Postcapitalism: Alternatives or detours?

Cita: 

Blakeley, Grace [2021], "Postcapitalism: Alternatives or detours?", Leo Panitch y Greg Albo, (editores), Socialist Register 2021. Beyond Digital Capitalism. New Ways of Living, London, The Merlin Press, pp. 310-330.

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
2021
Tema: 
Crítica a propuestas poscapitalistas
Idea principal: 

Greg Albo es profesor de economía política en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de York, Toronto.


Las instituciones como el Fondo Monetario Internacional se toman muy en serio los sucesos económicos globales (sobre todo, después de la crisis económica de 2007-2008). En 2019, estas instituciones se volvieron más reservadas debido a la pandemia mundial y sus amenazas al crecimiento económico.

En este panorama, los estados y los inversores se protegieron contra los crecientes riesgos, pero nunca pensaron en elaborar los mecanismos para reducir las fuentes de fragilidad que son visibles en la economía global y su funcionamiento. A pesar de las crisis económicas enraizadas en los “mercados libres y eficientes”, éstas apenas aflojaron el control del neoliberalismo sobre la política económica internacional. Además, el capital financiero sigue dominando el proceso de acumulación.

Irónicamente, la extrema derecha parece estar más dispuesta a desafiar el orden neoliberal; también parece más hábil para movilizar la ira y la ansiedad de las personas mediante movimientos racistas en Europa y América del Norte.

Aunque esta coyuntura de crisis capitalista podría abrirle la puerta a los partidos socialdemócratas, su respuesta es limitada. Por ejemplo, Joseph Stiglitz propuso una agenda alternativa en torno a una “opción pública” con ambiciones igualitarias y políticas; sin embargo, ésta sólo demuestra una socialdemocracia resignada.

Por su parte, Wolfgang Streeck, quien fue un defensor de la estrategia de innovación de la "producción de calidad diversificada" en la década de los años 90, tampoco ofrece nada parecido a una agenda socialista alternativa que sea capaz de derrocar lo que él llama el “estado de consolidación” neoliberal. En su obra titulada ¿Cómo terminará el capitalismo? critica a los oligarcas y al neoliberalismo mordazmente; no obstante, su libro lo deja en el campo de los progresistas postdemocráticos que se tambalean hacia un camino nacional y keynesiano.

Uno de los puntos políticos de referencia que se oponen al neoliberalismo es que el programa en la línea del Euro-Memorándum anual. Éste es una reversión anti-austeridad del régimen de política económica del neoliberalismo. Hace alusión a las estrategias económicas alternativas de los años setenta del siglo XX, pero en el contexto actual de una política de transición menos ambiciosa.

La recepción de este tipo de agendas por parte de los más acérrimos opositores al neoliberalismo es escéptica. Estas personas defienden la promoción de un futuro postcapitalista. Además, trascienden la visión clásica de la acción emancipatoria, descartando la ocupación de las instituciones estatales y los programas de nacionalización, por ejemplo. En este sentido, se han propuesto una variedad de proyectos para el "postcapitalismo".

Se argumenta que tales proyectos poscapitalistas prefiguran un orden democrático participativo más directo, así como un medio más directo y menos dependiente del estado para trascender la producción de valor.

No obstante, es necesario preguntar ¿Cuál es el destino de estas “utopías reales” poscapitalistas? ¿Realmente se dirigen más allá del capitalismo o, más bien, ofrecen una serie de desvíos hacia la renovación de una economía mixta dentro del capitalismo?

Utopías reales

En la década de los años 90, se escribió una serie de libros titulados Utopías reales. La serie estaba asociada con Erik Olin Wright y se perfiló como una crítica al capitalismo, a las fallas del mercado y a la democracia.

Wright señaló en su libro Envisioning Real Utopias la necesidad de "reconstruir un sentido de posibilidad para el cambio social emancipador mediante la investigación de la viabilidad de tipos radicalmente diferentes de instituciones y relaciones sociales que podrían potencialmente promover el cambio social". Este sentido de posibilidad estaría marcado por objetivos democráticos y socialistas.

Sin embargo, las estrategias sociales y los esquemas de políticas para el cambio de las "formas dominantes de organización social" propuestas por Wright son diseños para fomentar la propiedad "inclusiva". Eso significa que se unen los trabajadores más estrechamente a las empresas con el objetivo de ser más eficientes a la hora de producir. Esto incluye también propuestas de modos participativos de gobernabilidad más allá del Estado.

Recasting Egalitarism, uno de los primeros libros de la serie, argumenta que la redistribución de los activos de capital dentro de las corporaciones generarían lugares de trabajo más cooperativos y eficientes mediante una estructura de incentivos.

Al respecto, David Gordon señala que la productividad “merece una prioridad suprema” y que las políticas basadas en el mercado que buscan “tanto objetivos igualitarios como de mejora de la productividad” son más prometedoras que las intervenciones públicas. Gordon indica también que existe un conjunto de políticas basadas en el mercado con el potencial de reducir la desigualdad y aumentar la eficiencia económica. Por tanto, una transición hacia relaciones más igualitarias sería posible gracias a la colaboración entre capitalistas y trabajadores.

Para Wright, el capitalismo es un "ecosistema" compuesto por tres subsistemas distintos: 1) el Estado, 2) la sociedad civil y 3) la economía. Cada subsistema tiene formas específicas de “poder, matriz institucional y lógica de reproducción”. Wright critica el determinismo económico-tecnológico de Marx, mencionando que éste “subsume y aplana estos subsistemas convirtiéndolos a todos en instancias de dominación capitalista directa”.

A diferencia de la perspectiva de Marx, "la sociología de la transición igualitaria" de Wright propone una diferenciación entre dos tipos de estrategias: "intersticiales" y "simbióticas". Las primeras se diseñan para esquivar las luchas de clases y, en su lugar, proponer las "transformaciones relativamente pequeñas [que] acumulativamente generan un cambio cualitativo en la dinámica y la lógica de un sistema social". Al contrario, el segundo tipo de estrategias impulsarían compromisos de clase que "aseguren las ganancias materiales y el poder social de la clase trabajadora" al promover la resolución de problemáticas que los capitalistas y otras élites enfrentan. En esta segunda lógica, el objetivo no tiene que ver con la creación de “modelos” para el socialismo, sino con ofrecer una guía o brújula socialista de diseños institucionales y democráticos que “respalden las condiciones para alternativas no capitalistas”.

Según Wright, el capitalismo nunca es "puro" y las economías son siempre híbridas, ya que combinan diferentes lógicas, instituciones y prácticas. En este entendido las sociedades capitalistas siempre contienen ciertos elementos socialistas. Por ejemplo, se podría considerar las maneras en que las colectividades "influyen en la asignación de recursos económicos indirectamente a través de sus esfuerzos" para influir en las instituciones gubernamentales y las corporaciones.

La propuesta de Wright apunta a caminos potenciales que ya están "internos al capitalismo" y como él lo ve, esos caminos conducen potencialmente más allá del modo de producción capitalista. Así, propone 5 opciones identificadas como factibles: la economía social, la producción cooperativa, el capitalismo social, la gobernanza participativa y la democracia asociativa. Esas opciones representan el mapa de las "utopías reales".

No obstante, es criticable que el proyecto Real Utopias sólo ofrece una una serie de "microestrategias" para democratizar el capitalismo. Éstas suponen formas de gobernanza participativa aunada a la "combinación de activos" de propiedad, relaciones de autoridad y habilidades que sustentan la organización capitalista.

Las “utopías reales” de Wright resultan ser propuestas convencionales y decepcionantes en tanto alternativas poscapitalistas: aquí, los esquemas institucionales se entrelazan con la expansión de los mercados para su autorreproducción y funcionan “como mecanismos de incorporación social al capitalismo por derecho propio”.

Una “ampliación” de estas propuestas difícilmente transformaría las lógicas capitalistas. Wright basa su argumento en la afirmación de que “ninguna economía real ha sido puramente capitalista”. Según esto, el capitalismo seguiría existiendo en el socialismo. Así, las propuestas de Wright hacia la utopía sólo ofrecen caminos hacia una "economía mixta" renombrada como "híbridos" sociales. Ésta se encuentra muy alejada de un proyecto anticapitalista con propiedad colectiva y una democratización radical del estado.

Además, Wright pierde de vista que el capitalismo incorpora diferentes formas institucionales de propiedad sin anular la producción de valor o sin perturbar la lógica estatal administrativa. En la búsqueda de salidas poscapitalistas, entonces, Wright apunta solamente hacia "innumerables desvíos".

Lo común

Otra de las propuestas postcapitalistas es la vía que busca rescatar lo común. Esta perspectiva se asocia el “marxismo autónomo”. Los planteamientos de esta postura reclaman los bienes comunes como “un espacio donde los recursos, las instituciones y las prácticas sociales pueden escapar a las disciplinas de la producción de valor” y, por lo tanto, del capitalismo y el estado.

Para Michael Hardt y Antonio Negri, las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) derrocaron “la producción en masa fordista, los procesos de trabajo tayloristas y el conocimiento gerencial”. Esto conlleva a la disolución de la clase obrera industrial y de las jerarquías verticales estatales y empresariales.

En este nuevo entendido, la “producción biopolítica” de valores intangibles de las TIC gira alrededor de la información, el trabajo inmaterial y la “cognición”. Estos nuevos aspectos de la producción generan nuevas redes organizativas horizontales. En esta lógica, el conocimiento se encuentra descentrado y se extiende a través de la red. Asimismo, el conocimiento se volvió "una fuerza productiva central" que trasciende el control estatal y empresarial.

El trabajo inmaterial es constituido mediante los flujos de información de las redes globales fuera de las relaciones laborales tradicionales. Lo anterior desdibuja los límites entre la producción y la reproducción social; mientras “el crecimiento cuantitativo del trabajo inmaterial” rompe el papel disciplinario entre el trabajo abstracto y la producción de valor capitalista.

Así, el capital pretende apropiarse de los modos de interconexión de lo común: la comunicación, la colaboración y la cooperación. Éstos son esenciales para “la explotación capitalista del trabajo inmaterial e intangible”. No obstante, en el proceso de producción, el "exceso" de estos flujos de información no puede ser capturado por el capital, y así el "trabajador colectivo" se reconstituye como una "singularidad" en puntos nodales clave. Luego, el trabajo colectivo resurge como un sujeto social unificado.

A la multitud le es proporcionada una posición importante (fuera de los sindicatos, los partidos políticos y el Estado) debido a la nueva red comunicativa y horizontal. Sin embargo, las capacidades democráticas emergentes del trabajo inmaterial, no están institucionalmente delimitadas y no se observa ninguna agencia organizativa en la que se pueda cohesionar más allá de lo "común", es decir, un “espacio de acción y resultado''.

Luego entonces, la reproducción biopolítica de la vida cotidiana ahora domina la producción: con la transformación del Estado, la apropiación de los medios de producción sería posible debido a una lógica de transformación tecnológica que crearía un proceso revolucionario de prácticas, espacios, hábitos de vida comunes.

Así, con la biopolítica de la red, se comienza una potencial formación de lo común con demandas políticas. Empero, estas demandas son sólo un desvío hacia propuestas socialdemócratas como el estado de bienestar y los controles regulatorios sobre el capital.

Es criticable la tesis sobre la multitud forjada en las redes digitales del capitalismo. Siguiendo esta idea, la multitud está dedicada a la producción de valor y, al mismo tiempo, es la fuerza social que establecerá los bienes comunes del poscapitalismo. Para otros autores y autoras, esto no es convincente.

John Holloway, sostiene que cualquier espacio organizativo abierto por las tecnologías de la red aún no encara al estado ni a “la internalización de la relación del capital”. Según Holloway es necesario “unirnos para formar proyectos alternativos para la organización de nuestro hacer” y esforzarnos por crear “nuevas articulaciones más allá del proyecto cooperativo particular”.

Según Holloway, el “hacer concreto” en la práctica desborda la lógica capitalista cuando se elude la transformación en trabajo abstracto. Esto posibilita una apertura para la “rebelión en la vida cotidiana” contra el trabajo productor de capital; además, valida las relaciones sociales de autodeterminación “contra y más allá del valor”. Sin embargo, no es claro cómo el “hacer concreto” conlleva al poscapitalismo, ya que no se ofrecen rutas específicas ni claras.

Por su parte Silvia Federici planteó una estrategia poscapitalista más directa. Para la filósofa italiana, la tesis de la multitud aporta la idea de una sociedad construida sobre el principio de lo común. Esto ya avanza con la "informatización" de la producción: ésta es "inmanente" en la organización del trabajo y la producción de los símbolos, las mercancías y el capital-dinero.

Además, con el Internet se crea un nuevo “espacio común” que desata el “potencial para crear formas de reproducción que nos permitan resistir la dependencia del trabajo asalariado y la subordinación a las relaciones capitalistas”. Para Federici, colectivizar los medios materiales de la reproducción es uno de los mecanismos primarios mediante el cual se crea un interés colectivo y vínculos. Es decir, una “red de cooperativas” anclada dentro de las actividades de reproducción social no robotizadas. Con este tipo de redes sería posible desafiar las condiciones existenciales de las relaciones de capital.

Sin embargo no está claro cómo se llevaría a cabo la separación de las relaciones sociales cooperativas autónomas comunes de las relaciones burocráticas del estado capitalista, las cuales están en constante reconfiguración de espacios públicos y prácticas administrativas.

Massimo DeAngelis sugiere que una transformación poscapitalista depende de “fortalecer los bienes comunes y maximizar su autonomía del Estado y el capital, mientras interactúan con este último cuando sea necesario”. Es necesario entender que la acumulación de bienes comunes se caracteriza por los valores de uso que satisfacen “necesidades socialmente determinadas”.

Así, los recursos mancomunados y los reclamos de propiedad común establecen las prácticas de lo común. Pero este “modo de producción comunal” propuesto por DeAngelis no representa una ruptura con el sistema de producción capitalista, sino una coexistencia con él.

DeAngelis propone un “nuevo acuerdo de bienes comunes”, que establecería un esfuerzo colectivo democrático para el aumento de los bienes comunes entre los diferentes actores sociales en dicho proyecto. Empero, esta propuesta tiene paralelismos con los esquemas de "propiedad inclusiva" y "capitalismo de partes interesadas", los cuales solo compensarían los excesos del neoliberalismo mediante la renovación del gobierno corporativo.

Ante lo expuesto, las propuestas de los bienes comunes hacia el poscapitalismo parece un subsistema de una “economía mixta” de bienes públicos y privados.

Automatización total

Otra propuesta poscapitalista hace referencia a una “aceleración” del cambio técnico dentro de la producción de valor: si los cambios técnicos asociados con el capitalismo digital se llevan al límite, el avance de la productividad podría generar un futuro que “posescasez” e incluso “postrabajo”.

Nick Srnicek y Alex Williams plasmaron este tipo de ideas en su manifiesto Inventing the Future: Postcapitalism and a World Without Work, los autores señalan que es relevante tomar en cuenta la lógica de las nuevas tecnologías que transforman fundamentalmente al capitalismo.

Paul Mason, en Postcapitalism: A Guide to Our Future, apunta que “la tecnología de la información expulsa la mano de obra de la producción” y destruye a los mecanismos de fijación de precios, lo que da paso a un intercambio no mercantil. Esto erosiona el vínculo entre el trabajo y el valor.

Para Mason, lo que evita una transición poscapitalista es la fe en los mercados y las políticas neoliberales: la política de austeridad refuerza la baja inversión y el bajo crecimiento. Esto conlleva a una prolongada “crisis de desglobalización”. Como resultado de lo anterior, se asfixia la oportunidad de generar un "aumento prolongado" del crecimiento económico partiendo de una aceleración de la inversión en redes de comunicación, Inteligencia Artificial y robots.

Para autores como Mason, el infocapitalismo podría promover un futuro poscapitalista debido a que "las tecnologías que hemos creado no son compatibles con el capitalismo": el trabajo digital realizado a través de redes genera nuevos procesos que escapan a las jerarquías corporativas tradicionales (por ejemplo, código abierto -como Linux-; las plataformas de producción cooperativa -como Wikipedia-; o la generalización de la economía de la información). En esta lógica, la monopolización de la producción en redes de corporaciones gigantes se volvería imposible.

Partiendo de lo anterior la contradicción del capitalismo reside en escoger entre producir bienes abundantes y un sistema de monopolios, bancos y gobiernos que se hacen del control sobre la información. Así, se visibiliza una disputa entre la red y la jerarquía.

Respecto a la tendencia del trabajo muerto como reemplazo del trabajo vivo en los procesos de producción, Mason argumenta que el trabajo como fuente de nuevo valor se vuelve insignificante para la producción, ya que el costo marginal se dirigiría, con el tiempo, hacia cero. Esto erosionaría las ganancias del proceso productivo.

En la emergente sociedad poscapitalista, la información se convierte en el insumo central de las fuerzas productivas, los bienes se reproducen fácilmente y dejan de ser escasos. Los bienes se compartirían fácilmente. Esto tendría como consecuencia la transformación de las relaciones de apropiación e intercambio; y el trabajo perdería su centralidad ante la explotación.

Manson también denuncia que, en el contexto de la crisis climática, se requiere una disrupción social de las tecnologías de la información. Esto da paso a la “urgencia del proyecto poscapitalista” que ya no es solamente una exigencia izquierdista. De esta manera, se rompería el vínculo entre trabajo y valor, al tiempo que la lucha de la clase en el sentido del socialismo tradicional se desvanecería y dejaría de ser el camino hacia el poscapitalismo.

Sin embargo, es criticable el "reformismo revolucionario" de Mason. Su propuesta presenta una vía gradual al establecer la reversión del neoliberalismo. Además, propone facilitar la dinámica del mercado de costo marginal cero, denominada "Proyecto Cero", para la transición a una sociedad postescasez.

La propuesta de Mason en realidad es una insistencia, y no así un programa, sobre la fuerza de las tecnologías de la información para aumentar la colaboración productiva que podría transformar a las empresas y la "producción no comercial". Su propuesta es muy abstracta y llevarla a la práctica sería sumamente complejo; por ejemplo, eliminar los obstáculos técnicos que bloquean “la multiplicación digital que brinda ventajas de producción y productividad a un costo marginal cero”.

Al asimilar temas sobre el capitalismo digital, el "reformismo revolucionario" de Mason está basado en las "fuerzas revolucionarias de producción" para acabar con el capitalismo. Este tipo de reforma es "iterativa, modular y gradual" al pretender revertir el neoliberalismo y facilitar la dinámica del mercado de costo marginal cero ("Proyecto Cero"), para la transición a una sociedad postescasez.

Sin embargo, esta propuesta parece más una insistencia sobre el potencial de las tecnologías de la información para transformar a las empresas y la producción no comercial mediante las colaboraciones productivas. En la práctica, esta propuesta parece extremadamente compleja, ya que promueve la eliminación de los obstáculos técnicos y legales que se anteponen a "la multiplicación digital que brinda ventajas de producción y productividad a un costo marginal cero" (lo que el Mason llama "máquinas libres").

Mason sugiere que una "economía capitalista basada en información digital" no podría existir porque el capitalismo no sería capaz de adaptarse al cambio tecnológico". Al parecer, esta es una tesis débil: existen ganancias de "red" para los usuarios, así como para los compradores de datos de una plataforma. Esto agrava la posición de monopolio de los proveedores. Además, el fácil acceso de los usuarios "y la réplica digital del software y los sistemas operativos" no eliminan los costos administrativos para los proveedores o los costos de hardware e infraestructura, mientras aumenta el número de usuarios.

Por otra parte, los costos fijos y las tasas promedio de ganancia sobre el capital invertido tienen que ser contabilizarse en el precio de las mercancías. Esta lista, que pone en entredicho la tesis de Mason, podría extenderse, ya que el info-capitalismo "no ha tenido poco éxito en convertir sus estructuras de costos particulares en nuevos espacios para la producción de valor".

El programa de reforma de Mason también "permite" el sector financiero administre el crédito; lo que promovería "un extenso sector capitalista no financiero para asegurar la diversidad y la innovación". Cabe preguntar cómo el poscapitalismo de Mason trasciende la “economía mixta” y pone fin al capitalismo y la explotación. Mason sólo propone que la tecnología es la vía de salida del capitalismo.

Mason pone un gran énfasis en un inevitable “futuro” tecnológico y no en la estrategia política. Este autor también propone la necesidad de una modernidad alternativa, que no puede ser consolidada con el neoliberalismo. Siguiendo esta postura, la tarea de la izquierda sería conseguir la apropiación de las tecnologías digitales con potencial poscapitalista.

Así, la socialización de la ciencia, la tecnología, los robots o la información digital, posibilita el futuro alternativo donde el trabajo ya no es asalariado. Lo anterior requiere de una economía totalmente automatizada. Y la izquierda debería de trabajar para “acelerar con entusiasmo” todas las “tendencias capitalistas hacia la automatización”, ya que eso remplazaría el trabajo humano.

Este tipo de posturas argumenta que el info-capitalismo sería capaz de deshacer (en lugar de reforzar) las estructuras organizativas y jerárquicas pertenecientes a la burocracia estatal y de las empresas. Tampoco está claro cómo la dependencia de los trabajadores al poder adquisitivo del salario puede reconciliarse con la demanda paralela de automatización total, la cual está basada en la producción de plusvalor.

Los defensores de la automatización total, como los socialdemócratas del siglo XX, presentan una serie de propuestas que evitan el planteamiento de la lucha de clases como estrategia anticapitalista. Así, sólo pretenden modificar el orden capitalista sin verdaderamente transformarlo.

El proyecto Real Utopias, los diversos enfoques de lo común, y de la automatización total, ofrecen desvíos en lugar de vías hacia futuros socialistas en el siglo XXI.

Nexo con el tema que estudiamos: 

Este texto nos invita a reflexionar sobre las propuestas poscapitalistas. Éstas son variadas y sugieren vías que pretenden superar al capitalismo. No obstante, es necesario hacer una crítica a éstas, en tanto su potencial transformativo del orden capitalista.

Así, es posible hacer un ejercicio de pensamiento crítico y evitar caer en trampas teóricas o que pongan el peso de la “salvación” en ciertas lógicas (la automatización o la de lo común). Las reflexiones sobre el futuro del capitalismo son necesarias en el contexto de la crisis múltiple, que azota a la mayoría de la población a través de la guerra, la escasez de alimentos, la destrucción del ambiente y la desigualdad económica global.