Claves de los conflictos socioambientales mexicanos

Cita: 

Tetreault, Darcy [2020], "Claves de los conflictos socioambientales mexicanos", Estudios Críticos del Desarrollo, X(18): 59-96, Zacatecas, UAZ, primer semestre, https://estudiosdeldesarrollo.mx/estudioscriticosdeldesarrollo/wp-conten...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
2020
Tema: 
Conflictos socioambientales y la crítica al crecimiento económico inherente al capitalismo
Idea principal: 

Darcy Tetreault es profesor e investigador en la Unidad académica en estudios del desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas.


El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), argumentó que los grandes problemas sociales y económicos del país son causados por la falta de crecimiento económico. AMLO asume que el crecimiento económico, mediante la creación de empleos y políticas públicas, reduce la pobreza.

Tetreault problematiza esta perspectiva y señala que las políticas sociales no pueden recaer en la idea del crecimiento económico debido a que éste contribuye a la profundización de los conflictos socioambientales. Por tanto, las alternativas deben de ser poscapitalistas.

Este texto tiene 5 secciones.

En la primera, el autor explora los debates sobre el crecimiento llegando a la conclusión de que el capital, a través de su lógica de acumulación, genera una serie de rupturas metabólicas planetarias y problemas ambientales.

La segunda sección plantea distintas propuestas de decrecimiento al identificar dos de ellas: una posdesarrollista y la otra posestructuralista.

La tercera sección se centra en las propuestas ecomarxistas y su diálogo alrededor del decrecimiento.

La cuarta sección analiza los conflictos socioambientales de México desde 1992 y expone demandas de redes nacionales que reúnen diferentes luchas socioambientales.

Finalmente, la quinta sección reflexiona acerca de las alternativas de las luchas socioambientales. Se les considera como referencias para pensar en la organización política en torno a una transición hacia formas de gobernanza y producción relacionadas con la diversidad biocultural y la satisfacción de las necesidades básicas de las poblaciones.

Los límites al crecimiento económico

Algunos piensan que puede realizarse el crecimiento económico infinito, superando los límites de la naturaleza mediante la innovación tecnológica. Con el mercado se logran los incentivos que impulsan la innovación; mientras el estado y el sector privado se esfuerzan para mejorar la administración internacional de los recursos naturales con el objetivo de hacer más eficientes la producción, la distribución y el consumo.

La visión del desarrollo sostenible está plasmada en el Informe Brundtland de 1987 e institucionalizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Este informe no reconoce ningún límite absoluto al crecimiento. Solamente reconoce los límites consignados por el estado de la tecnología y la capacidad medioambiental para satisfacer las necesidades del presente y el futuro.

En la actualidad, la Agenda 2030 de la ONU aboga por la realización del crecimiento económico inclusivo y sostenible. Según la Agenda 2030, el consumo y la producción sostenible fomentan el uso eficiente de los recursos y la energía.

No obstante, existen críticas a estas posturas. Desde la década de los años setenta del siglo XX, una corriente teórica neomalthusiana argumenta que el mundo es finito, lo que significa que ningún objeto material puede crecer exponencialmente, incluidos los seres humanos y el consumo de los recursos naturales no renovables.

Georgescu-Roegen recurrió a la segunda ley de la termodinámica en 1972 para indicar que la extracción y el consumo de minerales o combustibles fósiles no se puede llevar a cabo de manera indefinida. Históricamente el desarrollo de la industria conlleva al agotamiento de materiales con niveles bajos de entropía, así como su transformación a formas de contaminación con niveles altos de entropía. Estas ideas son referencias centrales para los defensores del decrecimiento.

En la década de los años noventa del siglo XX, la noción hegemónica de desarrollo sostenible emergió en la disciplina de la economía ambiental. Según esta perspectiva, es posible observar una curva invertida de Kuznets en la relación entre el nivel de desarrollo y el deterioro del medio ambiente. Este es un modelo que pretende apoyar científicamente la idea de que todos los países del Norte global siguen una vía unidireccional de progreso donde el medio ambiente se deteriora durante las primeras etapas de desarrollo; después éste mejora ya que las economías se modernizan. Según este modelo, las economías consumen menos materiales y energía como resultado de la modernización.

Sin embargo, esta relación sólo es válida para ciertos indicadores como algunas formas de contaminación del aire. De esa forma, no puede ser generalizada a toda la calidad ambiental. Por otra parte, otras formas de contaminación y la emisión de gases de efecto invernadero aumentan con la industrialización.

Como tal, es posible asumir que la Agenda 2030 de la ONU pretende hacer más eficiente en términos ecológicos el uso de los recursos naturales. No obstante, este tipo de posturas ignora la paradoja de Jevons: ésta postula que el incremento en la eficiencia con que se consume un recurso conduce a mayores niveles de demanda y consumo. Lo anterior eclipsa los avances que mejoraron la eficiencia.

La evidencia revela que el crecimiento económico y el flujo de energía están vinculados al modo de producción capitalista. En el siglo XX, el metabolismo social (la tasa de flujo de materiales y energía) creció 2 veces más rápido que la población y se ha acelerado desde los años noventa del siglo XX. El metabolismo social global continúa creciendo, lo cual se puede observar en el flujo de materiales que van del Sur al Norte global.

Desde el marxismo, es posible entender que el problema son las relaciones sociales capitalistas que contribuyen a la expansión de la producción orientada a la acumulación de ganancias. Así, Karl Marx apuntó que la sobrepoblación está determinada por límites establecidos mediante condiciones de producción específicas.

Esas condiciones hacen referencia a la organización tecnológica y al modo de producción. En el capitalismo, la producción desarrolla la técnica socavando la tierra y la fuerza de trabajo. La visión de Marx contiene la concepción sobre la interacción dialéctica y transformadora entre la sociedad y el medio ambiente a través del trabajo.

Partiendo de lo anterior, Marx teoriza la ruptura metabólica partiendo de la subsunción del trabajo y los recursos naturales al proceso de producción que genera el valor de cambio.

John Bellamy Foster argumenta que a mitad del siglo XX se profundizó la ruptura metabólica en el sector agrícola: la producción de ganadería se concentró en las plantas de procesamiento, lo que la separó de la producción agrícola especializada en cultivos.

Asimismo, Foster y sus colegas exponen que 9 rupturas son analizadas por el Centro de resiliencia de Estocolmo: “el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, los ciclos de nitrógeno y fósforo, la acidificación oceánica, el agotamiento del ozono estratosférico, el agotamiento y la contaminación del agua dulce, el cambio de uso de suelo, el deterioro atmosférico relacionado al uso de aerosoles, y la contaminación química”. Los 3 primeros límites están en su punto de quiebre, mientras los 6 restantes indican el inicio de la degradación ambiental irreversible.

En esta misma línea de pensamiento, James O´Connor señala las dos contradicciones básicas del capitalismo. La primera está intrincada en la relación entre el capital y la fuerza de trabajo. Esta contradicción ya había sido indicada por Marx cuando argumentó que los capitalistas individuales pretenden elevar la productividad laboral para sacar más producción de un menor número de trabajadores. La segunda contradicción afecta a los costos, ya que el capital socava las condiciones de producción (recursos naturales, comunales, laborales) al degradar las condiciones materiales de su propia producción. El capital no está dispuesto a internalizar los costos ambientales, ya que se requeriría de grandes inversiones y la renuncia de ganancias a corto plazo, lo que va en contra de la acumulación.

Estado estacionario y decrecimiento

En la década de los años setenta del siglo XX, Herman Daly abogó por una transición hacia una economía estacionaria. Ésta se define por las cantidades constantes de recursos naturales, población no creciente y una tasa de flujo de energía y materiales. Asimismo hace una diferenciación entre el crecimiento y el desarrollo.

El crecimiento es el aumento en las escalas físicas del flujo de materiales y energía que sostienen la producción y consumo de bienes. El desarrollo hace referencia a la mejora en la calidad de vida, el cual no implica un aumento en el fluir de los materiales. Por tanto, es posible afirmar que hay límites al crecimiento económico, pero no al desarrollo. Daly propone controlar el crecimiento de la población, redistribuir la riqueza y mejorar técnicamente la productividad de los recursos.

El decrecimiento, como escuela de pensamiento, defiende la reducción de la economía de los países del Norte global. Pero, decrecimiento no significa crisis o depresión económicas; significa que el decrecimiento es posible si se logra el estado estacionario sustentable.

El pensamiento decrecentista puede ser agrupado en dos categorías: 1) la primera se relaciona con la ecología y la economía política; 2) la segunda corriente es la culturalista, su autor clave es Iván Illich.

El trabajo de Illich no sólo impactó el pensamiento de los decrecentistas, sino también el de los pensadores del posdesarrollo. El decrecimiento es una crítica radical al desarrollo que pretende sugerir políticas de postdesarrollo. Así, se considera que el postdesarrollo es una crítica postestructuralista del desarrollo.

No obstante, el autor critica que la perspectiva postestructuralista se enfoca en evidenciar los discursos del poder, lo que conduce a la trampa del idealismo: si se cambian las formas de pensar, se cambia al mundo. Como tal, el autor indica que el posdesarrollo trasciende la deconstrucción de discursos de poder al impulsar mejoras en las condiciones de vida; así, éste impulsa la organización política y la movilización social que operan en una escala mayor. El posdesarrollo apuesta por recuperar los saberes indígenas y la defensa de los territorios que contienen un significado histórico-cultural.

El decrecimiento puede entonces ser definido como un proyecto científico y un movimiento social amplio que espera que la economía se reduzca de manera democrática e igualitaria. Sin embargo, algunos pensadores sugieren que es el Norte global el que debe decrecer, mientras el Sur debe fomentar el crecimiento para combatir la pobreza.

Los teóricos del decrecimiento consideran que la clave para superar la pobreza es la distribución dentro y entre los países. También exigen justicia ambiental y denuncian la falta de reconocimiento por parte del Norte global acerca de su deuda ecológica con el Sur.

Perspectivas ecomarxistas

Las perspectivas ecomarxistas critican el desarrollo poco ecológico de la ex Unión Soviética y de China. Estos dos proyectos políticos se pueden considerar como "capitalismo estatal". Esta crítica se extiende a quienes aún creen que el socialismo es ecológicamente sustentable.

Para Foster, el crecimiento es un concepto abstracto y argumenta que se debe de poner más atención a la dinámica de acumulación del capital. Para O´Connor, el socialismo debe de estar orientado a "a la satisfacción de los valores de uso (determinados democráticamente) que expresan necesidades humanas, y esto no implica crecimiento en el flujo de materiales y energía, mucho menos el crecimiento del PIB (una medida de valores de cambio)" (p. 78).

Desde el ecomarxismo, el decrecimiento es imposible en una sociedad capitalista. Por otra parte, desde esta postura las acciones individuales no son suficientes para realizar transformaciones. Algunos ecosocialistas argumentan que los agentes transformadores son las alianzas entre los movimientos obreros y los ambientalistas.

No obstante, lo que verdaderamente se necesita es un movimiento corevolucionario que reúna las luchas anticapitalistas, las que critican al patriarcado y al racismo, así como las ambientalistas.

Foster también defiende que en los países del Sur global es necesaria la apuesta por el crecimiento de la infraestructura de producción, transporte, comunicación, así como de los servicios públicos. Muchos países del Sur global, por sus condiciones materiales delicadas, no se pueden dar el lujo de implementar el decrecimiento.

Por otra parte, Schwartzman señala que algunos aspectos económicos deben de crecer para combatir la pobreza (energía solar, agroecología, etc.); mientras otros deben de decrecer (el complejo militar, los combustibles fósiles y la energía nuclear).

Todo lo anterior comienza con formas de organización poscapitalistas. Por tanto, es necesario empezar con la construcción de movilizaciones sociales y cambios radicales dentro del Estado.

Los conflictos y movimientos socioambientales en México

Los problemas ambientales son reconocidos y cuantificados por las agencias ambientales del país (ver Datos cruciales 1-14). No obstante, las políticas ambientales son muy laxas en México. En este país, las leyes ambientales se subordinan al sector privado.

Al sector privado se permite utilizar tecnologías altamente destructivas al medio ambiente (como las minas a cielo abierto y la cianuración). Esto es evidencia del “sesgo en las políticas ambientales a favor del capital extractivo”.

El proyecto de la mina San Xavier (propiedad de la compañía canadiense New Gold) en San Luis Potosí, es una imposición a pesar de la inconformidad de la población local. En el caso de la mina Peñasquito en Zacatecas se observó que “Conagua modificó su cálculo de la tasa de recarga del acuífero Cedros aumentándolo por un factor de más de cinco para poder otorgar una concesión de agua a la empresa canadiense Goldcorp”.

Ante los problemas socioambientales, se construyen redes de resistencia: en Ayala, Morelos, la población de 30 núcleos agrarios “han organizado y construido alianzas con sujetos universitarios en contra del Proyecto Integral Morelos, que consiste en un gasoducto, un acueducto y dos plantas termoeléctricas”.

En Puebla, organizaciones campesinas e indígenas se unieron “en contra de proyectos hidroeléctricos, minería y fracking”. En Guerrero y Michoacán, algunas comunidades indígenas crearon “cuerpos policiacos para enfrentar el crimen organizado y para poner fin a la explotación ilegal de bosques y minerales”.

En Chiapas, el territorio zapatista lucha “contra la penetración de proyectos de inversión privada”.

En Oaxaca, la gobernanza por usos y costumbres de 418 de los 570 municipios “constituye una base institucional para sostener las luchas en contra de los proyectos de minería, represas y parques eólicos”.

En Sonora, la comunidad yaqui lucha “en contra de la construcción y ahora el uso del Acueducto Independencia”, diseñado para transferir agua de su territorio hacia Hermosillo.

En San Luis Potosí, los huicholes se oponen “a los planes de la compañía minera canadiense First Majestic Silver de minar plata en el territorio sagrado de Wirikuta”.

Por su parte, en en la escala nacional, 3 redes destacan: 1) la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales (ANAA), ésta reunió 130 luchas socioambientales desde su creación en 2008; 2) el Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos (MAPDER), éste lucha en contra de la presa La Parota en Guerrero; y 3) la Red Mexicana de Afectados por la Minería (REMA), ésta fue creada “con el propósito de reunir a los movimientos en contra de la megaminería tóxica”.

Reflexiones finales y conclusiones

Una conclusión relevante del autor es que ya no es posible seguir aumentando el ritmo de extracción y consumo de materiales y energía, debido a las contradicciones del capitalismo exacerbadas con el neoliberalismo.

En una economía capitalista, la lógica última es acumular capital infinitamente. Lo anterior requiere del crecimiento económico; éste implica “crecientes flujos de energía y materiales, cuyos impactos no pueden ser mitigados lo suficiente sólo por mejoras en la ecoeficiencia de los procesos productivos y de consumo”.

Por tanto, cuando las economías capitalistas crecen, destruyen los ecosistemas planetarios. El problema es que si una economía capitalista no crece, entra en crisis. De ahí que se debe transitar hacia modos de producción poscapitalistas.

Por ejemplo, los Caracoles zapatistas en Chiapas constituyen una experiencia correlativa a la descripción de Illich sobre la sociedad convivial. Las comunidades son capaces de tener “un alto nivel de autonomía en sus formas de gobernanza, caracterizada por la rotación de autoridades y el trabajo colectivo”.

Internacionalmente, “el decrecimiento poscapitalista sigue siendo una utopía”; ésta depende de las luchas sociales y políticas en diferentes escalas. En México, las demandas de la movilización socioambiental incluye propuestas en torno a “la agroecología, la soberanía alimentaria, el manejo forestal comunitario y la diversidad biocultural”.

Datos cruciales: 

1. 45% de las tierras de cultivo sufre degradación del suelo.

2. 73% del agua superficial está contaminada.

3. 102 acuíferos están sobreexplotados.

4. 40 acuíferos están contaminados.

5. 2 486 especies de plantas y animales están en peligro de extinción.

6. La deforestación avanza a una tasa de 155 mil hectáreas por año. Esto contribuye a una pérdida neta de 49 millones de hectáreas desde la mitad del siglo xx: una cuarta parte del territorio nacional.

7. En Ciudad de México las emisiones de gases de efecto invernadero van a la alza. Éstas alcanzaron 748 millones de toneladas de dióxido de carbono en 2010.

8. La generación de residuos sólidos en centros urbanos en México, llegó a 41 millones de toneladas en 2011; una cuarta parte fue depositada en sitios no controlados.

10. La extracción de materiales en México aumentó de manera constante durante las últimas décadas: de 349 millones de toneladas en 1970 pasó a mil 148 millones de toneladas en 2003.

11. En un informe de la Comisión para la Cooperación Ambiental (CCA) sobre las emisiones de sustancias tóxicas emitidas a aguas superficiales en Canadá, Estados Unidos y México, se constata que las empresas mexicanas han reportado mucho menos de 1% de la totalidad de las emisiones para los tres países.

12. Otro estudio de la CCA de 2018 reveló que el volumen de los contaminantes reportados por el sector minero en México sólo representó 0.84% del total en Norteamérica en 2013.

13. Entre 2009 y 2011, Fernanda Paz detectó 95 conflictos socioambientales: “39% relacionado al agua, 25% a tierras agrícolas y territorios, y 15% a áreas naturales protegidas”.

14. Víctor Toledo detectó 298 conflictos socioambientales entre 2009 y 2013: 79 vinculados a la minería, 65 a la infraestructura hidráulica, 52 a los proyectos energéticos, 26 al desarrollo urbano, 19 a la silvicultura, 18 a la biotecnología, 17 al turismo, 14 a los desechos peligrosos, 8 la agricultura. En 2018, se registraron 560 casos de conflictos socioambientales.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este artículo pone de manifiesto los debates sobre el crecimiento económico, su crítica (el decrecimiento) y nuevas propuestas (el posdecrecimiento). Lo anterior no se puede lograr sin una crítica al capitalismo y a la forma en la que sus contradicciones destruyen el ambiente.

Así, México es parte de la totalidad capitalista y se puede observar que las problemáticas socioambientales están muy presentes en todo el territorio y son muy serias. Como resultado, se observan luchas que se articulan en torno a la defensa territorial y de los recursos naturales.

Éstas promueven nuevas formas de organización social y política no capitalista. Sin embargo, el capital, de la mano con el estado, se sirven de los flujos de materiales para continuar con el trastorno planetario que conlleva a una crisis medioambiental y que pone en riesgo la vida humana y no humana.