David Streitfeld es reportero para The New York Times, su trabajo se centra en la tecnología.

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Desde hace años Silicon Valley habló de la -singularidad-, un momento en que una nueva tecnología provocaría un cambio radical en la historia del mundo. Ese suceso podría ocurrir de diversas maneras, potenciar las habilidades de las personas o que las computadoras logren empezar a pensar de verdad y formen una especie de cerebro mundial. Muchos consideran que con la inteligencia artificial (IA), y los acelerados cambios que está provocando en múltiples sectores, que van desde la tecnología hasta la política, se abre el camino hacia la Singularidad.

Entre tanto, Silicon Valley aprovecha la IA para vender un nuevo producto, la trascendencia. Aunque hay posturas encontradas, personajes como Pichachi, director ejecutivo de Google, o Bill Gates, ven con buenos ojos el desarrollo de la IA; mientras que personajes como Elon Musk o Sam Altman (fundador de Open AI) tienen sus reservas pues piensan que, si bien la IA puede abrir procesos de expansión de la riqueza, también hay alguna posibilidad de que ésta destruya a la humanidad.

Los orígenes de la trascendencia

En la década de 1950 el pionero en informática John Von Neumann dijo que el acelerado desarrollo tecnológico desembocaría en una especie de singularidad esencial en la historia humana. Otros personajes en la década de 1960, como el matemático John Good, aseguraron que la supervivencia de la humanidad dependía del diseño de alguna máquina superinteligente.

Desde la década de 1990 el empresario Ray Kurzeweil ha sido el principal defensor de la singularidad. Este personaje especula que al finalizar la década de 2020 la inteligencia de las computadoras será indistinguible de la humana y unos años después de esto llegará la trascendencia en la que la computación se fusionará con las personas. Aunque los críticos de la singularidad señalan que ésta es solo un intento de crear un sistema de creencias religioso que gira en torno al mundo tecnodigital.

Actualmente los grandes modelos de lenguaje (LLM, por sus siglas en inglés) de IA, como el de Chat GTP, alimentan el debate sobre la singularidad. Dichos sistemas han sido capaces de ofrecer respuestas coherentes y convincentes para cualquier tipo de preguntas. Por tanto, hay personajes que aseguran estos sistemas pueden ser el inicio de la singularidad, y acelerarán todos los campos del conocimiento humano. Aunque los críticos consideran que la capacidad de los LLM aún es muy limitada.

Otra parte del problema es que las empresas que están impulsando los avances en IA, son poco transparentes. Por ejemplo, Open AI inició como una organización sin ánimo de lucro que usaba un código fuente abierto, pero ahora es una empresa que busca ganancias y tiene mucha información reservada.

Mientras tanto, algunos investigadores de Microsoft señalaron en una investigación reciente (2023) que el último modelo de Open AI tenía capacidades similares a las de la inteligencia humana, como comprensión de las emociones. Aunque, otros académicos de Stanford indicaron que dichas afirmaciones eran ilusiones causadas por errores metodológicos.

Vida eterna, ganancias eternas

En las capitales de las economías desarrolladas los legisladores empiezan a hablar de la regulación de la IA. Mientras que Silicon Valley es escéptico de la capacidad del gobierno para regular la IA; por ejemplo, Eric Schmidt, antiguo director ejecutivo de Google, aboga por la autorregulación de la industria de la IA.

Uno de los temas a los que menos se presta atención es que la IA generará mucha riqueza, pero solo para aquellos que ya de por sí son ricos. Sin duda la IA es la tecnología que la industria tecnodigital siempre ha deseado, y se presenta en el momento preciso tras los recientes problemas financieros por los que pasó Silicon Valley en 2022. Lo verdaderamente trascendental de la IA es que las empresas podrán despedir a muchas personas sustituyéndolas con algún sistema de IA y disminuyendo sus gastos de operación.

Puede que la tan anunciada Singularidad se presente solo como la reducción drástica de los puestos de trabajo en las empresas estadounidenses.