Cities as Territories of Transition

Cita: 

Acosta, Sacni et al. [2022], "Cities as Territories of Transition", Culture Hack, (2), 5 de octubre, https://www.culturehack.io/issues/issue-02-territories-of-transition/cit...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Miércoles, Octubre 5, 2022
Tema: 
La posibilidad de crear resistencias incluso en los lugares más inmersos en la lógica del sistema capitalista
Idea principal: 

Sacni Acosta es activista mexicana por la justicia socioambiental. Co-lidera LEGAIA y es colaboradore en la Red Futuros Indígenas y en la Red de Acción Climática Juvenil A.C.(REACCIONA).

Xananine Calvillo es estudiante latinoamericanista, activista ambiental y descendiente ngiwa. Co-fundadora de La Tlacuacha Compartida, miembra de LEGAIA y parte del Youth Board de Proveg International.

Iván Martínez es egresado de Relaciones Internacionales de la UNAM enfocado en temas de ecología política e interculturalidad. Colabora en organizaciones por la justicia climática como LEGAIA, REACCIONA, Futuros Indígena y Fridays for Future MAPA.

Daniel Valdovinos es activista queer por la justicia medioambiental, co-fundador de LEGAIA y miembre de Fridays for Future MAPA y Futuros Indígenas.

Topaz Zega es organizadora y escritore por la justicia ambiental trans. Hackea otros mundos en LEGAIA y en la Red Futuros Indígenas.


El incremento en el número de devastadores incendios forestales, el asesinato de defensores de la tierra, el fracaso en las negociaciones sobre el clima, las cada vez más desalentadoras predicciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), entre otros; son parte de una crisis climática que se ha ido agravando y que como consecuencia, ha provocado un aumento en la ansiedad y el miedo colectivo frente a una batalla contra el cambio climático que, muchos consideran, se ha perdido.

La sensación de desesperanza ante la actual crisis climática es conocida como fatalismo climático, el cuál es una forma de lo que Mark Fisher denominó “realismo capitalista" y se fundamenta en el hecho de que es más fácil imaginar y aceptar el fin del mundo que imaginar el fin del sistema. Es a razón de esto, que superar la narrativa fatalista supone comprender que existen vínculos con la tierra que son y han sido negados a nivel sistémico, vínculos que deben recuperarse a través de la reflexión y la aceptación de que el sistema capitalista es el origen de múltiples contradicciones que continúan degradando el planeta y a las diversas formas de vida que lo habitan.

La aceptación de las contradicciones del sistema, son el primer paso para llegar a la comprensión, recuperación y restablecimiento de los lazos que hemos olvidado: lazos con nuestros cuerpos, con las personas que nos rodean, con nuestros antepasados, con la tierra y con otros seres. La restitución de dichas conexiones hará posible el combate a la visión fatalista ya que propician el surgimiento de la esperanza climática, la cual se presenta como una nueva narrativa que podría iniciar un proceso de transformación para alcanzar un mundo en donde cada vez más territorios son biocéntricos. Se trata de una esperanza que incluso podría instaurarse en los lugares más inmersos en el sistema: las grandes regiones urbanas.

Incluso en tiempos de crisis y en medio del auge del fatalismo climático, la esperanza perdura en los defensores de la tierra, quienes a través de movimientos de justicia climática y de la defensa de los territorios, buscan mostrar e impulsar distintas formas de ver el mundo que logren alterar la manera en que habitamos nuestros territorios y podamos así, re-imaginar un futuro en donde los seres humanos y la naturaleza conviven sin destruirse.

Es en esta búsqueda de la esperanza climática que aparece el concepto de territorio, el cual se ve reivindicado ya que se retoma desde la visión de las resistencias; es decir, desde la concepción de los pueblos indígenas, pueblos afrodescendientes y campesinos. En este contexto, el territorio se presenta como espacio que va más allá de lo estatal y que se forman a partir de procesos de territorialización, en dónde los elementos simbólicos y materiales; naturales y sociales; sensoriales y racionales; externos e internos de diversos grupos, construyen identidades, ósea, formas de ser, sentir y vivir los territorios (Acosta et al., 2022).

Este concepto reivindicado de territorio no suele ser asociado con las ciudades. Lo anterior, se debe a que las ciudades son parte de una territorialidad formada por el sistema capitalista y, por ende: son complejas redes de relaciones entre seres humanos, flora, fauna, espacio, tiempo, tierra, que se encuentran planificadas y gestionadas a partir de “estructuras antropocéntricas, racistas, patriarcales y clasistas, que perpetúan las desigualdades sociales, la destrucción de la Tierra, la creación de zonas de sacrificio, el extractivismo de territorios y cuerpos, la centralización del poder y el acaparamiento de recursos” (Acosta et al., 2022).

Como resultado de estas características, es que en las ciudades reina “una lógica de desconexión medioambiental y comunitaria” (Acosta et al., 2022), la cuál en combinación con la desigualdad, el individualismo y las estructuras aislantes y perjudiciales que dominan las ciudades, han provocado que sus habitantes acepten la destrucción medioambiental en lugar de implementar mecanismos comunales para superarla. Esto, ya que en las grandes urbes se reproduce una lógica en la que mientras sigan disfrutando las bondades del desarrollo, no importa que en las periferias cada vez más personas se vean afectadas por el cambio climático.

Un ejemplo claro de lo previo se da en el centro de la Ciudad de México; en donde a pesar de que se ha pronosticado una crisis por falta de agua en 10 años, se sigue explotando el recurso a costa de las periferias de la ciudad y otras zonas del país, las cuales ya han sido drenadas y sufren constantemente por el acceso al recurso.

En pocas palabras, las ciudades, las cuales están basadas en el modelo capitalista, son espacios insostenibles que nos acercan a la destrucción medioambiental; no obstante, a pesar de su insostenibilidad y debido a la migración en busca de oportunidades, las grandes urbes son los territorios más poblados en el Sur Global, principalmente en América Latina. A consecuencia de lo expuesto, surge la necesidad de instaurar la esperanza climática en estos territorios y transformarlos.

El ejercicio inicial para la transformación de las ciudades, consiste en el reconocimiento de que la territorialización no se limita a la tierra, sino que afecta los cuerpos de las personas que lo habitan. Por esa razón, los autores afirman que nuestro primer territorio es nuestro cuerpo y por ende, se convierten en “ciudades-cuerpo” (“body-cities”, por su nombre en inglés) que fungen como el primer organismo que es tocado por las dinámicas de poder existentes en el sistema capitalista y por la violencia, el trauma e incluso, los privilegios que este conlleva.

La posición de los cuerpos como el primer territorio, ha hecho imprescindible el surgimiento de ejercicios de resistencia. En el caso de los jóvenes de las grandes ciudades del Sur Global, existen contradicciones que les hacen “vivir entre la hegemonía y la resistencia” (Acosta et al., 2022): se benefician del sistema extractivista, pero no pertenecen al grupo de los más beneficiados por éste; no son los más afectados por la crisis climática, pero la emergencia les alcanzará en el futuro; son opresores y oprimidos. Es a partir de esas contradicciones, que los autores del texto consideran que es crucial reconocer las sensaciones que el sistema causa en nosotros, nuestra posición en las relaciones de poder y aceptar dichas experiencias, ya que de esa forma se efectúa un ejercicio de constante reflexión que eventualmente nos llevará a resistir individual y colectivamente.

Comenzar a resistir las dinámicas de poder en las que vivimos, significa que estamos “reclamando nuestra agencia” (Acosta y et al., 2022). Según los autores, reclamar nuestra agencia implica salir de la narrativa del fatalismo climático gracias a que se comienza a trabajar para el restablecimiento de los lazos individuales, con la comunidad y con la naturaleza; dichos lazos, nos llevarán a instaurar la esperanza climática a través de una diversidad de actividades que incluyen el trueque, las asambleas, los huertos urbanos, entre otros.

Como parte de las actividades de resistencia y de reconexión que se están llevando a cabo en el Sur Global, específicamente en México, el colectivo Legado Gaia (LEGAIA) implementó el proyecto “Sembrando Esperanza Climática” en el barrio de Popotla en la Ciudad de México, uno de los barrios con más historia en la gran urbe y al mismo tiempo, una de las zonas que más han sufrido por la gentrificación.

“Sembrando Esperanza Climática”, valiéndose del trabajo conjunto entre LEGAIA y un centro cultural local, consistió en incitar a los habitantes de Popotla a sembrar un huerto urbano, así como invitarles a asistir a talleres, charlas sobre la esperanza climática y a escuchar a personas de otras localidades para aprender acerca de otros procesos de resistencia en las grandes ciudades. El proyecto, tuvo como objetivo demostrar que a pesar de la retórica fatalista es posible encontrar a muchas personas que se preocupan por la emergencia climática en las grandes ciudades, mismas que contribuirán a la creación de lazos comunitarios y con la tierra para recuperar la territorialidad que nuestros espacios tuvieron en el pasado.

Además de lo mencionado, “Sembrando Esperanza Climática” brindó aprendizajes para los ejercicios de resistencia en el corazón de las ciudades: el hecho de que el proceso de transición entre una lógica fatalista y la esperanza climática se verá lleno de contradicciones y disputas entre ambas narrativas; lo mencionado, ya que siempre existirán intentos por desanimar las actividades de transformación.

Siguiendo lo último, el proyecto se enfrentó a la vigilancia por parte de las autoridades de la ciudad. Se trató de una vigilancia que tiene sus raíces en la lógica de la modernidad y el capitalismo, por lo que se demostró que a menos que se busqué transmitir mensajes que siguen el modelo de la urbanización y que incitan al consumo o que pertenecen a propaganda política de los gobernantes, las formas de expresión que se oponen al sistema y que buscan generar nuevas visiones del mundo serán controladas e incluso prohibidas.

A pesar de los obstáculos a los que se enfrentó el proyecto de resistencia, se llegaron a ciertas conclusiones: 1) a pesar de las incomodidades, muchas personas han comenzado a reflexionar acerca del sistema y los efectos que éste tiene en nuestras vidas y entornos, por lo que cada vez más personas están dispuestas a sumarse a las resistencias; y, 2) el hecho de que las contradicciones pueden servir como un impulso para la movilización, puesto que la combinación de nuestros privilegios y desventajas permiten una reflexión que lleva a una eventual confrontación con nuestras formas de vivir nuestro espacio, enfrentamiento que puede expandirse a la sociedad en la residimos.

En conclusión, iniciar un proceso de transición, reorganización y transformación dentro de los espacios más afectados por la lógica del capitalismo y del fatalismo climático es difícil; sin embargo, es posible a través de la aceptación de nuestros sentires, de la construcción de una comunidad, del reconocimiento de nuestra posición en el sistema, de la solidaridad y de retomar los lazos con los espacios que habitamos. Todo lo expuesto, como una forma de reivindicar nuestros territorios y como resultado, crear territorialidades biocéntricas y comunitarias que hagan más fácil imaginar el fin del sistema capitalista que la destrucción del mundo.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El artículo de opinión, el cuál fue escrito por los miembros de LEGAIA, es una declaración de que es posible combatir la destrucción planetaria a partir de la instauración de mecanismos que nos lleven a retomar relaciones y acciones que probablemente creíamos pérdidas e inútiles. En este sentido, es claro que el capitalismo no se detiene en lo material, sino que es un sistema que atraviesa todas las formas de vida del planeta y que a través de sus lazos con las empresas y estados, ha logrado instaurarse en nuestras sociedades; sin embargo, dicha influencia no es irreversible, y por lo tanto, existen grupos cada vez más grandes que buscan combatirla y de ser posible, eliminarla.