El femi-geno-cidio y el trabajo de maquilas en México

Cita: 

Martínez, Cintia [2021], "El femi-geno-cidio y el trabajo de maquilas en México", Jacobin América Latina, 29 de diciembre, https://jacobinlat.com/2021/12/29/el-femi-geno-cidio-y-el-trabajo-de-maq...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Miércoles, Diciembre 29, 2021
Fecha de publicación: 
2021
Tema: 
El femi-geno-cidio como violencia estructural
Idea principal: 

Cintia Martínez Velasco es profesora de la UNAM.


El feminicidio en México

El feminicidio es el acto de asesinar a una mujer, sólo por el hecho de ser mujer. No obstante, la autora apunta a que existe otro tipo de feminicidio, encubierto, que se produce cuando actitudes o instituciones sociales misóginas permiten la muerte impune de las mujeres. Este tipo de feminicidio incluye formas no explícitas de asesinato.

En este sentido, la autora se centra en el trabajo de la maquila, al que considera la representación de la forma patriarcal de gestión de valor resultado de la producción de las trabajadoras. El artículo hace referencia al concepto, concebido por Diana Russel, de feminicidio encubierto o social. Ahí, las expresiones materiales del patriarcado y la explotación colocan a las trabajadoras como seres desechables.

Para la autora, la maquila contribuye, de forma indirecta, a un tipo de femi-geno-cidio, cuya lógica está encubierta.

El feminicidio en México

En este país, el feminicidio se empezó a reconocer desde la década de 1980, sobre todo en Ciudad Juárez. Este problema creció con la introducción del Tratado de Libre Comercio de 1994.

El Sistema Nacional de Seguridad Pública señaló que en los primeros 8 meses de 2015 se registraron 263 feminicidios y en 2020, 645. Sin embargo, es difícil saber con precisión en qué medida efectivamente ha aumentado el número de asesinatos de mujeres o si, más bien, la presión de las familias de las víctimas ha hecho que los ministerios públicos tengan presente al feminicidio como agravante de homicidio.

En la maquila, la brecha salarial es la más alta. De acuerdo con Tatiana Clouthier (quien se desempeña como Secretaria de Economía de la actual administración federal) los hombres reciben salarios 23% superiores que las mujeres, aunque este sector emplea a 3.3 millones de mujeres.

En el contexto de la pandemia, muchas maquilas no cerraron. En 2020, trabajadoras de maquila en en sector textil en Morelos fueron entrevistadas y sus testimonios apuntaron a que no les pagaron cuando no hubo actividades en la maquila. Otros testimonios apuntan a que su sueldo semanal oscila entre 280 y 833 pesos semanales.

Un trabajo precario y feminizado

La maquila es resultado del Programa de Industrialización de la frontera norte que inició en la década de 1960. Durante las últimas 3 décadas, las mujeres han dominado este empleo (ver Dato crucial 1). Desde la década de 1970, las mujeres trabajadoras de la maquila eran asociadas de manera estereotipada con la prostitución (debido a su independencia económica).

Así, se señala que en la maquila las mujeres trabajadoras no pueden adquirir experiencia laboral significativa con el paso del tiempo. No obstante, sus cuerpos sufren desgaste y se vuelven obsoletos al desempeñar un trabajo tan demandante. También existe un ciclo de desperdicio justificado que se da cuando las trabajadoras cambian de empresa; esa rotación genera que su experiencia acumulada sea borrada.

En el Manifiesto contra el feminicidio la autora Melissa Wright hace un seguimiento al activismo del proyecto Casa Amiga en Ciudad Juárez. Este proyecto tiene el objetivo de perturbar la reproducción de la mujer desechable, fuente valiosa para las empresas maquiladoras capitalistas.

Desde un análisis marxista (partiendo de la fórmula D-M-D´), la inversión en tecnología reduce la proporción de dinero que se gasta en fuerza de trabajo. Wright apunta que la maquila es un espacio que desvaloriza la fuerza de trabajo por la tecnología implementada, lo que se suma a la superexplotación. Además, entre más acelerada es la rotación de las trabajadoras, la explotación se intensifica. Lo anterior es parte del interés gerencial por privar a las mujeres de su derecho a la capacitación.

Wright también retoma de Judith Butler un recurso para ampliar la comprensión del abaratamiento de la fuerza de trabajo femenina: en el caso de la maquila, la tecnología contribuye a que las mujeres se vuelvan desechables. Esta red discursiva y material desvaloriza la fuerza de trabajo en un ambiente que reproduce los estereotipos de género. A las mujeres se les adjudica la pérdida de ambiciones debido a que se vuelven madres; también se les asigna un lugar adecuado en el ensamblaje: se les reconoce como hábiles, detallistas y dóciles.

Con eso, Wright apunta a que los designios de género producen las condiciones para que sean las mujeres (que también son racializadas, migrantes, etc.) quienes desempeñen esos trabajos en las maquilas. Lo anterior ayuda a comprender porqué la muerte de las mujeres queda impune: “esos estereotipos no se reproducen aislados en las fábricas y son parte de la vida social, política y común”.

Por otra parte, Tráfico de Mujeres, de Gayle Rubin reconoce la lógica de intercambio de mujeres, ya que existe “una gestión patriarcal del valor producido por las mujeres”. Rubin analizó el intercambio de mujeres mediante el matrimonio, considerado como don y como la fundación del parentesco, donde los beneficiarios de dicho intercambio son los hombres.

Para la autora de este artículo, no es distinto pensar que esta relación se rearticula en la maquila. Las diferencias de género se reproducen y “el valor producido por las trabajadoras de maquila es extraído en simultáneo con una 'basurización'” de sus cuerpos.

Otro aspecto que contribuye al entendimiento del problema es la precisión hecha por Saskia Sassen en El reposicionamiento de la ciudadanía: sujetos emergentes y espacios para la política respecto a la desnacionalización. Partiendo de Sassen, la autora interpreta que Ciudad Juárez se transformó en un espacio desnacionalizado que comparte características con las megaciudades en vías de desarrollo, donde se concentran los actores globales y “amplias poblaciones en desventaja”.

Sassen entiende la desnacionalización como “la introducción y filtrado de lo global en lo nacional”, que fomenta relaciones peculiares entre el Estado y sus ciudadanos. Esto se observa principalmente con las concesiones estatales a actores extranjeros, como firmas, inversionistas, mercados internacionales, etc., que generan condiciones diferenciadas de lo que significa ser un ciudadano. Extendiendo el razonamiento de Sassen, la autora considera que las trabajadoras de las maquilas "no ostentan los mismos derechos que otros ciudadanos", razón por la cual sus asesinatos son tratados con indiferencia y generalmente quedan en la impunidad.

Femi-geno-cidio

En esta sección, la autora hace referencia al concepto feminicidio social encubierto de Diana Rusell y al de femi-geno-cidio de Rita Segato para enunciar una hipótesis: la maquila se acerca al femi-geno-cidio encubierto.

Para explicar la hipótesis, la autora recurre a la definición de feminicidio dada también por Russell: “el hecho de dar muerte a una mujer por ser una mujer”. De ahí se arriba a la noción de feminicidio social o encubierto, que incluye formas no explícitas de asesinato de mujeres; por ejemplo, que se permita su muerte a causa de instituciones misóginas. Lo anterior se observa en el no reconocimiento del derecho a elegir la maternidad, que conduce a que las mujeres mueran debido a abortos mal practicados.

Otras feministas como Marcela Lagarde han afirmado que el feminicidio es un crimen de Estado, pues la impunidad sistémica hace que el Estado sea cómplice. Con esta concepción el feminicidio puede dejar de ser considerado como un evento que sucede en la esfera individual y se vuelve un fenómeno estructural. Por lo tanto, si se reconoce que este es un problema macro-político, entonces existe la posibilidad de pensar en el feminicidio como femi-geno-cidio (ver Dato crucial 2).

Para la autora, esto representa la aparición de un tipo de feminicidio asociado con las formas contemporáneas de la guerra. Por eso, considera que el feminicidio puede ser llevado al terreno del genocidio. Por eso sería necesario llevarlo a los tribunales internacionales. El Derecho Internacional no reconoce al feminicidio no como genocidio ni como crimen de lesa humanidad ni como crimen de guerra.

Lo anterior se debe a que las mujeres no son reconocidas por el estatuto de Roma como grupos nacionales, étnicos, religiosos ni raciales. No obstante, la autora argumenta que existe una insensibilidad patriarcal para reconocer que en estos crímenes hay una agresión genérica. Así, las resistencias para reconocer el femi-geno-cidio se deben disputar para frenar la generalización del problema con una escala internacional.

Reflexiones finales

Finalmente, la autora apunta a que existen instituciones sociales misóginas (la policía, las empresas, etc.) que, con su acción, omisión y complicidades alimentan una lógica cercana al femi-geno-cidio de manera encubierta. De esta forma, una aproximación feminista al tema de la maquila contribuye a reconocer el lugar que dichas mujeres tienen en la explotación. Además los estereotipos de género ponen a la mujer en un lugar donde su vida no puede reproducirse.

Y, aunque, los asesinatos de mujeres aparecen de manera espectacular, la distribución del trabajo encubre una lógica donde las mujeres no gozan sus derechos elementales.

Datos cruciales: 

1. Entre 1960 y 1990, las mujeres constituían 80% de la fuerza laboral de las maquilas; ahora representan 70%. El número de maquilas ha aumentado desde la entrada en vigor del TLCAN 1994.

2. En El Salvador, los homicidios de mujeres aumentaron 100% entre 2000 y 2006. En Guatemala, aumentaron 144% entre 1995 y 2004. En Honduras el aumento fue de 166% entre 2003 y 2007. En esas épocas, los feminicidios abandonaron progresivamente el espacio doméstico: en Honduras, 1 de cada 4 feminicidios no fueron hechos por parejas, ex parejas o familiares.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Esta nota es relevante ya que pone de manifiesto la importancia de repensar la violencia contra las mujeres: desde su punto más radical y violento, el asesinato, hasta las formas en que las instituciones sociales, ya sean públicas o privadas, impiden u obstaculizan las condiciones necesarias para que las mujeres que trabajan en las maquilas se reproduzcan con dignidad. Así, sus derechos elementales son violentados de manera estructural y como resultado, se genera un fenómeno en que sus cuerpos son considerados como prescindibles.