Seis años después de haber encontrados depósitos petroleros “pré-sal” en el litoral de Rio de Janeiro, Brasil ha subastado los derechos para desarrollar parte de esta riqueza enterrada. El campo Libra –que esta fuera de la costa de Rio– fue vendida a un consorcio liderado por Petrobras y que también conforman Total, Shell, CNOOC y CNPC. En su pico de producción este campo incrementaría la extracción de Brasil de 2.1 a 3.5 millones de barriles diarios. El anuncio de la participación privada y extranjera en la explotación petrolera de Brasil provocó intensas protestas. La presencia de estas empresas permite al gobierno declarar la subasta como exitosa. Sin embargo, el gobierno evitaba vender los derechos demasiado barato ya que perforar las capas gruesas de sal corrosiva tendría un costo de 184 mil millones de dólares para los próximos 35 años, pero los depósitos de pré-sal son tan vastos que hacen los riesgos muy bajos. Las nuevas reglas de operación afectan a Petrobras al ponerla a cargo de todas las operaciones y la obligan a comprar al menos el 30% de participación en todas las ofertas ganadoras, lo que la aleja de proyectos que resulten más rentables a la empresa. Desde que el gobierno insistió en emparejar los precios de la gasolina con la inflación, ha causado una hemorragia de efectivo; Brasil es un gran importador de derivados de petróleo y Petrobras no sólo vende su petróleo a precios más bajos que los precios internacionales, sino que compra petróleo en el extranjero y lo vende con pérdidas. Las estrictas reglamentaciones para comprar equipo local tienen aún más agobiado su balance general y esto repercute en que se ralentice su programa de inversiones.