Gil-Manuel Hernández Martí es profesor titular del Departamento de Sociología y Antropología Social de la Universidad de Valencia. La globalización es una de sus principales líneas temáticas.

Estamos viviendo en un mundo caótico, disruptivo, con una serie de crisis entrelazadas que algunos científicos califican como un colapso ecosocial irreversible y de alcance mundial. En otras palabras, la civilización industrial-capitalista está en proceso de colapso pues ya no es un sistema estable. El inicio de este proceso se puede situar en la crisis energética de la década de 1970, con una aceleración a partir de la crisis de 2008.

Las causas del colapso, como el cambio climático o la extrema desigualdad, son los efectos producidos por un sistema de crecimiento y consumo sin fin que se sostiene mediante la depredación ecosocial. Fenómenos como la pandemia de coronavirus o la guerra en Ucrania son episodios que forman parte del colapso del capitalismo.

Entre quienes estudian científicamente el colapso, parece haber una inclinación por las perspectivas que apuntan a que este proceso se dará por oleadas entre las que renacerá el deseo de regresar a los modelos del Estado de Bienestar, pero continuará un progresivo descenso atravesado por crisis y múltiples conflictos.

La forma en que podemos vivir el colapso es múltiple. Por una parte, puede ser un proceso caótico y sumamente destructivo. Pero no necesariamente tiene que ser así, si se gestiona adecuadamente puede ser un proceso dirigido y reorientado hacia la construcción desde abajo con formas de vida más democráticas, ecológicas y saludables.

Sobre lo que no debe quedar dudas es que el colapso es un proceso causado por la insaciable acumulación de capital. El capitalismo ha desafiado los límites planetarios, y la búsqueda del propio sistema para sobrevevivir lo están llevando a mutar de formación histórica.

El escenario que se dibuja es potencialmente crítico y desolador por una multiplicidad de factores entrelazados. Algunos de estos factores son la desintegración de los estados del bienestar, la subida de precios de productos básicos, retrocesos en sectores como salud y alimentación, pandemias recurrentes, profundización de las desigualdades, corporaciones transnacionales con más poder, un neoliberalismo salvaje, el ecofacismo y una renovada extrema derecha nacionalpopulista. Para denominar este complejo proceso ha surgido el concepto de globulización.

La globulización designa una dimensión de la globalización estructurada en torno a un capitalismo radicalizado que, en su voracidad, choca con los límites producidos por su propio desarrollo. La globulización se transforma constantemente, y es consecuencia de la contradicción del acelerado ritmo con que se despliega la globalización capitalista en esferas como la económica, tecnológica o ecológica, y el ritmo menos veloz de las transformaciones sociales y culturales.

En el contexto del colapso capitalista, la globulización permite que el glóbulo como formación social, se multiplique. La forma social globular refiere a la proliferación de sociedades autorreferenciales, sumamente herméticas, desconfiadas, y potencialmente hostiles. La globulización surge de las ruinas de la globalización capitalista neoliberal; los espacios sociales que se desprenden de la estructura globalizada se vuelven globulares, caóticos y distópicos.

Estos espacios sociales globulares suelen rechazar la comunicación y el diálogo, pues tienen una predisposición hacia el autismo social, la violencia y la guerra. Los glóbulos se propagan mediante las redes de la globalización, pero para reconfigurarla. La formación y propagación de glóbulos se alimenta tanto del descontento social producido por casi medio siglo de neoliberalismo autoritario, como de la conciencia de las propias élites de que el sistema vigente no podrá sostenerse por mucho tiempo.

El capitalismo del colapso

Las élites capitalistas son conscientes de que el colapso del actual sistema global es inevitable; pero no están dispuestas a perder su posición de minoría privilegiada. Por esto, su apuesta estratégica es el capitalismo del colapso; es decir, administrar y guiar el proceso de colapso desde sus planteamientos hegemónicos para que mediante una transición autoritaria el proceso de colapso desemboque en una especie de neofeudalismo corporativo potencialmente exterminista que sostenga la lógica del extractivismo por desposesión.

La apuesta de las élites se relaciona con la globulización. Pues las propias elites forman glóbulos, es decir, su apuesta pasa por la conformación de sociedades fortificadas, inaccesibles a sujetos no privilegiados, desde las que ejercen un poder despótico y regulan los derechos de las demás clases sociales en función de la utilidad para el sostenimiento de los privilegios de la élite.

El proyecto de las élites es el de un Estado de desecho configurado por glóbulos jerárquicamente estructurados, donde unos glóbulos privilegiados dominen un escenario desolador; mientras otros glóbulos precarizados luchen por sobrevivir, o en el mejor de los casos, a contracorriente del proyecto de las élites, abrirán paso a alternativas comunitarias y desde el abandono construirán una esperanza activa.

Las élites, para sostener un poco de legitimidad aparentarán una competencia para proteger a sus pueblos. Pero será pura apariencia pues mediante la guerra afirmarán su poder e intereses al tiempo que mantendrán sus estructuras transnacionales de clase. Y, como siempre, enviarán a los dominados desechables a las batallas, librándose de las consecuencias. Las élites sólo lucharán entre ellas para liderar y controlar el proceso.

El punto de convergencia de las élites estará en la necesidad de reducir y limitar los derechos, libertades e iniciativas de las clases populares. El capitalismo del colapso necesita de estrategias extremistas, sostenidas por postulados ecofacistas, que creen escenarios sumamente precarios y violentos, al tiempo que se aniquilan las relaciones sociales de solidaridad, y posibilitan el manejo, control, y eliminación de una humanidad residual.

El capitalismo del colapso es un programa de destrucción creativa cuyo triunfo será el de facilitar la transición a un nuevo modelo postcapitalista y neofeudal que asegure a las élites la conservación del poder, sin importar la eliminación de las vidas de millones de vidas humanas y no humanas.