La especificidad histórica de la crisis mundial contemporánea
Arizmendi, Luis [2009], "La especificidad histórica de la crisis mundial contemporánea”, Mundo Siglo XXI, México, CIECAS-IPN, V(17):29-44, Verano.
Luis Arizmendi es director de la revista Mundo Siglo XXI del Centro de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales del Instituto Politécnico Nacional (CIECAS-IPN).
1. La crisis actual del mito del progreso
Para el autor la crisis contemporánea es la crisis más compleja, de mayores alcances y riesgos, de la historia moderna la cual ha llegado derrumbando la ilusión revestida del mito del progreso contenida en el discurso de poder “neoliberal”. Promesa que se reedita en distintas modalidades a lo largo de la historia capitalista moderna –en el discurso del marginalismo a inicios del siglo XX y del discurso keynesiano en la economía de posguerra–, pero hoy revestido en la ilusión contenida en el “neoliberalismo” como superación de toda crisis cíclica capitalista mediante el libre juego de las fuerzas del mercado como presunto fundante del equilibro económico y ecológico (p. 29-30).
Se argumenta que la crisis contemporánea es “una crisis epocal o global porque pone en juego todas las dimensiones de la vida civilizada”, en sus fundamentos sociales y naturales (p. 30).
Poniendo como fundamento de su interpretación de la crisis contemporánea, el discurso de la Crítica de la Economía Política de Karl Marx, Luis Arizmendi señala que la esencia de las crisis propias de la modernidad capitalista, más allá de su expresión meramente en valor, conllevan de modo cada vez más esquizofrénico el entrecruzamiento y la combinación de progreso y devastación (p. 30).
Este dilema consiste en que las trayectorias de desarrollo tecnológico concretas están subsumidas a la lógica de valorización del capital, direccionadas a apuntalar su poder planetario. Expresándose simultáneamente en mejoras y adelantos efectivos de la técnica moderna también generan la devastación y destrucción del proceso de reproducción de la sociedad y la naturaleza. Resultando así, una combinación ambivalente y autocontradictoria del progreso y devastación.
Partiendo de esta perspectiva se analiza la complejidad de la especificidad de la crisis contemporánea, abriéndola en “tres crisis disímiles pero unificadas que se sobreponen o yuxtaponen”:
1) La crisis o colapso de la configuración “neoliberal” de la mundialización capitalista.
2) La 4ta gran crisis de la historia del capitalismo moderno. Crisis mundial.
3) La crisis ambiental mundializada.
2. La crisis o el colapso del capitalismo cínico
La crisis contemporánea pone de relieve no solo los límites del discurso, sino también los límites materiales de una de sus formas históricas: la configuración cínica –mal llamada neoliberal–. Para nuestro autor lo denominado generalmente neo-liberal está lejos de conformar “una nueva versión del liberalismo” del siglo XX.
Para diferenciar, la configuración liberal fue aquella que “ante la violencia económica anónima inmanente al funcionamiento de la ley general de la acumulación” de miseria, pobreza y desempleo, compensada por el Estado liberal que impulsó la elevación del nivel de vida de su población junto a procesos democráticos con el objetivo de contener a las “clases peligrosas” –el proletariado–. Por otra parte la configuración fascista es la forma que adquiere “cuando a la violencia económica anónima […] se añade una violencia política de orden destructivo” (p. 31).
Con lo anterior, se define la actual configuración como cínica ya que hace “ofensivamente a un lado al Estado como contrapeso ante su violencia económica” y “deja operar sin restricciones al laissez faire laissez passer”. Reordenando la intervención estatal en un Estado autoritario que “promete y garantiza el traslado del centro de mando hacia los capitales privados, nacionales y ante todo transnacionales”. Pero que no adiciona sistemáticamente una violencia destructiva –como en la configuración fascista–, ni impulsó el ascenso del nivel de vida social –configuración liberal–, por el contrario la soberanía nacional ha quedado marginada y la democracia reducida a una especie de simulacro histórico.
La configuración cínica “desmontó múltiples restricciones anteriormente existentes”: i) abrió amplios procesos de privatización; ii) arrebató riqueza públicas e iii) instaló procesos agresivos de subordinación de las naciones al mercado planetario.
Como señal del agotamiento de la presente configuración cínica del capitalismo se mencionan: la crisis mundial alimentaria y la mundialización de la pobreza (p. 32).
2.1. La crisis mundial alimentaria y el colapso del capitalismo cínico
“La crisis alimentaría mundial del siglo XXI […] su singularidad histórica consiste en que se genera hambre justo en una era en la que existe la capacidad tecnológica y económica para alimentar a la totalidad de la sociedad planetaria” (p. 32-31).
Desde los años setenta y con las décadas consecuentes se percibe una modificación drástica en la composición del mercado mundial alimentario. “El reordenamiento de la economía mundial con el libre comercio usó el desfinanciamiento estratégico […] en prácticamente todos los países subdesarrollados, a la vez que se lanzaban enormes subsidios […] a la producción cerealera […] para producir un reposicionamiento global” de Estados Unidos (p. 33). Lo que puso en juego la soberanía alimentaria de muchos países que experimentaron un giro dando paso a la “subordinación del proceso de reproducción alimentario de la sociedad mundial a los centros del mercado alimentario” (Ídem).
La “configuración histórica cínica” ha limitado las capacidades productivas de los países para reproducir y gestionar sus propios alimentos, pasando a ser controlados por la apropiación de ganancias extraordinarias en beneficio de las corporaciones transnacionales. Desembocando en un control de la producción, distribución y mercados alimentarios a nivel planetario. Su centralización en pocas manos permite la creación de grandes monopolios que cercan y limitan el acceso de los alimentos mediante altos precios. Lo que da forma a una “crisis alimentaría global contemporánea” que amenaza la reproducción de la fuerza de trabajo en múltiples zonas y naciones.
2.2. La mundialización de la pobreza y el colapso del capitalismo cínico
Apoyándose en un reporte de la ONU en 2003, se argumenta que las políticas “cínicas” han incrementado la exclusión, la desigualdad, la miseria y la pobreza; concentrándolas espacialmente y multiplicando las áreas urbanas hiperdegradadas.
La rápida y fácil movilidad del capital de un país a otro mediante la plataforma tecnológica de la cuarta revolución tecnológica ha desembocado simultáneamente, en “una drástica reducción de la tasa salarial internacional y la formación del ejército de reserva más grande de la historia moderna” (p. 34). Esta exclusión y marginación creciente de la sociedad moderna se extiende sobre la orbe no solo de los países del Sur sino también del Norte. Lo “más delicado consiste en que esta tendencia avanza hacia su agudización ahora que ha estallado la nueva gran crisis de la mundialización capitalista” (p. 35).
3. La cuarta gran crisis de la historia económica moderna
En la lectura que el autor realiza sobre las crisis económicas capitalistas yace en el centro el desarrollo de las fuerzas productivas técnicas, que entrecruza y combina el progreso y devastación. Siendo entonces, el impulso de la modernización de la técnica por un lado, “la plataforma a partir de la cual puede imponer y arrebatar efectivamente una tendencia ascendente de la tasa internacional de explotación de plusvalor a la clase trabajadora; por otro […][lado][…], invariablemente esa modernización se le termina convirtiendo, más que un obstáculo, en una fuerza adversa y contraproducente que se pone a descubierto al activar la tendencia descendente de la tasa internacional de ganancia” (Ídem).
De aquí que Luis Arizmendi presenta la historia de las crisis del capitalismo articuladas con las revoluciones tecnológicas. Vislumbrando el sentido “esquizoide que el capitalismo le imprime a la modernización del sistema económico”. Dejando claro que la acumulación capitalista, una vez detonada la crisis económica, necesita instalar la destrucción e impulsar el desarrollo tecnológico como premisa para una ulterior reactivación económica.
1. La primera revolución tecnológica (1735-1870) desplegó el progreso tecnológico –maquinaria de vapor, los ferrocarriles– que se volvió obstáculo que conllevaron a la primera gran crisis de 1870-1890, la cual impactó únicamente en el continente europeo.
2. La segunda revolución tecnológica (1882-1930) desembocó en una segunda gran crisis –crack del 29– intercontinental que tuvo que recurrir a la guerra militar –Segunda Guerra Mundial– para redinamizar la economía mundial.
3. La tercera revolución tecnológica (1930-1970) se apoyó además en la reconstrucción de los desastres de las guerras anteriores, dando pie al periodo de los “treinta gloriosos” y culminando en la tercera gran crisis de las décadas de los setenta-ochenta del siglo pasado, cuasi-mundial –quedó excluida África–.
4. La cuarta revolución tecnológica basada en “la telemática y la ingeniería genética como su eje, impuso la reestructuración entera del panorama de la economía mundial”. “La informatización del proceso de trabajo [el Internet, la red satelital] modificó sustancialmente los corredores tecnológicos de la acumulación capitalista” cohesionando verticalmente las economías periféricas con la economía global liderada por los capitalismos de la metrópoli”. Ha desembocado en la cuarta gran crisis “específicamente mundial” (p. 36).
Contrastado con los periodos de auge económico anteriores, la configuración cínica ha hecho de esta vuelta de siglo “el primer período de crecimiento económico sin mejoría social del estándar de vida” (Ídem).
El resultado de la sobreacumulación de capital presente ha generado un “mercado laboral asfixiado” sumamente presionado por el inmenso ejército internacional de reserva en las condiciones de desempleo mundial y de represión salarial. Ante esto ha surgido una fuerte economía criminal como válvula de escape que “constituye uno de los principales canales de acumulación en la mundialización capitalista que […] funciona imprescindiblemente vinculado con la economía legal […] para canalizar también hacia ella enormes inversiones de capital que no pueden operar por su gran magnitud exclusivamente en la esfera de la economía ilegal (p. 37).
Del mismo modo se yuxtapone “el periodo de mayor arsenal atómico en la historia mundial” que deja latente la posibilidad de una confrontación bélica de gran escala, aunque es poco probable por la “existencia de una burguesía global” deslocalizada en múltiples circuitos económicos a través de distintos espacios. Sin embargo, las “guerras asimétricas Norte-Sur en la periferia del sistema mundial” –Afganistán e Irak– continúan como ejemplos de destrucción e invasión por la disputa del control de recursos naturales estratégicos (Ídem).
Siguiendo el hilo de nuestro autor, la forma de organización del capitalismo se encuentra en disputa, jaloneándose entre dos tendencias principales: i) la “neofascista” que tira por “la necesidad de dominar recursos naturales estratégicos y garantizar la subordinación de naciones al capital mundial”, trasladando los costos de la crisis contemporánea hacia los dominados modernos; y ii) la “neokeynesiana” que pretende la “estabilidad política como recurso de contención de las clases peligrosas y, asimismo, la necesidad de contrarrestar la crisis ambiental mundializada” (p. 38).
4. La crisis ambiental mundializada y sus principales desafíos
Junto a las crisis anteriores se empalma la primera crisis ambiental mundializada. Para Luis Arizmendi esta crisis trae consigo límites potenciales para la reproducción de la sociedad moderna capitalista, no obstante, deja claro que éstos de ninguna manera son límites definitivos.
Dos dimensiones se analizan: i) la tendencia a la mundialización de nuevas pandemias en el siglo XXI y ii) el sobrecalentamiento planetario.
4.1. Las nuevas epidemias de la vuelta de siglo y la crisis ambiental mundializada
“La salud y las enfermedades de una era […] son creación del modo histórico en que se organiza el proceso de reproducción vital de la sociedad” (p. 39). El riesgo de que las nuevas enfermedades se conviertan en nuevas pandemias que arrasen con millones de seres humanos, es latente, en un momento donde se ha mundializado el decadente patrón capitalista de producción/consumo actual. Ejemplo de esto, la forma histórica específica en la que hoy se producen los alimentos mediante las “megagranjas transnacionales avícolas y porcinas” en circuitos de “alimentación y evacuación radicalmente antiecológico” (Ídem).
Después de estar contaminados por químicos, alteraciones genéticas y hormonales, se crea una retroalimentación de desastres que vulneraliza a la sociedad moderna por el encubamiento de nuevas amenazas a la salud mundial. Relacionándolo con los fuertes intereses económicos de grandes corporaciones en la industria de alimentos y la farmacéutica en la imposición de continuar sobre esta trayectoria altamente antisanitaria y antiecológica.
4.2. El sobrecalentamiento planetario y las tendencias de la crisis ambiental mundializada
El centro del problema del actual sobrecalentamiento planetario se encuentra en el patrón energético fosilista como generador de los altos niveles de CO2 emitidos y de la consecuente “grave desestabilización […][de][...] los procesos del equilibrio térmico y atmosférico mediante los que opera la Tierra” (p. 40).
Dentro de los factores de retroalimentación –devastadores– que están próximos a ser activados, el autor analiza dos de los más delicados: 1) la “vulnerabilidad de las reservas de metano contenidas en el permafrost”, en donde son liberadas reservas milenarias de metano –que genera un sobrecalentamiento 30 veces superior al CO2– a causa del creciente calentamiento que generan los altos niveles de CO2; y 2) la “desestabilización térmica del albedo en el Ártico”, el acelerado derretimiento de hielos no solo traen “grandes cantidades de agua que desequilibran los ciclos oceánicos del mundo […][–multiplicando los tifones, huracanes y ciclones– sino que además][…] viene produciendo una desestabilización térmica de la totalidad del planeta debido a que cada vez es mucho menos la radiación solar reflejada [al exterior] desde el Ártico” (p. 41).
Considerando tales “factores de retroalimentación” que agudizan el ya grave problema de sobrecalentamiento planetario por la emisión de CO2, para Arizmendi, estos son límites potenciales podrían “convertirse en un límite histórico insuperable para el capitalismo, pero esa posibilidad no es sinónimo de destino” (Ídem).
La sociedad capitalista basada en la acumulación y generación de riqueza abstracta “no está atada a ningún valor de uso o fuente energética específica”, por tanto, la actual crisis representa un reto en la superación de un patrón energético “postfosilista” que no necesariamente llevaría a la superación del capitalismo. Lo cual tampoco es sinónimo de un capitalismo verde. “Lo que necesita es reconfigurar su depredación de la Tierra contrarrestando específicamente el sobrecalentamiento planetario que lo desestabiliza” (Ídem). El reto consiste en la organización de fuerzas de las clases dominantes –de los centros y periferias– para “neutralizar sus contradicciones económicas a partir de reordenar el modo en que actualmente opera la disputa por el control del mercado mundial […] llegando a un pacto histórico que les permita asumir a tiempo la transición al postfosilismo” (p. 42).
5. Soberanía y desmercantificación como principios de una estrategia transcapitalista
Aportando elementos para la comprensión de la especificidad histórica de la crisis contemporánea y frente a la tendencia de la reconfiguración de la mundialización capitalista –por configuraciones neofascistas o neokeynesianas– es que surge “la necesidad y la viabilidad de otra tendencia que apunta hacia una transición que trascienda al capitalismo” venciendo el dilema trágico de destrucción de la técnica moderna subsumida al capital y retomándola como capacidad material que realice efectivamente las necesidades humanas. Ante lo cual las posibilidades de la historia están abiertas para trazar distintas trayectorias (p. 42-43).
Luis Arizmendi retomando el “principio de la desmercantificación” de André Gorz para “desarrollar formas inéditas que instauren y garanticen la reproducción vital de la sociedad desestructurando la mediación del mercado” (p. 43), propone orientar los esfuerzos en buscar formas que garanticen la seguridad y “soberanía social” como “formas germinales de desmercantificación”. Aquellas que garanticen en un primer nivel un ingreso desmercantificado (como un ingreso ciudadano universal o renta básica) que posteriormente permitiera avanzar hacia formas más sólidas de seguridad de la reproducción nacional. Lo cual requiere una movilización social, “asumiendo la creación de su propia historia” encaminados a cambiar las trayectorias de la técnica moderna en “una lucha por la defensa de la soberanía nacional que se articule con la construcción de una soberanía transcapitalista internacionalista” (Ídem). La lucha contra el avance de la subordinación global mediante el capital transnacional en las naciones, es avanzar “hacia la autodeterminación social de la plataforma material de la reproducción nacional”.
° Hoy –2009– 70% de los países subdesarrollados son importadores netos de alimentos (p. 33).
° La mitad de la población mundial vive con 2 dls al día (3 mil millones de pobres extremos) y se encuentra en crisis alimentaría radical (p. 33).
° Datos de la ONU reflejan que en las áreas hiperdegradadas habita un tercio de la población urbana mundial, equivalente a cuatro quintas partes de la población urbana de los países más pobres. (p. 34).
° Crecimiento acelerado del desempleo mundial: de 190 millones en 2008 a cerca de 240 millones de habitantes a principios de 2010 (p. 37).
° La OIT señala que la proporción de la población juvenil total que se encuentra fuera de la fuerza laboral era 45.3% en 2005 (p. 37).
El texto aporta elementos útiles para la discusión contemporánea sobre la crisis y el capitalismo del siglo XXI:
- Relación del Estado con los capitales privados en las distintas configuraciones históricas (liberal, fascista y cínica). Su papel presente en el control y dominio de producción estratégica en el estatus actual del mercado mundial.
- Considerando: competencia intensificada, mercados asfixiados, aumento de la centralización de capital (capital transnacional y burguesía global descentralizada), estatus (y presente reto) del desarrollo de fuerzas productivas técnicas (patrón postfosilista), crecimiento de la exclusión, marginalidad (mega ejército internacional de reserva, áreas urbanas hiperdegradadas) y sus válvulas de escape (migración y economía criminal), guerras asimétricas, reapuntalamiento del hegemón estadounidense en el control de recursos estratégicos de la reproducción social mundial.
La propuesta de Arizmendi sobre la utilización del poder del capital social –articulado en el Estado– para hacerle frente al capital transnacional, resulta interesante. Habría que señalar sus límites hoy en día.