Cuando el ecologismo renunció al futuro

Cita: 

Santiago, Emilio [2023], "1. Cuando el ecologismo renunció al futuro", Contra el mito del colapso ecológico, Barcelona, Arpa, http://library.lol/main/8B3C20D6B72BC3DA301BCE46E414B3E2.

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2023
Tema: 
El colapso y el ecologismo ante la crisis climática
Idea principal: 
Emilio Santiago es investigador, activista social y doctor en antropología social por la Universidad Autónoma de Madrid. Entre sus publicaciones se encuentran los libros No es una estafa, es una crisis (de civilización); Rutas sin mapa; Horizontes de transición ecosocial y Sentir Madrid como si fuera un todo.

La humanidad ante una cuenta atrás ecológica

Durante las últimas décadas todo lo que podía ir mal, va peor de que lo se esperaba. Esto debido a una serie de acontecimientos como precios elevados de la energía, la pandemia por Covid-19, tormentas de nieve en España, presencia de la derecha extrema en el Congreso de Estados Unidos y Brasil, y la guerra en Europa. Todos estos escenarios sumados a los informes científicos, intervenciones artísticas y reflexiones filosóficas, llevan a una dirección en la que la historia del planeta tiene un final catastrófico. De acuerdo a Marina Garcés, este proceso se llama el paso de la condición posmoderna a la condición póstuma, la del presente insostenible. Este presente corresponde a que una cierta parte de nosotros ha aceptado la posibilidad de que el final de la civilización ha llegado.

De cierta manera se puede decir que esta posición acerca del final está justificada porque a pesar de los avances que se han logrado, estos son frágiles. Es decir, la desigualdad continúa presente; los pobres, las mujeres y las personas de color siguen luchando por sus derechos y la esclavitud persiste, a pesar de su abolición (dato crucial 1).

El siglo XIX estuvo marcado por la necesidad de la justa distribución de la riqueza y de la racionalización de la producción industrial para el bien común. La injusticia de la distribución de riqueza quedó en evidencia cuando en 2015, 72 de las personas más ricas del mundo poseían riqueza equivalente a la que tiene la mitad más pobre de la humanidad, es decir, aproximadamente 3 mil 500 millones de personas.

El siglo XX trajo dos nuevos dilemas. El primero es la relación del hombre con las nuevas tecnologías que representan una amenaza como las armas nucleares. El segundo está relacionado a los límites planetarios, algunos de los cuales ya se han sobrepasado, demostrando cómo la humanidad ha modificado patrones que antes tenían una estabilidad. Los daños colaterales provocados por la industrialización basada en combustibles fósiles cada vez son mayores. Manuel Sacristán menciona que el siglo XXI se puede ver como un baile entre fuerzas productivas y fuerzas destructivas.

Ante los nuevos escenarios es necesario replantear las prioridades para las sociedades actuales. Se debe crear una nueva visión social y moral. De lo contrario, una derrota ecológica sería inevitable. La humanidad se encuentra en una carrera contra reloj. “El futuro ya no es una fuente de ilusión sino de terror”.

De acuerdo al sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés), en 2021 se disponía de 500 Gt de CO2 a final de siglo para no superar el aumento de temperatura de 1.5°C respecto de la época preindustrial. Sin embargo, las emisiones anuales actuales son de 40 Gt por lo que para 2030 es prácticamente imposible evitar superar un aumento de temperatura de 1.5°C. De continuar con este ritmo de emisiones, para 2045, se podría superar los 2°C.

En este panorama, Andreu Escrivà afirma que nuestra generación representa una de las más importantes por el hecho de la responsabilidad y el poder que tiene para actuar y evitar cambios irreversibles. Esta generación es determinante para la historia del planeta y de la especie humana.

Ecologismo: un frágil mestizaje entre el miedo y la esperanza

Actualmente el riesgo es una constante que amenaza a todos. Por un lado, la calidad de vida humana de generaciones futuras está en peligro. Por el otro, las condiciones que dan lugar a la vida humana y de otras especies podrían desaparecer. Esto también llevaría a la pérdida de los avances que se han logrado en términos de derechos sociales y políticos. Sin embargo, los resultados en estos campos han sido desiguales porque millones de personas viven en condiciones poco favorables y trabajan en entornos con pocas oportunidades.

A pesar de las condiciones de desigualdad y de los escenarios pocos favorables, se ha llegado a diferentes avances que han favorecido a muchos. Entre estos se encuentra la alfabetización, cobertura sanitaria, seguridad alimentaria y el derecho a la participación política. Muchos de estos avances han sido resultado de la lucha de mujeres, trabajadores, personas de color y personas que han sido excluidas por múltiples razones. Sin embargo, ahora existe una crisis ecológica que pone en riesgo todo lo que conocemos. Barry Commoner menciona que la cuestión de supervivencia se encuentra en riesgo. Esta cuestión de supervivencia es el futuro, el cual actualmente se encuentra en peligro. Esta crisis socioecológica ha demostrado que la extinción humana es un escenario factible.

Una vía que existe para tratar de asegurar la supervivencia de la humanidad es el ecologismo, sobre la base de una reestructuración de los parámetros sistémicos del modelo económico, de los regímenes políticos y de los marcos culturales. El ecologismo actúa desde dos aspectos muy importantes para el ser humano, el miedo y la esperanza.

En 1971, John Cobb, pionero de la teología ecologista, dudaba de si era demasiado tarde para actuar. En 1970, un año antes, Paul R. Ehrlich en una entrevista mencionó que él consideraba que 1972 era un año de inflexión, es decir, en ese año se tenían que tomar medidas drásticas, de lo contrario, todas las acciones posteriores serían inútiles. También, en 1970, el Club de Roma publicó el informe Los límites del crecimiento, en el que concluyó que la civilización no estaba condenada a muerte, sin embargo, si estaba expuesta a riesgos socioecológicos, los cuales podrían conducir a una catástrofe global.

A pesar de las oportunidades que se tenían, no se llevaron a cabo las acciones necesarias, ya que muchas de las que se tomaron no se realizaron a profundidad. Con la primera ola del ecologismo se logró avanzar en aspectos relacionados a la toxicidad, la polución y la contaminación química. Sin embargo, las medidas que se tomaron no fueron suficientes para compensar los años durante los cuales se han alterado las dinámicas del planeta, es decir, los límites planetarios.

Los límites del crecimiento, el cual se publicó hace medio siglo, habla de una generación futura que enfrentará las consecuencias de la crisis. Esa generación es nuestra generación. Ante el contexto actual, las acciones que necesitamos tomar para llegar a una transición ecológica no son, ni deben ser, las mismas que se planteaban con los escenarios pasados.

Cuando el ecologismo renunció al futuro

Poco a poco el ecologismo ha ido resignándose al final del planeta, esto ante la incapacidad que se tiene de revertir el ecocidio. Jorge Riechmann menciona que tanto la revolución ecosocialista como ecofeminista tuvieron que haberse realizado tiempo atrás. Esto ha llevado al cambio de la visión del ecologismo, es decir, ya no busca precisamente un sentido de cambio, sino que se basa en la adaptación al futuro catastrófico. Roy Scranton menciona que el mayor reto que tenemos es de carácter filosófico, porque debemos asimilar que la civilización ya está muerta.

A continuación, se mencionan diferentes autores que proponen concepciones catastrofistas del ecologismo y la crisis ecológica.

Jem Bendell, promotor del movimiento de adaptación profunda, menciona que el ecologismo debe dejar de lado sus esfuerzos por lograr la mitigación, en vez de eso, debe centrarse en temas adaptativos a manera de reducir los daños irreversibles.

El grupo ecologista Near-Term Human Extinction (NTHE) pronostica que entre 2026 y 2030 la humanidad va extinguirse como consecuencia del aumento de temperaturas y de los colapsos ecosistémicos.

Timothy Morton, fundador de la idea de la ecología oscura menciona que el fin del mundo es un acontecimiento que ya ha sucedido, por lo que la ecología oscura debe promover un ajuste ontológico, moral y estético, con la finalidad de coexistir en un mundo catastrófico en lugar de la búsqueda de problemas y sus soluciones.

Paul Kingsnorth, promotor de Dark Mountain Project, asegura que el colapso va a continuar afectando la naturaleza y la cultura y que no hay nada para evitarlo, sin embargo, si hay acciones que se pueden llevar a cabo como construir refugios y defender el biocentrismo que no son una pérdida de tiempo como él les llama.

David Wallace-Wells menciona que nos dirigimos a un planeta inhabitable.

Al final de los años ochenta del siglo XX, Richard Duncan habló desde el plano energético de la teoría de pulso-transitorio de la civilización industrial, a la cual posteriormente llamó teoría de Olduvai. Afirma que la humanidad va a regresar a prácticas antiguas de caza y recolección que se daban durante el Paleolítico.

En Francia también hay autores que han trabajo en estos temas, que han ubicado bajo el nombre de colapsología o colapsosofía, en torno a Pablo Servigne, Raphaël Stevens y Gauthier Chapelle. Entre sus principales obras se encuentran Como todo puede colapsar, La otra ley de la jungla y Otro fin del mundo es posible.

En España, la corriente energética del ecologismo colapsista también ha tomado relevancia. Algunos términos como abismo, apocalipsis, fin del mundo y descalabro, se pueden encontrar en títulos de libros y diferentes proyectos que buscan comunicar estas ideas. La organización Ecologistas en Acción ha publicado un Manual para colapsar mejor. Greenpeace y Now Act impulsan una escuela de activismo que imparte el taller Colapsar a tu lado.

En el siglo XXI la catástrofe ecológica es una posibilidad real

Desde el pensamiento decolonial ya se ha hablado sobre cómo en diferentes lugares el colapso ya es una realidad. Algunos países se encuentran bajo condiciones extremas en diversos aspectos. El tema del colapso es un debate situado, es decir, proviene de lugares con contextos políticos y a pesar de presentar desigualdades e injusticias continúan siendo funcionales, se encuentran en posiciones más afortunadas que países que hoy en día viven el colapso. El punto de vista decolonial es un recordatorio de que la angustia también puede ser un privilegio. Sin embargo, si es necesario mencionar que para prácticamente todas las sociedades y grupos se esperan panoramas poco favorables.

En este punto, el autor hace la siguiente pregunta: ¿Cómo se torció tanto el rumbo ecológico de la humanidad? La respuesta comienza cuando el hombre se volvió una fuerza que influye de manera extrema en el planeta. Como resultado, la crisis climática es una de los efectos más evidentes actualmente. Los impactos que se viven hoy en día corresponden a las acciones del pasado. Por esta razón, aunque las emisiones de gases se detuvieran de manera intempestiva, el planeta continuaría calentándose hasta 2070 como resultado de las emisiones pasadas y actuales. Bajo este escenario, la temperatura aumentaría entre 0.2 y 0.3°C, lo que sería suficiente para sobrepasar el umbral de seguridad de 1.5°C. El aumento de 0.1°C puede ser catastrófico porque llevaría a intensificar los efectos que actualmente ya se viven en el planeta como olas de calor e incendios forestales.

No queremos aprender a morir en el Antropoceno

Existen diferentes opiniones acerca del colapso, algunos autores apoyan las ideas sobre el colapso y las consecuencias que conlleva. Pero existen otros autores que hacen críticas hacia aquellos que lo apoyan. Existen diferentes puntos de vista, los más radicales son los que por un lado aceptan el final de la humanidad y por otro, los que se rehúsan a morir en el Antropoceno.

Aceptar el colapso como un evento definitivo es científicamente sesgado, teóricamente pobre y políticamente contraproducente. Pensar en el colapso como algo que no puede ser modificado y creer que la tecnología es la solución a todos los problemas podría llevarnos a no actuar ante la crisis climática. El colapso estudia problemas reales bajo una base científica sólida, sin embargo, tiene un sesgo porque solamente ve a futuro evitando el presente, en el cual debe trabajar para evitar llegar al pánico que provocan los escenarios futuros.

Datos cruciales: 

1. Se estima que aún existen aproximadamente 50 millones de esclavos en el mundo.

Nexo con el tema que estudiamos: 
La crisis climática es un evento que ya afecta a diferentes lugares y grupos. Se habla de colapso desde diferentes puntos de vista, pero el que más destaca lleva a un cierto tipo de resignación sobre el futuro catastrófico. Si bien, es necesario que la sociedad comience a tomar medidas adaptativas para poder sobrevivir a los escenarios futuros, también es necesario tomar medidas y acciones para actuar ante la crisis climática y no solo estancarse en la resignación.

Emilio Santiago propone una reflexión alternativa que reconoce la situación límite que viven las sociedades contemporáneas y discute las implicaciones de las perspectivas catastrofistas que ganan fuerza ante los ritmos de la destrucción del ambiente. Por esa vía, es preciso subrayar que estamos frente a debates abiertos y no certezas acabadas acerca de la trayectoria del sistema capitalista.