David Wallace es escritor de opinión y columnista para The New York Times. Es experto en el tema medioambiental y el cambio climático. Estudió Historia en la Brown University.

No es necesario vivir el fin del mundo para que las personas sientan que deben de cambiar la forma en la que viven, el clima ya se está encargando de eso. En los meses de abril y mayo de 2022, una ola de calor cubrió el sur de Asia, llegando a temperaturas 10 grados más arriba de las acostumbradas.

En India estaban a 46 grados celsius y en Pakistán a 49 grados con humedad baja, lo cual era bueno para no aumentar las tasas de muerte por calor. Sin embargo, en zonas con bastante humedad los pájaros caían muertos del cielo y por el derretimiento del glacial Shipher se creó una inundación repentina que destruyó dos centrales eléctricas en Pakistán.

Días después, la temperatura llegó a 51 grados con humedades de aire bastante elevadas, llegando casi al umbral de la supervivencia humana en Jacobabad, Pakistán.

A estos hechos no se les puede conocer como temperaturas “extremas” porque ya no son eventos raros: en los últimos años están ocurriendo cada vez con más frecuencia.

Un informe sobre el “estado de la ciencia” publicado por el Instituto Grantham para el Cambio Climático en el Imperial College de Londres, la Dra. Otto, concluyó que “el cambio climático ha hecho que cada ola de calor en el mundo sea más intensa y más probable”. Agregó que “lo que solía ser un evento extremo, ahora probablemente no sea un evento muy extremo, sino algo que esperamos en este clima con bastante frecuencia”. Por su parte, un informe de la Organización de las Naciones Unidas sugirió que para el año 2030 el mundo experimentaría más de 500 desastres mayores al año.

Ante la duda de David Wallace sobre este clima y su posibilidad en la era preindustrial, la Dra. Otto se rió, mencionando que era “estadísticamente imposible” e improbable. Aun así, dijo que probablemente sucedería una vez cada ocho millones de años. Ante esto, la Dra. Otto muestra una gráfica.

El punto rojo es una lectura de temperatura en la estación Concordia en la Antártida, tomada el 18 de marzo de 2022. La temperatura fue de 38.5 grados Celsius, casi por encima del promedio (la temperatura también estuvo 20 grados centígrados por encima del récord anterior de marzo). Los datos del gráfico de temperaturas históricas está lo suficientemente alto por encima de todas las lecturas registradas allí, lo que indica un planeta en calentamiento.

En cierto modo, un poco más de un grado de calentamiento global puede no parecer mucho, pero significa que el planeta ya es más cálido hoy que en cualquier otro momento de la historia de la civilización humana.

Pero sobrevivir así no es una narrativa clara de la resiliencia climática. La normalización también es una forma de adaptación, y lo que parece un apocalipsis en perspectiva a menudo se siente más como una sombría normalidad cuando llega al presente.

Ahora, gracias a un despertar político global y un progreso tecnológico con energías renovables, puede que el apocalipsis ya no parezca tan cercano, pero la disrupción climática ya está aquí. En la Cumbre de la Tierra de Río en 1992, la promesa global fue evitar un calentamiento “peligroso”. En eso se ha fallado ya que el cambio climático peligroso no solo está presente, sino que se está volviendo cada vez más común.

Los impactos duros en la Tierra plantean algunas preguntas complicadas: por ejemplo, ¿cómo imaginaremos el futuro, cómo esperamos vivir en él? Posiblemente viviremos en la Tierra calentada más allá de un nivel catastrófico, aunque muy por debajo del nivel descrito como apocalíptico. Ante este futuro escenario, la pregunta es: ¿cómo?