¿Antropoceno o Capitaloceno? Naturaleza, historia y la crisis del capitalismo

Cita: 

Moore, Jason W [2022], "¿Antropoceno o Capitaloceno? Naturaleza, historia y la crisis del capitalismo", El capitalismo en la trama de la vida. Ecología y acumulación de capital, Madrid, Traficantes de sueños, pp. 201-225.

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2022
Tema: 
Propuesta de perspectiva histórica para situar el problema de los actuales cambios en la biosfera.
Idea principal: 

Jason W Moore es profesor de sociología en la Binghamton University. Es coordinador del World-Ecology Research Network. Sus principales líneas de investigación giran en torno a la historia ambiental, el capitalismo y la teoría social.


El cambio en la biosfera es un problema urgente. Para hacer frente a dicha cuestión es necesaria una adecuada reflexión histórica pues la forma en que conceptualizamos y entendemos el origen del problema se relaciona con las formas en que pretendemos resolverlo. Para encuadrar la cuestión de los cambios en la biosfera el concepto Antropoceno ha adquirido mucha relevancia. Aunque hay varias definiciones de dicho concepto, la versión dominante sostiene que el origen del mundo moderno se encuentra en Inglaterra a principios del siglo XIX, y que el motor que produjo el cambio histórico de ese momento fue la humanidad.

En la narrativa del Antropoceno subyace una historia lineal sumamente simple que no aborda las desigualdades, ni el patriarcado, ni el colonialismo, ni ninguna relación de poder. El Antropoceno considera a lo humano como algo exterior a la naturaleza, y reduce la complejidad de los procesos históricos a la historia de una humanidad homogénea que se enfrenta a las fuerzas de la naturaleza.

El argumento del Antropoceno contiene dos axiomas centrales. Por una parte, la periodización histórica se basa en determinados hechos biogeológicos detectados mediante diversas y significativas huellas de las capas rocosas de la Tierra. El problema de esta forma de periodización histórica es que la observación empírica se reduce a las consecuencias de la actividad humana, lo que replica el supuesto de una humanidad que domina y enfrenta a una naturaleza que le es externa.

El segundo axioma es el de una visión de la humanidad como un único agente colectivo. El problema de entender a la humanidad como un conjunto homogéneo es que todas las diferencias y particularidades histórico-geográficas se anulan, y por tanto se ignoran las relaciones históricas del capital, de clase e imperio. Además, bajo el enfoque de la humanidad homogénea, se adopta una visión neomalthusiana en la que el problema de los cambios bioesféricos se reduce al conjunto de la población; pues al ignorar los patrones de formación de familias del moderno sistema-mundo, el crecimiento poblacional se observa como un peligro ante un planeta con recursos limitados.

Los dos axiomas del Antropoceno derivan en un dualismo cartesiano. Este dualismo consiste en entender todo lo humano como una esencia separada del resto de la naturaleza; es decir que se observa toda la actividad humana en una esfera dividida y separada de la esfera de lo natural. Aunque el dualismo considere que las dos unidades tienen relaciones, lo fundamental es que considera lo humano y lo natural como dimensiones esencialmente autónomas una de otra.

Una de las cuestiones que ignora el argumento del Antropoceno es que el todo es anterior a las partes. Lo humano se produce a través de la naturaleza, esta “naturaleza no es naturaleza como recurso, sino más bien naturaleza-como-matriz. Es una naturaleza que no solo opera fuera y dentro de nuestros cuerpos […] sino también a través de nuestros cuerpos” (p. 204). La historia de lo humano, con sus diferenciaciones y desigualdades, se produce mediante relaciones no lineales de poder y riqueza que están entrelazadas en la trama de la vida.

Por tanto, para entender el origen de los cambios en la biosfera hay que dejar de buscar una periodización basada en las consecuencias medioambientales, como se hace desde la perspectiva del Antropoceno. Una mirada histórica más pertinente debe priorizar las relaciones de poder, capital y naturaleza que posibilitaron que en el largo siglo XVI surgiera el capitalismo como sistema que en su lógica de insaciable mercantilización y acumulación se expande violentamente.

El capitalismo como forma de organizar la naturaleza

La interpretación histórica debe superar el dualismo cartesiano. El desarrollo histórico no funciona mediante procesos en los que lo humano se relaciona con la naturaleza manteniendo su distancia dicotómica. “La mejor manera de pensar el cambio histórico es como una cascada de procesos y relaciones que implican al medio ambiente, a través de la cual fluyen haces particulares de naturaleza humana y extrahumana, y en la que estos conjuntos actúan y se reforman al actuar” (p. 206).

Los actuales cambios en la biosfera no tienen como origen la aparición de máquinas impulsadas por combustibles fósiles, el punto de partida se encuentra en los patrones de co-producción entre las naturalezas humanas y extrahumanas (naturalezas no humanas). Pensar el desarrollo histórico del capitalismo implica, además de superar el dualismo cartesiano, pensar en términos de los elementos estructurales y contingentes de los patrones de co-producción. Lo que usualmente se considera como destrucción de la naturaleza, más bien debe ser entendido como la producción de un medioambiente mediante un patrón de coproducción específico.

El análisis histórico debe atender a las reglas que definen el patrón de coproducción de la civilización capitalista. Estas reglas se encuentran en una relación de valor que define lo que es y lo que no es valioso. En el capitalismo histórico la acumulación de trabajo social abstracto necesita de una expansión constante de la frontera capitalista para apropiarse de más y más naturalezas; por tanto, la relación de valor del capitalismo se encuentra en los movimientos y naturalezas que posibilitan la continua apropiación de trabajo social abstracto.

En el capitalismo hay una intrínseca dinámica expansiva. Tanto el capital como la ciencia y el Estado extraen valor del trabajo-energía. El problema es que en el proceso de transformación energía-trabajo-valor hay perdidas constantes pues no toda la energía se transforma en trabajo ni todo el trabajo se transforma en valor. Por tanto, para seguir extrayendo valor el capital necesita expandir sus fronteras para apropiarse de más trabajo no remunerado (humano y no-humano).

El capitalismo funciona mediante una constante lucha por impedir que la energía, el trabajo, los alimentos y las materias primas (Cuatro Baratos) se encarezcan demasiado. Cuando estos Cuatro Baratos se encarecen demasiado la expansión de fronteras permite que el capital se apropie de configuraciones de naturaleza humana y no humana para no caer en un desastroso encarecimiento de los costos de producción. Como se observa, el capitalismo necesita tanto del trabajo de la naturaleza humana como del trabajo de la naturaleza extrahumana. Una reconstrucción ecológico-mundial debe poner atención a estos patrones de coproducción que operan en el capitalismo.

Contrario a esta propuesta, la perspectiva del Antropoceno insiste en abordar lo humano y lo natural como entidades diferenciadas y separadas. Además, el Antropoceno tiene una estrecha visión histórica en la que la Revolución Industrial aparece como el fenómeno con el que inicia todo el mundo moderno; pero no se atiende al tiempo profundo, al movimiento de la reconfiguración del trabajo y la tierra que inicia en el largo siglo XVI.

Una reconstrucción histórica más pertinente debe partir de la dialéctica entre, y a través de, la naturaleza humana y la extra-humana, para después atender a los cambios biofísicos y geológicos. Los cambios bioesféricos se deben entender como la formación de un nuevo contexto para la reconfiguración del capitalismo en la larga duración; además de comprender que las relaciones de poder y producción son coproducidas dentro de la naturaleza. Esta perspectiva debe visualizar a la naturaleza como una relación de totalidad en la que las personas actúan como una especie creadora de medio ambiente dentro de la trama de la vida.

Incluso el capitalismo es parte de la trama de la vida. Las visiones del capitalismo como un elemento externo a la trama de la vida implican mantener el dualismo cartesiano. La cuestión es que lo humano se desenvuelve de manera conjunta con las demás naturalezas al tiempo que contribuye activamente con dichas naturalezas. La naturaleza es histórica e intrínseca de toda la actividad humana, incluyendo los patrones de poder y producción a los que se les llama civilizaciones.

El método de observación histórico debe atender a una perspectiva relacional de la materialidad. En esta perspectiva los “flujos de recursos, los circuitos del capital, las luchas de clases y los Estados forman un todo dialéctico” (p. 211). La perspectiva relacional atiende a las formas en que, mediante nuevas relaciones de poder y producción, determinadas naturalezas, como el carbono, adquirieron características de valor para el capital y viceversa.

El dualismo cartesiano provoca que, en el análisis de la formación del Estado, de las estructuras de clase, la mercantilización y los mercados sociales, estos procesos se visualicen como producto de las relaciones entre personas; pero, como se ha señalado, no hay una humanidad fuera de la naturaleza. Por tanto, el Estado, las clases, las relaciones de producción e intercambio son procesos de coproducción entre, y a través, de naturalezas humanas y extrahumanas; y al mismo tiempo, en estos procesos, se reconfiguran las relaciones de la humanidad en la naturaleza.

La alternativa al dualismo cartesiano consiste en considerar la geología coproduciendo el cambio histórico mediante el oikeios. Esta propuesta permite observar a los regímenes energéticos e incluso a las civilizaciones moviéndose a través de todas las naturalezas. El capitalismo temprano logró transformar el carbón en energía y trabajo no pagado, y la energía y trabajo no pagado en capital. El análisis de estos flujos materiales se entiende más mediante una perspectiva relacional de la materialidad que entienda que los flujos de recursos, los circuitos de capital, la lucha de clases y los Estados forman un todo dialéctico.

Los orígenes del capitalismo: de ecología a ecología mundo

El capitalismo del siglo XIX no surgió por generación espontánea. Toda civilización surge de una multiplicidad de transformaciones y bifurcaciones de la actividad humana en la trama de la vida. Después del caos de la crisis feudal y de la peste negra surgió un débil capitalismo que marcó una gran y profunda transformación de la relación de la humanidad con el resto de la naturaleza.

El surgimiento del capitalismo en el largo siglo XVI fue posible debido al cambio radical en la escala, velocidad y alcance de la transformación del paisaje. Extensiones de bosque que durante la época feudal tardaron siglos en talarse, después de 1450, se talaron en unos cuantos años. Entre la aparición del capitalismo y la Revolución Industrial hubo un sinfín de cambios que el capitalismo realizó en el territorio y en el trabajo. Algunas de estas transformaciones se observan en procesos como la revolución agrícola de los Países Bajos que posibilitó que buena parte de la población de esa región trabajara fuera de la agricultura; el desarrollo del sistema de plantación de azúcar mediante el uso intensivo de trabajo esclavo, y la consecuente expansión de la frontera azucarera y esclavista; o los ciclos de explotación minera en Europa y América (Datos Cruciales 1-27).

Según los defensores del Antropoceno estos cambios paisajísticos son producto de una civilización preindustrial; pero podemos decir que la industrialización tiene dos momentos histórico-analíticos de la técnica capitalista. Un momento de la industrialización es la mecanización que se expresa en el aumento de maquinaria e insumos en relación con el tiempo de trabajo. El otro momento es la organización de la producción mediante la estandarización y racionalización del proceso, que se expresa de forma muy desarrollada en la cadena taylorista.

Estos cambios apuntan a un cambio cualitativo de las relaciones entre tierra y trabajo, producción y energía. Muchos de los cambios, como la plantación de caña de azúcar, se parecen mucho a la industria moderna. Estas transformaciones contienen una transición del “control de la tierra como relación directa de apropiación del excedente, al control de la tierra como condición para aumentar la productividad del trabajo dentro de la producción de mercancías” (p. 222).

Las formas de producción bajo las condiciones capitalistas de apropiación se convierten en fronteras de la mercantilización. En los lugares en los que entró la producción capitalista de mercancías el tiempo del cambio de paisaje se aceleró. Este cambio se apoyó en el asenso de la productividad del trabajo como medida de la riqueza, bajo la condición de la apropiación de naturalezas baratas. Esto vislumbra la formación del capitalismo como la creación de un régimen de trabajo social abstracto con nuevas disciplinas del tiempo de trabajo socialmente necesario.

Hacia una síntesis provisional: los orígenes del capitaloceno

Este apartado contiene dos propuestas de trabajo, una explicativa y otra interpretativa. Sobre la propuesta explicativa se considera que las transformaciones de la modernidad revolucionaron tanto la productividad del trabajo orientado a la producción e intercambio de mercancía como la creación de medio ambiente, con el objetivo de la acumulación por apropiación.

Nuevas y mejoradas técnicas de apropiación global fueron la condición de posibilidad de la revolución de la productividad laboral. La expresión de esta revolución fue el imperialismo moderno basado en una nueva forma de entender y ordenar la realidad. Las nociones modernas de la naturaleza como externalidad, del espacio abstracto y del tiempo abstracto permitieron la creación de redes globales de explotación, apropiación, propiedad y ganancia.

Desde su origen el capitalismo apostó por la expansión global como forma de aumentar la productividad del trabajo y facilitar la acumulación mundial. Mediante esos mecanismos de expansión el capitalismo logró escapar del patrón premoderno de auge y declive al que no había posibilidad de retorno; pues “la técnica, en definitiva, del capitalismo temprano […] fue organizada específicamente para realizar la apropiación del espacio global como base para la acumulación de riqueza en su forma moderna especifica: el capital” (pp. 223-224).

Sobre la propuesta interpretativa se identifican tres revoluciones, la transformación del paisaje, la productividad del trabajo y las técnicas de apropiación global. Estas tres revoluciones hacen pertinente hablar de una nueva ley del valor entendida como un proceso sistémico cuyo pivote económico decisivo es el trabajo social abstracto en la que la acumulación del valor se expresa mediante el desarrollo de regímenes científicos y tecnológicos que posibilitan el crecimiento de la producción de mercancías y la expansiva apropiación de Naturalezas Baratas, especialmente de los Cuatro Baratos (alimentos, trabajo, energía y materias primas).

La Naturaleza Barata es la diversidad de las actividades de las personas como de la naturaleza extra-humana que es fundamental para el desarrollo del capitalismo y que no necesariamente se reproducen mediante la economía monetaria. Por tanto, las relaciones de valor del capitalismo deben analizarse mediante un marco postcartesiano que comprenda el valor como un modo de organizar la naturaleza, partir de la esencial unidad de la humanidad en la naturaleza es mucho más pertinente y fructífero. El objetivo de la nueva teoría de valor es enfocar la forma en que las relaciones de la humanidad en la naturaleza diseñan y reconfiguran “las sucesivas unidades contradictorias capitalistas de la explotación de la fuerza de trabajo (trabajo remunerado) y la apropiación de una zona global de reproducción (trabajo no remunerado) desde la familia hasta la biosfera” (p. 224).

La nueva ley del valor se expresa en dos momentos históricos. Un momento fue la proliferación de conocimientos y sistemas simbólicos que concibieron a la naturaleza como una cosa externa separada de lo humano, al espacio como algo plano y geométrico, y el tiempo como lineal. El otro momento fue el de la explotación como dinámica interna del proceso de mercantilización y la apropiación como dinámica externa a la mercantilización, pero puesta a su servicio.

En el capitalismo hay dos dinámicas que le son intrínsecas. Por una parte, configura espacios para la mercantilización y la explotación de la fuerza de trabajo; pero esto solo puede ocurrir debido a que naturalezas no mercantilizadas son puestas a trabajar gratis o a costos mínimos. En otras palabras, el capitalismo necesita mercantilizar la vida y el trabajo y para hacerlo precisa apropiarse de forma gratuita vida y trabajo no mercantilizados; por tanto, la continua ampliación de la frontera es un elemento central de la historia del capitalismo.

Así mismo dicha dinámica ha resuelto con el uso de mecanismos sumamente violentos como la fuerza bruta, la diplomacia de los cañones, la doctrina del shock, entre otros; como por mecanismos de la planificación, clasificación y supervisión del mundo. Ambos elementos han sido cruciales para la apropiación expansiva de Naturaleza Barata que evita la autodestrucción de la mercantilización. La condición de posibilidad del aumento de productividad del sistema mercantil es la explotación del trabajo remunerado sostenida, a su vez, por la violenta apropiación mundial de Naturalezas Baratas.

Datos cruciales: 

1. La revolución agrícola de los Países Bajos (1400-1600) —motivada por el vaciamiento de las zonas pantanosas de turberas desde la recuperación medieval— permitió que tres cuartas partes de la fuerza laboral holandesa trabajase fuera de la agricultura.

2. La revolución minera y metalúrgica de la Europa Central, que transformó completamente la ecología política de los bosques en toda la región.

3. Las primeras señales del moderno nexo azúcar-esclavos en Madeira, cuyo rápido ascenso y declive (1452-1520) estimuló una rápida deforestación.

4. A la crisis de Madeira le siguió inmediatamente el desplazamiento de la frontera del azúcar hacia Santo Tomé (1540-1590) y el primer sistema de plantación moderno y de gran escala, que hacia 1600 había deforestado un tercio de la isla y dio pie a grandes revueltas de esclavos.

5. El nordeste de Brasil desplazó a Santo Tomé en lo que se refiere a la comandancia general de la economía azucarera mundial a partir de 1570, de lo que resultó la primera gran oleada de talas en la selva atlántica de Brasil, que se desarrolló a un ritmo sin precedentes.

6. La «frontera esclavista» de África, mientras tanto, se desplazó desde el Golfo de Guinea hacia Angola y el Congo a finales del siglo XVI, marcando con ello la primera de varias expansiones importantes del mercado de esclavos.

7. Potosí surgió como líder mundial en la producción de plata a partir de 1545, y después de nuevo a partir de 1571, con una trascendente reestructuración al poco de agotarse las minas de plata de Sajonia y Bohemia, y a su vez condicionada por la deforestación, el descenso en la calidad de las menas y la conflictividad laboral.

8. El declive de la minería y la metalurgia centroeuropeas también afectó a la producción de hierro y cobre hacia 1550, lo que favoreció al hierro inglés (hacia 1620) y especialmente al surgimiento del hierro y el cobre suecos.

9. La plata americana dependía de la madera europea para la construcción de barcos, y así la eclosión de Potosí estuvo acompañada por un movimiento de la frontera de productos forestales desde Polonia-Lituania hacia el sur de Noruega en la década de 1570, a lo que siguieron nuevos desplazamientos hacia los entornos rurales de Danzig durante la década de 1620, y de allí hasta Königsberg, Riga y Viborg, sucesivamente.

10. Mientras tanto el surgimiento del granero del Vístula en la década de 1550, que exportaba grano barato a los puertos marítimos de los Países Bajos, fue seguido por el agotamiento agroecológico de la agricultura mercantil en Polonia en la década de 1630.

11. Toda la escasez derivada de la crisis agroecológica polaca en seguida fue a parar en beneficio de la revolución agrícola inglesa, que hizo de Inglaterra el granero de Europa hacia 1700, aunque sobre unas bases agroecológicas que tras la década de 1760 comenzaron a vacilar, al tiempo que la productividad se estancaba.

12. Los bosques ingleses fueron rápidamente apropiados durante la expansión del siglo XVII, a tal punto que la producción de arrabio de 1620 no se superaría hasta 1740, incluso con una demanda en aumento, suplida mediante importaciones —especialmente de Suecia—.

13. Incluso la abundancia de bosques en Suecia fue rápidamente diezmada; el hierro devoró los bosques a tal velocidad que los centros productores de hierro en seguida se desplazaron hacia nuevas regiones forestales.

14. El estancamiento de la producción de hierro en Inglaterra a partir de 1620 estimuló su desplazamiento a Irlanda, donde los costes energéticos eran mucho más bajos. Solo en un siglo, los bosques de la isla esmeralda se redujeron desde 12.5% a 2%, de modo que hacia mediados del siglo XVIII ya producía poquísimo hierro.

15. El régimen energético holandés, centrado en la extracción de turba doméstica barata, alcanzó su apogeo en el siglo XVII, pero las zonas de fácil extracción mermaron rápidamente y la producción se desplomó a partir de 1750.

16. En el Sudeste asiático, los holandeses impusieron un nuevo régimen colonial entre las décadas de 1650 y 1670, asegurándose el monopolio del comercio de clavo durante la década de 1650 mediante el masivo traslado de árboles de clavo «no autorizados», masivas reubicaciones de la población indígena desde el interior a las nuevas unidades administrativas coloniales adaptadas para el reclutamiento de mano de obra y el establecimiento de nuevos astilleros fuera del centro de Batavia.

17. Desde las primeras décadas del siglo XVII, en todo el mundo atlántico, desde Inglaterra hasta Pernambuco, Surinam, Roma y Göteborg, las tierras pantanosas fueron objeto de interés, a menudo por parte de ingenieros holandeses.

18. La gran expansión ibérica e italiana durante el «primer» siglo XVI (1450-1557) produjo un relativo, pero extenso, agotamiento de los bosques mediterráneos —italianos y portugueses en primer lugar, y algo más tarde los españoles— así como de su capacidad para suministrar madera de calidad a los astilleros, hacia las primeras décadas del siglo XVII.

19. Esto resultó en la reubicación de los astilleros españoles en Cuba, donde hacia 1700 se construía un tercio de la flota, y la relativamente modesta, pero significativa, expansión de los astilleros portugueses en Salvador de Bahía y Goa.

20. Esto fue seguido en el siglo XVIII por el surgimiento de grandes centros astilleros e importantes fronteras de madera y almacenes navales en América del Norte durante el siglo XVIII.

21. A la incansable expansión geográfica de las fronteras de producción forestal y construcción naval se unieron flotas cada vez mayores de pesca de arenque, bacalao y balleneros, que buscaban y devoraban las fuentes de proteína marítima del Atlántico Norte.

22. La búsqueda de pescado se complementó con la búsqueda de pieles. Mientras el comercio de pieles contribuyó, si bien ligeramente, a la acumulación mundial, su avance sostenido (y el exterminio en serie de animales) a lo ancho de Norteamérica (también Siberia), que en el siglo XVIII penetraba hasta la vasta región de los Grandes Lagos, promovió el establecimiento de importantes infraestructuras de poder colonial.

23. La expansión del mercado mundial de azúcar y el declive relativo del azúcar brasileño a partir de 1650 favorecieron una sucesión de revoluciones azucareras en las Indias occidentales, dejando a su paso un rastro de tumbas africanas y paisajes desnudos.

24. En Europa, a partir de 1550, también se transformaron las ecologías humanas de múltiples maneras, especialmente mediante la crasamente desigual «cerealización» de la dieta campesina —y la «carnización» de las dietas aristocráticas y burguesas-.

25. El resurgimiento de la producción de plata en México durante el siglo XVIII, y la concomitante deforestación de los ya de por sí escasos bosques mexicanos.

26. La revolucionaria producción de carbón en Inglaterra a partir de 1530.

27. Quizás más significativo, el histórico «intercambio colombino», a medida que las enfermedades del Viejo Mundo, los animales y las cosechas afluían al Nuevo Mundo, y las cosechas del Nuevo Mundo, como las patatas y el maíz, afluían al Viejo Mundo.

Nexo con el tema que estudiamos: 

La propuesta de una mirada histórica relacional que supere el dualismo cartesiano ofrece una lectura provocativa de la actual crisis. Además, el trabajo de naturalezas no humanas, la expansión de fronteras y la coproducción de medioambiente como dinámicas centrales del capitalismo son algunos de los elementos que Moore propone para leer los procesos históricos que llevaron a los actuales cambios en la biosfera.