Decrecimiento feminista para una transición desestabilizadora

Cita: 

Akbulut, Bengi [2023], "Decrecimiento feminista para una transición desestabilizadora", Miriam Lang, Breno Bringel y Mary Ann Manahan (editores), Más allá del colonialismo verde. Justicia global y geopolítica de las transiciones ecosociales, Buenos Aires, CLACSO, octubre, pp. 299-316, https://biblioteca-repositorio.clacso.edu.ar/bitstream/CLACSO/249068/1/M...

Fuente: 
Libro
Fecha de publicación: 
2023
Tema: 
El decrecimiento surge como alternativa a los modelos de “transición" en medio de la crisis ambiental
Idea principal: 
    Bengi Akbulut es una profesora asociada del Departamento de Geografía, Planificación y Medio Ambiente de la Universidad Concordia en Canadá. Su trabajo se centra en la economía ecológica, el decrecimiento y la justicia ambiental.

    La noción de "transición" ha sido ampliamente utilizada por diversas instituciones, incluyendo empresas, estados-nación y organizaciones internacionales del status quo. Sin embargo, su uso en la actualidad frecuentemente busca perpetuar injusticias medioambientales y dinámicas neocoloniales de explotación de recursos, abriendo así nuevos espacios para la acumulación de capital. Dicho enfoque ha dejado de lado visiones del mundo, luchas y propuestas históricas y contemporáneas que han surgido en todas las latitudes.

    André Gorz planteó en 1972 una pregunta crucial sobre si el sistema capitalista puede sostenerse ante la necesidad de un equilibrio global que requiere, entre otras cosas, el no-crecimiento de la producción material. Este cuestionamiento ha dado origen al término "decrecimiento" (décroissance en francés), el cual ha emergido como un marco conceptual poderoso que moviliza la imaginación política para buscar y aplicar formas alternativas de organizar la sociedad, la economía y la relación con la Naturaleza.

    La literatura académica sobre el decrecimiento ha abordado una amplia gama de temas, desde ajustes en la infraestructura y la reorganización del trabajo hasta propuestas relacionadas con sistemas monetarios y una nueva arquitectura financiera. Este enfoque desestabiliza y va más allá de las concepciones dominantes de la simple “transición”, situándose como una propuesta contrahegemónica que busca recentrar y reorientar la economía hacia un modelo más sostenible y equitativo.

    En el siguiente texto, el decrecimiento se entiende como una forma de repensar y redirigir la economía. Se destacan tres ejes fundamentales para su potencial: una concepción más amplia del trabajo que reconozca su diversidad y valor en diferentes contextos; la necesidad de abordar las injusticias históricas entre el Norte y el Sur globales, especialmente en términos de acceso a recursos y distribución de la riqueza; y la promoción de la autonomía y la democracia como principios organizativos centrales para construir una sociedad más justa y sostenible.

    Definir el decrecimiento

    El decrecimiento es una propuesta fundamentada en la reducción voluntaria, equitativa y democráticamente decidida de los materiales y la energía que una sociedad extrae, procesa y elimina como residuos. Esta propuesta se basa en la bioeconomía y la economía ecológica, reconociendo los límites biofísicos al crecimiento como vinculantes, ya sea por la disponibilidad de recursos o por la capacidad de absorción de residuos.

    A diferencia de las visiones de crecimiento verde y ecomodernización, que confían en la desvinculación del crecimiento económico de sus impactos biofísicos mediante tecnologías ecoeficientes, el decrecimiento presenta una alternativa. Argumenta contra la ecomodernización destacando los efectos rebote de estas tecnologías, la menor producción de energía de fuentes renovables en comparación con el insumo necesario para ello y los intensos requisitos materiales de las tecnologías ecoeficientes.

    El decrecimiento se presenta como un punto de entrada para un proceso democrático de toma de decisiones sobre qué actividades abolir, limitar o apoyar selectivamente. Desestabiliza las estructuras dominantes de las economías actuales y propone una transformación radical, rompiendo con la ideología del crecimiento económico como objetivo societal (es decir, “la ideología del crecimiento”).

    Al cuestionar los imperativos económicos convencionales, como la eficiencia y la maximización de los beneficios, el decrecimiento (re)politiza la economía, cuestionando su supuesta objetividad. El decrecimiento se plantea como una cuestión cualitativa, como algo diferente, en lugar de cuantitativa, en tanto de “menos de lo mismo”; y promueve una reorganización del metabolismo social hacia nuevas estructuras que prioricen las necesidades, el cuidado, la solidaridad y la justicia.

    Este cambio implica una reestructuración de formas de producción, intercambio, trabajo, finanzas y consumo que sean diferentes de la actividad económica dominante. Lo que requiere de un alejamiento de las actividades extractivas, hacia aquellas que sostienen y regeneran el bienestar humano y no humano, como la sanidad, la educación y la agricultura ecológica.

    Además, busca garantizar un acceso equitativo a los bienes y servicios básicos mediante sistemas como la renta básica universal o los servicios básicos universales, tomando en cuenta las diferencias culturales. Desvincular la satisfacción de las necesidades de la situación laboral no solo aliviaría la coacción para trabajar en empleos explotadores, sino que también reduciría el imperativo de mantener el crecimiento económico como fuente principal de empleo.

    El decrecimiento en tres ejes

    Para desafiar las narrativas dominantes de la transición y unir esfuerzos hacia una transformación ecosocial radical, la conceptualización del decrecimiento se organiza en tres ejes clave:

    Ampliar la noción de “trabajo”

    Una concepción más amplia del trabajo abarca aquellos tipos de actividad fundamentales para sustentar la vida. Desde la teoría feminista, la reproducción social, que ha quedado fuera de la producción de mercancías, es vital para mantener la vida humana y no humana. Esta comprende la producción de bienes y servicios esenciales, así como la restauración de las condiciones sociales y ecológicas necesarias para la vida y la producción.

    La reproducción social engloba las labores que mantienen, facilitan y transforman los procesos biofísicos que sostienen la existencia. A pesar de su relevancia, esta forma de trabajo, fuertemente influenciada por el género y la raza, suele ser marginada y menospreciada. Esta devaluación es problemática ya que la producción de bienes depende en gran medida de la mano de obra barata, la cual asegura la reproducción del sistema capitalista junto con sus condiciones ambientales y sociales.

    Los estudios feministas han destacado la magnitud global de los flujos de valor invisibles, equiparándolos con procesos coloniales, la explotación de la naturaleza y la opresión de las mujeres. La reproducción social abarca un fenómeno global, incluyendo trabajos realizados en colonias, comunidades indígenas y sectores de subsistencia, que sostienen y renuevan tanto la fuerza laboral mundial como los ciclos naturales del planeta. La división global del trabajo reproductivo, donde el trabajo racializado se utiliza para reducir los costos asociados con la acumulación de capital, destaca aún más la complejidad y la injusticia arraigada en este sistema.

    Se propone resaltar esta concepción amplia del trabajo, lo cual implica reconocer, valorar y apoyar el trabajo de reproducción social. Políticas como la implementación de una renta de cuidados, la expansión de derechos y prestaciones para las trabajadoras esenciales, y la inversión pública en la reproducción social y ecológica podrían ser cruciales para este propósito. Sin embargo, se advierte que el mero reconocimiento sin cuestionar su organización podría perpetuar desigualdades de género y racialización.

    Para la política feminista, hacer visible la reproducción social y reconocerla como trabajo es un medio para luchar por alterar su distribución y las condiciones en las que se realiza. Esto implica una visión crítica que no solo amplíe la concepción del trabajo, sino que también cuestione cómo se organiza la reproducción social. Las políticas y prácticas feministas sugieren formas cooperativas e igualitarias de aprovisionamiento, organizadas según la justicia de género.

    El decrecimiento sitúa esta concepción ampliada del trabajo en el centro, reconociendo su importancia para la sostenibilidad de la vida humana y no humana, y abogando por una organización colectiva, igualitaria y democrática del trabajo. La justicia en la transición implica garantizar la equidad para todas las trabajadoras, tanto humanas como no humanas, implicadas en la reproducción social.

    Decrecimiento y justicia

    La justicia requiere la imposición de límites, dado que los impactos sociales y ecológicos del crecimiento económico se distribuyen de manera desigual entre las sociedades y las regiones geográficas. Es crucial considerar la justicia ecológica en las relaciones entre el Norte y el Sur global, donde el crecimiento económico en el Norte ha generado graves repercusiones socioecológicas en el Sur.

    Esta dinámica desigual arraigada en el capitalismo global ha sometido a los países del Sur a un imperativo de crecimiento perpetuo debido a injusticias históricas y contemporáneas. Aunque el decrecimiento se ha concebido y desarrollado mayormente en los países industrializados del Norte, su responsabilidad trasciende las fronteras geográficas de esta región. El decrecimiento, como principio de justicia, aborda tanto los impactos pasados como los actuales del crecimiento económico, así como las estructuras que perpetúan esta desigualdad a nivel mundial.

    La conexión entre decrecimiento y justicia es central en el activismo y el pensamiento asociados con este concepto, particularmente en lo que respecta a la deuda ecológica y al intercambio desigual de recursos naturales. Además, es esencial adoptar una perspectiva global sobre la reproducción social, considerando los flujos desiguales de trabajo humano y natural entre el Norte y el Sur para mantener la vida y respaldar el crecimiento capitalista. Las acciones para remediar estas injusticias deben abordar la deuda reproductiva, así como la reparación de injusticias históricas, climáticas y coloniales.

    Las acciones específicas derivadas de esta comprensión del decrecimiento bajo la perspectiva de la justicia se pueden clasificar en tres categorías. Primero, la reparación de injusticias históricas y contemporáneas, que incluye intervenciones en el sistema financiero y comercial global para aliviar las disparidades en el intercambio entre el Norte y el Sur. En segundo lugar, la reducción de la dependencia del Sur global de la exportación y la inversión extranjera, lo que implica medidas directas como la transferencia de recursos para la reestructuración económica.

    Por último, la apertura y fortalecimiento del espacio para que el Sur global pueda explorar alternativas al crecimiento. Esto conlleva reconocer y respaldar una variedad de movimientos y visiones del mundo más allá del crecimiento, junto con medidas como la financiación de sistemas cooperativos de aprovisionamiento independientes del crecimiento.

    Decrecimiento como autonomía/democracia

    El llamado al decrecimiento surge de la necesidad de desafiar el paradigma cultural dominado por el imperativo de crecimiento, priorizando la toma de decisiones democráticas en la configuración de los procesos económicos. Se reconoce que el aumento constante en la escala de la actividad económica socava la capacidad de autogobierno, erosionando la autonomía y la capacidad de definir necesidades en una economía cada vez más orientada al mercado.

    El crecimiento económico ilimitado es indeseable, incluso si fuera físicamente posible, debido a su amenaza para el autogobierno colectivo. En este contexto, democratizar la toma de decisiones económicas se considera inherente al decrecimiento, permitiendo que todas las personas participen en la decisión de las actividades a abolir, limitar o apoyar en un futuro decrecimiento.

    El llamado al decrecimiento aboga por la construcción de una economía diferente, orientada hacia necesidades, equidad y solidaridad en lugar de explotación, acumulación y crecimiento. La democratización de la toma de decisiones económicas a diferentes escalas tiene el potencial de resaltar necesidades concretas, valores de uso y riqueza no monetaria, al abrir los procesos de toma de decisiones a una participación más amplia. Este enfoque abriría un espacio para reconsiderar los imperativos económicos, como el crecimiento o la eficiencia, permitiendo la implementación de objetivos alternativos y (re)politizando la economía al someter la racionalidad económica a la deliberación y control de la sociedad.

    La autonomía y la democracia en el ámbito económico pueden actuar como fuerzas para mitigar y transformar las dinámicas ecológicas y socialmente destructivas inherentes a las economías de crecimiento capitalista. Esta reorientación estructural debe apartarse de las actividades ecológicamente destructivas y de la asignación inadecuada de las capacidades productivas. Además, es crucial promover debates sobre la gobernanza de los procesos económicos y la necesidad de instituciones económicas apropiadas.

    Conclusión

    El decrecimiento, principalmente concebido desde y para los países industrializados del Norte global, representa una alternativa entre diferentes visiones de vivir bien de manera equitativa y sostenible más allá del paradigma del crecimiento capitalista. Aunque no es un concepto estático y presenta contradicciones, ha habido un movimiento hacia un compromiso más directo con la crítica al capitalismo y al patriarcado.

    A pesar de cierta reticencia inicial en abordar las implicaciones globales del decrecimiento, este ha sido adoptado progresivamente por movimientos sociales y ha mostrado apertura para integrarse con diversas visiones que desafían la hegemonía del crecimiento y el capitalismo. Es crucial que el decrecimiento continúe evolucionando como un proyecto político dinámico, capaz de albergar múltiples enfoques en un mundo diverso.

Trabajo de Fuentes: 

Barca, Stefania (2019). The Labor(s) of Degrowth. Capitalism Nature Socialism, 30 (2), 214.

Brand, Ulrich; Muraca et al. (2021). From Planetary to Societal Boundaries: An Argument for Collectively Defined Self-limitation. Sustainability: Science, Practice and Policy, 17 (1), 264-291.

Demaria, Federico; Schneider, François; Sekulova, Filka y Marti- nez-Alier, Joan. (2013). What is Degrowth? From an Activist Slogan to a Social Movement. Environmental Values, 22 (2), 209.

Dengler, Corinna y Seebacher, Lisa Marie. (2019). What About the Global South? Towards a Feminist Decolonial Degrowth Approach. Ecological Economics 157, 248-249.

Federici, Silvia. (2004). Caliban and the Witch: Women, the Body and Primitive Accumulation. Nueva York: Autonomedia.

Nexo con el tema que estudiamos: 

    En un contexto de deterioro ambiental, la noción de "transición" perpetúa injusticias medioambientales y dinámicas neocoloniales de explotación de recursos. Es principalmente a través de estrategias de "transición" que las empresas transnacionales buscan adaptarse a la crisis ambiental. En contraposición a este enfoque, emerge el decrecimiento como un proyecto destinado a reformar los sistemas económicos contemporáneos, orientándolos hacia modelos que prioricen la equidad, la sostenibilidad y el bienestar colectivo. Desde una perspectiva feminista, el decrecimiento reconoce la importancia de la reproducción social para mantener la vida. Para abordar las injusticias históricas y contemporáneas, es crucial que el decrecimiento continue evolucionando como un proyecto político dinámico, capaz de adaptarse y abrazar múltiples enfoques en un mundo diverso y cambiante.