El aumento del calentamiento global incrementa la probabilidad de una serie de fenómenos extremos, incluyendo las olas de calor. Ciudades como Phoenix, Madrid, Cairo y Beijing han roto récords, registrando altas temperaturas que oscilan entre 35°C y 40°C. Estas elevadas temperaturas han generado diversos daños, como la pérdida de cultivos y ganado. Sin embargo, el desafío más urgente radica en la salud humana, especialmente en las áreas urbanas con menor vegetación y mayor cantidad de asfalto, donde se general el denominado "efecto isla de calor urbano". Este fenómeno es ocasionado por la actividad humana siendo la causa principal la infraestructura de las ciudades, como los eficios, aceras o asfalto, que absorben grandes cantidades de calor y lo liberan lentamente en comparación con entornos con mayor vegetación o grandes cuerpos de agua.

Las ciudades, a menudo poseen aire de mala calidad, especialmente en las zonas más empobrecidas. El calor extremo, combinado con la contaminación del aire, puede afectar negativamente la función pulmonar y cardiovascular de la población. Para enfrentar las olas de calor de manera inmediata, The Economist sugiere concientizar a la población sobre la importancia de cuidar a los grupos más vulnerables, tal es el caso de los ancianos o personas sin hogar, brindando refugio, proveyendo centros de enfriamiento para las personas sin hogar, etc.

Además de medidas reactivas, es crucial adoptar enfoques preventivos, identificando áreas de alto riesgo y planificando la plantación de árboles para proporcionar sombra y enfriar el ambiente. Las decisiones en la construcción del entorno, desde la selección de pavimentos hasta la creación de espacios con refrigeración pasiva, desempeñan un papel fundamental en este esfuerzo. En países en desarrollo, donde la carencia de aire acondicionado amplifica el peligro de las olas de calor, estas políticas cobran una importancia aún mayor.