'Eye of Sauron': The Dazzling Solar Tower in the Israeli Desert

Cita: 

Kingsley, Patrick [2022], "'Eye of Sauron': The Dazzling Solar Tower in the Israeli Desert", The New York Times, New York, 9 de octubre, https://www.nytimes.com/2022/10/09/world/middleeast/israel-solar-tower.html

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Domingo, Octubre 9, 2022
Tema: 
Infraestructura y energía solar en Israel
Idea principal: 

Patrick Kingsley es un filólogo, periodista, docente y escritor inglés. Se aboca a los temas de migración, política, protestas civiles, conflictos armados y tecnología en los contextos de Europa y de Medio Oriente. Ha trabajado con The New York Times y The Guardian. Es autor del libro The New Odyssey. The Story of the Twenty-First Century Refugee Crisis (2016).


En el pueblo de Ashalim, ubicado en el desierto israelí Negev, se encuentra una planta solar gigante con el mismo nombre. Las opiniones sobre ella son variadas: algunas personas la califican como un ícono tecnológico de las energías “renovables” israelíes; otras la consideran un gasto excesivo e innecesario; y algunas más como una construcción perturbadora.

En ese sentido, la torre Ashalim exhibe oportunidades importantes para cualquier país que pretenda hacer un cambio de matriz energética, pasando de las fuentes fósiles a las energías “limpias”.

La enorme planta solar funciona mediante un proceso llamado generación energética solar térmica, un proceso científicamente sofisticado; así como exclusivo, en términos de sus costos (Dato crucial 1).

Asimismo, la megaobra contrasta por su localización en un pueblo pequeño, cuya población demostraba cierto rechazo ante su construcción, sumado al histórico conflicto árabe-palestino (Dato crucial 2). Después, otras quejas surgieron luego de su finalización, como el daño hacia las aves que se acercan a la torre y la no acordada alza de precios de la luz generada por la técnica térmica, en comparación con otras modalidades (Dato crucial 3).

No obstante, otro sector del público señala que el problema de la energía solar es su pequeño papel en el suministro energético del país, en cual se ocupaba de sólo del 20% del consumo nacional en 2021. Algo de especial relevancia en un contexto de “crisis” climática.

Por otro lado, pese a que el debate sobre el clima sea aún irrelevante para la cotidianeidad de las y los israelíes, el proyecto de la torre Ashalim empieza a ser conocido y aplaudido por el público local.

Datos cruciales: 

1. Hay más de 25 torres solares similares a la de Israel en todo el mundo: en China, España y Estados Unidos. La inversión en la planta de Ashalim fue de varios millones de dólares, provenientes de Megalim Solar Power, una empresa multinacional que construyó el proyecto de la torre y se encarga también de operarlo.

2. El pueblo de Ashalim es judío y, a su lado, viven pueblos árabes beduinos no reconocidos por el gobierno israelí, por lo que no están conectados a la red eléctrica nacional. En Ashalim, rumores sobre posibles afectaciones por la instalación de la torre circularon entre la población. Se temían posibles fallas y explosiones dentro de la planta, ataques de cohetes dirigidos hacia la torre, así como daños y eventual desarrollo de cáncer por la radiación emitida. Algunas otras personas se quejaron de que el proyecto “renovable” arruinaba “el paisaje impecable de desierto”, por lo que podría desincentivar el turismo en la localidad.

3. En 2014, el gobierno de Israel y Megalim Solar Power firmaron un acuerdo para que, una vez terminada la construcción de la planta solar de Ashalim, el gobierno israelí comprara la electricidad generada por 23 centavos de dólar por kilowatt por hora. Sin embargo, durante la construcción, avances técnicos en el mundo permitieron que otras maneras más simples de obtener energía solar fueran todavía más baratas y esto generó controversias para el gobierno israelí. Por ejemplo, la energía provista por paneles fotovoltaicos cuesta una quinta parte de la generada por la modalidad térmica solar.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El cambio de matriz energética no es suficiente para encarar al colapso ecológico-civilizatorio. Menos aún, si sólo beneficia a las corporaciones en cuya industria “verde” -no en pocas veces localizadas en territorios ajenos- se sostiene y expande.

Informar y consultar con las poblaciones locales sobre las finalidades, capacidades y oportunidades de los megaproyectos energéticos, o de cualquier otro tipo, abonaría no sólo a la mera cooperación entre sujetos y sujetas sociales o al respeto de sus espacios, sino a una posibilidad metabólica contraria a las dinámicas hegemónicas homogenizantes y totalitarias: la autonomía como proyecto político antisistémico.

La libertad de decidir, la libertad de aceptar o disentir, de construir o destruir: la libertad de existir. Para algunos ecos históricos, es el único eje de la sobrevivencia. Para quienes nacimos en medio del colapso, podría ser la última vía de escape.