La transición energética corporativa-colonial

Cita: 

Lander, Edgardo [2023], "La transición energética corporativa-colonial", Gloria García et al., Transiciones justas. Una agenda de cambios para América Latina y el Caribe, Buenos Aires, OXFAM - CLACSO, pp. 13-34.

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2023
Tema: 
La transición energética continua reproduciendo los mismos patrones extractivistas que el modelo de producción de los combustibles fósiles
Idea principal: 
    Edgardo Lander es profesor de Sociología de la Universidad Central de Venezuela, con Maestría y doctorado en la Universidad de Harvard. Fue co-organizador del Foro Social Mundial en Caracas en 2006 y actualmente es Profesor de la Maestría en Ecología Política y Alternativas al Desarrollo en la Universidad Andina Simón Bolívar, en Quito. Actualmente es Integrante del Grupo de Trabajo Permanente de Alternativas al Desarrollo de la Fundación Rosa Luxemburgo, con sede en Quito.

    Introducción

    La crisis actual representa la etapa terminal de la civilización antropocéntrica, basada en el dominio de la naturaleza y su mercantilización. Combinando opresiones patriarcales, coloniales y raciales, la civilización moderna antropocéntrica desconoce la riqueza de la experiencia co-cultural de la humanidad, pues prioriza en el conocimiento científico y tecnológico.

    De forma que el Antropoceno y el colapso climático que se esta viviendo, están acelerando la destrucción sistemática de las condiciones que hacen posible la vida. Entonces, no hay posibilidad alguna de trascender está crisis si no se reconoce la profundidad y la complejidad de esta.

    El objetivo del autor es recalcar la forma en la que a lo largo de las últimas décadas los poderes corporativos y estatales han construido y ofrecido respuestas a esta crisis sin alterar los patrones capitalistas coloniales de poder que operan en el sistema mundo. En este sentido, las entidades hegemónicas dan respuestas que buscan obstaculizar activamente la posibilidad de transiciones justas, democráticas y pluriculturales. Es decir, transiciones que efectivamente planteen alternativas a la crisis civilizatoria.

    El autor se pregunta por qué después de décadas de debates y acuerdos internacionales la situación no solo no ha mejorado, sino que ha empeorado. La respuesta se encuentra en el desafío de desmontar la gran cantidad de mitos, distorsiones, y hasta estafas conceptuales, que se han presentado como soluciones a la crisis climática en las últimas décadas.

    En la lucha por una transición justa, la lucha política se encuentra en el espacio teórico-epistemológico. Es necesario, entonces, mantener una permanente vigilancia sobre los conceptos y categorías que se usan para la definición de la crisis, pues algunas categorías de origen crítico o alternativo terminan siendo apropiadas y edulcoradas. Que terminan representando un camino contrario de su objetivo original. De forma que son aprovechadas por los poderes globales para presentar sus propuestas a la crisis pero son soluciones que solo dan la apariencia de que cambiaran algo, más sin embargo, no cambian nada.

    El Informe Brundtland de 1987 [https://www.ecominga.uqam.ca/PDF/BIBLIOGRAPHIE/GUIDE_LECTURE_1/CMMAD-Inf... ] fue la plataforma básica que acotó las negociaciones de la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro en 1997 (dato crucial 1). Este documento, sin embargo, estuvo atravesado por diferentes contradicciones. En primer lugar, documenta los severos problemas ambientales que atravesaba el planeta, pero no abordó las causas fundamentales de dichos problemas. En este sentido, no se plantea la búsqueda de opciones fuera del marco de la lógica del crecimiento infinito (dato crucial 2).

    A pesar de esto, el concepto de desarrollo sostenible (presentado en el Informe Brundtland) tuvo una increíble potencia política e ideológica. Logró responder en términos críticos al desarrollo, mientras reforzaba este paradigma, pues no cuestiona la lógica de acumulación infinita y del modelo de producción capitalista. Además, funcionó como mecanismo legitimador del proceso neoliberal que al ser un dispositivo tranquilizador de la crisis, se mostró como sostenible.

    Después de 20 años, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) propuso la economía verde. De nuevo, en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible del año 2012, se pusieron en marcha diferentes mecanismos científicos y de producción de conocimiento por parte de los gobiernos, los organismos multilaterales y las instituciones científicas y académicas. En esta cumbre se dedicaron a acotar los problemas de la crisis en términos tales que no cuestionaran las operaciones globales de las relaciones político y económico hegemónicos.

    Se trata, entonces, de un esfuerzo por demostrar que es posible resolver la crisis ambiental sin alterar el sistema económico y político global. Aunque hay una caracterización bastante exhaustiva de la crisis multidimensional, se concluye que las causas de las crisis, que son diversas, llegan a un mismo origen que es la asignación ineficiente del capital.

    Argumentar que la causa principal de la crisis son las fallas del mercado da pie a que se plantee que de la mano de los mismos mecanismos de mercado y patrones científicos, es posible salvar la vida en el planeta. Debido a su pequeño marco de referencia político-epistemológico, no es posible pensar en la hipótesis de que la crisis sea consecuencia material de la maximización de la ganancia a corto plazo del capital.

    Las soluciones propuestas por el PNUMA consisten en la formulación de “directrices relacionadas con las políticas necesarias” con el fin de hacer cambiar la situación regulatoria, de incentivos y de acceso a la información de los mercados. De esta manera, a través de incentivos de mercado se podrían reorientar las inversiones de capital en la dirección de las “inversiones verdes”.

    Dichas inversiones estarían enfocadas en las tecnologías necesarias para hacer posible la economía verde; tecnologías de tal magnitud que solo podrían provenir de los sectores financieros. De forma que, las soluciones están en las reformas de mercado y los avances tecnológicos, reforzando así los mismos mecanismos políticos y económicos que han llevado a la crisis actual.

    El Informe Brundtland reconoce que el modelo económico actual es impreciso debido a que no toma en cuenta el impacto ambiental de los procesos productivos como externalidades. Sin embargo, no permite pensar en otras formas de existencia y de relación entre seres humanos. En este sentido, busca que los mercados amplíen su margen de información y de acción, de manera en que se incorpore los efectos en el medio ambiente a la valorización del capital.

    La descarbonización como respuesta a la crisis climática es parte de la expansión sistemática de la lógica económica a ámbitos de la vida colectiva, siendo característico la identificación de lo cuantitativo con lo objetivo (y real). Es así como en la forma en la que se conceptualice el problema, serán las respuestas planteadas a este. Dicho de otro modo, en la medida en que se imponga una interpretación única, las posibles respuestas –desde otra óptica– serán descartadas.

    El discurso hegemónico sobre el cambio climático se lanza desde una perspectiva monocultural reduccionista que desconoce la complejidad de la crisis. De un lado de la crisis climática, se encuentra el derretimiento de los glaciares y la elevación del nivel de los mares. Por el otro, están la acelerada pérdida de biodiversidad, la reducción de la agro-diversidad, la degradación de los suelos y la deforestación; así como –y no menos importante– la devastación sociocultural de los pueblos.

    El calentamiento global y la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) se han convertido en el centro de atención de las negociaciones internacionales y las políticas públicas sobre el cambio climático. Lo que significa que los esfuerzos para detener la crisis están focalizados en la reducción de concentración de GEI en la atmósfera (que se mide a través de la concentración de partículas de dióxido de carbono).

    En la medida en que las conversaciones intergubernamentales se centran en la reducción emisiones de GEI, queda relegado el tema del modelo agropecuario corporativo. Este patrón productivo se basa en monocultivos transgénicos, reducción de la variedad biológica, altos niveles de agrotóxicos y transporte masivo. En suma, esto constituye una de las industrias determinantes para la crisis climática.

    El autor se pregunta si esta es la transición que se necesita. Mientras hay asuntos sumamente importantes, que solo ocupan un lugar marginal en las discusiones sobre políticas públicas y acuerdos internacionales, la descarbonización no es mas que una respuesta limitada a la complejidad del colapso climático. Es necesario, entonces, identificar los impactos que dan estas “soluciones” a otras dimensiones de la vida del planeta, y también a otros espacios fuera de Norte Global.

    La descarbonización implica reemplazar las energías fósiles emisoras de GEI con otras fuentes de energía no contaminantes. Las energías renovables (“sustentables”, “limpias” o “verdes”) funcionan gracias a la disponibilidad “sin límite” de las fuentes de estas energías (luz solar, viento, marea, etc). Sin embargo, tratan la generación de emisiones como si careciera de materialidad para sus dispositivos o para las herramientas de generación, así como de territorios para su operación (mayoritariamente en el Sur Global).

    Para operar a escalas capaces de sustituir a la energía fósil, se requiere de grandes y crecientes cantidades de materiales minerales. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA, por su sigla en inglés), un sistema energético alimentado por tecnologías de energía limpia difiere profundamente de uno alimentado por recursos tradicionales de hidrocarburos (dato crucial 3). A medida que se acelera la transición energética, la demanda de las tecnologías de energías “limpias” va aumentando con mayor rapidez (dato crucial 4).

    No obstante, debido a todos los años de explotación de minerales más accesibles y de menor calidad en todo el planeta, el contenido de los minerales remanentes ha descendido. En consecuencia, ha aumentado la cantidad de material que tiene que ser extraído para obtener determinada cantidad de minerales requerido, a costa de un mayor impacto ambiental.

    Asimismo, la extracción del contenido metálico de los minerales requiere de más energía. De forma que el incremento de las emisiones de GEI y de los residuos producidos, provocarán un alza sobre los costos de producción. Por otro lado, los altos volúmenes de agua que se requieren han provocado un aumento de los conflictos socioambientales, incrementando la división internacional del trabajo y de bienes naturales (dato crucial 5).

    Los vehículos eléctricos como respuesta al cambio climático

    A partir de la idea de la descarbonización es como los vehículos eléctricos (VE) han tomado un lugar central en las políticas públicas y las inversiones. Es entonces que, a nombre de la preservación ambiental y de la transición energética, los gobiernos del Norte Global han invertido miles de millones de dólares en créditos y subsidios para el desarrollo de esta industria.

    Sin embargo, los VE constituyen la mayor expresión de la lógica (cientificista) de la transición energética corporativa. Al no reconocer los límites del planeta, se profundiza la lógica del consumismo y de un estilo de vida carro-dependiente. Por ello, se considera este modelo de transición una estafa. Se apuesta a largo plazo por este modelo de transporte insostenible, a pesar de los múltiples problemas de la sociedad del automóvil individual.

    Mientras las ciudades del Norte Global estarán más limpias, menos contaminadas y con menos ruido, del otro lado del mundo se profundizará el modelo extractivista (dato crucial 6). El incremento de la producción provocará mayores impactos socioambientales de la explotación de minerales esenciales para la fabricación de los VE (dato crucial 7). Así, se da simultáneamente una destrucción del ambiente y de las condiciones de la vida de las poblaciones de las regiones afectadas.

    Mientras que se mejora la calidad del modo de vida en ciudades sin combustibles fósiles, las débiles leyes de protección ambiental en el Sur Global profundizaran el modelo extractivista. Desafortunadamente, la expansión de este modelo no se realiza con la consulta libre –previa e informada– de las comunidades que habitan esos territorios. Las políticas de este modelo de transición están indudablemente marcadas por su lugar de enunciación. No contemplan la deuda histórica ecológica del Norte Global con el Sur Global, con severas consecuencias en el presente. Incluso en las propuestas más progresistas, la transición energética colonial profundiza este tipo de injusticias.

    El New Green Deal, por ejemplo, busca articular en una sola plataforma de lucha la defensa del planeta con la lucha por la justicia y la igualdad. No obstante, solo se ha centrado en las problemáticas del Norte Global, sin considerar las consecuencias que tiene el estilo de vida del Norte Global sobre las realidades del Sur Global. Es necesario, entonces, diálogos Norte-Sur sobre el carácter global de una transición justa.

    El autor se pregunta si se están reorientando efectivamente las inversiones y las políticas públicas con el fin de lograr los objetivos planteados en el Acuerdo de París. Es evidente que continúan las masivas inversiones y subsidios hacia la industria de los combustibles fósiles, pues las corporaciones y el sector financiero (del cual también dependen) siguen teniendo un extraordinario poder (dato crucial 8).

    Por otro lado, las inversiones en gas se han incrementado, puesto que a pesar de que es un combustible fósil se considera un combustible de “transición” (dato crucial 9). En el contexto de la crisis energética por la Guerra de Rusia y Ucrania, estas inversiones se han acelerado enormemente, demostrando el alto grado de confianza de los Estados y de inversionistas privados en estos proyectos (lo suficiente para evitar restricciones a su funcionamiento). A pesar de toda la narrativa en torno a la transición energética, los Estados siguen sin abandonar los combustibles fósiles (dato crucial 10).

    La guerra en Ucrania y la transición energética

    En el marco de la guerra en Ucrania, la Comisión Europea ha decidido definir a las energías provenientes de plantas nucleares y del gas como energías verdes (dato crucial 11). La dependencia de la sociedad europea a los combustibles fósiles ha revertido las decisiones tomadas en torno a los objetivos de emisiones netas cero de GEI para el año 2050.

    En Alemania, el ministro de Economía ha anunciado la decisión de volver a poner en operación plantas de carbón que habían sido cerradas. Además, se está considerando extender la operación de plantas nucleares. Por otro lado, en Francia se anunció un programa masivo de nuevas plantas nucleares, a pesar de que varias plantas tuvieron que ser detenidas durante el verano de 2022 porque el agua de los ríos estaba demasiado caliente para enfriarlas (dato crucial 12).

    En Reino Unido, la primer ministra, Liz Truss, revirtió la prohibición de fracking. Anunció la reducción de regulaciones ambientales y las nuevas políticas destinadas a la explotación de gas y petróleo. Asimismo, se comprometió a suspender los denominados impuestos verdes en los recibos de energía destinados a financiar las inversiones en energía renovable.

    La crisis energética provocada por la guerra en Ucrania ha traído beneficios para las empresas petroleras (dato crucial 13). En Estados Unidos, el presidente Joe Biden autorizó la exploración de combustibles fósiles en territorios federales donde estaba prohibida esta actividad. En respuesta inmediata a exigencias de la industria del gas formuladas días después de la invasión a Ucrania, las restricciones existentes a la actividad gasífera destinadas a la exportación a Europa, fueron revertidas.

    América Latina

    En este contexto, América Latina se ha convertido en suplidor de insumos energéticos para el Norte Global, ya sea el suministro de combustibles fósiles o de los minerales requeridos para la transición energética. En cualquiera de los dos casos, se prevé que en el sub-continente se profundicen las disputas inter-imperiales por el control de los bienes energéticos y minerales.

    En Venezuela, por ejemplo, a consecuencia de la ineficiencia y la corrupción de Petróleos de Venezuela, S.A. (PDSVA) –empresa estatal– y las sanciones económicas por parte de Estados Unidos, la producción ha colapsado. No obstante, con las nuevas condiciones del mercado energético global, derivado de la Guerra en Ucrania, se han avanzado en las negociaciones con Estados Unidos para flexibilizar dichas sanciones (dato crucial 14). Sin embargo, las consideraciones ambientales, así como las consecuencias económicas, han estado ausentes en las conversaciones.

    En Argentina el gobierno ha buscado reforzar la imagen del país como abastecedora de combustibles fósiles, y, a la vez, participa en la transición energética, con el fin de salir de la crisis económica. Sergio Massa, ministro de Economía, se ha dedicado a ofrecer los recursos fósiles de Vaca Muerta (formación geológica de gas de lutita situado en la cuenca neuquina). Asimismo, se anunciaron cambios en la legislación para hacer más atractivas las inversiones de las corporaciones transnacionales (dato crucial 15).

    Dentro de la compleja crisis que vive el sistema mundo capitalista colonial, las tendencias desglobalizadoras invitan a repensar otras posibilidades para América Latina. En este sentido, se buscan respuestas basadas en modalidades de integración, transición energética, democráticas y compatibles con la preservación de la vida. Sin embrago, las políticas públicas continúan operando bajo el margen de las lógicas globales dominantes. Finalmente, se plantea: después del fracaso de los llamados gobiernos progresistas de la primera generación, ¿podrá la política de las siguientes generaciones priorizar la vida sobre el extractivisimo y representar una genuina alternativa a la explotación de hidrocarburos?

Datos cruciales: 
    1. En 1983, cuando la crisis ecológica era cada vez más evidente, la Asamblea General de las Naciones Unidas estableció una comisión internacional, la Comisión Mundial para el Desarrollo del Ambiente, con el objetivo de evaluar globalmente la situación ambiental del planeta y su relación con los objetivos del desarrollo. El resultado de este análisis, conocido como el Informe Brundtland, fue presentado en 1987

    2. La Cumbre de la Tierra, propone estimular el crecimiento económico con tasas anuales entre 5% y 6% para todos los países del Sur Global.

    3. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA por sus siglas en inglés), hasta mediados de la década de 2010 el sector energético representaba una fracción pequeña de la demanda total de la mayoría de los minerales.

    4. Según la IEA, entre 2020 y 2040, se espera un aumento de 60 veces en el consumo de litio, 25 veces en grafito, 21 veces en cobalto, 19 veces en níquel y 7 veces en tierras raras. En general, se prevé un aumento significativo en el consumo de minerales, necesario para lograr emisiones netas cero en todo el mundo para 2050.

    5. De acuerdo con Maroš Šefčovič, vicepresidente de la Comisión Europea, Europa requerirá hasta 18 veces más litio para 2030 y hasta 60 veces más para 2050, especialmente para baterías de vehículos eléctricos. Actualmente, la UE solo produce 1% de los minerales brutos necesarios para baterías.

    6. En los salares andinos del triángulo del litio, alcanzando Chile, Bolivia y Argentina, se encuentran 58% de las reservas mundiales de litio.

    7. A pesar de la escasez de agua en la región, según una investigación de Ingrid Garcés de la Universidad de Antofagasta, se emplean 2 millones de litros de agua dulce por cada tonelada de litio producida.

    8. Una investigación en la Cámara de Representantes de EE. UU. ha revelado discrepancias entre los compromisos verdes de grandes corporaciones y sus políticas de inversión poco ecológicas.

    9. Antes de la guerra en Ucrania, se estimaba que había 70.9 mil kilómetros de gasoductos en construcción en todo el mundo, con una inversión total de 428 mil millones de euros.

    10. En el año 2020, según un estudio del Fondo Monetario Internacional, los combustibles fósiles, como el petróleo, carbón y gas natural, recibieron un total de 5.9 mil millones de dólares en subsidios, equivalente a aproximadamente 11 millones de dólares por minuto. Solo 8% de estas subvenciones fueron explícitas, mientras que 92% restante fue en forma de subvenciones implícitas, principalmente a través de exenciones fiscales o al no incorporar en el precio los daños a la salud y al medio ambiente causados por estos combustibles.

    11. La Comisión Europea planea invertir miles de millones en nuevas infraestructuras de gas que superan la demanda previsible.

    12. China aceleró en 2022 la aprobación de nuevas plantas de carbón, convirtiéndose el carbón su principal proveedor de energía. Asimismo, en India, entre junio de 2021 y junio de 222, la producción de carbón se incrementó en 32.57%.

    13. Se estima que las 7 corporaciones petroleras más grandes obtuvieron ganancias totales de 173 mil millones de dólares en los primeros nueve meses de 2022.

    14. En Canadá, el ministro del Ambiente, Steven Guilbeault, ex-activista de Greenpeace, aprobó un proyecto de petróleo en la Bahía del Norte resistido por ambientalistas, anunciando un aumento en las exportaciones de petróleo y gas, en 300 mil barriles diarios, en respuesta a la crisis energética.

    15. La empresa australiana Fortescue avanza en un proyecto de hidrógeno verde en la Provincia de Río Negro, con una inversión de 8.4 mil millones de dólares, destinado principalmente a la exportación. Para este proyecto el gobierno regional ha cedido un total de 650 mil hectáreas, incluyendo territorios de pueblos indígenas.

Trabajo de Fuentes: 

Brand, Ulrich y Markus Wissen (2021). The Imperial Mode of Living. Everyday life and the Ecological Crisis of Capitalism. New York: Penguin Random House.

Lander, Edgardo (2011). La Economía Verde: el lobo se viste con piel de cordero. Transnational Institute. https://www.tni.org/en/publication/the-green-economy-the-wolf-in-sheeps-...

Martínez, Esperanza y Alberto Acosta. (2017). Los derechos de la natu- raleza como puerta de entrada a otro mundo posible. Revista Dereito y Práxis.

Moreno, Camila, Daniel Speich Chassé y Lili Fuhr (2016). ¿La Métrica del carbono: ¿el CO2 como medida de todas las cosas? El poder de los números en la política ambiental global. Ciudad de México: Fundación Heinrich Böll.

Nexo con el tema que estudiamos: 
    La crisis climática representa uno de los principales riesgos existenciales para la civilización antropogénica actual, caracterizada por el dominio de la naturaleza y la mercantilización de la vida. En este marco, la expansión transnacional de las empresas ha generado prácticas y alianzas que definen las relaciones globales, tanto entre entidades públicas como privadas. A pesar de la urgencia ambiental, las corporaciones transnacionales buscan adaptarse a través de la “responsabilidad ambiental corporativa”. En este sentido, el Desarrollo Sostenible, aunque surge desde una crítica al desarrollo, refuerza paradigmas capitalistas al no cuestionar la lógica de acumulación infinita y del modelo de producción.

    La transición energética, la descarbonización y la métrica del carbono global se presentan como respuestas a la crisis. No obstante, representan espacios de apertura para nuevos campos de valorización del capital, definidos por avances científicos, tecnológicos y sociales. En este contexto, el Estado juega un papel fundamental en la competencia intercapitalista y de la gobernanza global. La gobernanza, que abarca las relaciones económicas, se convierte en una herramienta de hacer llegar políticas públicas que pueden, o no, hacer frente a los desafíos globales ambientales.