The Economist presenta esta nota como el “colapso de la fecundidad”, o mejor conocido como Baby bust, para tratar la crisis del envejecimiento de la población a causa de la disminución de la tasa de fertilidad a nivel mundial, lo que supone muchos retos y riesgos para el sistema económico actual.

Se estima que a finales de este siglo el número de personas en el planeta se reduzca por primera vez; un hecho histórico y no ocasionado por los fallecimientos como sucedió en la peste negra, sino porque el número de nacimientos medio por mujer está disminuyendo. Después de 250 años de crecimiento poblacional ininterrumpido junto con el aumento de la riqueza, ya no solo las naciones ricas como Italia o Estados Unidos están viendo disminuir su población joven, sino también países como México, Brasil, India y China.

Está tendencia es la consolidación de un mundo cada vez más problemático en términos económicos que hace que la población considere la situación económica de su respectiva nación antes de permitirse tener hijos (como el precio de la vivienda). En el caso de los países ricos o en proceso de alcanzar dicho hito, se considera que en la medida que la población mejora su calidad de vida, los deseos por incrementar su descendencia reducen, es decir, el desarrollo económico provoca un descenso de la fertilidad por debajo de la tasa de reemplazo (datos cruciales 1-4).

El problema de la disparidad entre trabajadores y pensionistas puede ser solucionado por la población más joven que se dice se caracteriza por tener una inteligencia fluida, es decir, la capacidad de pensar creativamente para resolver problemas de formas innovadoras. En tal sentido, puede que este tipo de inteligencia sea capaz de completar los inventos o proyectos de generaciones anteriores. No obstante, esto también representa una desventaja en los países con una mayoría de población de edad avanzada puesto que son menos emprendedores (y se piensa que también su población joven) y menos adeptos a asumir los riesgos; asimismo no son partidarios de las políticas de crecimiento puesto que no se benefician tanto como los jóvenes de inversiones de largo plazo (y del crecimiento económico en general) tales como la construcción de viviendas.

La pérdida del dinamismo de la economía por el descenso de la productividad supone la reducción de la población en edad de trabajar y el mantenimiento de la población vieja por parte del gobierno que tendrá que recurrir a la producción de la población económicamente activa traducida en impuestos para distribuir subsidios y pensiones. Evidentemente, esto genera un incremento del costo de vida, así como jubilaciones más tardías, disminución del ahorro y crisis presupuestales en los gobiernos.

El sector conservador de la población ha planteado soluciones como las políticas pro-familia que catalogan la baja tasa de fertilidad como signo de fracaso de la sociedad y piden regresar a las antiguas costumbres, sin embargo es mejor plantearse más soluciones ya que nadie tiene la obligación de criar hijos, además ni los esfuerzos por subsidiar los nacimientos han tenido éxito (dato crucial 5).

Por otro lado, el sector liberal ha propuesto a la inmigración como una vía para subsanar este problema, empero la tendencia de aquellos que se mueven de su lugar de origen vira hacia los países ricos, donde la población inmigrante ya se encuentra en máximos históricos. Si la tendencia a la baja continua tanto en países ricos como en países pobres, puede que a mediados de siglo el mundo se enfrente a una escasez de trabajadores jóvenes cualificados o no cualificados; en este sentido, se dice que la solución es preparar a la población no cualificada de naciones que presentan tasas de fertilidad decentes como el continente africano (dato crucial 6).

En tal marco, los jóvenes podrían generar las soluciones a la crisis de nacimientos sin necesidad de recurrir a un incremento de la población gracias a la ayuda de tecnología como la inteligencia artificial (IA). Es importante mencionar que la población vieja (o que ya no se considera como joven) no es muy adepta de la innovación por lo que se cree que las naciones con poblaciones más viejas no experimentarán un proceso de destrucción creativa que impulse el crecimiento de la productividad.

Con el uso de la IA y la robótica se puede volver a incrementar la productividad sin necesidad de la acción humana y asimismo gestionar el cuidado de los ancianos. En tal sentido, sería un símil a la hambruna que predijo Malthus en el siglo XVIII y que no se cumplió por los avances inesperados de la productividad.