Planet on Fire. A Manifesto for the Age of Environmental Breakdown

Cita: 

Lawrence, Mathew y Laurie Laybourn-Langton [2021], Planet on Fire. A Manifesto for the Age of Environmental Breakdown, London, Verso

Fuente: 
Libro electrónico
Fecha de publicación: 
2021
Tema: 
Frente a la ruptura climática y el colapso social en aceleración: el ecosocialismo del siglo XXI
Idea principal: 

Mathew Lawrence es el fundador y director del think thank londinense Common Wealth, un laboratorio que diseña modelos de propiedad bajo el ideal de una economía democrática y sustentable. También es un escritor, cuyas más recientes obras en coautoría son: Planet on Fire. A Manifesto for the Age of Environmental Breakdown (2021) y Owning the Future. Power and Property in an Age of Crisis (2022).

Laurie Laybourn-Langton es un investigador y escritor. Colabora en el Institute for Public Policy Research (IPPR), Chatham House y el Global Systems Institute de la Universidad de Exeter. Sus áreas de especialización son el clima, crisis medioambientales, liderazgo, economía, plataformas digitales, transporte y movilidad.


La normalidad ecológica de la Tierra ha terminado. “En su lugar, viene una nueva era de desestabilización ambiental acelerada. La carga acumulada de siglos de explotación y destrucción ahora amenaza el funcionamiento seguro de los sistemas naturales sobre los cuales toda forma de vida depende. Nuestra es la era de la descomposición ambiental” (pp. 9-10).

Advertencias al respecto las ha hecho el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la Organización de las Naciones Unidas. Nos han señalado una meta clara: impedir el aumento de más de 1.5° Celsius de la temperatura media global -en comparación con la temperatura promedio anterior a la Revolución Industrial-, con el fin de evitar efectos ambientales catastróficos para el conjunto del planeta (Dato crucial 1).

Aunque “para cientos de millones de personas, la crisis [climática] ya está aquí y ha estado por generaciones”, no puede perderse de vista que la “violencia de la ruptura [climática] acelerada –[está] cayendo desproporcionadamente en aquellos [y aquellas] menos responsables por el daño-” y, encima, se recrudecerá todavía más (p. 11-13).

Ya es tarde

Como si fuera poco, nuevas emisiones -no consideradas por los estudios del IPCC- vienen en camino (Dato crucial 2). Incluso, algunas opiniones alertan que, debido a que las estimaciones integran “emisiones negativas” todavía no realizadas, el presupuesto de las emisiones de GEI del Panel Intergubernamental resulta excesivamente grande (Dato crucial 3). Pero esto solo abarca el problema de la crisis climática. El reto sistémico será todavía mayor.

“La desintegración en cascada del mundo natural empujará con mayor fuerza a las sociedades, al borde del colapso. El desajuste medioambiental no sólo se trata de osos polares demacrados y plástico en los océanos. Es acerca de hambruna, inundaciones y enfermedades, y sobre cómo la mayor incidencia de esto podría desestabilizar naciones individuales y regiones enteras, resultando en conflictos sociales y guerra”. (p. 15).

Esto se trata del poder

El capitalismo contemporáneo se sostiene por sus estructuras económicas de extracción y explotación, contenidas en un entramado de instituciones legales, arreglos en favor del mercado, tratados comerciales y agendas de políticas públicas. De esta manera, se promueven dinámicas internacionales que profundizan las desigualdades, facilitando la expansión del poderío de las corporaciones y el imperio de la esfera financiera, mientras se fortalece la concentración de la propiedad.

Se trata, entonces, “del poder de aquellos Estados, compañías e individuos que se benefician de aquellos entramados, felices de ver al mundo arder en llamas, por el bien de la maximización de las ganancias, con base en la grotesca ficción de que el crecimiento material infinito es tanto posible como deseable”. (p. 17).

Y toda persona que disienta es impunemente reprimida (Dato crucial 4), por lo que resulta sencillo para las y los funcionarios públicos anunciar que la descomposición climática es “un asunto menor”. Es calificado como un asunto aislado, puesto que ignora los cinco siglos de historia previa que le dieron paso al entrelazamiento de la degradación ecológica, el saqueo colonial y los “desequilibrios” de poder entre el “Norte Global” y el “Sur Global”. “Es precisamente por esta razón que la descomposición medioambiental es un asunto de justicia y reflexión sobre las profundas desigualdades de poder y de riqueza bajo el [orden del] capitalismo”. (p. 18).

Síntomas mórbidos

Los centros políticos se tambalean. El estado de cosas neoliberal intenta apelar a la sustentabilidad, pero no cuestiona los propósitos y modos de operación de su economía. De ahí que emerjan fenómenos como el etnonacionalismo y un ambientalismo reaccionario que alega que la humanidad es una “enfermedad” para la Tierra y que debe, en consecuencia, exterminarse. Así se crean las condiciones para agudizar el eco-apartheid y el trauma social, mutando hacia un eco-etnonacionalismo (Dato crucial 5).

“Lo que venga después podría ser más brutal e inestable. No hay garantía de un mejor futuro: es algo por lo que se debe pelear” y esto “requiere de más que solo discretas series de políticas para ralentizar la destrucción. Necesitamos un proyecto común para transformar nuestras sociedades y sostener nuevas maneras de vivir y trabajar […] construir sociedades en que todos [y todas] podamos florecer”. (pp. 20-21).

Más allá de la barbarie: hacia el ecosocialismo

Entre la guerra y el imperio, en 1916, Rosa Luxemburgo señalaba que la sociedad burguesa se encontraba frente al dilema de la transición hacia el socialismo o el regreso a la barbarie. En la actualidad, la encrucijada es diferente, porque estamos en una coyuntura terminal.

La crisis climática y la descomposición ecológica son unas crisis de carácter político, por lo que se defiende que se requerirá de un ecosocialismo del siglo XXI (Dato crucial 6). Un programa no estatista, pero que sí se servirá de un Estado capaz de sentar las bases de una economía nacional reinventada; una incompatible con el aislamiento, el extractivismo, la concentración del “poder económico” y los monopolios. El ecosocialismo requerirá de un nuevo internacionalismo basado en la cooperación que, por lo mismo, desintegre el racismo estructural y las desigualdades de clase en que se construyó el sistema capitalista prevaleciente. “Este es el cambio sistémico que necesitamos para prosperar y sobrevivir”. (p. 22).

La escala, complejidad y composición de las crisis no podrán encararse con mecanismos institucionales como el greenwashing corporativo, Green Deals ni el keynesianismo verde. En contraste, hará falta elaborar una transición profunda y planeada: una política de los cuidados mutuos, la solidaridad y el goce, como proyecto de transformación colectiva.

Covid-19: una crisis para la transformación

Una crisis -latente- de los cuidados emergió con la pandemia por la Covid-19. Las discriminaciones estructurales y sistemáticas expusieron, al mismo tiempo que profundizaron, las antiguas desigualdades sociales. Esto facilitó el desarrollo de protestas mundiales contra la violencia del Estado y las opresiones del capitalismo; por ejemplo, el movimiento antirracista Black Lives Matter. Los momentos de trauma profundo, entonces, demostraron también su gran potencia transformadora.

La pandemia por el coronavirus es una advertencia proveniente del futuro, que expuso los trances sistémicos de las políticas neoliberales e incluso sacudió algunos fundamentos del capitalismo (Dato crucial 7). Por esta razón, las doctrinas del shock no tardaron en contraatacar, particularmente las posturas conservadoras; por ejemplo: retirando protecciones ambientales -de por sí insuficientes-, desmantelando regulaciones laborales, profundizando los programas de austeridad, entre otros mecanismos.

Pero, “mientras el capitalismo financiero mundial se desplomaba y se tomada acción pública sin precedentes para detener a la economía mundial, los límites de lo posible fueron por lo visto abolidos”. (p. 26). En este contexto, la transformación política requerirá de reimaginar profundamente las instituciones e infraestructuras que sostienen al sistema capitalista.

Una vida encantadora

Entre 2015 y 2020, casi no han existido políticas públicas para enfrentar la descomposición climática. Aunque el fuerte activismo medioambiental de entre 2018 y 2019 fomentó algunos cambios, las acciones necesarias para evitar lo peor de la catástrofe climática continúan ausentes en las agendas de los gobiernos de todo el mundo. Así, se comprende lo imprescindible de rastrear el origen de la crisis ecológica, para luego establecer hacia dónde caminar.

“La política es la lucha entre reclamos contrapuestos del pasado sobre el presente, y el ordenamiento del futuro por acciones contemporáneas […] [D]ebemos construir sobre los recientes períodos de avance, aprender de los errores y las derrotas, y preparar el terreno para un frente popular capaz de renovar la esperanza económica y política”. (p. 31). Coaliciones tendrán que ser construidas y antagonismos de las élites tendrán que ser superados.

Datos cruciales: 

1. En octubre del 2018, el IPCC publicó un informe que dio a conocer la gravedad de la situación climática contemporánea. Según sus investigaciones, el “reto existencial” consiste en que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero (GEI) deben reducirse a la mitad para 2030 y en su totalidad para 2050. No obstante, aún si las emisiones lograran acortarse para 2030, la prospectiva apunta que la descomposición ambiental no será revertida. Más aún, el IPCC advierte que las emisiones de GEI tendrán que bajarse hasta las netas cero, con la consideración de que algunos peligrosos “puntos en cascada” (tipping points) podrían ya haber sido sobrepasados en la actualidad.

2. Si tan solo la infraestructura fósil ahora existente en el mundo continuará generando GEI durante el resto de su tiempo de vida útil, la cantidad de emisiones igualaría a la del modesto presupuesto de 30 años establecido por el IPCC. Sin embargo, todavía falta añadir: la contribución de las plantas de carbón planeadas para construirse, con permiso para construirse o en construcción; la prospectiva de incremento en la producción de coches; los numerosos vuelos de larga distancia; y las dietas “occidentales” intensivas en carbón, por mencionar otras fuentes de emisiones. Por lo tanto, debe asimilarse que “el mundo está actualmente en vías para aumentar su temperatura media global a más de 3° Celsius para 2100”. (p. 14).

3. Las “emisiones negativas” se refieren a las estrategias de “captura” de carbono, las cuales pretenden retirar GEI de la atmósfera. Esto es relevante porque el informe de 2018 del IPCC fue realizado con base en el supuesto de que serán desplegadas masivamente tecnologías de “emisiones negativas”. Pese a lo anterior, dichas tecnologías “son demasiado caras (potencialmente abarcando cientos de billones de dólares), todavía no se han probado o ni si quiera [se han] inventado”. (p. 15). Algunos “escenarios modelan más de 730 mil millones de toneladas de CO2 retirado [de la atmósfera] como emisiones negativas, durante un siglo; una figura equivalente a las emisiones de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y China -algunos de los mayores emisores- desde la Revolución Industrial”. (p. 355). Otras estrategias como la geoingeniería son llamativas, pero están peligrosamente desreguladas.

4. La impunidad con que se ejerce el poder del sistema capitalista se refleja en como las organizaciones protectoras del ambiente son prohibidas, descartadas o consideradas como terroristas, a la par que sus protestas son fuertemente reprimidas; en que se permita que las y los periodistas medioambientales continúen siendo asesinadas y asesinados; además de que se continúan gastando recursos en desinformación, empresas de cabildos y grupos de políticos nativistas. Más aún, aquellos “países y comunidades que han contribuido menos ya están comenzando a experimentar de manera desproporcionada el sufrimiento resultante. Además, a menudo tienen una capacidad limitada para responder, […] debido a los mismos legados destructivos del colonialismo y las dinámicas de poder desiguales que han generado [y refuerzan] la crisis”. (p. 18).

5. El etnonacionalismo se trata de los procesos políticos de fortalecimiento de las fronteras nacionales, buscando “proteger a los grupos privilegiados dentro de sus sociedades, imponiendo mayor sufrimiento a los que están afuera”. (p. 19). Por ejemplo, en Europa, grupos de políticos nativistas incluso aseguran que las fronteras son “el más grande aliado” del medio ambiente y que con ellas “se salvará al planeta”. La estratificación social y una letal desigualdad son sus características. Más aún, al considerarse al conjunto de la humanidad como una “plaga” generalizada, se desdibujan y despolitizan las asimetrías de poder y la responsabilidad diferenciada por los daños ecosistémicos a la Tierra. De esta forma, el “etnonacionalismo nos pone a uno contra el otro”, direccionando nuestras quejas por los estragos neoliberales hacia los otros o las otras.

6. El ecosocialismo es un proyecto para democratizar a las instituciones políticas y económicas, reorientándolas hacia el bienestar social y el florecimiento individual, con base en las necesidades sociales y medioambientales, para formar un “reino de lo público desmercantilizado” (p. 23). Sus principios, por lo tanto, son la igualdad, libertad, empoderamiento colectivo, solidaridad, sustentabilidad y democracia. Como se fundamenta en la expansión de la propiedad colectiva y el control social, arremete en contra de las injusticias de la economía política mundial extractiva y neo-imperial.

7. La pandemia por la COVID-19 sacudió importantes pilares del capitalismo: nos obligó al aislamiento y la distancia social, lo que desplomó las relaciones capital-trabajo normales para el neoliberalismo; el Estado se reafirmó como un actor de enorme poder en el sistema; el valor de cambio se suspendió; y los mercados debieron priorizar las necesidades de la salud pública. Asimismo, se expusieron las limitaciones y asimetrías sistémicas, por lo que fueron puestas bajo los reflectores las desigualdades de género, raza y clase. Por ejemplo, se reconocieron trabajos de cuidados antes marginados y demeritados. Estos procesos podrían considerarse una bienvenida a los cambios sistémicos.

Cápitulos relevantes para el proyecto: 

Hansen, James et al. [2017], “Young people's burden: requirement of negative CO2 emissions”, Earth Syst. Dynam., Alemania, , European Geosciences Union / Copernicus Publications, 8: 577-616, https://esd.copernicus.org/articles/8/577/2017/esd-8-577-2017.html

Lewis, Simon [2019], “Sucking carbon out of the air is no magic fix for climate emergency”, The Guardian, Reino Unido, 1 de Agosto, https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/aug/01/negative-emissions...

Trabajo de Fuentes: 

IPCC [2018], Special report. Global warming of 1.5° C, New York, United Nations, https://www.ipcc.ch/sr15/

Nexo con el tema que estudiamos: 

El colapso ecológico-civilizatorio no es un problema menor, externo, ni lejano. Nunca antes nos habíamos, si quiera, podido imaginar un problema existencial de este tipo. El sistema-mundo hegemónico intentará (re)funcionalizarse, mientras que los proyectos políticos alternativos no sólo se enfrentarán a su embate conservador -junto a todo su entramado institucional y las estructuras (económicas, políticas, tecnocientíficas, ideológicas, culturales, etc.) que lo movilizan-, sino también a la desintegración metabólica del mundo que intentan salvar. Así de colosal e inusitada es la tarea de quienes pretendan sobrevivir y una vida digna construir. El colapso sistémico debe integrarse al sentido común, si queremos atrevernos a encararlo.