¿Quo vadis, América Latina? Las dos caras del nuevo capitalismo latinoamericano

Cita: 

Katz, Jorge [2023], "¿Quo vadis, América Latina? Las dos caras del nuevocapitalismo latinoamericano", Revista CEPAL, (140): 7-21, agosto, https://repositorio.cepal.org/server/api/core/bitstreams/95a9fa94-32aa-4...

Fuente: 
Otra
Fecha de publicación: 
Martes, Agosto 1, 2023
Tema: 
Análisis del capitalismo y las teorías económicas predominantes en América Latina
Idea principal: 

    Jorge Katz es profesor titular de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile. Cuenta con un doctorado en Economía Política en Ballion y Nuffield College, Universidad de Oxford. Ha publicado diversos trabajos sobre el tema de tecnología y reestructuración industrial en Latinoamérica y sobre temas relacionados con el sector salud.


    Introducción

    Las agendas de investigación y la producción académica de los economistas están influenciadas por el contexto económico y sociopolítico en el que viven. Por tanto, es preocupante asumir que la economía siempre se comporta según la teoría dominante, que no considera adecuadamente el entorno institucional específico de los países en desarrollo. Esto es especialmente importante al analizar propuestas de intervención o no intervención del Estado en la economía.

    La literatura académica, los medios de comunicación internacionales y los debates entre economistas están fuertemente influenciados por lo que sucede en los países en desarrollo. El autor señala que los problemas específicos de estas naciones y las circunstancias institucionales que enfrentan rara vez son examinados a fondo. Existe una tendencia a considerar a las economías periféricas como versiones menos avanzadas de las economías desarrolladas y a no aplicar adecuadamente las normas de mercado que podrían ayudarles a cerrar la brecha con el mundo desarrollado. Pocas veces se reconoce que existen diversas formas de capitalismo en el mundo, cada una con sus propias características económicas e institucionales que merecen ser entendidas en sus propios términos.

    Se señala que la economía no puede considerarse una ciencia exacta debido a la abundancia de información imperfecta, incertidumbre y factores intangibles difíciles de medir que la caracterizan. Es importante prestar atención a cómo las diferencias en las reglas del juego y el comportamiento de los agentes económicos, así como las reacciones de empresas y consumidores a las políticas económicas, están profundamente influenciadas por las circunstancias locales.

    Robert Solow, quien al recibir el Premio Nobel de Economía en 1987, señaló que los mercados de bienes y trabajo son imperfectos y están llenos de peculiaridades institucionales que los alejan de ser mecanismos transparentes y sin fricción. Esto sugiere que incluso los modelos teóricos más reconocidos, como el neoclásico de crecimiento, no pueden ignorar estas particularidades institucionales que impiden alcanzar un óptimo social. Así, es importante considerar las peculiaridades institucionales específicas de cada país y región al analizar cuestiones económicas.

    El autor adelanta que para la segunda sección del texto es examinada de manera crítica la relación entre la perspectiva ofrecida por la teoría económica dominante y su utilidad para entender situaciones fuertemente influenciadas por características institucionales, normativas y culturales propias de cada contexto nacional o regional, así como por fallos de mercado, formas de colusión empresarial y la influencia del Estado por parte de grupos corporativos tanto nacionales como internacionales (la regla, más que la excepción, en el mundo periférico). En resumen, se destaca la necesidad de contextualizar las políticas públicas en función de las realidades específicas de cada lugar, reconociendo las dinámicas particulares de las instituciones y los actores económicos involucrados.

    En el contexto de los países en desarrollo, es fundamental investigar por qué tantos de ellos han experimentado un prolongado estancamiento a pesar de los diversos intentos de implementar programas gubernamentales para superarlo. También es necesario indagar sobre las causas de la desindustrialización y la pérdida de competitividad en sectores manufactureros de baja complejidad tecnológica, como el calzado, la indumentaria y los bienes de capital poco sofisticados, donde empresas del Sudeste Asiático están desplazando a compañías locales más pequeñas y medianas.

    Además, se plantea la cuestión de por qué las pequeñas y medianas empresas (PYMES) enfrentan dificultades para adoptar tecnologías digitales y la automatización en sus procesos productivos, optando en cambio por ensamblar partes importadas. Se interroga también sobre la falta de generación de empleos de calidad, el crecimiento de la informalidad laboral y el aumento de la pobreza y la exclusión social, así como la persistencia de problemas de acceso a servicios básicos como agua potable, saneamiento urbano y atención primaria de la salud, que deberían ser responsabilidad del Estado.

    A pesar de la situación de declive descrita en el párrafo anterior, es importante reconocer que la mirada sobre la transformación a largo plazo del capitalismo en los países periféricos sólo ofrece una visión parcial de la escena contemporánea. Muchos países en desarrollo, especialmente los de América Latina, poseen abundantes “recursos” naturales, tanto renovables como no renovables, y varias de estas actividades están evolucionando hacia un nuevo paradigma productivo debido a los avances en campos como la biología, la genética, las ciencias informáticas, la digitalización, la inteligencia artificial y la minería de datos.

    Estos cambios están llevando a algunas actividades relacionadas con la explotación de la naturaleza y la prestación de servicios hacia formas más avanzadas de organización de la producción basadas en la ciencia. Aunque este fenómeno aún está en sus etapas iniciales en el mundo en desarrollo, parece estar marcando una dinámica de largo plazo que difícilmente se detendrá.

    En otras palabras, el autor indica que el nuevo capitalismo en América Latina presenta un escenario donde coexisten el estancamiento, la desindustrialización, el aumento de la pobreza y la exclusión social, junto con áreas de modernización que buscan adoptar un nuevo paradigma de organización industrial. Este nuevo modelo económico exhibe un patrón de dualismo estructural que no puede pasar desapercibido.

    Estos temas se analizan en la tercera sección del artículo, donde se argumenta que este nuevo modelo de desarrollo ha provocado una brecha cada vez mayor entre distintos sectores de la sociedad y ha generado formas adicionales de complejidad institucional que contribuyen a socavar la gobernabilidad democrática y a intensificar las tensiones sociales y la inseguridad urbana. La disparidad entre el sector moderno de la sociedad y el sector rezagado ha aumentado, lo que ha llevado a un incremento del descontento social y a un deterioro significativo en la seguridad personal.

    Este panorama parece ser resultado tanto del bajo desempeño económico a largo plazo y la creciente desigualdad, como del papel cada vez más influyente de actividades ilícitas, impulsadas por la disponibilidad de drogas y la opacidad y escasa regulación de las actividades financieras que se benefician de la marginalidad social. La capacidad de los gobiernos para abordar estos nuevos desafíos es cada vez más limitada.

    En breve, el nuevo modelo latinoamericano de organización social y económica demanda un enfoque que vaya más allá de las políticas convencionales de mercado. Se requieren intervenciones que aborden simultáneamente la provisión de bienes de valor social, como agua potable, saneamiento urbano, atención primaria de salud y educación pública, junto con políticas que fomenten la transición hacia la digitalización y la automatización en la producción, la actualización de las habilidades laborales para combatir la informalidad y el apoyo a las PYMES locales frente a la competencia extranjera.

    En esta nueva fase del capitalismo latinoamericano, discutida en la cuarta sección del texto, donde coexisten la pobreza y el estancamiento con procesos incipientes de modernización, los factores locales juegan un papel central. Se argumenta que la comprensión del comportamiento económico y el diseño de políticas públicas efectivas requieren considerar las peculiaridades y fuerzas internas de cada sociedad, en lugar de aplicar simplemente un modelo universal de funcionamiento económico.

    El análisis desde esta perspectiva crítica revela las limitaciones de la teoría económica dominante, que no incorpora adecuadamente las particularidades institucionales y locales que influyen profundamente en la economía. Se hace hincapié en la importancia de desarrollar una teoría del desarrollo económico que tome en cuenta estas fuerzas institucionales y no relacionadas con el mercado.

    En tal contexto, la revitalización de la matriz productiva y la restauración del crecimiento y la equidad requieren nuevos modelos de acción colectiva y organización social diseñados localmente. Esto implica abordar desafíos como el estancamiento industrial, la transición hacia modelos de producción más avanzados y el impacto de la crisis sanitaria de COVID-19, que ha exacerbado la exclusión social y la inseguridad.

    En conclusión, para enfrentar los desafíos del nuevo capitalismo en los países periféricos, es necesario adoptar un enfoque integral que considere tanto los aspectos macro como microeconómicos, así como las complejidades institucionales y la necesidad de bienes públicos y sociales diversos. Esto requiere políticas públicas adaptadas a las realidades locales y un esfuerzo sostenido para reconstruir y fortalecer las comunidades afectadas por la crisis actual.

    En la coyuntura actual, la situación económica mundial se ve agravada por las repercusiones de la invasión de Rusia a Ucrania, lo que ha generado efectos recesivos e inflacionarios a nivel global. Esta situación afecta especialmente a los países periféricos, ya que aumenta los costos de importación de energía y dificulta el suministro de insumos intermedios para la producción nacional, tanto en sectores primarios como industriales. Sin embargo, también se han abierto nuevas oportunidades comerciales en alimentos, productos agrícolas y cárnicos, entre otros. Estas circunstancias tienen repercusiones variadas en cada país, lo que demanda respuestas individuales y específicas.

    Por otro lado, preocupa el creciente clima de tensión e incertidumbre en la economía mundial debido al avance de China a nivel global y su búsqueda de control sobre materias primas críticas para la digitalización de su matriz productiva, así como su interés en tierras de alta productividad agrícola, reservas de agua y fuentes energéticas. La forma en que cada país en desarrollo aborde su relación con China será un tema crucial y poco explorado hasta ahora.

    En este panorama, los países de América Latina enfrentarán una serie de desafíos en las próximas décadas. Será necesario implementar intervenciones a corto y mediano plazo para abordar la pobreza, mejorar la provisión de servicios básicos como agua potable, saneamiento, educación y salud pública, y restaurar la seguridad urbana. Esto requerirá una considerable inversión de recursos y nuevas fuentes de financiamiento, así como un nuevo pacto social entre los sectores público y privado para combatir la evasión fiscal, la corrupción y las actividades ilícitas.

    Además, será crucial llevar a cabo programas de largo plazo para reestructurar la estructura productiva, mejorar la competitividad y aumentar la productividad en toda la economía. Esto incluirá la transición hacia modelos de producción más digitales y sostenibles, como la descarbonización en sectores agrícolas, ganaderos y mineros, así como el desarrollo de la industria local de servicios de ingeniería para cubrir las necesidades de la Industria 4.0.

    Frente a la magnitud de estos desafíos, será necesario establecer nuevas normas y prioridades sociales que garanticen un financiamiento adecuado y sostenible para las reformas necesarias. La actual precariedad económica y el deterioro de las normas de gobernabilidad democrática en la región subrayan la necesidad de cambios profundos para lograr un crecimiento económico sostenible y una mayor equidad en el futuro.

    II. Agendas teóricas dominantes en economía y su impacto en los países en desarrollo

    Durante la década de 1930, marcada por la profunda recesión que afectó la economía mundial, surgieron dos corrientes de pensamiento que dejaron una huella significativa en los debates sobre desarrollo económico y el rol del Estado en la economía. Por un lado, John Maynard Keynes, con su obra "La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero" (1936), y por otro lado, Joseph Schumpeter, con sus trabajos "Ciclos Económicos: Un Análisis Teórico, Histórico y Estadístico del Proceso Capitalista" (1939) y "Capitalismo, Socialismo y Democracia" (1942), influyeron en gran medida en el pensamiento económico posterior.

    Keynes se centró en buscar soluciones a la crisis económica de la época y en cerrar la brecha entre la producción real y la potencial, abogando por la intervención estatal y una política fiscal activa para estimular la demanda agregada y alcanzar el pleno empleo. Por otro lado, Schumpeter exploró la dinámica del capitalismo, destacando la innovación como el motor principal del cambio económico y social a lo largo del tiempo.

    Aunque sus enfoques difieren, ambos autores se centraron principalmente en el contexto de los países desarrollados, sin considerar el funcionamiento del capitalismo en las economías periféricas ni el papel de los recursos naturales en el crecimiento económico.

    Las ideas keynesianas predominaron en las décadas posteriores, respaldando la intervención estatal y el gasto público como herramientas para estimular el crecimiento y el empleo. Sin embargo, en los años setenta, en medio de dos crisis de petróleo y la guerra de Vietnam, llegaba una nueva economía clásica, que cuestionaba el papel del Estado y priorizaba el libre mercado como mecanismo para alcanzar el equilibrio económico. Lo anterior fue apoyado en el ámbito académico por economistas de la Universidad de Chicago. A partir de este momento, menciona el autor, el Estado se convirtió en un actor “subsidiario” de la economía, y los sectores de salud, educación o previsión social fueron dejados en manos privados, bajo el supuesto de que así funcionarían mejor.

    Estos cambios ideológicos y teóricos tuvieron un impacto notable en los países periféricos, especialmente en los años ochenta, cuando enfrentaron una profunda crisis estructural marcada por la moratoria mexicana de 1982 y el aumento de las tasas de interés en Estados Unidos. Esta década, conocida como la "década perdida", se caracterizó por el estancamiento económico, el aumento del desempleo y la exclusión social, así como por la disminución del apoyo estatal a la industrialización y la inversión en tecnología nacional.

    III. La “década perdida” y el manejo de la economía en función de metas de inflación y equilibrio financiero a corto plazo

    La crisis del petróleo, la escasez de financiamiento externo y las imposiciones de los organismos internacionales de crédito para refinanciar la deuda de los países en desarrollo, junto con el surgimiento de regímenes militares represivos en varios países de América Latina, dieron lugar a la adopción de políticas económicas basadas en la apertura externa, la desregulación de los mercados y la privatización de empresas estatales. Estas políticas, orientadas hacia metas inflacionarias y el equilibrio financiero a corto plazo, descuidaron en gran medida las estrategias de transformación productiva a largo plazo.

    En contraste, en los países desarrollados, el Estado continuó desempeñando un papel central en el fomento del avance tecnológico, el desarrollo de Internet y las biotecnologías, y la promoción de los derechos de propiedad intelectual a través de acuerdos internacionales como el Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio ADPIC. Además, en estos países, el Estado mantuvo su función como regulador de la economía y proveedor de bienes de valor social, como se observa en programas como Medicare en Estados Unidos.

    En los países periféricos, en cambio, se priorizó el equilibrio financiero a corto plazo sobre el desarrollo productivo y la innovación. Se redujeron los gastos en educación y salud pública, y se avanzó hacia la privatización de la seguridad social. Esta orientación de las políticas públicas llevó a una fase de estancamiento en la industria manufacturera y a procesos incipientes de desindustrialización en varias economías de la región.

    La captura del Estado por parte de grandes grupos corporativos, la volatilidad macroeconómica y la contracción económica resultante obligaron al Estado a reducir aún más los gastos sociales, profundizando la brecha social y deteriorando la gobernabilidad.

    Este análisis sugiere que el paradigma teórico dominante, derivado de los países desarrollados, no siempre es aplicable a las realidades del capitalismo periférico. La economía está influenciada no sólo por reglas universales, sino también por instituciones, hábitos y costumbres específicas de cada contexto nacional. Por lo tanto, las políticas económicas deben adaptarse a estas realidades para lograr un desarrollo sostenible. Las teorías económicas abstractas, como las basadas en las expectativas racionales, pueden no ser efectivas en contextos donde las condiciones son más complejas y diversas, como suele ser el caso en los países en desarrollo.

    IV. Industrias digitales, bioeconomía, inteligencia artificial: hacia un nuevo paradigma productivo

    En paralelo al proceso descrito hasta ahora, en las últimas dos décadas ha surgido un fenómeno nuevo e inesperado relacionado con cambios significativos en el conocimiento global en áreas como biología, genómica, ciencias de la computación, digitalización de procesos, inteligencia artificial y minería de datos. Estos cambios, de naturaleza transversal y disruptiva, impactan no solo en las industrias donde se originan, sino que se extienden rápidamente a otros sectores como banca, salud, consumo y formas de interacción social, dando lugar a una transformación sistémica en la producción, lo social y lo institucional.

    En este contexto, la agricultura, ganadería, fruticultura, minería, industrias forestales y diversos servicios como salud, banca y comercio electrónico han avanzado hacia procesos digitalizados y en red. Se están desarrollando servicios intensivos en conocimiento en sectores primarios como producción de semillas, vacunas, mejoramiento genético, uso de sensores y gestión digital en minería, mejoras en uso de agua y energía, trazabilidad en procesos productivos, entre otros. Esta evolución está marcada por la aparición de nuevas tecnologías transversales que se incorporan gradualmente a diferentes ámbitos de la estructura productiva, generando nuevas formas de conducta empresarial y de consumo.

    Es comprensible que este patrón de transformación no haya sido anticipado por la visión de Schumpeter sobre el proceso de destrucción creativa del capitalismo en la década de 1930, ni se haya prestado atención suficiente a los recursos naturales y los servicios. Hoy se entiende que estos cambios tienen profundas implicaciones a nivel micro, penetrando en modelos de organización de producción que antes no se consideraban propicios a la innovación. Es necesario, por lo tanto, adoptar una perspectiva más sistémica que reconozca la relación entre la actividad industrial, los recursos naturales y los servicios.

    El surgimiento de nuevas formas científicas de producir bienes básicos, la introducción de nuevos productos basados en procesos orgánicos y tecnologías verdes, y la incorporación de inteligencia artificial y minería de datos definen un territorio amplio de posibles cambios en la estructura productiva. Esto amplía la comprensión de los límites del sector industrial y abre nuevas oportunidades para empresas intensivas en conocimiento, diversificando la estructura de producción y generando empleo de calidad.

    La necesidad de contar con proveedores locales de equipos y servicios de ingeniería es esencial en este nuevo modelo. No se trata solo de importar tecnología del exterior, sino de establecer una base local de subcontratistas para servicios de ingeniería adaptados a cada contexto. Las empresas locales de ingeniería, con su enfoque en desarrollo de procesos, automatización y adaptación a lo local, son clave para generar nuevos conocimientos y tecnologías y expandir la densidad tecnológica nacional.

    Estas transformaciones en biotecnología, genética y tecnologías digitales en recursos naturales abren oportunidades para la innovación y el desarrollo de PYMES locales. Sin embargo, es necesario apoyar la formación de técnicos y profesionales en estos campos y fomentar emprendimientos locales. La banca de desarrollo nacional debe desempeñar un papel importante en financiar estos programas.

    En los sectores basados en recursos naturales, existe una interacción dinámica entre diversas entidades, como las empresas extractoras, los proveedores de insumos y servicios, las autoridades estatales encargadas de regular y supervisar estas actividades, y las comunidades locales afectadas por la explotación de los recursos. A diferencia del enfoque neoclásico, donde se considera al productor como un agente aislado que opera principalmente en función de los precios, en estos sectores la interdependencia y el diálogo entre las distintas partes son fundamentales para su funcionamiento. El autor realiza un diagrama ilustrativo de lo anterior:

    Gracias a esto, las industrias experimentan un desarrollo caracterizado por el aprendizaje y la acumulación de capacidades tecnológicas, lo que conduce a cambios en la estructura del mercado y el comportamiento empresarial.

    Para apoyar este proceso evolutivo, se necesitan bienes públicos y políticas sectoriales industriales adecuadas que aborden desde el acceso inicial al conocimiento tecnológico y recursos humanos calificados hasta el desarrollo de infraestructura de investigación, regulación competitiva y servicios básicos como educación y salud. La política industrial debe adaptarse a diferentes etapas y ubicaciones, proporcionando intervenciones específicas para satisfacer las necesidades cambiantes a lo largo del crecimiento de estas industrias. En el segundo diagrama del autor es claro:

    La lógica de fases de crecimiento evolutivo, influenciada por la narrativa schumpeteriana de la innovación en el capitalismo, proporciona una perspectiva útil para entender el surgimiento de modelos industriales basados en recursos naturales y servicios digitales en el capitalismo periférico del siglo XXI. Aunque estos modelos están emergiendo en países como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México y Uruguay, aún enfrentan desafíos en su consolidación debido al rezago tecnológico y la competencia con grandes empresas transnacionales. Sin embargo, las empresas locales tienen ventajas en su capacidad para adaptarse a las necesidades locales, lo que destaca la importancia de apoyarlas durante su etapa de aprendizaje y desarrollo para competir efectivamente en el mercado global.

    V. De cara al futuro: estancamiento y pobreza creciente, nuevas tecnologías disruptivas, incertidumbre, nuevos participantes en la economía mundial y deterioro del entorno de gobernabilidad interna

    El panorama descrito por el autor, resalta tres áreas principales de desafíos para los países en desarrollo. En primer lugar, está el estancamiento del sector manufacturero, que se atribuye a la falta de una estrategia de desarrollo productivo y tecnológico a largo plazo, así como a la aplicación acrítica de políticas de equilibrio fiscal y financiero a corto plazo. Este estancamiento requiere una revisión urgente de las políticas económicas y la adopción de enfoques más orientados al desarrollo industrial sostenible.

    En segundo lugar, se encuentra el impacto de la transición hacia tecnologías de la Industria 4.0, como la digitalización, la robótica y la inteligencia artificial. Aunque esta transición ya está en marcha en algunos países en desarrollo, como Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay, requiere un análisis cuidadoso y un apoyo adecuado del sector público para garantizar una transición exitosa y equitativa.

    El tercer aspecto crucial es la recuperación de la crisis sanitaria provocada por la pandemia de COVID-19. Esta crisis ha puesto de relieve la necesidad de revitalizar los sistemas de salud, mejorar la infraestructura médica y restaurar la moral del personal sanitario, todo lo cual requerirá importantes inversiones estatales en un momento en que las finanzas públicas están bajo presión.

    Además de estos desafíos inmediatos, también es crucial modernizar las capacidades competitivas de la estructura productiva para adaptarse a los nuevos patrones de consumo y promover la transición hacia fuentes de energía renovable y la gestión sostenible de recursos naturales. Esto implica una reestructuración del papel y la dimensión del Estado, así como la construcción de nuevas instituciones que fomenten la inversión y la acumulación de capacidades tecnológicas internas.

    Es necesario forjar un nuevo acuerdo social que permita reformas fiscales e impositivas para garantizar un crecimiento económico equitativo y una mayor inclusión social. Esto implica una mayor cooperación entre los sectores público y privado para reducir la desigualdad, impulsar la productividad y promover la transformación estructural a largo plazo.

    En un contexto donde las reglas competitivas se ven afectadas por fallas del mercado y la captura de recursos públicos por grandes grupos corporativos, es fundamental avanzar hacia un enfoque público-privado más cooperativo y garantizar el acceso a recursos permanentes y de largo plazo para abordar una amplia gama de desafíos. Promover la confianza y la cooperación mutua entre diferentes sectores de la sociedad sigue siendo una tarea pendiente en la búsqueda de un futuro más próspero y equitativo.

Nexo con el tema que estudiamos: 
    Este texto enfatiza cómo las políticas económicas basadas en el neoliberalismo han tenido un impacto significativo en los países en desarrollo, especialmente en América Latina, como se ejemplifica en el caso de México. La promoción de la privatización de empresas estatales, la apertura económica y la desregulación de los mercados, ha llevado a la consolidación de grandes corporaciones y al aumento de la influencia de estas entidades en la economía y la política del país. Esta concentración de poder en manos de grandes empresas ha contribuido a la captura del Estado, lo que ha afectado las relaciones de propiedad y control, así como las relaciones entre empresas, estados y sociedad en general.