunada. Ésta se ve reflejada en el acceso y control de recursos materiales y en los conocimientos que se requieren para su uso, manejo y conservación.

En ese sentido, dicha corriente, además de desenvolverse en varias áreas académicas, se centra en movimientos sociales que desaprueban al modelo neoliberal, puesto que éste se dedica al abuso de la naturaleza con la ejecución de formas de desarrollo perjudiciales para la población humana, debido a la destrucción y al arrebato de los medios de vida que provocan.

Por otro lado, para las ecofeministas “es problemático que las mujeres sean responsables de la satisfacción de las necesidades humanas con poco o ningún acceso y control a los recursos naturales”. En este punto es importante mencionar que en algunos sistemas políticos y económicos se encuentra una marcada división sexual del trabajo en la que a las mujeres se les otorga el rol de mantener la existencia de familias y comunidades por medio de recursos esenciales para la vida y cuidado a los más vulnerables dentro del grupo.

Dicha responsabilidad provoca la lucha de las mujeres en contra de la violencia a la vida y a los recursos. En consecuencia, ellas tienden a valorar y conservar la naturaleza en mayor medida que los hombres, pues, como menciona la académica italiana feminista-marxista Silvia Federici, las mujeres al ser "objetos de labor reproductiva" dependen del acceso a estos recursos. Así pues, el deterioro ambiental trae resultados negativos para toda la población, sobre todo a las niñas y mujeres, ya que el trabajo necesario para la supervivencia de la comunidad crece, así que el peso de tareas que se dificultan por la crisis ecológica cae sobre las mujeres. Esta situación da pie a la inserción de las mujeres en luchas ambientales y en movimientos políticos y sociales, pues los conflictos ambientales que provoca el capitalismo aumentan al igual que la pérdida de derechos económicos, sociales y culturales de los grupos vulnerables.

La especialista en Psicología Ambiental, Cindi Katz, por su parte, considera que esta cuestión es una amenaza neoliberal a la reproducción social, por medio de "la privatización de las infraestructuras que hacen posible la vida humana, principalmente en grupos racializados o empobrecidos”. Esto aumenta las desigualdades de género por el traslado de responsabilidades al hogar y ahí es cuando las mujeres deben realizar el trabajo no remunerado. Sin embargo, para la autora, este trabajo logra atenuar la crisis en el “mercado laboral” y en “trabajo doméstico”.

De acuerdo con Federici, “la acumulación de capital” destruye la reproducción social a nivel local y provoca un aumento de la violencia a escala global, asignando un sistema que destruye a los ecosistemas. De modo que, es relevante que las ecofeministas se dediquen a la creación de nuevas alternativas de desarrollo construyendo alianzas en defensa de los bienes comunes. En ese sentido, la académica y activista ambiental india Vandana Shiva, igualmente tiene algo que decir a este respecto. Ella responsabiliza a la noción occidental de desarrollo como el desestabilizador de la economía, la naturaleza y los modos de vida en diversas comunidades rurales. En su libro, “Las guerras del agua” habla acerca de cómo algunas actividades de extracción y explotación han dejado a varias comunidades sin agua, al igual que las empresas multinacionales les quitan sus bienes de reproducción material y saberes ancestrales.

Exclusión y tensión de la participación de las mujeres

En cuanto a la participación de las mujeres en la toma de decisiones, según Rocheleau, en varias ocasiones se les excluye en la legislación y gestión ambiental. Aunque existen derechos y responsabilidades entre géneros en el mantenimiento del medio ambiente biofísicamente saludable, las mujeres tienen menos acceso que los varones a los espacios donde se regulan cuestiones medioambientales. Esto tiene origen en los lugares públicos y privados culturalmente construidos para cada género, por ejemplo, cuando a las mujeres les asignan las tareas domésticas su lugar está en el hogar y a los hombres se les otorgan empleos remunerados que deben llevarse a cabo en una oficina. Así pues, las mujeres están representadas en las comunidades vulnerables y de escasos recursos, mientras que a los hombres les ceden posiciones de poder, influencia y decisión.

Incluso, la autora alemana Maria Mies indica que dicha exclusión hace que las mujeres estén en contra de los proyectos de desarrollo que impone el capitalismo. Un ejemplo de esto puede verse en el libro de Shiva “Abrazar a la vida”. En éste se narra el momento en que las mujeres del movimiento “Chipko” abrazan árboles con el propósito de “conservar los bosques como base de la subsistencia de las comunidades”.

Por lo que se refiere a Perú, Rocío Silva Santisteban cuenta otra historia relacionada con la exclusión de las mujeres, pero en las consultas de grandes proyectos mineros y de plantaciones agroindustriales. Ella menciona que la opinión de las mujeres rurales no es tomada en cuenta ni en las negociaciones ni en las compensaciones y tampoco se les considera productoras en la zona. No obstante, los varones son considerados como propietarios y a ellos se les entrega el dinero de la venta de las tierras. Aunado a esto, la autora añade que en este tipo de proyectos participan grupos compuestos la mayor parte de las veces por hombres que incluyen a las mujeres en trabajos sexuales o domésticos, evidenciando el papel de las relaciones de poder entre géneros y reconfigurando la estructura laboral en el campo.

La académica Verónica Vázquez, contribuye en este sentido, agregando el caso de la construcción del Aeropuerto Internacional de México. La autora también menciona el tema de exclusión de las mujeres en las negociaciones y compensaciones, pero añade que no solo hubo una menor representación en esta situación, sino que el acceso a la información era limitado para ellas, impidiéndoles ser parte del proceso de consulta. Como consecuencia, dichas mujeres intentaron pronunciarse en contra del despojo de sus tierras, no obstante, fueron tachadas de “locas o malas que no sabían lo que hacían”, lo que les causó problemas a nivel local, con su comunidad y sus familias. Continuando con movilizaciones de este tipo, en Colombia, las mujeres se han resistido a la elaboración de proyectos como los ejecutados por hidroeléctricas que limitan los beneficios de los ríos. Igualmente, han estado en contra de los “agronegocios (de palma, caña y otros) que se apropian de las tierras ocupadas antes por cultivos de autoconsumo”.

Ecofeminismos y sus alternativas

Volviendo a los objetos de estudio del feminismo y el ecologismo, ambas corrientes buscan profundizar y radicalizar la “sustentabilidad de la vida”. No obstante, existe un enfrentamiento entre el capital y la vida, en donde el interés del capital es maximizar sus beneficios a costa de la vida. En este punto, la autora Gloria Zuluaga se pregunta qué es lo que sostiene a la vida.

Las ecofeministas, mencionan que “la ecología política” hace hincapié en los “ecosistemas”, mientras que la “economía feminista” se refiere a los trabajos de cuidado generalmente asignados a las mujeres, que se hacen con fin de satisfacer necesidades humanas. “El sistema capitalista y patriarcal precariza las condiciones de vida, lo que deriva en una crisis del cuidado de los seres humanos y de la naturaleza, fracturando las relaciones de interdependencia y ecodependencia”. Por esta razón, el argumento de las ecofeministas se centra en formar alternativas que estén vinculadas con el cuerpo, el medio ambiente, la comunidad y la política. Éste ha sido el comienzo de algunas organizaciones y acciones sociales por parte de las mujeres que se han llevado a cabo tanto en el ámbito público como en el privado, (Dato crucial 1).

Asimismo, algunas mujeres jóvenes como Greta Thunberg al pronunciarse en defensa del clima, a través de los medios se han convertido en una de las “figuras globales” más conocidas. El tema relevante aquí es transformar aquellas cuestiones que el mercado y la sociedad han mantenido como privadas en públicas. Igualmente, existe el caso de movimientos y acciones ambientales como los “movimientos ecologistas en el Tercer Mundo” que son los medios de supervivencia de la población cuyo territorio sufre ataques por parte de la economía de mercado.

Partiendo de estos casos, el economista catalán Joan Martínez Alier habla de las prácticas ecológicas desarrolladas por las comunidades campesinas de escasos recursos y les da el nombre de “ecología de supervivencia de los pobres”. Para él este ecologismo se ha llevado a cabo por las mujeres, debido a su papel en la reproducción biológica. Empero, en el ámbito social no se le atribuyen estas habilidades ecológicas ni al campesinado ni a las mujeres. Cabe mencionar que el modelo de desarrollo ha causado consecuencias negativas, principalmente en las mujeres de bajo poder adquisitivo. Sin embargo, los varones se dejan convencer por la economía de mercado a causa de los beneficios que esto podría otorgarles, como empleo y dinero.

Es por eso que Vandana Shiva, hablando de alternativas de reconstrucción del desarrollo, menciona que es necesaria la implementación nuevas maneras de producir, consumir y distribuir los bienes para proteger los recursos comunes y enaltecer la democracia. Es probable que estas luchas generen opciones para salvaguardar la vida y para pensar en una solidaridad social. Esto mediante actividades que inciten al cambio y detengan la destrucción de la naturaleza. Igualmente, de acuerdo con Shiva, éstas “redescubren capacidades y autonomía basadas en antiguos valores y prácticas, como la ayuda mutua, la reciprocidad, la comunidad y el trabajo colectivo”, por lo tanto, tienen la capacidad de hacer que ciertos lugares se conviertan en habitables para toda la sociedad, incluyendo a los grupos socialmente marginados.

En cuanto a la ubicación geográfica de las alternativas que plantean los diversos autores mencionados, éstas no solo están situadas en el Sur global (históricamente vulnerable), sino también hay casos de grupos de resistencia localizados en Norte global que participan en el cambio a causa de la decepción al proceso de modernización. Gran parte de este tipo de alternativas “se basa en la gestión de bienes comunes o de gestión comunitaria”, (Dato crucial 2).

Aunque, como menciona Rebecca Elmhirst, tendría que analizarse si este tipo de actividades se encuentran dentro del “ecofeminismo” propiamente. Como conclusión del texto, el capital busca recursos y tierras de cultivo para construir negocios, por lo que ha explotado y despojado a poblaciones completas. Asimismo, se ha llevado a cabo un proceso de privatización en cuanto a los derechos esenciales del ser humano, lo que ha provocado resultados negativos en las mujeres que han tenido que afrontar conflictos familiares y comunitarios por esta razón.

Es por eso que las mujeres organizadas han tomado cartas en el asunto movilizándose para evidenciar la inestabilidad del sistema productivista y consumista. Este sistema se ha dedicado a destruir al medio ambiente y por ende a la vida. Contrariamente a esto, las alternativas tienen el objetivo de desdibujar el concepto tradicional de “desarrollo” partiendo de la valorización del trabajo reproductivo y los cuidados que realizan las mujeres. Estas propuestas defienden a la vida humana. Así pues, “desde la concepción ecofeminista, éstas deben politizar a la vida cotidiana, permitir el empoderamiento de las mujeres y desafiar las relaciones de poder, de forma tal que les permita ampliar sus opciones, tanto en sus vidas personales como públicas”.

Finalmente, es importante que la participación de las mujeres en espacios de diálogo no sea obstaculizada, pues se requiere de una riqueza lingüística y teórica para estudiar la realidad que implican las relaciones de naturaleza-cultura y ciencia, género y política. No obstante, hay un camino largo por recorrer, ya que, de acuerdo con varias autoras, las mujeres que forman parte de estas luchas sociales aveces son “instrumentalizadas” o “esencializadas”, puesto que son concebidas como “objetos de intervención” o “asistencia”. Igualmente, las iniciativas tradicionales que se han propuesto con anterioridad, resaltan sus roles tradicionales de cuidadoras de familia, sin contar con ninguna posición en la toma de decisiones, pues las consideran frágiles.

Datos cruciales: 

1. Revisando cierta documentación se encuentra un inmenso abanico de organizaciones y acciones sociales de mujeres de muy diversa naturaleza; que van desde las denuncias por la contaminación, la lucha contra el armamentismo y las guerras, los fondos rotatorios, los derechos sexuales y reproductivos, el derecho a la vivienda y al agua, los bancos de semillas, el establecimiento de huertas urbanas, en patios, terrazas o en espacios públicos (como parques o lotes abandonados), el trueque de alimentos, las compras colectivas para el abastecimiento, la producción agroecológica en fincas, la recuperación de cultivos y recetas tradicionales, la gestión de ollas comunitarias, hasta la salvación de las ballenas o las aves silvestres, o la oposición al maltrato animal y a las explotaciones mineras.

2. La mayoría de las alternativas de desarrollo se basan en actividades comunes que van desde cooperativas de producción y consumo de alimentos agroecológicos, así como bancas éticas y asociaciones de trueque de productos usados, hasta gestión de bosques, aguas y semillas de forma colectiva.

Trabajo de Fuentes: 

Haraway, Donna J. (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La reinvención de la naturaleza Madrid, Cátedra,pp.450

Katz Cindi. (2001). Vagabond capitalism and the necessity of social reproduction. Antipode, 33 (4), pp. 709-778.

Mies, María. (2004). La necesidad de una nueva visión: la perspectiva de la subsistencia. En V. Vázquez y M. Velázquez (Comps.). Miradas al futuro: hacia la construcción de sociedades sustentables con equidad de género. México: IDR-CRDI, pp. 93-125.

Puelo, Alicia. (2011). Ecofeminismo para otro mundo posible. Madrid: Cátedra, pp.448

Nexo con el tema que estudiamos: 

El texto muestra un combate propuesto por las grandes empresas, mayormente lideradas por varones, en el que las mujeres buscan luchar en contra de la destrucción del ambiente que afecta a sus respectivas comunidades. En éste, las corporaciones transnacionales realizan estrategias y acciones de diversos tipos, ocultando su responsabilidad ambiental corporativa con el fin de obtener beneficios económicos. Esta situación está relacionada con la crisis civilizatoria y económica que transforman al capitalismo contemporáneo donde las mujeres organizadas cuestionan el conjunto de relaciones que lo articulan y su funcionamiento. Con esto puede hablarse de una crisis multimodal en la que hay un quiebre ambiental, energético, una crisis política, social, sanitaria y migratoria. La destrucción ambiental tiene que ver con esto, ya que el capitalismo y sus corporaciones provocan que los procesos metabólicos como el clima y sus elementos esenciales se vean afectados.

Igualmente, el texto da luz a las fronteras de capital como espacios de valorización en donde se incluyen conceptos relevantes como: codificación de la vida, ciencias cognitivas, exploración del espacio exterior, nanotecnologías, remediación ambiental y manipulación del clima. Y como consecuencia de esto, las relaciones de violencia, opresión y explotación hacia las mujeres muestran distintas formas de guerra y capitalismo. Las mujeres por su parte, responden a las agresiones por medio de organizaciones que se basan en una perspectiva de género resistiendo y pronunciándose en contra de dichas relaciones.