Resource Rivalries: Four Emerging Futures

Cita: 

World Economic Forum [2023], The Global Risks Report 2023. Capítulo 3, WEF, Ginebra, https://www3.weforum.org/docs/WEF_Global_Risks_Report_2023.pdf

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2023
Tema: 
Proyección de cuatro futuros posibles, entre la escasez natural y la guerra por los recursos
Idea principal: 

3.1 Anticipando las policrisis

Los riesgos presentes y futuros pueden interactuar entre sí formando una policrisis; es decir, un conjunto de riesgos globales que se relacionan unos con otros potenciando sus devastadores efectos. Pensar en los posibles escenarios y en los impulsores de riesgos que pueden provocar consecuencias inesperadas puede permitir anticiparse a la policrisis. Este capítulo aborda la forma en que las conexiones entre los riesgos emergentes podrían desarrollarse para 2030. El capítulo explora -las rivalidades por los recursos-, que es un grupo interrelacionado de riesgos medioambientales, geopolíticos y socioeconómicos ligados a la oferta y demanda de recursos naturales. El objetivo es proporcionar un marco para identificar los futuros posibles ante una policrisis y mejorar los esfuerzos de mitigación de riesgos.

3.2 Policrisis: recursos naturales, clima y cooperación

La creciente brecha entre la oferta y la demanda de recursos naturales

El funcionamiento de las sociedades depende de un acceso barato y seguro a energía, alimentos y agua, y las crisis están provocando retrocesos en el acceso a esos recursos críticos (Dato Crucial 1). Las crisis del aumento del costo de vida y del suministro de los recursos críticos pueden provocar procesos de desestabilización, de estados vulnerables, de violencia generalizada, entre otros. Actualmente, la demanda de los recursos críticos está en aumento debido al crecimiento poblacional y la expansión de la transición energética; la cuestión es que la producción no crece al ritmo de la demanda (Datos Cruciales 2 y 3). Los resultados de la Encuesta de percepción de riesgos (GRPS, por sus siglas en inglés) muestran que la crisis de los recursos naturales es una preocupación en aumento, que mantiene fuertes relaciones bidireccionales con el resto de riesgos (Dato Crucial 4).

La cooperación y el clima como elementos clave para la disrupción

Para que en 2030 se pueda nivelar la oferta y la demanda de los recursos críticos, así como mitigar la escala de la policrisis son necesarios dos elementos clave: una cooperación mundial que permita el flujo transnacional de recursos, y mitigar el impacto del cambio climático en el suministro de recursos a la par de una veloz transición energética. La forma en que se den estos dos ejes plantean cuatro posibles futuros para 2030:

- Colaboración de recursos, el peligro de la escasez natural: la cooperación permite un combate efectivo al cambio climático y las cadenas de suministro flexibles absorben buena parte de los efectos del cambio climático en la producción de alimentos. Aunque no se puede evitar la escasez de agua, y minerales; y el estrés hídrico genera crisis sanitarias y humanitarias en los países en desarrollo.

- Recursos restringidos, el miedo de la angustia divergente: las actuales crisis entorpecen la acción climática, y exponen a los países más vulnerables a la hambruna y crisis energéticas. La escasez de agua y minerales potencia otros riesgos. Los países en desarrollo enfrentan una crisis humanitaria causada por el impacto del cambio climático en los alimentos y el agua, por interrupciones del comercio global, y por la inestabilidad político-económica.

- Competencia de recursos, el peligro de autarquías de recursos: la desconfianza impulsa la autosuficiencia de los países centrales, limitando los conflictos por alimentos y agua; pero amplía la división entre países. Los estados centran la inversión en los minerales críticos, provocando escasez y guerra de precios. Se forman nuevos bloques e incrementa el riesgo de conflicto.

- Recursos limitados, el peligro de guerras por los recursos: es el peor escenario. El control militar de metales y la dinámica geopolítica potencian la escasez de agua y alimentos provocada por el cambio climático. Esto desencadena una crisis mundial con severos impactos socioeconómicos generalizados, la guerra geoeconómica se extiende y el enfrentamiento entre estados se vuelve uno de los pocos mecanismos para garantizar el abasto de los insumos básicos.

Los siguientes apartados describen los futuros posibles para que los líderes empresariales y políticos prevengan el avance de las actuales crisis.

Matriz de Futuros

La metodología usada para proyectar los cuatro futuros posibles se basa en dos impulsores de riesgos, el nivel de confrontación geoeconómica y la velocidad de combate al cambio climático; y las implicaciones de estos dos impulsores en los riesgos explorados en el capítulo 1 y 2 del informe. Se considera que en un escenario con acción climática rápida y con buen financiamiento, los crecientes desastres naturales lograrán ser bien gestionados. En cambio, en un escenario con una acción climática lenta y escaso financiamiento, potenciaran los impactos negativos en ecosistemas naturales, las sociedades y las finanzas.

Además, el informe considera el nivel de confrontación geoeconómica como un potenciador de la escasez. En un escenario con amplia colaboración geoeconómica mediante múltiples mecanismos multilaterales, se respetan los principios de las políticas comerciales. Mientras que en un escenario con explícita confrontación geoeconómica, la cooperación es mínima, y continuamente se rompen acuerdos y alianzas.

3.3 Cuatro futuros para 2030

Colaboración de recursos, el peligro de la escasez natural

En este escenario el mundo estará preparado para los impactos del cambio climático en 2030. Las innovaciones tecnológicas, el conocimiento y el capital tienen cierta libertad de flujo transnacional. La adaptabilidad y mitigación climática son temas centrales con múltiples iniciativas, mecanismos de financiación, y los gobiernos les prestan gran atención amortiguando el impacto del cambio climático. El flujo internacional de financiamiento y tecnología aumenta la productividad alimentaria. Los impactos negativos se centran en el agua y los minerales críticos.

Los impactos del cambio climático en el sector agroalimentario se enfrentan con intervenciones climáticas y basadas en la naturaleza que también ayudan a transformar los sistemas alimentarios para hacerlos resilientes. El intercambio de tecnología e información permite tomar mejores medidas preventivas de adaptabilidad. Y, aunque el cambio climático continúa amenazado la agricultura y la pesca, las medidas de adaptación basadas en ecosistemas refuerzan las redes alimentarias nacionales.

Mediante medidas de adaptación que incluyen productos financieros como seguros basados en índices climáticos, las poblaciones vulnerables dejan de pagar la mayor parte de los efectos del cambio climático. Las cadenas de suministro flexibles permiten absorber los problemas de oferta causados por desastres naturales.

El impulso a la transición energética aumenta drásticamente la demanda de minerales críticos; y, aunque la mayoría de los minerales cuenta con suficientes reservas, la oferta es incapaz de crecer al mismo ritmo. El aumento del precio de las materias primas permite aumentar la producción mediante la explotación de reservas que antes eran inviables; pero las preocupaciones medioambientales, y procesos de aprobación y regulación más estrictos limitan y retrasan la explotación minera en Occidente.

Los precios altos de las materias primas causan inflación en toda la cadena de valor. En consecuencia, estados y empresas multinacionales se esfuerzan en dirigirse a una economía circular que reduzca las necesidades de extracción y les asegure el suministro de minerales críticos. La industria y los gobiernos trabajan para establecer incentivos, políticas, y regulaciones que fomenten la economía circular. A pesar de los esfuerzos, los precios altos y la escasez desaceleran la transición energética. Las economías pobres sin minerales ven incumplidos los acuerdos de apoyo para la transición energética y consideran volver a energías sumamente contaminantes para asegurar el suministro energético.

La capacidad de aumentar el suministro de agua también se ve limitada. Gobiernos locales y nacionales priorizan medidas de monitoreo, eficiencia y producción del agua para enfrentar sequías cada vez más frecuentes. Aunque el agua sigue subsidiada, el sistema de precios se usa para frenar la demanda y alentar al sector privado y a los hogares a invertir en el reciclado y eficientización del agua; aunque la demanda de agua disminuye, el cambio climático sigue afectando seriamente los recursos hídricos de ciertas regiones (Dato Crucial 5). La capacidad de aumentar el suministro de agua diferirá en cada país de acuerdo con elementos económicos y geográficos. Y, la seguridad hídrica seguirá estando en riesgo debido a crisis de salubridad, la migración, y el desplazamiento forzado.

Recursos restringidos, el miedo de la angustia divergente

La cooperación geoeconómica toma impulso a partir de 2025; pero el financiamiento e inversión para la adaptabilidad climática es lenta. En este escenario la cooperación internacional es incapaz de solucionar la escasez de alimentos, agua y energía en los países más afectados por el cambio climático, las interrupciones del comercio y las inestabilidades político-económicas.

Debido a una intervención deficiente la disponibilidad de agua es una preocupación de todas las regiones. En este escenario la cooperación geoeconómica continúa mediante el compromiso con los diversos mecanismos multilaterales que rigen el tema del agua; pero, a pesar de esto, el estrés hídrico y la falta de adaptabilidad potencia la escasez de otros recursos clave. Los efectos del cambio climático disminuyen la productividad agrícola y reducen el valor nutricional de los alimentos (Dato Crucial 6). Los países ricos con tecnología de punta y ubicados en latitudes altas son los menos afectados, y las cadenas de suministro flexibles con flujos globales libres permiten absorber parte de los problemas de producción alimentaria. Pero los países incapaces de aumentar la productividad agroalimentaria, y dependientes de las importaciones serán muy vulnerables a prolongadas crisis climáticas y de deuda.

El suministro de energías verdes también está en riesgo. En regiones con sequía la actividad minera es constantemente interrumpida, las empresas tienen que invertir en más fuentes de agua, e incluso cierran las operaciones. En consecuencia, aumenta la escasez, se eleva el precio de las materias primas y disminuye el ritmo de la transición energética. Además, las olas de calor y sequías fuerzan recortes en la producción de energía como la hidroeléctrica y la nuclear.

Incluso sin restricciones impulsadas por la dinámica geopolítica, las constantes presiones a los precios de alimentos, agua y energía desencadenan una prolongada crisis del costo de vida, conflictos sociales e inestabilidad estatal. Los impactos socioeconómicos se extienden a las economías más desarrolladas, y pueden llegar a sufrir procesos de desindustrialización debido a la escasez de energía y agua.

Competencia de recursos, el peligro de autarquías de recursos

En este futuro, la acción climática es acelerada, pero las grandes potencias se enfocan en la autosuficiencia de recursos estratégicos dejando muy vulnerables a países emergentes y en desarrollo. El mayor riesgo de confrontación es por los minerales. Las potencias se anticipan a un entorno geopolítico hostil e impulsan su autosuficiencia alimentaria aumentando la productividad de las tierras de cultivo (usando los avances tecnológicos), cambios en las dietas, y reduciendo el desperdicio de alimentos (Dato Crucial 7). Pero las economías avanzadas no comparten los beneficios del aumento de su producción de alimentos; y, aunque continúa el comercio mundial de alimentos, la ausencia de apoyo internacional para aumentar la productividad agrícola, la escasez, y los precios altos afectan fuertemente a los grupos pobres de todos los países, y a los estados incapaces de aumentar, por sí mismos, su producción alimentaria. En consecuencia, la inestabilidad y las crisis humanitarias se extienden y exacerban.

Debido a la concentración geográfica de minerales estos serán un elemento central de la confrontación geopolítica. Este tipo de recursos son esenciales para la industria de las energías verdes, y tienen aplicaciones en muchas otras industrias (Datos Cruciales 8 y 9). En este posible futuro la confrontación geopolítica limita las posibilidades de diversificación geográfica; en consecuencia, crece la brecha entre oferta y demanda de minerales (Dato Crucial 10).

Bajo una creciente militarización, a partir de 2025 los minerales estratégicos se convierten en un eje central de la guerra económica. Varios estados buscan aumentar la extracción de minerales al interior de sus fronteras; pero enfrentan fuertes regulaciones medioambientales. Los estados con reservas minerales limitadas se enfocan en mejorar el procesamiento de minerales. El control estatal de la inversiones extranjeras se amplía a la industria minera para minimizar la interferencia extranjera, incluso algunos países exigirán que ciertas empresas extranjeras eliminen sus inversiones en minería por cuestiones de seguridad nacional. Mientras tanto, las principales potencias aprovecharan la inversión dirigida por el estado en los mercados emergentes de América Latina y África como un medio para asegurar el acceso a los minerales estratégicos.

La importancia de bloques aliados aumenta en tanto la distribución geográfica de los minerales mantiene ciertos niveles de interdependencia. A pesar de esto, las tendencias nacionalistas provocan fracturas en las alianzas ya existentes, y los conflictos comienzan a surgir entorno al impulso del estado a la industria minera nacional. La apuesta por la resiliencia y seguridad local amplía las exenciones por seguridad nacional y vuelve inútiles muchos de los mecanismos multilaterales mediante los que se habría podido abordar el conflicto geopolítico.

La escasez artificial creada por rivalidades geopolíticas y la volatilidad de los precios genera problemas en las cadenas de suministros de diversas industrias. Las cadenas de suministro se acortan, reflejando las alianzas geopolíticas. La economía se ve fuertemente intervenida por un estado que asigna los recursos disponibles para las industrias prioritarias, incluso algunos países, como México, renacionalizan los activos relacionados con los minerales.

Varios países emergentes y en desarrollo se han beneficiado del creciente interés en los minerales estratégicos; pero deben lidiar con potencias mundiales que ejercen su poder mediante el comercio, la inversión, el control tecnológico, y buscan limitar el avance de sus rivales. Estos procesos junto a la tendencia a la nacionalización impulsaron la reciente creación de la OMEC (2022), una organización de países exportadores de minerales similar a la Organización de Países Exportadores de Petróleo. El auge de los minerales críticos ha permitido el desarrollo de algunos países; pero, para otros ha implicado un crecimiento de la corrupción, la desigualdad, la violencia y las crisis humanitarias.

Además, el riesgo de una intensa guerra por los recursos crece, especialmente en zonas fronterizas y con recursos naturales. Incluso la extensión del territorio en disputa se expande a medida que la búsqueda de minerales se dirige hacia el océano, y con regulaciones nacionales sobre el mar cada vez más polémicas.

Recursos limitados, el peligro de guerras por los recursos

Este es el futuro con las peores consecuencias. La adaptación y combate al cambio climático son lentos, la intensa confrontación geoeconómica provoca una crisis de disponibilidad de los recursos naturales, y todos los países enfrentan, en mayor o menor medida, crisis económicas, medioambientales y sociales. La intervención estatal es aún más agresiva, la confrontación excede el plano económico en la búsqueda de los suministros básicos para la población, y las desigualdades aumentan.

Debido a la competencia por los recursos se fomenta la autosuficiencia de la producción alimentaria. El problema es que las restricciones al intercambio de innovaciones y el flujo de financiamientos impiden aumentar la productividad agrícola. Por tanto, los países más pobres tienen que recurrir al cambio de uso de suelo extendiendo la frontera agrícola; en consecuencia, el sector agrícola incrementa la deforestación, las emisiones de dióxido de carbono y metano, el estrés hídrico y la degradación de los suelos. Estos procesos afectan seriamente el crecimiento económico, el aumento de la productividad, y la velocidad de la transición energética.

La escasez de agua, incluyendo las reservas subterráneas, se generaliza afectando, principalmente, a mujeres y niñas responsables de la recolección de agua en los países en desarrollo. Ante la escasez mundial de agua, y con la cooperación internacional paralizada, se fomenta un nacionalismo del agua que, a su vez, impulsa fuertes confrontaciones entre vecinos. Con el crecimiento de las crisis humanitarias y la inestabilidad de los estados, la infraestructura hídrica se vuelve un arma y un objetivo.

En un primer momento las condiciones de escasez crean bloques geopolíticos que reflejan las dependencias en el comercio de materias primas; pero la desconfianza entre potencias aumenta, estimulando una crisis mundial de suministros. Además, el agua, los minerales y los alimentos, serán militarizados en la medida de lo posible. En este futuro, la exportación de recursos en un medio de poder mundial crucial.

Ante la amenaza de escasez, los estados ejercerán un fuerte control sobre los recursos clave para proteger a su propia población. Esta dinámica, fracturará las alianzas, profundizará las condiciones de escasez, tensionará las relaciones comerciales, y aumentará las restricciones para el intercambio de tecnología climática. El estado ampliará su intervención en diversas industrias e incluso las renacionalizará. Los conflictos transfronterizos y la violencia se extienden y se convierten en uno de los pocos mecanismos mediante los cuales el estado puede asegurarse el suministro de recursos estratégicos.

La inseguridad alimentaria, energética e hídrica alimentan la polarización social y fuertes conflictos sociopolíticos en todos los países; incluso impulsan un terrorismo transfornterizo, con escalas de impacto muy amplias debido a la proliferación de tecnología militar avanzada.

En este futuro hay pocas posibilidades e incentivos para invertir en el combate al cambio climático y la protección al medio ambiente. La sobreexplotación de los recursos naturales se profundiza sin ser castigada, las regulaciones medioambientales existentes son continuamente violadas. La hambruna regresa a una escala no vista desde comienzos del siglo XX. La gravedad de las crisis humanitarias y medioambientales vuelven estériles los mecanismos multilaterales para abordar las crisis, y el orden mundial cae en una espiral de policrisis que se retroalimentan continuamente.

Datos cruciales: 

1.- En 2022 la inseguridad alimentaria aumentó en 200 millones de personas respecto a los niveles de 2019. Además, en 2022 hubo 774 millones de personas sin electricidad.

2.- Se proyecta que para 2030 la población alcance las 8 500 millones de personas, que el consumo de alimentos incremente 1.4%, que la producción de alimentos solo aumente 1.1%, y que la brecha entre demanda y suministro de agua sea de 40%.

3.- Se estima que para 2050 la demanda anual de minerales críticos como el grafito, el litio y el cobalto sea de 450% respecto al nivel de producción de 2018.

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6.- La producción agrícola de maíz, arroz, soya y trigo en Estados Unidos disminuyó. En Rusia los rendimientos agrícolas de sus regiones más productivas ha disminuido. En China, los efectos del cambio climático disminuyeron 8% el rendimiento de los cultivos de arroz, maíz, soya y trigo.

7.- En algunos países la eficiencia en el uso de la tierra y de los sistemas alimentarios ha permitido eliminar alrededor de 30% del desperdicio mundial de alimentos, y diluir el antagonismo entre seguridad alimentaria y conservación de la biodiversidad.

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10.- Al comenzar la década de 2020, Estados Unidos dependía 100% de las importaciones de 14 minerales críticos, entre ellos, el galio, el grafito, el indio y el vanadio. Mientras tanto, China era el principal productor de 16 de 32 minerales estratégicos, con 98%, 82%, 58% y 66% de la producción respectiva de los minerales antes mencionados.

Nexo con el tema que estudiamos: 

El Foro económico mundial aporta una prospectiva pertinente en términos de considerar aspectos cruciales tanto de las necesidades de la reproducción del sistema, como son los alimentos y el agua, como de las políticas necesarias para frenar o al menos paliar las catástrofes en curso. Por su carácter de reunión de las élites, este foro representa una posición importante en el debate público y debe subrayarse el hecho de que ya está considerando escenarios de colapso sistémico.

Un tema que debe profundizarse es que esta prospectiva toma como un supuesto la existencia de estados capaces de impulsar políticas, pero la dinámica del colapso golpeará necesariamente tanto esa institución como sus capacidades de acción, de suerte que es preciso trazar escenarios sin estado...